REPARTIMIENTOS DE MILICIAS

Ayer, 30 de mayo, fue el día de las Fuerzas Armadas. Hace algunas semanas os hablamos de que fueron los primeros reyes borbones los que introdujeron el sistema de levas forzosas de jóvenes, llamadas “quintas”, con las que nutrir el ejército español. Pero durante los siglos anteriores el sistema era muy diferente. Durante los siglos XVI y XVII se utilizaban, por un lado, condenados, especialmente en la Marina, y por otro a soldados pagados, sin perjuicio de que existieran algunos voluntarios. Para mantenerlos, se echaba mano del sistema de recaudación propio de la época, es decir, un impuesto específico o, como diríamos hoy, “finalista”: el “repartimiento de milicias”.

Texto encabezado por el timbre correspondiente al año 1688 y conteniendo el principio del repartimiento de milicias de Talavera y su tierra de ese año.
Repartimiento de milicias de Talavera y su tierra (1688)

En realidad, es un impuesto más de los muchos y variados que hacían de las Haciendas de la época (no solo de la española) algo bastante caótico, donde al final era difícil saber cuánto se ingresaba y cuánto se gastaba. En este caso, cada vez que lo consideraba necesario el rey pedía a las Cortes el dinero que le parecía oportuno. Una vez aceptada, esa cantidad se repartía entre los distintos territorios que, a su vez, lo repartían de nuevo entre las poblaciones, atendiendo a criterios no siempre claros para nosotros. Por ejemplo, tenemos aquí el principio del repartimiento de 1688 realizado entre las poblaciones de la tierra de Talavera. Observad que la medida es el “soldado”: a Talavera le corresponden veinte soldados, a Pepino le corresponden “dos tercios de soldado”, al Casar “un soldado y medio quarto”, etc. Eso sí, todo ello convenientemente pasado a dinero contante y sonante.

Texto encabezado por el timbre correspondiente al año 1669 y conteniendo el principio del poder otorgado por La Guardia a dos representantes para que vayan a negociar el cupo del pueblo en el repartimiento de milicias de ese año.
Poder de La Guardia a sus representantes para negociar el cupo (1669)

Naturalmente, las localidades procuraban pagar lo menos posible de formas diversas. La más oficial era la negociación. Y aquí tenemos el poder que La Guardia otorga a su alcalde Juan García de Pedraza y al caballero santiaguista Juan Carrillo Alderete para que vayan a intentar presionar al intendente de Ocaña en 1669. A veces tenían éxito, porque los documentos mencionan algunas “bajas” a determinadas localidades o zonas.

"En el lugar de Gamonal, jurisdicción de la villa de Talavera, en diez y nueve días del mes de março de mill y seisçientos y ochenta y ocho años, yo el escribano, hize saber y leí la orden que viene por cabeza destos autos al señor Bernardo Gómez, alcalde ordinario en este dicho lugar, y entendido por Su Merced dijo la ovedezía y ovedezió, y que está presto de cumplir lo que pore ella se le demanda, y lo firmó. De que doy fe. Bernardo [rúbrica]. Diego Gil [rúbrica]. Pagáronse al traedor sus derechos".
Diligencia de acatamiento del reparto de Gamonal (1688)

De una manera u otra, al final había que pagar. Establecida la cantidad correspondiente a cada pueblo, el intendente nombraba los “receptores”, encargados de ir por los pueblos anunciando la buena nueva y asegurándose de que las autoridades locales se comprometían a pagar. En el caso que os presentamos se trata de la aceptación de la localidad de Gamonal en 1688. Observad que, en nota al margen, se especifica que en cada pueblo al “traedor” se le pagan los derechos que le corresponden por su trabajo.

Ya decimos que todo este sistema es un tanto confuso. Sin embargo, los funcionarios de la época se esforzaban por mantener las cuentas claras. En el AHPTO conservamos los “Libros del repartimiento de milicias”, como este de la “sargentía” de Toledo para 1704, donde se anotaba lo que cada población debía pagar y lo que efectivamente había pagado. Como veis en estas páginas correspondientes a Navahermosa en 1671, las cuentas no siempre cuadraban.

LA CASA DE VICENTE DÍAZ EN NAMBROCA

La semana pasada os hablamos de Vicente Díaz Benito y de su casa en Toledo, y también os contamos que este importante sedero poseía otra casa en Nambroca, de la que, igualmente, conservamos un estupendo plano. Si la casa de la capital era magnífica, la del campo resulta ser espectacular.

"Planta sobre el terreno de la casa principal propia del señor Don Bicente Díaz Venito en la población de la Aldea de Nambroca, con puntual arreglo a su extensión al de las estancias y oficinas actuales que la componen, translineada este presente año de 1776"
Plano general

El plano fue levantado en 1776 por José Hernández Sierra, el mismo arquitecto que ya realizó la residencia toledana once años atrás, ayudado de nuevo por Julián González como maestro de obras. Sin embargo, por lo que dice la inscripción que acompaña al diseño, en esta ocasión no se trata de construir nada sino de dejar constancia de cómo era esta casa. Recordemos que Díaz Benito murió el mismo año de 1776, por lo que probablemente el plano fue encargado por sus testamentarios en relación con el reparto de su herencia que, como ya os mencionamos, fue largo y complicado.

