LAS CASAS DEL TOLEDO EN EL SIGLO XV, EN UN DOCUMENTO RESTAURADO

Hoy os presentamos un documento que acaba de ser restaurado por el Centro de Restauración y Conservación de Castilla-La Mancha, en concreto por la restauradora Carmen Jiménez Limones. Se trata de la “Medida antigua de las posesiones que tiene en Toledo el monasterio de Santa Clara”, según la inscripción que campea en su carpetilla. El documento en sí está fechado entre el 8 y el 12 de junio de 1456, hace casi exactamente 562 años.

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Vamos a verlo primero por fuera. Se trata de un cuadernillo de 11 folios, del tamaño habitual en la época, unos 22 x 30 cm. Está escrito en letra cortesana, y empieza abruptamente. Es evidente que falta al menos un folio al principio. Durante la restauración se ha comprobado que se utilizaron los últimos folios para volver a coser todo el cuadernillo, forzando sus pliegues. En otras palabras, que en algún momento se intentó reforzar lo que quedaba del documento, señal de la importancia que se le otorgaba. Además de esto, llama la atención el fragmento de documento cosido al primer folio. El cosido de documentos ha sido habitual en las prácticas notariales durante muchos siglos y permitía, en algunos casos, ahorrarse el trabajo de copiar el documento que se pretende insertar. En este caso, solo se conserva un fragmento del documento cosido, aunque podemos suponer fácilmente quién lo escribió, cuándo y por qué.

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Y ¿de qué va todo esto? Pues de lo que dice su título, de inventariar todas las posesiones que el monasterio de Santa Clara tenía en la ciudad de Toledo. Por algún motivo que desconocemos, el alcalde mayor de Toledo ordena al alcalde ordinario Gonzalo Fernández, “bachiller en leyes”, que gire visita a todos los inmuebles propiedad del monasterio. El equipo inspector estaría constituido, además de por el propio bachiller, por el alarife (carpintero) Martín Sánchez Bonifacio y por el escribano Gonzalo López de Alcaudete.

Se pueden contar unos 25 inmuebles, repartidos por toda la ciudad. Encontramos desde pequeñísimas tiendas de apenas seis metros cuadrados en la calle Lencerías, actual Comercio, hasta enormes casas de más de 1.000 metros cuadrados (en varias plantas, eso sí) en la cercana calle Cuchillerías, hoy Toledo de Ohio, más conocida como Cuesta de Belén. Hay inmuebles en el Arrabal, en la desaparecida parroquia de San Juan de la Leche, en los “Alamillos de Santiuste” o en el Horno de San Miguel, entre otras zonas. Las descripciones mencionan frecuentemente “cámaras”, pero también “palacios” (en el sentido de “habitaciones”), portales y portalejos, “patines” o patios y, ocasionalmente, bodegas o algún pozo. Y entre los inquilinos del monasterio hay desde prósperos mercaderes o hidalgos a simples artesanos, como un cintero, un correero o un espolero, fabricantes de cintas, correas y espuelas, respectivamente.

Sin duda, es un documento de gran interés, aunque se conocen otros similares realizados por la misma época. Por eso, este documento ha sido seleccionado para participar en la exposición “De puertas para adentro”, que se inaugurará a mediados del próximo mes de junio en el Museo de Santa Cruz. Precisamente uno de los comisarios de esta muestra, Jean Passini, es también uno de los principales conocedores del urbanismo medieval toledano y ha sido quien nos llamó la atención sobre este documento. Para saber más sobre el tema, podéis consultar su documentadísima web dedicada al urbanismo medieval toledano.

LA UNIVERSIDAD ANDANTE DE LA MANCHA

Hoy os traemos el expediente de un curioso proyecto entre educativo, cultural y turístico que, hasta donde sabemos, aún no ha sido estudiado: la “Universidad Andante de La Mancha”.

