MÁS NIEVE EN TOLEDO

No es la primera vez que recurrimos a alguna fotografía de la ciudad de Toledo bajo la nieve para despedir el año. Y es que es casi imposible sustraerse a la imagen generalizada que asocia la Navidad a los paisajes nevados, a pesar de que en realidad este fenómeno meteorológico es relativamente raro por nuestras latitudes, más aún desde que el cambio climático ha hecho sentir sus efectos. Por eso no tenemos demasiadas referencias textuales ni gráficas a la nieve en Toledo y su provincia. Pero alguna hay.

Plaza nevada

Hoy os traemos dos fotos de sendas plazas toledanas bajo una gruesa capa blanca. Ambas son imágenes estereoscópicas. Como sabéis, la fotografía estereoscópica fue una técnica que trataba de reproducir el efecto de profundidad que nos ofrecen nuestros dos ojos que, al estar separados entre sí unos 6,5 centímetros, captan siempre dos imágenes a la vez que luego se funden en nuestro cerebro. Las cámaras estereoscópicas hacían exactamente lo mismo: captaban dos imágenes simultáneas levemente separadas entre sí de manera que, una vez reveladas y gracias a unos visores especiales, dieran como resultado una imagen con sensación de profundidad, o de 3D, como diríamos hoy. La estereoscopia se inició hacia 1840 y entró en decadencia a partir de la década de 1910. Sin embargo, muchos fotógrafos siguieron practicando esta técnica, que seguían reclamando algunos clientes, poseedores de los visores especiales que hemos citado. Así ocurre con la foto de la plaza del Ayuntamiento, mirando hacia la Catedral, que se ha datado en la década de 1930.

Plaza nevada

Más moderna incluso parece ser la segunda imagen que os ofrecemos, que muestra la Plaza de San Justo y podría datarse en la década de 1950, cuando este tipo de fotografías ya debían considerarse casi reliquias. En todo caso, os animamos a que os fijéis en las dos imágenes de cada fotografía, y observéis las diferencias entre ellas, aunque desgraciadamente el efecto de profundidad se pierda por completo al contemplarlas sin su visor. Con estas imágenes os deseamos lo mejor para el próximo año 2020.

EL MUSEO DE CERÁMICA DE TALAVERA DE LA REINA

Como todos sabéis, hace pocos días la UNESCO ha declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad las cerámicas de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo, junto con las de Tlaxcala y Puebla, en México. Vaya por delante nuestra felicitación a todos los talaveranos y puenteños, así como a nuestros amigos mexicanos.

Quizá el lugar donde mejor pueda disfrutarse de esta artesanía en España sea el Museo Ruiz de Luna, en Talavera de la Reina. El Museo se creó para recoger la colección de cerámicas que había ido recopilando a lo largo de su vida el gran ceramista Juan Ruiz de Luna Rojas (1863-1945), nacido en la localidad de Noez aunque vivió casi toda su vida en Talavera. Ruiz de Luna instaló su colección en unas dependencias de su propia fábrica, el alfar “Nuestra Señora del Prado”. En las fotografías podemos ver al propio Ruiz de Luna en una de las estancias de su museo, y también una vista parcial de las instalaciones, con la Colegiata y la iglesia de santa Catalina al fondo.

Sin embargo, esta industria hubo de cerrar en 1961 y dos años después el Estado, en colaboración con la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Talavera, adquiere la colección para evitar su dispersión, con la idea de crear un “Museo de Cerámica”. Pero, como desgraciadamente ocurre con frecuencia, pasaron muchos años hasta que el museo fuese una realidad. Mientras tanto, se barajaron diversas opciones para su ubicación. En el fondo del Gobierno Civil conservamos el expediente de uno de esos intentos, que resultaría fallido. Se trata del inmueble que actualmente ocupa la Delegación de Servicios de la Junta de Castilla-La Mancha en la ciudad, en la emblemática Plaza del Pan, cerca de la antigua fábrica de cerámica. El edificio se construyó como vivienda en el siglo XVI y había tenido varios usos, desde Ayuntamiento hasta Instituto provincial. Después de la guerra civil se convirtió en colegio con el nombre de Miguel de Cervantes. En 1972 el Ayuntamiento, que era el propietario del inmueble, decidió cederlo al Estado para instalar el Museo de Cerámica. Como es natural, el inquilino, es decir, el citado colegio, presentó todas las reclamaciones posibles pero, como vemos por los documentos, fueron rechazadas y finalmente se autorizó esta cesión.

