LA PLAYA DE LA CONCHA EN LA FOTOGRAFÍA DE PEDRO ROMÁN

En pleno verano que mejor que presentar la única fotografía que conservamos de una playa, su autor es Pedro Román y pertenece al fondo Rodríguez. Es una imagen de paisaje costero, conservada en un archivo de tierra adentro. Realmente se trata de un negativo en placa de vidrio, de la que conservamos también la caja original.
El fotógrafo la tomó en San Sebastián, en la playa de la Concha, así denominada por la forma que tiene que recuerda a una concha marina. En la parte izquierda se sitúa la isla de Santa Clara, a la parte derecha el Monte Urgull. La isla de Santa Clara es un peñón enclavado en el centro de la bahía rodeado por el agua, aunque en la imagen no se ve completo. Esta playa hoy famosa es considerada una de las playas más bonitas de España y destino turístico de primer orden.
Para ubicar la vista que nos ofrece nuestra la imagen, podemos ver el mapa adjunto y otras imágenes actuales de las que remitimos a su procedencia: https://viajerosblog.com/de-visita-por-san-sebastian-y-su-b…. Y la vista aérea actual del conjunto de la bahía en: https://es.wikipedia.org/…/Playa_de_La_Concha_(San_Sebasti%…
Recordemos brevemente la figura de Pedro Román (1878-1948) natural de Alcaraz, pero criado en Toledo, fue pintor y fotógrafo de gran talento, profesor de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Toledo, así como fundador de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de la ciudad. Su obra pictórica y fotográfica están íntimamente relacionadas. Desconocemos cómo se integraron sus fotografías en el archivo de la casa fotográfica Rodríguez, conservadas aquí, ésta es sólo una muestra de las numerosas y bellísimas realizadas por Román que se conservan en este fondo; 1123 positivos y negativos pueden consultarse en el Archivo de la Imagen de Castilla la Mancha: http://bidicam.castillalamancha.es/…/es/microsit…/inicio.cmd
Esta fotografía que aquí conservamos aislada forma parte de una serie, de las que algunas se conservan en la colección de Lorenzo Andrinal, nieto de Pedro Román, quien mejor conoce y ha estudiado la figura del fotógrafo y pintor. La identificación de la imagen, hasta ahora sin describir correctamente, tenemos que agradecérsela a él. Así como la imagen por él cedida para complementar a la nuestra con la isla de Santa Clara vista desde el monte Urgull.
Este año el Centro Cultural San Clemente de Toledo mostró en una exposición dedicada a su vida y obra con 65 cuadros y dibujos suyos y 40 fotografías. Recientemente se ha publicado el catálogo de la exposición celebrada en el Archivo Histórico Provincial de Albacete: Pedro Román y Alcaraz. Con vistas al tiempo. A lo que hay que añadir el monográfico: Pedro Román Martínez. Toledo, fotografía y pintura, publicado por la Diputación y Ayuntamiento de Toledo, hace diez años.

DISTURBIOS EN LA UNIVERSIDAD DE TOLEDO, POR LA PRESENCIA DE LA COMPAÑÍA CÓMICA EN EL TEATRO

La localización de nuestro documento de esta semana se debe a los trabajos archivísticos realizados por nuestro personal, concretamente tenemos que agradecérselo a nuestra compañera Susana García Díaz-Palacios.

Estamos ante un borrador, colocado entre múltiples papeles sueltos de la Universidad de Toledo, que refiere los graves disturbios que tuvieron lugar entre los alumnos a finales de enero de 1825. Este informe fue redactado por el doctor José Maza, maestrescuela y cancelario de la universidad, cuyo documento original corregido se dirigió al Tribunal de la Censura y Corrección, para que tomase cartas en el asunto. La Universidad de Toledo estaba instalada desde 1799 en el Palacio de Lorenzana, edificio neoclásico construido ex profeso por el arquitecto Ignacio Haan que recibe su nombre de su fundador el Cardenal Lorenzana. Incluimos dos fotografías de nuestro fondo Rodríguez que ambientan el marco donde se desarrollaron los disturbios.