Detalle del plano de la casa de Vicente Díaz Benito en Nambroca
Detalle de la zona residencial

Utilizando la escala que aparece, nos encontramos con una finca de unos 30.000 pies cuadrados de superficie, unos 8.500 m2. La fachada oriental, que era la principal, da a la “calle Real” lo que, como sabéis, solo significa “calle pública”, sin mayor detalle, de manera que no podemos saber con precisión dónde se encontraba. Estaba flanqueada por las casas de Luis Quero al sur y Eugenio Marcos al Norte, mientras que hacia Poniente daba a tierras de labor, algunas del mencionado Quero y otras del propio Díaz.

Detalle del plano de la casa de Vicente Díaz Benito en Nambroca
Detalle de la cocina, corrales y zonas de trabajo

Los edificios principales, como es habitual, se estructuran en torno a un patio con dos pilas y un pozo y presidido por un hermoso moral, símbolo de la actividad principal del dueño. Hacia el norte, las habitaciones del casero, con su cocina y horno, y las de los propietarios, con dos dormitorios, antesala, sala, “sala de estrado” y alcoba. Al otro lado del patio aparece una zona de servicio, con la cocina, el cocedero y horno para el pan, una habitación «para arina [sic]» y otra llamada “algarroba”, quizá algún tipo de despensa. Junto a esta zona hay otra dedicada, al parecer, a la fabricación de vino, con un lagar, una “lagareta”, una caldera y una viga, todo con comunicación a dos amplias bodegas.

Detalle del plano de la casa de Vicente Díaz Benito en Nambroca
Detalle de los corrales, patios y jardín

La casa cuenta con un hermoso jardín hacia el noroeste que, al parecer, incluía un diseño de avenidas y una glorieta. Las zonas más amplias, hacia el oeste y el sur, se dedicaban al ganado. En torno a un “corral o tras puerta, espaciosa” encontramos «bueyerizas», cuadras y pajares, la “trasbodega” y hasta una “pesebrera para verano”. Toda esta parte comunicaba con las citadas tierras de Luis Quero por una puerta falsa y con la calle real a través de una “puerta de carros”.

Varios dibujos infantiles preparados para recortar: un burro, una vaca, una gallina, un niño haciendo sus necesidades, un pan, una jarra, un ordenador, un gusano, una flor y un coche.
El recortable de la casa de Nambroca

Toda una mansión, desde luego, aunque buena parte de ella estaba dedicada a las labores agrícolas y ganaderas. Este plano, que ya merece la pena por sí mismo, es además el centro de una de nuestras actividades didácticas pensadas para chicos y chicas de los últimos cursos de Primaria. Les proporcionamos una serie de dibujos troquelados y una reproducción del plano, y les pedimos que coloquen cada dibujo en el lugar que les parezca más adecuado del plano. Algunos, como el pan o la vaca, parecen fáciles, pero ¿dónde colocaríais vosotros el ordenador, el niño haciendo sus necesidades o el coche? Como siempre, se admiten todo tipo de sugerencias.

LA CASA DE VICENTE DÍAZ EN TOLEDO

Don Vicente Díaz Benito (Toledo, 1733 – Madrid, 1776) era, sin duda, el principal sedero de Toledo a mediados del siglo XVIII. No solo mantenía sus propias fábricas, sino que, por decirlo así, “subcontrataba” a artesanos de la seda más modestos que trabajaban para él. Llegó a obtener privilegios especiales para sus empresas, lo que produjo enfrentamientos serios con sus colegas del gremio de sederos de la ciudad, e incluso consiguió de Carlos III un título de nobleza. Su vida y andanzas han sido estudiadas con detalle por Ángel Santos Vaquero, de cuyo espléndido artículo extraemos muchos de los datos que utilizamos aquí.

Fotografía actual, tomada de Google Street View, del edificio en la confluencia de las calles Nueva y Cadenas de Toledo. En primer plano, la reja de entrada y hacia la izquierda, un muro que separa la calle de un patio con palmeras. Detrás, a la derecha, el edificio actual, de tres plantas.
Imagen actual del lugar que ocupaba la casa de Vicente Díaz en Toledo

Don Vicente era muy rico. La testamentaría de sus bienes ocupa muchos folios de nuestros protocolos notariales, pero, entre ellos, aparecieron dos auténticas joyas: los planos de la construcción de sus dos casas principales, una en Toledo y otra en Nambroca. Hoy nos vamos a centrar en la primera. Como veis, se trata de una casa situada en un lugar que todavía puede identificarse sin problemas, entre las calles Sillería, San Nicolás (hoy Cadenas) y Nueva, junto enfrente de la iglesia de San Nicolás. La casa la había comprado nuestro sedero al Hospital de Santa Cruz en 1762 y, evidentemente, derribó las construcciones que existiesen para edificar una casa nueva a su gusto.

"Planta del cuarto vajo de la casa que construyó el Señor Don Vicente Díaz Venito en año de 1765, significada con el color rojo, y su accesoria se distingue con el color pardo".
Plano de la casa de Vicente Díaz Benito en Toledo (1765)

El proyecto, que abarca solo el “cuarto bajo”, está firmado por José Sierra y Julián González. Este último era el “maestro de obras” pero el primero, conocido como José Hernández Sierra, fue uno de los más importantes arquitectos de su tiempo. Fijémonos en algunos detalles de este estupendo plano.