Todo es iniciativa de José García-Mazas, profesor de español en la Universidad de Nueva York, y persona muy relacionada con la famosa Hispanic Society. A finales de 1966 este profesor era director de una empresa dedicada a la enseñanza del español en Norteamérica, la Spanish Language Schools. En un evento en esa ciudad norteamericana conoció a Enrique Thomás de Carranza, gobernador civil de Toledo, al que expuso su idea de la “Universidad Andante de La Mancha”, una idea “quijotesca”, como él mismo la califica. Se trataría de construir o adaptar algunos molinos de viento donde pudieran vivir durante los veranos estudiantes norteamericanos interesados en aprender lengua y cultura españolas. En esos molinos-residencias los estudiantes podrían acceder por televisión a clases de los cursos de verano de los profesores de la Universidad Central —hoy Complutense de Madrid—, de la que entonces dependía el territorio afectado. Las instituciones españolas se encargarían de conseguir y adecentar los edificios adecuados, mientras que la empresa norteamericana proporcionaría la tecnología necesaria y los alumnos. No se entra en detalles económicos, pero parece que los cursos serían explotados por la Spanish Language Schools, aunque las instituciones españolas recuperarían la inversión realizada.

El gobernador parece contagiarse del entusiasmo de García-Mazas por la idea, e incluso propone utilizar viejas casonas para recrear “ventas” cervantinas en lugar de los molinos, idea mucho más práctica y barata. A principios de febrero de 1967 García-Mazas ya aporta más datos, como las condiciones de habitabilidad de las residencias, incluyendo aire acondicionado, las posibles retribuciones a los profesores, las poblaciones adecuadas para acoger estas “ventas” —se insiste en Almagro, por su pasado universitario— y, sobre todo, una modificación del sistema de distribución de las clases: en lugar de transmitirlas en directo, algo técnicamente inviable en ese momento, se propone distribuir por una especie de mensajería interna grabaciones en vídeo de las clases que los profesores de la Universidad impartieran en Madrid. El 15 de febrero el animoso profesor hispano-norteamericano empieza a impacientarse, como se observa en el dibujo que, a modo de mensaje pictográfico, envió a Thomás de Carranza.

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Una semana después, el gobernador civil envía una circular a los pueblos candidatos para que manifiesten su disposición a apoyar el proyecto y los locales que podrían utilizarse al efecto. Las respuestas llegaron entre marzo y abril, en general favorables. Incluso en algún caso, como Ocaña o Quintanar de la Orden, se menciona el coste de adquisición del inmueble disponible.

Aquí termina nuestro expediente. No sabemos qué sucedió después, pero el proyecto no llegó a buen puerto. Hay que tener en cuenta que en 1968 se instauró en España la enseñanza del Bachillerato a distancia, y dos años después se crearía la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Es posible que esto influyese en el abandono del llamativo proyecto de la “Universidad Andante de La Mancha”.

LA MONJA DE LAS LLAGAS

Se llamaba, en el siglo, María Josefa de los Dolores Anastasia Quiroga Capopardo, y había nacido en una finca cercana a San Clemente (Cuenca) en 1811. En 1830 ingresó en el convento de Caballero de Gracia, en Madrid, de la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora (concepcionistas franciscanas descalzas), tomando el nombre de Sor María Rafaela de los Dolores y del Patrocinio, abreviado en “sor Patrocinio”. En los días cercanos al Corpus Christi de ese año empezó a tener experiencias místicas: visiones y parlamentos de Jesucristo y de la Virgen María (esta última hasta le regaló una imagen que llevaría consigo toda su vida), y, sobre todo, llagas en pies, manos y cabeza que recordaban las de la Pasión. Así, pasó a ser conocida como “La monja de las llagas”.

Pero eran tiempos recios en España. En septiembre de 1833 muere Fernando VII y se desencadena una crisis sucesoria que llevaría a la I Guerra Carlista. La reina regente, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, fue acercándose a los liberales, tradicionalmente poco amigos de la Iglesia y mucho menos de los milagros. Sospechosa de colaborar con los carlistas, nuestra religiosa fue acusada de fraude y juzgada entre noviembre de 1835 y noviembre de 1836. Durante el juicio intervinieron los más prestigiosos médicos y abogados del momento, como el doctor Diego de Argumosa o el jurista Salustiano Olózaga, que al parecer había estado enamorado de nuestra protagonista tiempo atrás. El resultado fue claro: las llagas habían cicatrizado, como cualquier herida natural. Sor Patrocinio declaró que, en realidad, las llagas se las había producido ella con un artefacto que le había proporcionado un fraile capuchino, quien también se había aprovechado de su ingenuidad para mantenerla en silencio. La religiosa fue condenada a destierro a otro convento de su orden alejado de Madrid, en concreto el de la Madre de Dios de Talavera de la Reina.