Pero algo debió de ocurrir después, porque, como sabemos, el museo nunca llegó a instalarse en ese edificio. En 1992, cuando fue declarado Bien de Interés Cultural, el colegio Cervantes seguía allí y actualmente alberga la Delegación de Servicios de la Junta de Castilla-La Mancha. Será precisamente la administración autonómica la que impulse la construcción definitiva del museo. Nada más recibir su gestión de manos del Estado, en 1984, se inició el proyecto para instalar el “Museo Ruiz de Luna” en el antiguo convento de San Agustín, el cual se abrió al público por fin en febrero de 1996. Posteriormente, en marzo de 2013, se inauguró una ampliación de sus instalaciones.

LOS SELLOS DE LOS COLEGIOS DE NOTARIOS

Hoy os traemos una pequeña colección de sellos impresos de diferentes colegios de notarios o escribanos de España. Como sabéis, y en una definición muy somera, los notarios son los encargados de dar fe pública a los asuntos privados que se les presentan. Su oficio deriva de los “escribanos”, es decir, los que ponían estos asuntos por escrito en tiempos de analfabetismo generalizado. Durante la Edad Media solían ser los concejos los que nombraban a los escribanos que considerasen oportuno, además de los escribanos eclesiásticos y los nombrados directamente por el rey. A principios del siglo XVI se publicaron las primeras leyes efectivas para la regulación de la profesión de escribano o notario, en las que, entre otras cosas, se limitaba el número de escribanos de cada lugar. A la vez, en los lugares donde existían varias escribanías, sus titulares se agruparon en colegios o “cabildos” para defender sus intereses colectivos, tanto frente al intrusismo profesional como a los intentos regios de control excesivo de su actividad. En el AHPTO conservamos los fondos documentales de los colegios de escribanos de Toledo y de Talavera de la Reina, de los que os hablaremos en otra ocasión, pero, mientras tanto, aquí os dejamos el sello del colegio de Toledo en 1845. En 1862 finalmente el Estado asumió el control de los colegios de notarios, incluyendo la capacidad de establecerlos o suprimirlos, lo que significó que ambos colegios fueron absorbidos por el de Madrid hasta hoy, salvo durante los años 1903-1907 en que existió un colegio notarial de Toledo que abarcaba toda la provincia.

Sello del colegio de notarios de Toledo

Aunque cada notario era y es autónomo en el ejercicio de sus funciones, no era raro que los colegios notariales interviniesen en determinadas circunstancias, sobre todo cuando el asunto en cuestión implicase a notarios de diferentes colegios. Por eso, en nuestro fondo de protocolos notariales aparecen de vez en cuando los sellos de colegios notariales de diferentes lugares de España.

Sello del colegio de notarios de El Ferrol

El ejemplo más curioso que hemos encontrado, y también el más antiguo de esta pequeña colección, es el del notario de Ferrol Pedro Antonio Reguera, quien en 1804 atestigua que un documento es del puño y letra de su autor, Damián Martín Vegue, contador de la Real Armada y que, mediante ese documento, ha renunciado en favor de su hermana a su parte de “las majas de diamantes” que fueron de sus padres y que estaban a la sazón en poder de Rosa de Gracia, vecina de Mora.

Pero habitualmente estos sellos aparecen en documentos más prosaicos. Hemos seleccionado tres ejemplos similares procedentes de los protocolos notariales de Santa Olalla. En el primero, de 1830, la vecina de Madrid Ana María Gutiérrez da poder a Francisco López Escalona para que venda en su nombre una casa que posee en Santa Olalla, y tres notarios madrileños atestiguan que la firma del notario otorgante, Anselmo Ordóñez, es válida y que él mismo es “fiel, legal y de toda confianza”. Otro caso es el del marqués de Grañina, residente en Sevilla, que en 1819 da poder para que se haga efectiva la venta de ciertas tierras que tenía por vínculo de heredad, y de nuevo los notarios sevillanos atestiguan la autenticidad de la firma. Finalmente, en Badajoz en 1845 también los notarios legalizan la firma de su colega Antonio Silva Gómez en el poder que Victoriano Blanco, de esa vecindad, otorga a  para que en su nombre se tome posesión de una casa en Santa Olalla que le ha correspondido de la herencia de sus padres.