Detalle del plano anterior. Se ve el plano de una habitación y en su interior: "A. Sala. Devajo está la Botica de la Casa Accesoria". A la derecha de la habitación, otra rotulada como "Alcova", y a la izquierda, la calle con el rótulo "Norte". Bajo la habitación, un rótulo que pone "Esquina de la Botica", una parte de la escala y otro rotulo que pone "Calle de San Nicolás". En la esquina inferior izquieda de la imagen, las firmas "Joseph Sierra. Julián González".
Detalle del plano

Como vemos, la obra nueva se marca en rojo y está estructurada, como era habitual en la época, alrededor de un patio en torno al que se disponen las dependencias, que se prolongan en la crujía occidental hacia el norte en una gran sala que llega a la calle Silería, ocupando así toda la fachada que da a la calle San Nicolás. Al este de esta sala hay una casa accesoria que sirve para completar el conjunto hasta formar un bloque trapezoidal que ocupa toda la confluencia entre las tres calles. Desde luego, era una señora casa.

Detalle del plano. En el cuadrante superior izquierda de la imagen, dibujo del "Patio solado de jaspe", donde se ve un "Pozo" en la parte superior, otro en la inferior izquierda y un "algibe" en la inferior derecha. En medio del patio, tres círculos inscritos en un cuadrado y, sobre ellos, una rosa de los vientos. Rodeando el patio, empezando por la derecha arriba y en el sentido de las agujas del reloj, una "Sala", un "Zaguan" (en cuya parte inferior se abre la "Puerta principal", la "Escalera principal", un  "cuarto devajo de la escalera" y una "alcova".
Detalle del plano

Se presenta una escala en pies castellanos (unos 30 cm.). Vemos que la entrada principal estaba en la esquina SO, hoy achaflanada, mientras que la esquina de Sillería y San Nicolás es denominada “Esquina de la Botica”. Lo más llamativo, sin duda, es el “Patio solado de jaspe”, que se presenta porticado, con dos pozos y un aljibe, además de una estructura en el centro que no hemos sabido identificar. Encontramos también dos escaleras, una, la “escalera principal”, da acceso a un cuarto inferior y se encuentra a la izquierda del zaguán de entrada, mientras que la otra escalera, más sencilla, está al otro lado del patio, hacia el Este.

Detalle del plano representando la casa accesoria. En el centro, un patio con un pozo y un aljibe, además de dos círculos enmarcados en un cuadrado en el centro. alrededor del patio, de derecha a izquierda y de arriba abajo: un "zaguan", un "paso", una "escalera", un "dormitorio", una "alcova" y una "sala", esta última con la indicación "Devajo está el sótano de la accesoria". A la izquierda del patio, una "Sala Accesoria" y a su lado la "Calle que sale a la Sillería".
Detalle del plano: casa accesoria

Merece la pena fijarse también en la casa accesoria. Cuenta con su patio, pozo y aljibe, aunque de menores dimensiones. También dispone de un sótano y de la “botica” que da nombre a la esquina que hemos citado antes, ambas habitaciones situadas en el sótano; la “botica”, por cierto, está por debajo de la gran sala al norte de la casa principal. Por lo demás, los patios se rodean de varias “salas”, “dormitorios” y “alcobas”. Todo el conjunto linda, por la parte de la calle Sillería, con las casas del mayorazgo de doña Isabel de Fuentes (hoy Centro de Salud), y por la calle Nueva con las casas del mayorazgo de su hermano Tomás. Sin duda, una hermosa propiedad. Pero, en verdad, palidece ante su segunda residencia en Nambroca, que tendremos que dejar para la semana que viene.

EL DOCUMENTO QUE NO SABEMOS LEER

Esta semana debemos confesar abiertamente nuestras limitaciones. Queríamos ofreceros un documento que parecía interesante pero, honestamente, no hemos sido capaces de leerlo.

Primera cara del escrito
Primera cara

Algo sí sabemos. Se trata de la minuta de una carta que “La Justicia de la villa de Pelahustán, provincia de Toledo” dirige a un «Excelentísimo Señor» (quizá el Intendente) el 14 de enero de 1812, escrita en tres planillas. Pueden entenderse algunas palabras y fragmentos de frases, pero no lo suficiente como para descubrir su sentido real, más allá de que parece describir algunos de los avatares por los que pasó esta localidad durante la invasión francesa. Y, la verdad, a primera vista no parecía tan complicado.

Segunda cara del escrito
Segunda cara

Como habréis adivinado por la fecha, ya no se trata de una cuestión de paleografía, puesto que en 1812 la escritura habitual era humanística, la misma que utilizamos nosotros, aunque también es cierto que era una humanística bastante diferente de la actual. Además, se seguían utilizando algunas abreviaturas y la ortografía era todavía bastante fluctuante. Pero nuestro pendolista escribía particularmente mal. Quizá tuvo que hacerlo en circunstancias difíciles o con apresuramiento.

Tercera cara del escrito
Tercera y última cara

No puede olvidarse que se trata de una minuta, es decir, de una especie de borrador previo a la puesta en limpio del texto definitivo y, por tanto, como puede observarse fácilmente, abundan las tachaduras, correcciones e interpolaciones. De hecho, en la primera página hay dos interpolaciones o notas relativamente amplias que se reseñan al margen, aún más difíciles de interpretar que el texto principal. En fin, que aquí os lo dejamos, con algo más de resolución de lo habitual y sin marca de agua, por si alguno de vosotros se anima y consigue leerlo en su totalidad, o al menos lo suficiente para saber con cierta concreción de qué trata. A quien lo consiga le ofrecemos nuestro agradecimiento perpetuo y el honor de aparecer en nuestras redes sociales.