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Fotografía de Sor Patrocinio, por Jean Laurent

Y aquí tenemos a la famosa monja, discretamente escoltada hasta la ciudad. El regente de la Audiencia Provincial de Madrid informa de las circunstancias al Juez de Primera Instancia y le ordena asegurarse de que ingresa efectivamente en el convento. El documento que os ofrecemos certifica que hacia las siete de la tarde del 28 de abril de 1837 llegó sor Patrocinio a la Posada del Tigre, acompañada de otra señora, y que, junto con las autoridades y el notario preceptivos, se trasladaron todos al convento, donde fue recibida por su “prelada” y las demás monjas, ingresando por la puerta del claustro hacia las ocho de la tarde. La propia religiosa firma el testimonio de su entrada en el convento.

Dos años después, cuando la guerra carlista ya tocaba a su fin, sor Patrocinio pidió a la reina gobernadora ser trasladada a otro convento más cercano a Madrid, alegando motivos de salud. María Cristina le otorgó permiso para marchar a Torrelaguna. La Real Orden correspondiente se firmó el 27 de junio de 1839 y el 14 de julio nuestra monja abandona Talavera, bajo la custodia del vicario eclesiástico de la zona, rumbo a la Sierra Norte madrileña, como dice la minuta del oficio, archivada en el Juzgado de Primera Instancia de la ciudad. Todo el expediente del caso se enviaría al AHPTO en abril de 1976.

Y ¿qué fue de sor Patrocinio? Lo cierto es que a partir de la mayoría de edad de Isabel II, en 1843, su popularidad (que ya era grande) y su influencia en la Corte fueron aumentando espectacularmente, pero también sus enemigos. Ocupó varios cargos de responsabilidad en su orden, fundando conventos y escuelas y llegando a abadesa. Pero también sufrió dos atentados contra su vida y varios destierros. Moriría en el convento del Carmen, de Guadalajara, en 1891, en olor de santidad, y actualmente se sigue causa para su beatificación.

UN PRIVILEGIO RODADO, EL DOCUMENTO MÁS ANTIGUO DEL ARCHIVO

Hoy os queremos presentar el documento más antiguo que conservamos en el AHPTO. Se trata de un privilegio rodado de 1207 por el que Alfonso VIII confirma al monasterio de San Clemente de Toledo todas las donaciones que había recibido tanto de él mismo como de su abuelo Alfonso VI. Aunque no las menciona expresamente, sabemos por otras fuentes que se refiere, entre otras posesiones, a la villa de Azután; tenéis más información en este artículo de J. Carlos Vizuete.

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Este documento da para muchos comentarios. Nosotros incluso lo utilizamos en nuestros talleres didácticos para escolares, en los que borramos la rota y el crismón y pedimos a los chicos y chicas que dibujen en su lugar sus propios anagramas. Por eso, hoy nos vamos a centrar solo en estos dos elementos, que son también los signos o dibujos más visibles. Pero, antes de nada hay que advertir que, como habréis comprobado, el documento está escrito en latín medieval y en un tipo de letra denominada “carolina”, en referencia un tanto mítica a Carlomagno. Además, como era costumbre en la época, abundan las abreviaturas.

Los privilegios rodados fueron los documentos más solemnes que podían expedir las cancillerías reales castellanas durante la Edad Media, como ya os comentamos al presentaros el de Añover de Tajo, que es apenas veinte años más reciente. Se reconocen fácilmente por la “rota”, es decir, el escudo del rey enmarcado en un círculo en el centro de la parte inferior del documento, haciendo las veces de firma regia. Aquí la rota es todavía bastante sencilla. En el centro, una simple cruz patada, a la que rodean, en mayúsculas, las palabras “SIGNUM ADEFONSI REGES CASTELLE”, es decir, “Sello de Alfonso, rey de Castilla”; las palabras están separadas por pequeños adornos. Rodeando el sello por el exterior aparecen las dos primeras confirmaciones, correspondientes a los dos principales funcionarios de la corte real: el mayordomo Gonzalo Rodríguez y el alférez conde Fernando Núñez [de Lara]. Justo encima, ocupando toda la extensión del documento, confirma el arzobispo de Toledo Martín [López de Pisuerga]. A los lados de la rota, dos columnas de confirmantes: los obispos a la derecha, empezando por Alderico de Palencia, y los cortesanos laicos a la izquierda. De estos últimos no se indican cargos, sino solo sus nombres: Pedro Fernández, Rodrigo Díaz, etc. Como es natural, el que todos estos señores aparezcan “confirmando” (es decir, “firmando con” el rey) no implica que estuviesen físicamente con él. Los que sí estaban son los encargados de la redacción física del documento, que aparecen justo debajo de la rota: el notario real Domingo y el canciller Diego García, quien “scribi fecit”, la hizo escribir. Por último, encontramos los restos del “vínculo” o cuerda roja de la que colgaba el sello real, hoy desaparecido.

