MOJONERAS

Las mojoneras o deslindes son documentos en los que se deja constancia de los límites entre dos territorios. Hoy en día esto se realiza mediante los sistemas de información geográfica, pero durante mucho tiempo no hubo más remedio que hacerlos de forma literal, es decir, describiendo los “mojones” o hitos que señalan los límites en cuestión. Estas operaciones son relativamente abundantes y, de hecho, uno de los documentos más antiguos que tenemos en nuestro archivo es precisamente eso, un deslinde entre Azután y Talavera de la Reina realizado a mediados del siglo XIII y del que ya os hablamos en su día.

Portada de la mojonera entre Ocaña y Villatobas
Portada de la mojonera entre Ocaña y Villatobas

Hoy os traemos un expediente con mojoneras del siglo XVIII. Lo curioso de ellas es que están unidas, formando un cuadernillo, y al principio encontramos una nota señalando que “en 6 de agosto de 1778 el señor Gobernador entregó esta mojonera, que se había puesto en su poder por un religioso diciendo que […] se habían restituido en confesión a el Ayuntamiento”. Esto de devolver documentos a través del secreto de confesión no es algo extraño a los archivos, aunque rara vez se deja constancia de ello tan claramente.

Nota sobre la devolución de los documentos
Nota sobre la devolución de los documentos

El expediente así devuelto consta de varios deslindes entre Ocaña y los pueblos de alrededor: Dosbarrios, Villatobas, Yepes, Huerta de Valdecarábanos, Cabañas de Yepes “alias Villafranca de Gaitán”, Villarrubia de Santiago y Noblejas, todos ellos realizados en diciembre de 1740. Además, encontramos el deslinde con las localidades de Colmenar y de Oreja, hoy unidas, de marzo de 1744, y el del despoblado de Cabezuelas, propiedad de los condes de Mora, hecho en octubre de 1749. Hay también el deslinde de dos montes llamados “Grande” y “Chico” (o “De a Cinco”), realizado en junio de 1744. Por último, encontramos una copia del deslinde entre Ocaña y Ontígola de octubre de 1608.

Firmas de la mojonera entre Ocaña y Villarrubia de Santiago
Firmas de la mojonera entre Ocaña y Villarrubia de Santiago

Los documentos detallan el procedimiento para realizar estos deslindes. Fijémonos en el correspondiente a Villarrubia de Santiago. La cita fue el 12 de diciembre de 1744 “a la hora de las nueve de la mañana de él, con corta diferencia” en un lugar bien determinado: “en el mojón del Cerro del Puerco, que es la clave que divide los términos entre Ocaña, Santa Cruz, Viloria y Villa Rubia, donde llaman la Cañada del Choco”.  Aquí se juntaron las autoridades de ambos pueblos y todos los posibles interesados: el intendente, los comisarios de rentas, el síndico procurador de Ocaña y su equivalente el alcalde de Villarrubia, los alcaldes de la Santa Hermandad de ambos pueblos, el escribano, varios “labradores inteligentes en las cosas del campo” y otros vecinos y “azadoneros” de las dos localidades. Toda esta comitiva paseó por todos los mojones, “renovándolos” uno a uno, es decir, reconociéndolos de nuevo y, si era necesario, volviéndolos a colocar para que quedasen claros. Al final, firman todos los que saben hacerlo y se ordena que una copia auténtica vaya al ayuntamiento de Villarrubia, mientras que “la mojonera original se ponga con las demás en los archivos de esta dicha villa [de Ocaña] para que en todo tiempo conste”. Bonita frase que, como hemos visto, no impidió que los documentos desapareciesen del archivo ocañense y tuviesen que volver a él vía confesionario.

LIBRO DE RUTA AL VALLE DE LOS CAÍDOS

Un libro con una portada como la que veis en la imagen no puede pasar desapercibido, y menos si está entre los expedientes de la Audiencia Provincial de 1962. El peculiar —y significativo— montaje fotográfico, y el membrete de la “Oficina de Peregrinaciones a la Santa Cruz del Valle de los Caídos”, con sede en la madrileña iglesia de Montserrat, llaman la atención de cualquiera.

Portada del "Libro de ruta"
Portada del «Libro de ruta»

El interior no es menos curioso. Junto con postales y carteles entre turísticos, religiosos y políticos, aparecen diversos escritos pegados, o incluso anotaciones en el propio libro, con sellos y firmas de autoridades civiles y religiosas. Se trata de un auténtico dossier o “álbum de ruta” en el que el dueño, al que llamaremos “ABC”, al parecer iba recogiendo todo vestigio documental que le pudiera ayudar a recoger apoyos para su idea: organizar excursiones político-religiosas al Valle de los Caídos. Hay desde su propia partida de bautismo a la bendición apostólica de Juan XXIII. Según se desprende del propio libro, ABC había realizado estas actividades en Madrid antes de ampliar su “negocio” a Toledo. Por lo visto, había conseguido apoyo incluso económico de varias personas, empresas e instituciones. Hasta convenció a una conocida imprenta toledana para que le hiciera el cartel anunciador de la excursión y otros impresos.

Cartel anunciador de la peregrinación
Cartel anunciador de la peregrinación

Para entonces la Policía ya vigilaba muy estrechamente a nuestro hombre. Según sus informes, ABC había estado organizando actividades similares en diversas ciudades españolas, siempre a costa de la buena fe de las personas, aunque no está claro si alguna vez llegó a ser condenado por ello. De todos modos, los agentes aducen, como motivo adicional de sospecha, que nuestro protagonista, pese a sus protestas públicas de católico ferviente, hacía difusión clandestina de ideas protestantes y además “vivía maritalmente” con una mujer viuda que ya tenía dos hijos y con la que ABC había tenido otro; a ojos policiales esto debía ser un argumento definitivo. Así que, después de permitirle actuar en Toledo durante un tiempo, al fin decidieron detenerle. Eso sí, antes de terminar su informe sugieren al juez que el “álbum de ruta” se devuelva a la Comisaría “para su posterior envío al Museo de la Escuela General de la Policía”. Afortunadamente para nosotros, el juez no hizo caso.

Desde luego, el “álbum de ruta” es muy singular, y no deja de sorprender que ABC hubiera conseguido tantas firmas y sellos, todos ellos auténticos, excepto la firma de Franco, que obviamente fue recortada de otra publicación. La estética nacional-católica es omnipresente, sin que falten varias páginas con recortes de periódicos relacionados con Antonio Rivera y, en general, al asedio del Alcázar.

Pero, después de todo, finalmente el juez puso en libertad a ABC, considerando que, si bien es cierto que la prometida excursión no llegó a realizarse, no fue por falta de voluntad, sino precisamente porque fue detenido por la Policía. Se devolvió su dinero a los que habían contribuido (salvo la imprenta, que perdió parte de lo invertido) y ABC quedó libre. Nosotros le hemos rastreado un poco por Internet y hemos sabido que nuestro protagonista siguió organizando actividades entre religiosas, políticas y solidarias al menos hasta 1977, y que entró y salió de la cárcel en diversas ocasiones. Sin duda, todo un personaje.