LAS PELÍCULAS DEL CINE TOLEDO

Hoy es el día internacional de los Derechos de Autor y nos hemos acordado de un expediente significativo no solo por el tema sino también por la documentación que incorpora. En efecto, el 4 de junio de 1936 el representante en Toledo de la Sociedad General de Autores de España (SGAE) presentó una denuncia ante el Juzgado Municipal contra el propietario del Cine Toledo por infracción de la Ley de Propiedad Intelectual en relación con los derechos de autor de determinadas películas. En concreto, se trataba de 13 películas proyectadas en 14 días (una de ellas se proyectó durante dos días) cuya lista completa podéis ver en la imagen. Podemos adelantar que la SGAE ganó el pleito y la sentencia se emitió el 13 de julio, apenas cinco días antes de declararse la guerra civil, de manera que quizá la sentencia no llegó a hacerse efectiva.

Escrito que contiene la denuncia de la SGAE contra el propietario del Cine Toledo por no haber pagado derechos de autor de una serie de películas proyectadas en febrero y marzo de 1936, con la lista de las películas.
Denuncia de la SGAE y lista de películas proyectadas

Antes de seguir, conozcamos un poco mejor a los protagonistas. La SGAE se había fundado en 1932 por la unión de varias sociedades de defensa de los derechos de los autores y, como es bien sabido, continúa su actividad hasta hoy. Por su parte, el Cine Toledo nació en 1907 con el nombre de Coliseo Moderno y estaba en la Cuesta del Águila, junto al Hotel Castilla. Sufrió varios cambios de nombre, reformas y remodelaciones y consiguió sobrevivir hasta 1992. Podéis conocer más detalles de su historia en este artículo de Rafael del Cerro.

Volviendo al caso que nos ocupa, la SGAE aporta como prueba los programas o “flyers” utilizados para anunciar las películas, con la excepción del de “El duque de hierro” porque se proyectó en una sesión a beneficio de Acción Católica y no se editaron programas. Entonces como hoy, el predominio norteamericano es apabullante: seis de las trece películas son de esa nacionalidad, seguidas por tres alemanas, dos españolas, una británica y una francesa. La gran mayoría se rodaron en 1934 (es decir, llegaban con dos años de retraso, incluyendo las españolas) aunque “El difunto Christopher Bean” era todavía de un año anterior y “El misterio del cuarto azul”, de Enrich Engels, se rodó en 1932. Podemos añadir que “Por un perro chico una mujer”, de Santiago de la Concha, contaba con música nada menos que de Rodolfo Halffter. Pero, de todas ellas, solo se recuerda hoy “El hombre que sabía demasiado”, uno de los clásicos de Alfred Hitchcock. Además del genio del suspense, algunos de los directores de otras películas alcanzaron cierta notoriedad, aunque en los pasquines nunca se les nombra. Por ejemplo Sam Wood, director de la ya citada “El difunto Christophe Bean”, realizó también de “Una noche en la ópera” o “Bienvenido Mr. Chips”, y el director de “¿Qué hay, Nellie?”, Mervyn LeRoy, sería codirector de “Quo vadis”.

Aparte de Hitchcock, el cineasta con más olfato comercial fue Karl Freund, quien ya en 1932 había realizado la más famosa versión de “La momia”, con el inolvidable Boris Karloff y que en esta ocasión traía a Toledo “Las manos de Orlac (Mad Love)”, prácticamente un estreno puesto que se había terminado en 1935. Esta película fue la que tuvo más éxito en nuestro cine, de acuerdo con los datos de recaudación de taquilla: ingresó 18 pesetas en sus dos sesiones del 12 de marzo. Por contraste, la española “¡Viva la vida!”, de José María Castellví, apenas ingresó 3,40 pesetas en total el 20 de febrero. Si tenemos en cuenta que los precios oscilaban entre los 30 céntimos y 1,25 pesetas, lo cierto es que no parece que la sala se llenase sino más bien todo lo contrario. Y era una pena, porque el Cine Toledo, tal como dice el certificado que presenta la Administración de Rentas provincial, tenía una capacidad total de casi 900 personas.

Para terminar, no dejéis de observar el detalle de la promoción “Martes fémina”, que supone un descuento importante “para señoras y señoritas”, dejando claro que los caballeros tendrían que pagar más.

EL DESPOBLADO DE TORRELAMORA

La despoblación del campo no es, ni mucho menos, un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo. A lo largo de la Historia han sido muchos los lugares que han perdido su población por uno u otro motivo. Ya hace algún tiempo os hablamos del último pueblo desaparecido en nuestra provincia, Caudilla, y ahora os presentamos otro caso, esta vez más lejano en el tiempo, el de Torrelamora.

Hoy apenas se conserva el nombre del lugar y algunas ruinas casi desconocidas. Está situado a unos tres kilómetros al suroeste de Carrascalejo (Cáceres), que es el municipio al que pertenece, junto al camino que une esta localidad con Mohedas de la Jara, ya muy cerca del límite con la provincia de Toledo. El Catastro de Ensenada, siempre tan socorrido, dice que en diciembre de 1752 tenía 12 vecinos con sus respectivas casas, mas otras cuatro casas inhabitables de las que dos están en franca ruina. Dice también que la dehesa “con algunos pies de encinas, poblada de jaras” produce 600 reales anuales. Los únicos oficios que hay son un escribano, un sacristán y un cirujano; no hay cura, pero les atiende el de Carrascalejo.