Los acontecimientos tuvieron su origen en el hecho de que varios estudiantes asistían al teatro, tras la llegada de la compañía cómica a la ciudad, en días lectivos y descuidando sus obligaciones, por lo que los catedráticos no tardaron en exponer sus quejas. El doctor Maza ordenó arrestar a algunos de ellos que faltaron en las horas estudio, sin embargo el número de transgresores fue considerable y no fue suficiente con esa medida.

El poder de atracción y distracción que originó el teatro entre los universitarios era superior a su sentido de la obligación, estas ausencias estaban en contra de lo que prevenía el Plan de Estudios en uno de sus artículos. En estas fechas las universidades españolas, estaban regidas por el estricto Plan de Estudios promulgado por el ministro de Gracia y Justicia, Francisco Tadeo Calomarde, durante la restauración absolutista de Fernando VII. Este plan fue implantado para las universidades, encaminado a ejercer los intereses de la restaurada monarquía absolutista tras la caída del gobierno liberal y sus preceptos constitucionales. Concretamente el Plan de Estudios de Calomarde dedica todo un título, el XXX a la disciplina religiosa y moral cuyos preceptos se estaban incumpliendo. Puede consultarse aquí su texto íntegro para contextualizar el documento, no tiene desperdicio: http://elgranerocomun.net/Plan-Calomarde-1824.html

En cuanto a este ministro, Benito Pérez Galdós le retrata con fina ironía en su obra Los cien mil hijos de San Luis, en estos términos: “Se llamaba D. Francisco Tadeo Calomarde, y era de la mejor pasta de servil que podía hallarse por aquellos tiempos. (…) se había criado en los cartapacios y en el papel de pleitos: los legajos fueron su cuna y las reales cédulas sus juguetes. Su jurisprudencia llena de pedantería me inspiraba aversión. Tenía fama de muy adulador de los poderosos, y según se decía, compró el primer destino con su mano, casándose con una muchacha muy fea a quien dio malísimos tratos. (…) Los que le han juzgado tonto se equivocan, porque era listísimo, y su ingenio, más bien socarrón que brillante, antes agudo que esclarecido, era maestro en el arte de tratar a las personas y de sacar partido de todo”.

Algunos de los estudiantes pertenecían al Cuerpo de Voluntarios Realistas, una especie de milicia que organizó Fernando VII para mantener el orden público en las ciudades y defender las ideas absolutistas. Los voluntarios de la Universidad de Toledo que participaron también en estos episodios de insumisión, son especialmente mencionados en el informe de Maza porque con pretexto de hacer la guardia en el teatro como Realistas, faltaban a las obligaciones de su profesión, a pesar de que corrían el riesgo de ser dados de baja durante el curso.

Dice el doctor Maza, que por querer restablecer el orden fue incluso insultado y que le lanzaron pedradas rompiendo los cristales de su cuarto. Los estudiantes más activistas, la noche del 25 de febrero, escalaron las puertas de hierro de la Universidad y arrancaron el edicto que prohibía la concurrencia a las comedias sustituyéndolo por un cartel anunciador de la función del teatro del próximo día 27 del mismo mes. Todo un desprecio a la autoridad universitaria. Al día siguiente, Maza fue de nuevo insultado y reclamó el auxilio de la fuerza armada, que arrestó a los mas díscolos. Pero todas las medidas fueron inútiles y sólo contemplaba la solución de prohibir el teatro –tal cómo habían obtenido otras universidades- para que la juventud universitaria no se disipase y corregir sus malos hábitos. Consecuencia de ello fue el suplicatorio al Tribunal de Censura y Corrección de la propia universidad, para que lo elevara a su majestad, Fernando VII y que este mandara cerrar el teatro durante el año escolar.