LOS MISTERIOSOS PAPELES DE JAVIER MALAGÓN

Llevaban un mes retenidos en la Aduana del Puerto de Barcelona y nadie sabía bien por qué. Javier Malagón había donado a Toledo su biblioteca y su archivo personales, y los había enviado desde Washington, pero no parecía haber forma de que las 40 cajas que ocupaban ambos fondos saliesen de la Ciudad Condal. Las directoras del AHPTO y de la Biblioteca Pública de Toledo, Mercedes Mendoza y Julia Méndez, empezaban a impacientarse. En marzo de 1978 se dirigieron a sus jefes respectivos, y en abril volvieron a insistir; en el AHPTO conservamos las minutas de los oficios de la archivera. Por fin, salvados los inconvenientes aduaneros, en julio de 1978 llegó a su destino un conjunto de siete cajas de embalaje que contenían el archivo personal de Malagón.

Pero ahí no terminaban las vicisitudes de estos documentos. En efecto, el donante había incluido como condición para la entrega de estos documentos que las cajas permaneciesen cerradas y precintadas hasta el año 2011. Prudentemente, la archivera preguntó si esto significaba que ni siquiera el personal del AHPTO podía abrir las cajas para empezar a tratar adecuadamente los documentos. La respuesta fue clara: las cajas deben permanecer precintadas. Y así fue. Desde entonces, todos los que hemos pasado por el AHPTO hemos resistido la tentación de romper los sellos y ver qué demonios podía haber en estas cajas tan misteriosas.

Además, de vez en cuando el legado de Malagón aumentaba. Hasta su muerte en 1990 siguió enviando libros y documentos a la Biblioteca provincial; en 2013, los documentos serían entregados al AHPTO para completar el fondo documental. Para entonces, las siete misteriosas cajas ya se habían abierto y se habían convertido en 13 cajas de archivo normalizadas. Se comprobó que cada caja original estaba dividida en cuatro apartados: “Caja Méjico”, “Caja Washington”, “Caja Santo Domingo” y un cuarto apartado sin indicación, y que los documentos se fechaban entre 1934 y 1965. Se trataba, sobre todo, de correspondencia en la que frecuentemente se mezcla lo personal, lo profesional y lo académico, y que firman tanto el propio Malagón como su esposa, Helena Pereña. La documentación entregada en 2013 ya no conservaba este esquema original, aunque la tipología era básicamente la misma, y las fechas oscilaban entre 1944 y 1992. Os ofrecemos tres ejemplos del contenido de estos documentos. Por un lado, una carta de 1943 de Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, hijo del que fuera presidente de la II República, comentando las circunstancias académicas en España. En segundo lugar, la minuta de otra carta dirigida al mismo en 1959 y recomendando a Enrique Tierno Galván, que llegaría a ser uno de los más conocidos alcaldes de Madrid, para unos cursos en la UNAM. Y, por fin, una nota de otro famoso alcalde, el barcelonés Pasqual Maragall, de 1987. Sin duda, este fondo documental está destinado todavía a ofrecernos más sorpresas.

Javier Malagón Barceló fue un jurista, historiador y diplomático nacido en Toledo en 1911; probablemente por eso estableció su centenario como fecha para poder abrir su archivo. Obtuvo el título de maestro en Toledo en 1932 y el doctorado en Derecho en Madrid en 1934, siendo discípulo de Rafael Altamira, de quien también conservamos una colección de documentos en nuestro archivo. En 1939 hubo de exiliarse y, tras diversas vicisitudes, llegó a la República Dominicana en 1939, donde se estableció como profesor universitario. En 1947 pasó a México y en 1956 a Washington. Desde 1958 compaginó su labor académica con la dirección del Departamento de Asuntos Culturales de la Organización de Estados Americanos. En 1976, restaurada la democracia en España, fue nombrado asesor cultural de la Embajada en Washington, ciudad en la que moriría en 1990. Durante todo este tiempo, y a pesar del exilio y de la distancia, mantuvo fuertes relaciones con España y con los españoles exiliados. Podéis encontrar más información sobre este fondo, sus vicisitudes y su protagonista en este artículo de nuestro compañero Carlos Mas.