Documento manuscrito, con timbre en su extremo superior que dice "SELLO QUARTO. DIEZ MARAVEDÍES. AÑO DE MIL SEISCIENTOS Y NOVENTA Y SIETE".
Alquiler de la dehesa y ejido de Torrelamora en 1695. «…han de ser obligados a dar y pagar a dicho concejo y a su mayordomo en su nombre mil reales de vellón…»

Se trata, pues, de una localidad muy pequeña que el propio Catastro identifica como “lugar” y que ya había entrado en decadencia. Esto lo sabemos porque conservamos un documento de medio siglo antes, en concreto de octubre de 1697, por el que el alcalde de Torrelamora arrienda la dehesa y ejido común a dos vecinos de Casas del Puerto de Villatoro (Ávila) hasta el 25 de abril de 1698 por precio de 1.000 reales de vellón, pagaderos en dos plazos: uno el día de San Andrés (30 de noviembre) y otro al finalizar el contrato. Como vemos, el valor de la única propiedad municipal de nuestro lugar se había reducido un 40 % en cincuenta años. Por lo demás, en el arrendamiento se especifica que los vecinos de Torrelamora podrán cortar leña de las encinas “para hacer choza y lumbre” y sus ganados podrán ramonear de ellas sin dañarlas.

"...en atención a distar media legua dicha Torlamora, hallarse en la actualidad sin havitación, su iglesia y casas arruinadas, haviendo desamparado aquel terreno por lo enfermo y contagioso de su situazión, haviéndose trasladado los havitadores que antes tenía a Carrascalejo, de que ha provenido el aumento de sus vezinos y el de los ganados..."
Comparecencia del escribano Montemayor ante el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (fragmento)

El fin de Torrelamora llegaría en los últimos años del siglo XVIII. El 12 de enero de 1795 se presenta en el Ayuntamiento de Talavera de la Reina el escribano José Enrique de Montemayor y notifica que se ha recibido una Real Provisión del Consejo de Castilla pidiéndole informe sobre la solicitud del concejo de Carrascalejo de que se le agregue “la dehesa y el ejido común del despoblado de Torrelamora… en atención a distar media legua dicha Torlamora, hallarse en la actualidad sin habitación, su iglesia y casas arruinadas, habiendo desamparado aquel terreno por lo enfermo y contagioso de su situación, habiéndose trasladado los habitadores que antes tenía a Carrascalejo, de que ha provenido el aumento de sus vecinos y el de los ganados”.

"Madrid, a primero de julio de mil setecientos noventa y quatro. El marqués de Roda [rúbrica]. Don Domingo Codina [rúbrica]. Don Pedro Carrasco [rúbrica]. Gutierre Vaca de Guzmán [rúbrica]. Yo, don Juan Manuel de Reboles, escribano de cámara del Rey nuestro señor, la hice escrivir por su mandado con acuerdo de los de mi Consejo. [Sello de placa]. Registrada: Alonso Marqués. Derechos: tres reales. Por el Canziller Mayor: Alonso Marqués. Derechos: treinta y nueve reales de vellón. Escribano: Reboles. Para que el Alcalde Mayor de la villa de Talavera informe al Consejo con justificación a instancia del concejo y vezinos del lugar de Carrascalejo. Govierno 1ª. Correxida".
Real Provisión ordenando se haga informe sobre la incorporación de la dehesa de Torrelamora a Carrascalejo (1794)

La situación está bien clara. Conservamos, además, el original de la Real Provisión a que se alude, expedida el 1 de julio de 1794 y que todavía conserva su sello de placa, aunque desprendido. Aquí se repiten las frases del documento anterior pero se añade que al incorporarse los vecinos de Torrelamora a los de Carrascalejo se ha producido un aumento del número de cabezas de ganado sin que aumentasen los pastos, lo que a su vez ha provocado “incomodidad” entre los animales. Se argumenta, además, que los pocos vecinos que tenía Torrelamora ahora lo son de Carrascalejo, con lo que la absorción no perjudicaría a nadie. No sabemos la decisión final del Consejo de Castilla, pero todo indica que se accedería a lo pedido y, en todo caso, está claro que para entonces Torrelamora había dejado de existir como lugar independiente.

EL TRISTE FINAL DE UNA COMPAÑÍA TEATRAL

El 15 de abril de 1733 un grupo de cómicos formaron en Madrid una compañía “para representar comedias en diversas ciudades, villas y lugares de este reino”. Formalizaron el asunto ante el notario Manuel Francisco Anguita. La compañía funcionaría hasta el martes de Carnaval de 1734 bajo el mando de Salvador de la Calle, “a quien le constituyen autor, con las facultades correspondientes para la dirección de la Compañía y cobranza de sus haberes”. Como era habitual en este tipo de documentos, se detallan los papeles que corresponderían a cada actor, a saber:

  • “Damas” (primera, segunda, tercera, etc.): Antonia Manuela de la Peña, Teresa de Navas, Antonia Capa (de entre 25 y 16 años, hija de De la Peña y de Antonio Capa), Mª Josefa Manso y Mª Josefa de Araújo.
  • Sobresaliente: Teresa de Aguilar.
  • Galanes (primero, segundo, etc.): Fernando Cortés, Manuel Polope, Félix Candamo y Manuel Mascares.
  • “Parte de por medio y velette”: Marcos Mañes. El “parte de por medio” era el actor de última clase, pero no hemos sabido identificar al “velette”, y ni siquiera estamos seguros de entender bien la palabra.
  • “Barbas”, es decir, ancianos: José Antonio Martínez (esposo de Teresa de Aguilar) y Manuel Ramírez
  • “Graciosos”: Salvador de la Calle (esposo de Teresa de Navas) y José Campano.
  • Apuntador: Antonio Capa, esposo de Antonia de la Peña y padre de Antonia Capa.
Documento relacionando los actores de la compañía formada por Salvador de la Calle y sus respectivos papeles (1733)
Los actores de la compañía de Salvador de la Calle

Gracias a la estupenda base de datos del grupo de investigación DICAT de la Universidad de Valencia hemos podido saber más de algunos de estos actores. Así, Manuel Polope estuvo activo entre 1694 y 1700. Manuel Ramírez, que fue apodado “el galán virote”, actuó entre 1700 y 1725. De Antonio Capa podemos decir que estuvo actuando entre 1701 y 1705 y, por fin, el “autor” Salvador de la Calle sabemos que trabajó en diversas compañías entre 1693 y 1713, además de haber estado casado previamente con María Bernarda. Como puede verse, parece que estamos ante actores que afrontan el final de su carrera artística. A la hora de firmar, solo lo hacen los que saben: Capa (padre e hija), Polope, Cortés, Candamo, Mañes, Mascares, Martínez, Ramírez, De la Calle y Campano; las mujeres no lo hacen porque sus maridos las representan.

Carta manuscrita en la que el actor Manuel Ramírez declara su intención de permanecer en la compañía de Salvador de la Calle
Carta del actor Manuel Ramírez

Pero esta nueva aventura salió mal. El 13 de julio del mismo año, apenas tres meses después de constituida la compañía, estaban atascados en Talavera de la Reina. Ese día, varios de sus componentes se dirigen al corregidor para que De la Calle les permita abandonar la empresa, puesto que no les da el dinero necesario para vivir mientras no hay representaciones o para ir a otros lugares. Efectivamente, el autor se muestra conforme con el abandono de sus actores “porque no se halla con medios algunos para proseguir y cumplir con el contexto de la escritura presentada ni para salir ni retirarse de esta villa”. Al día siguiente, sin embargo, Manuel Ramírez dirige una carta al corregidor desvinculándose de la petición de sus compañeros y manifestando su intención de seguir con De la Calle; por cierto que, entre sus compañeros, con los que ha convivido tres meses, menciona a “Marcos que aún no sé el apellido”. Una intención semejante declara el día 15 Antonia de la Peña, ante la ausencia de su marido “ausente de esta villa en la de la Corte que, como es notorio, pasó a curarse”.

Declaración de Salvador de la Calle ante el corregidor de Talavera de la Reina reconociendo que su compañía de cómicos no tiene ofertas de trabajo ni dinero para pagar a los actores. Está hecha en papel timbrado del año 1733.
Salvador de la Calle reconoce que su compañía de cómicos no tiene ni trabajo ni dinero.

Evidentemente, la compañía se ha roto. Salvador de la Calle afirma el día 15 que es verdad que no tiene dinero para “costear viales, ni casa de representación”. Dice también que ha recibido una oferta de la ciudad de Ávila, pero es “bajo la negativa de adelantar dinero alguno […] y siendo como es dicha compañía de magnitud para tener mucha gente y fuera menos útil representar en poblaciones cortas”, desiste de mantenerla. Afirma que algunos actores le deben todavía ciertos dineros, pero “me consta se hallan sin dinero ni medios para satisfacerme”, de manera que se conformará con un vale. Finalmente, el 17 de julio, el corregidor de Talavera declara tristemente disuelta la compañía.

EL SOMBRERERO Y SU SOBRINO

A mediados del siglo XVIII, en Talavera de la Reina, dos maestros sombrereros pleitean por los servicios de un joven oficial. Como muchas otras veces, «el caso del sombrerero y de su sobrino» nos permitirá asomarnos a algunos detalles de la vida cotidiana de hace más de 270 años, más allá del propio pleito.

Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo, sombrerero de Talavera de la Reina, y Ramón García. Firma de Cornejo y de uno de los testigos. 13 de junio de 1751.
Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo y Ramón García

Primero, pongámonos en situación. Durante el siglo XVIII surgieron un poco por todas partes industrias y manufacturas más grandes y eficaces, algunas impulsadas directamente por la Corona y otras a iniciativa particular. Entre otros efectos, esto produjo cierta escasez de mano de obra especializada. Por eso, hacia 1750 el maestro sombrerero Juan de la Cruz, que trabajaba para la fábrica de Manuel González Trujillo, en la collación de Santa Leocadia de Talavera, se trajo a un sobrino suyo, natural de Salamanca y que había quedado huérfano, a fin “de enseñarle y hacerle hombre” aprendiendo el oficio. El sobrino, Ramón García, acordó verbalmente con Trujillo quedarse tres años como oficial. El dueño de la fábrica murió en 1751 y su sucesor, José López de Sigüenza, mantiene las mismas condiciones. Pero en junio Ramón, que tiene 18 años, acuerda un nuevo contrato con otro sombrerero, Manuel Ignacio Cornejo, esta vez por escrito. Ambos industriales entablan un pleito por los servicios del muchacho en el que acaba implicado el Consejo del Arzobispado y que incluso dará con los huesos del chico en la cárcel talaverana. No podemos fijarnos en los detalles del pleito, pero sí diremos que Ramón deberá volver al servicio de Cornejo, aunque es evidente que ni al muchacho ni a su tío les hacía ninguna gracia.