La presencia de la compañía cómica en la ciudad perturbó la vida estudiantil de tal manera que parece que la rebelión fue considerable, según el doctor Maza: “había sido la causa de haberse malogrado en parte los frutos de la sabiduría del nuevo plan de estudios y de que se haya introducido en ellos el germen de la insubordinación, de desaplicación y descaro”. Desde luego que el teatro no estaba considerado como formativo para los universitarios, sin embargo era tan atractivo para ellos que no dudaron en oponerse a los dictámenes del Plan de Estudios con tal de disfrutar de unos ratos de solaz y a pesar de las consecuencias que el desacato podría acarrearles. Reproducimos dos de los artículos plenos de prohibiciones:

“Art. 280. En las horas de estudio por la mañana y por la noche no podrán los estudiantes salir libremente de sus casas o posadas, a no ser por justas causas; si lo hicieren, quedan expuestos a la censura y corrección del tribunal, según la calidad y el número de transgresiones.”

“Art. 282. Podrá el tribunal señalar sitios y horas de recreo, en las que los estudiantes se diviertan honestamente; pero se les prohíbe asistir en días lectivos a los teatros o juegos públicos, y en todos el detenerse en botillerías o en cafés y el asistir a reuniones sospechosas por cualquier título.”

Y realmente, lo transgredieron todo.

JUAN DE MADRID, EL HIJO DEL ESCRIBANO Y LOS PAPELES DE SU PADRE

Uno de nuestros investigadores nos ha cedido la información sobre el documento que comentamos hoy. Agradecemos a Jesús Gómez Jara que nos proporcionara la localización del testamento de Juan de Madrid, fechado en Santa Olalla en 1739 ante Isidoro Rey.

El interés de este documento estriba en una de las mandas testamentarias, porque Juan de Madrid era hijo de Luis de Madrid, un escribano del número de esa villa ya difunto. Resulta que sin ser escribano había custodiado de por vida los “papeles” heredados -y dice que también comprados- de su padre y quería disponer y asegurar para el futuro, cuando él faltase, que estarían a buen recaudo.

Incorpora al testamento dos inventarios de esa documentación paterna y de veintiún escribanos antecesores. Su intención era depositarlos custodiados en un cuarto del hospital de la villa, debió tratarse del hospital de caridad de San Antón, hoy edificio desparecido. Como el patrón de dicho hospital era el conde de Orgaz, puesto que Santa Olalla estaba integrada en su señorío, incorpora la licencia del conde, dando el beneplácito a sus intenciones. El conde acepta la disposición de poner una cerradura en el cuarto destinado a archivo que tendría dos llaves, una de ellas debía ser entregada al mayordomo de la cofradía de dicho hospital.

Quería Juan de Madrid, que una vez allí instalada la documentación en ese cuarto del hospital, se hiciera nuevo inventario de los papeles depositados, dando una copia al conde de Orgaz y otra al escribano de la cofradía. En agradecimiento al conde por su aceptación, dispone que por las almas de lo condes de Orgaz ya fallecidos, se ofrezcan misas costeadas con el producto que den dichos papeles y que entendemos procedentes de los pagos de los derechos de expedición de copias.  El resto del producto económico que rentaren los papeles, se darían a los hombres y mujeres pobres que se curen en el hospital y finalmente otra parte para la cofradía del Santísimo Sacramento, para los gastos de música en la fiesta del Corpus. Atendiendo a esta premisa tenemos que entender que no serían escasas las rentas que iban a proporcionar los “papeles”.

Esta atípica custodia de protocolos notariales en manos de Juan de Madrid, denota el sentido patrimonial de esos documentos que no le pertenecían y que deberían haber estado en poder de un escribano público, y no en las de Juan que en ningún momento había ostentado la escribanía. Por otra parte, Juan de Madrid no poseía en ese momento todos los protocolos de la villa, pues conservamos otros de esas mismas fechas, pero no reseñados en este inventario. Por lo tanto en Santa Olalla había varios escribanos ejerciendo simultáneamente y el resto de los protocolos hoy conservados estarían bajo otra custodia.

