Ayer, 30 de mayo, fue el día de las Fuerzas Armadas. Hace algunas semanas os hablamos de que fueron los primeros reyes borbones los que introdujeron el sistema de levas forzosas de jóvenes, llamadas “quintas”, con las que nutrir el ejército español. Pero durante los siglos anteriores el sistema era muy diferente. Durante los siglos XVI y XVII se utilizaban, por un lado, condenados, especialmente en la Marina, y por otro a soldados pagados, sin perjuicio de que existieran algunos voluntarios. Para mantenerlos, se echaba mano del sistema de recaudación propio de la época, es decir, un impuesto específico o, como diríamos hoy, “finalista”: el “repartimiento de milicias”.

En realidad, es un impuesto más de los muchos y variados que hacían de las Haciendas de la época (no solo de la española) algo bastante caótico, donde al final era difícil saber cuánto se ingresaba y cuánto se gastaba. En este caso, cada vez que lo consideraba necesario el rey pedía a las Cortes el dinero que le parecía oportuno. Una vez aceptada, esa cantidad se repartía entre los distintos territorios que, a su vez, lo repartían de nuevo entre las poblaciones, atendiendo a criterios no siempre claros para nosotros. Por ejemplo, tenemos aquí el principio del repartimiento de 1688 realizado entre las poblaciones de la tierra de Talavera. Observad que la medida es el “soldado”: a Talavera le corresponden veinte soldados, a Pepino le corresponden “dos tercios de soldado”, al Casar “un soldado y medio quarto”, etc. Eso sí, todo ello convenientemente pasado a dinero contante y sonante.

Naturalmente, las localidades procuraban pagar lo menos posible de formas diversas. La más oficial era la negociación. Y aquí tenemos el poder que La Guardia otorga a su alcalde Juan García de Pedraza y al caballero santiaguista Juan Carrillo Alderete para que vayan a intentar presionar al intendente de Ocaña en 1669. A veces tenían éxito, porque los documentos mencionan algunas “bajas” a determinadas localidades o zonas.
!["En el lugar de Gamonal, jurisdicción de la villa de Talavera, en diez y nueve días del mes de março de mill y seisçientos y ochenta y ocho años, yo el escribano, hize saber y leí la orden que viene por cabeza destos autos al señor Bernardo Gómez, alcalde ordinario en este dicho lugar, y entendido por Su Merced dijo la ovedezía y ovedezió, y que está presto de cumplir lo que pore ella se le demanda, y lo firmó. De que doy fe. Bernardo [rúbrica]. Diego Gil [rúbrica]. Pagáronse al traedor sus derechos".](https://ahpto.files.wordpress.com/2023/05/21098_01_0002.jpg?w=1024)
De una manera u otra, al final había que pagar. Establecida la cantidad correspondiente a cada pueblo, el intendente nombraba los “receptores”, encargados de ir por los pueblos anunciando la buena nueva y asegurándose de que las autoridades locales se comprometían a pagar. En el caso que os presentamos se trata de la aceptación de la localidad de Gamonal en 1688. Observad que, en nota al margen, se especifica que en cada pueblo al “traedor” se le pagan los derechos que le corresponden por su trabajo.


Ya decimos que todo este sistema es un tanto confuso. Sin embargo, los funcionarios de la época se esforzaban por mantener las cuentas claras. En el AHPTO conservamos los “Libros del repartimiento de milicias”, como este de la “sargentía” de Toledo para 1704, donde se anotaba lo que cada población debía pagar y lo que efectivamente había pagado. Como veis en estas páginas correspondientes a Navahermosa en 1671, las cuentas no siempre cuadraban.