Diligencia de cumplimiento del auto judicial de prisión para Ramón García.
«Y sacó a Ramón García, oficial de sombrero [sic] que estaba en ellas y en dicha fábrica y le condujo a la cárcel pública de esta dicha villa».

Nos vamos a fijar en algunos detalles que aparecen como de pasada por estas páginas. Gracias al Catastro de Ensenada sabemos que los dos sombrereros en litigio son los únicos de este oficio en la ciudad, y ambos viven en la misma parroquia. En una de sus declaraciones, Sigüenza afirma que el acuerdo con Ramón estaba ajustado “sin poderse temer se fuese a otra parte, cuyo temor militaba en los demás”, lo que indica cierto grado de “fuga de talentos” entre las empresas de la época. Algo más adelante el empresario dice que “no solo pagaba lo que cada oficial diariamente ganaba, sino que […] adelantaba a algunos oficiales diversas cantidades”, mientras que el contrato de Ramón con Trujillo especifica que este le pagará a la finalización del acuerdo, es decir, a los tres años y medio. De nuevo, aparece la competencia por ofrecer mejores condiciones a los trabajadores.

"...no solo pagava lo que cada oficial diariamente ganava, sino lo que, solicitando su duración y perpetuidad, adelantava a algunos oficiales distintas cantidades [...] obligándome a darle lo preciso para su manutención y salario pactado aun en el caso que parase dicha fábrica..."
El empresario presume de las buenas condiciones laborales de sus empleados.

Incluso Sigüenza presume de pagar la manutención y el salario “aun en el caso que parase dicha fábrica, como en efecto lo ejecuté los más de veinte días que lo estuvo”. Precisamente Ramón aprovechó esos días de paro (aunque seguía cobrando su salario) para trabajar en la sombrerería de la competencia, con consentimiento de su tío y de su patrón, y aquí estuvo el origen de la disputa, puesto que Cornejo se las arregló para que Ramón no pudiese volver a su antiguo puesto.

"...embió a llamar a Salamanca a Ramón Garzía, su sobrino, para tenerle a su lado mediante que ya estaba en el exerzizio de sombrerería y enseñarle y hazerle hombre por quanto no tenía padre..."
Juan de la Cruz llama a su sobrino Ramón García para «hacerle hombre»

 Otro detalle interesante es que Ramón contrajo una deuda con su patrón por 170 reales de vellón que necesitaba para comprarse un vestido, obligándose a pagar esa deuda con su trabajo. Naturalmente, este tema tuvo su influencia en el pleito, pero hay que observar que el contrato con Cornejo especifica que Ramón ganaría 350 reales por tres años y medio de trabajo. En otras palabras, que un vestido decente costaba el producto de un año y tres meses de trabajo de un oficial relativamente bien remunerado. Esto nos puede dar una idea de las dificultades cotidianas de los trabajadores del momento.

CINCO MUJERES DE MORA

La Asociación de Mujeres Antifascistas fue una organización creada en 1933 a impulsos del Partido Comunista con la finalidad que puede fácilmente deducirse de su nombre, aunque este varió algo con los años. A partir del inicio de la guerra civil cobró bastante importancia y llegó a incluir a más de 220 grupos. En el AHPTO conservamos el registro de integrantes de la agrupación de Mora.

Doble página inicial del registro de "La Asociación de Mujeres Antifascistas. Mora. Toledo". La tinta de la mayor parte de la página se ha devanecido.

El documento no tiene fecha, pero podríamos situarlo hacia 1937. Llegó al Archivo junto con la documentación municipal de Orgaz y es difícil saber por qué. Quizá tenga que ver con el campo de concentración que se situó en alguna parte del término municipal de Mora pero que conocemos, en parte, gracias a la documentación municipal orgaceña, como ya os hemos contado en alguna ocasión. En todo caso, es evidente que nuestro documento ha pasado por muchos avatares no siempre agradables Se trata de un cuadernillo de 12 páginas más la portada. Está en muy mal estado de conservación, en especial debido a la humedad (tiene trazas de haberse mojado en algún momento) que ha provocado el desvanecimiento e incluso la desaparición de la tinta en amplias zonas. En total, se registran 195 mujeres, de las que se anota su número de carnet (suponemos que del PCE), el número de orden dentro de la agrupación local, el nombre y apellidos, la dirección, edad, profesión, sindicato al que pertenecen, fechas de alta y baja y observaciones. Hay que notar que muchas de ellas no tienen “número de carnet” ni pertenecen a ningún sindicato, puesto que la AMA, aunque vinculada al comunismo, admitió a mujeres de otras formaciones políticas o incluso sin afiliación alguna. Como decimos, buena parte del documento está deteriorado, pero se puede ver que algunos nombres aparecen marcados. No sabemos por qué se hicieron estas marcas, pero nosotros las vamos a aprovechar para intentar averiguar algo más de estas cinco mujeres “señaladas”.