HISTORIAS DE ACCIDENTES Y MULTAS

A veces se tiene la impresión de que en los archivos históricos solo se conservan los documentos “importantes”. Pero, en realidad, es todo lo contrario. Lo más habitual es que en los archivos se encuentran las historias cotidianas de las personas corrientes. En estos días, muchas de estas personas corrientes nos desplazamos en automóvil y, desgraciadamente, abundan las pequeñas historias de accidentes y de multas. Hoy os queremos contar algunas de ellas.

Croquis de accidente

El 7 de junio de 1965, a las siete y cuarto de la tarde, Lucio Prados López, vecino de Illescas, salió montado en su Vespa de la casa de su familia en Yuncos para tomar la carretera, que entonces atravesaba el pueblo, en dirección a Toledo. Al girar hacia su izquierda, chocó con el Renault Ondine que, en dirección a Madrid, conducía Leónides Gonzalo Galabia, vecino de la Villa y Corte. El motorista resultó con heridas leves y, además, hubo daños en los respectivos vehículos. Las leyes del momento estipulaban que estos asuntos debían ser investigados por los jueces de instrucción y después remitidos a la Audiencia Provincial, de manera que el juez de instrucción de Illescas realizó toda la investigación en pocos días, enviando después el expediente a finales del mismo mes a la Audiencia. A pesar de esta rapidez inicial, el proceso se demoró año y medio, entre otros motivos por la supresión del juzgado de Illescas. De este caso, uno de tantos, nos ha quedado un expediente relativamente voluminoso que incluye un sencillo pero muy expresivo croquis que realizó el juez instructor.

No siempre los accidentes son tan leves. Estas dos fotografías son parte de sendos reportajes de otros tantos accidentes que, por encargo judicial, realizó la Casa Rodríguez. El primero fue el que dejó prácticamente destrozado un “coche americano” en la carretera Madrid-Toledo a la salida de Olías del Rey a mediados de julio de 1957, hace casi exactamente 62 años. El segundo ocurrió en agosto de 1965, entre una furgoneta y el “camión de la Unión y el Fénix”, en un lugar que el fotógrafo no especificó. Sin embargo, gracias a su expediente de matrícula, podemos saber que la furgoneta era una DKW, propiedad de un vecino de Yepes, quien la había adquirido apenas cinco meses antes. Este accidente no impidió que el vehículo fuese vendido en noviembre de 1967 a un vecino de Corvera (Murcia), quien a su vez, en febrero de 1968, le cambió el motor de gasolina por otro diésel. En noviembre de 1972 el vehículo pasó a “servicio público”, y finalmente en octubre de 1977 fue dado de baja y enviado al desguace.

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Pero no todo son accidentes. En realidad, la mayor parte de los incidentes automovilísticos acaban en simples faltas administrativas, es decir, en una multa. En nuestro archivo solo conservamos expedientes de los recursos judiciales motivados por el impago de algunas de estas multas. El primer caso que hemos encontrado es de octubre de 1925, cuando el Jefe provincial de Obras Públicas, Luis Barber, del que hemos hablado con anterioridad, se dirige al Juez de Primera Instancia de Navahermosa para que ordene el cobro de la multa. Se trata de una infracción al artículo 12 del Reglamento de Policía y Conservación de Carreteras aprobado en octubre de 1920. Al parecer este artículo era uno de los menos respetados por los conductores, como señala una Orden de enero de 1922. El artículo en cuestión hace referencia a los carros, cuyas ruedas no deben tener menos de un metro de diámetro y deben llevar una matrícula expedida por los ayuntamientos, similar a la de los automóviles. Como vemos, doña Balbina Marcos, de Los Navalmorales, no cumplió alguno de estos preceptos, por lo que fue multada con la pena mínima de cinco pesetas. Pero resultó que cuando el secretario del Juzgado Municipal de Los Navalmorales fue a cobrar esta deuda encontró que, según los vecinos, “hace más de año y medio que la Balbina hizo almoneda de los pocos muebles que tenía, se marchó y no ha vuelto por aquí ni se sabe su paradero”. Parece, pues, que la multa se quedó sin cobrar.