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Vayamos ahora al principio. En una sociedad tan profundamente religiosa, Dios es lo primero, de manera que todo está encabezado por el anagrama de Cristo, el “crismón”. Se compone de una combinación de las letras griegas “ji”, “ro” y “sigma”, que a nosotros nos parecen X, P y S, e incluso la primera de ellas transformada en una cruz. Del brazo horizontal de esta cruz salen las letras “alfa” y “omega”, semejantes a nuestras A y W y que son la primera y última letras del alfabeto griego. Todo esto significa “Christus, alfa y omega”, aludiendo a la condición de Cristo como principio y fin del Universo. Y para que no quede duda, el texto del documento empieza con una invocación explícita: “In Dei nomine, amen”, es decir “En el nombre de Dios, amén”.

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Como vemos, estos documentos no solo cumplen su función administrativa, en este caso una confirmación de donaciones al monasterio, sino que también servían para presentar ante quien lo viera, incluso sin leerlo, todo un programa de afirmación de los dos poderes indiscutibles en la sociedad medieval: Dios y el rey.

Los privilegios rodados posteriores se harían mucho más grandes, incorporarían el color, multiplicarían los confirmantes y añadirían multitud de adornos hasta convertirlos, a veces, en auténticas obras de arte. Este no llega a tanto, pero combina su valor estético y simbólico con el hecho de ser el documento más antiguo de nuestro archivo.

MOCEJÓN, 1 DE MAYO DE 1970

El pasado miércoles día 2 empezaron realizar sus prácticas en el AHPTO Ainara Rodríguez y Celia Gómez, alumnas del Máster en Patrimonio Histórico: Investigación y Gestión, de la Universidad de Castilla-La Mancha. Estarán con nosotros, Dios mediante, hasta final de mes. Ante todo, les damos la bienvenida a ambas.

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Lo cierto es que no han podido empezar con mejor pie. Hoy mismo, revisando la documentación del Gobierno Civil, han encontrado este panfleto del Partido Comunista de España haciendo un llamamiento a la huelga en la madrugada del 1 de mayo de 1970 en la localidad de Mocejón. El documento, firmado por el Comité provincial de PCE y fotocopiado, tiene un tamaño de media cuartilla y se encuentra adjunto al breve informe de la Guardia Civil, que no indica si se encontraron más repartidos por el pueblo.

Como suele suceder en este tipo de panfletos, tiene un tono más pasional e intuitivo que reflexivo, pero llama la atención la insistencia en dirigirse a todo tipo de trabajadores, incluso los “campesinos… ricos no monopolistas”, animando “a todos los ciudadanos, sin distinción de ideas ni matices políticos” a hacer huelga y concentrarse en las plazas para “organizar una gran manifestación en la que se exija trabajo y libertad”. Todo ello, frente a “la dictadura de Franco-Opus Dei”, también identificado como  “el régimen de los grandes capitalistas y explotadores”.

El texto termina con una serie de arengas cuya conexión racional con el resto del documento no acaba de verse, salvo por el contexto del momento y la intención general. Además de pedir por el advenimiento de la democracia y el socialismo, se exige el desmantelamiento de las bases norteamericanas, la amnistía para “los presos y exiliados políticos y sociales”, la bajada de los impuestos y el coste de la vida (en realidad, se clama “contra los impuestos”) y el fin del “odioso y tiránico régimen fascista de Franco”. Termina con un exaltado “¡Viva el inmortal y mil veces glorioso Partido Comunista de España!”.

Hoy podemos contemplar estos textos con cierta distancia, incluso quizá con una sonrisa, pero no debemos olvidar que en 1970 la redacción, copia y distribución de este simple panfleto podía significar durísimas penas de cárcel o incluso la muerte, sin contar con los muchas veces brutales métodos policiales del momento. Por muy ingenuos que nos parezcan, los anónimos responsables de este documento se jugaron la vida en defensa de los derechos de los trabajadores, entonces muy entremezclados con las luchas por las libertades políticas y la justicia social.