VICENTE MARTÍN-AMPUDIA, SU CARNET DE CONDUCIR Y TOLEDO EN 1936.

Como ya os contamos en otra ocasión, la primera regulación seria del automovilismo en España fue el Reglamento de 17 de septiembre de 1900. Entre otras cosas, aquí se establece la obligatoriedad tanto del permiso de circulación (para el vehículo) como el de conducción (para el conductor). En el caso de este último, el Reglamento los trata prácticamente como un permiso administrativo más, que debe ser solicitado al Gobernador Civil, quien comisionará “a la persona o personas facultativas que estime oportunas, a fin de que examinen los antecedentes y documentos relativos a la aptitud del interesado, haciéndole las preguntas y sometiéndole a las pruebas que consideren necesarias”. Como vemos, nada que ver con las actuales pruebas para obtener el carnet de conducir. En 1907 se reguló el modelo de autorización y hasta 1918 no se establecerá cuáles eran esos requisitos y documentos necesarios para obtener la autorización.

Carnet de conducir antiguo

En nuestro archivo no contamos con la serie de expedientes de expedición del permiso de conducir de Toledo. Sin embargo, sí que hemos encontrado alguno relativamente antiguo en otros fondos. En nuestra exposición “Sobre ruedas” mostramos el más antiguo, de 1928, que incluye además la fotografía del interesado, Vicente Martín-Ampudia Camino y que ha aparecido en su expediente policial. Así que este documento, además de ser el primer carnet de conducir que tenemos, tiene detrás una historia que merece ser contada.

Décimos de lotería antiguos

Ya en su momento Roberto Félix García, siempre atento, observó que Vicente había sido secretario del Gobernador Civil de Toledo, José Vega López, en 1936, y miembro de Izquierda Republicana. En efecto, el carnet que exponemos forma parte probablemente de la documentación que la Policía encontró en su casa al incautarse de sus bienes en 1937 y que, además de su carnet de conducir, incluye algunas fotografías y hasta unos décimos de lotería. Pero quizá lo más interesante de este expediente sean algunas cartas personales que nos permiten por un momento asomarnos al ambiente de extrema tensión que se vivía en algunos pueblos de nuestra provincia los días previos al estallido de la guerra civil. Os ofrecemos algunas de ellas que, creemos, no necesitan mayores comentarios.

Carta

El grueso del expediente, sin embargo, lo componen los informes policiales y los autos judiciales que, junto con los de su expediente de preso (que también conservamos en nuestro Archivo) nos permiten conocer algunos datos de su vida. Nacido en Madridejos en 1903, aunque algunos documentos lo hacen natural de Toledo, Martín-Ampudia había sido secretario de los gobernadores civiles Juan Serrano Piñana e Isidro Liarte Lausín, y continuó en el mismo puesto con el nuevo gobernador José Vega al estallar la guerra. Vivía con su familia en el conocido como “Jardín del Armiño”, inmueble que hoy sigue conservando este nombre, y los informes policiales franquistas le consideran un auténtico factótum durante el tiempo en que Toledo permaneció bajo control republicano, relacionándole especialmente con el que denominan “robo del tesoro artístico de la Catedral” y la requisa de algunos bienes del Palacio Arzobispal.

Carta

A la llegada de las fuerzas franquistas a Toledo, parece que Vicente se marchó a Ocaña, donde se instaló el Gobierno Civil republicano. Sería finalmente detenido en abril de 1939 y, conducido a la prisión provincial, entonces situada en el convento de San Gil. En 1942 y 1943 solicitó la libertad provisional, que le fue denegada en ambos casos. Finalmente, en abril de 1944, después de haber finalizado todas sus declaraciones en los procesos pendientes en Toledo, fue trasladado a la Prisión Provincial de Madrid, donde sería juzgado por el Tribunal Territorial Militar 1º; la documentación su juicio se encuentra hoy en el Archivo General e Histórico de Defensa, tal como informa la web Innovation and Human Rights.