La más interesante para nosotros es, sin duda, Juana Sevillano, de 48 años, porque la hemos encontrado también en otros documentos de nuestro archivo. En efecto, aparece implicada en un accidente de tráfico en el Puente de Alcántara de Toledo en abril de 1939, siendo atendida en la Casa de Socorro; el expediente corresponde a la Audiencia Provincial. También conservamos su expediente de presa por el que consta que en febrero de 1940 fue trasladada brevemente desde la “Prisión de Mora” (se refiere, sin duda, al campo de concentración ya aludido) hasta la de Ocaña para participar en un Consejo de Guerra y luego devuelta a aquel centro penitenciario. Hemos averiguado también que existen sendos expedientes suyos en el Archivo General Militar de Guadalajara y en el Archivo General e Histórico de Defensa.

De las otras cuatro no tenemos noticias directas en nuestro archivo. La más conocida es Saturnina Cabezas, casada con el dirigente comunista local Clemente Martín. Sufrió proceso ante el Tribunal de Responsabilidades Políticas y fue indultada en 1944. Lo que se sabe de su vida podéis consultarlo en esta web. No tenemos noticia alguna de Justa Navarro ni de su compañera Pura Gómez, aunque en el Centro Documental de la Memoria Histórica se conserva una ficha con este nombre que la vincula a organizaciones anarquistas de Madrid; puede que sea la misma persona o puede que no. La última mujer “señalada” es Carmen Marqueta, de la que tampoco hemos encontrado indicios, pero sí de una Francisca Tudela apodada “Marqueta” y, al parecer, afiliada a la AMA de Mora. Sin embargo, nuestro documento dice que Carmen tenía 17 años, es decir, había nacido en 1919 o 1920, mientras que “Marqueta” nació en 1895. Sea o no la misma persona, sirva este post de recuerdo a aquellas mujeres cuya historia aún no se ha desvanecido del todo.

LOS DESERTORES

La semana pasada dejamos a dos grupos de «quintos» de Talavera y su comarca en marcha hacia Zaragoza. Sabíamos su número, casi cien, sus nombres, naturalezas y señas particulares, y también se había regulado su manutención y su ritmo de marcha. Al llegar a la capital aragonesa los recibió Antonio Illioni, comisionado al efecto, quien se dio cuenta enseguida de que algo no había ido bien.

"Juan Hernández se quedó en su reximiento de O'Calahan en la villa de Ariza en 19 del corriente, natural del Arroyo. Juan Rodríguez también, natural de Zamora. Ysidro Santos se  huyó en Alovera en 13 desde, natural de Valdelacasa. Juan de Espinosa también, natural de Campillo. Sebastián Quirós, despedido por quebrado, natural de Lucillos"
Los «quintos» que no llegaron a su destino

En efecto, del primer grupo de cincuenta hombres sólo han llegado 45, es decir, que faltan cinco. Dos de ellos están excusados, porque se habían quedado en Ariza para incorporarse al regimiento al que se les había destinado. Uno más, llamado Sebastián Quirós, fue “despedido por quebrado” (enfermo), aunque más adelante se dice que fue “despedido por ser viejo”. En cuanto a los otros dos, “Isidro Santos se huyó en Alovera el 13 de este [mes]” y lo mismo hizo Juan de Espinosa. Un mes después, el 13 de mayo, el mismo Illioni recibe al otro grupo, de 47 personas, de las que faltaban tres: dos que quedaron enfermos en Bubierca y “Dionisio de Cáceres [que] se huyó en La Almunia en 12 de este [mes]”.

"...a cosa de la una de la noche llegó dicho señor Miguel Pérez a llamar a la ventana de mi cuarto, que habían benido Joseph Sanz, guardia, a visar que se yban los soldados por un abujero de una pared maestra que sale a corral de las casas de Antonio Arroyo, y que abían coxido a un soldado atravesado en el abujero que abían echo en la pared de dicha cárcel..."
La narración de la fuga

Podemos saber algunos detalles sobre la fuga de Alovera gracias al informe que hizo el escribano del lugar que, de paso, nos proporciona algunas informaciones añadidas bastante interesantes. Así sabemos que a los quintados se les trataba no como soldados sino como auténticos delincuentes: se les metía en la cárcel, fuertemente custodiados (se llegan a pedir hasta 18 guardias al alcalde del lugar) y se les mantenían “todos desposados”. Por eso, no es de extrañar que los muchachos quisiesen escapar. Además, las autoridades locales tampoco estaban muy contentas y se quejan de que en un mismo día han pasado dos grupos de levas de soldados más otro de dragones, todos exigiendo hombres y alojamiento. En fin, que entre unas cosas y otras llegó la noche del 12 de abril. Las autoridades se fueron a dormir y los guardias quedaron custodiando la cárcel. Pero hacia la una de la madrugada, los guardias avisaron al escribano “que se iban los soldados por un abujero [sic] de una pared maestra [..] y que habían cogido a un soldado atravesado en el abujero”. Cuando el comandante llegó a la cárcel “halló dos pares de esposas quebradas y cuarenta y ocho soldados”. Identificados los fugados, el comandante pone presos a los guardias e informa al intendente de Guadalajara (la ciudad más cercana), quien al día siguiente ordena que se les ponga en libertad, eximiéndoles de culpa a la vista de los escasos medios con que contaban. Eso sí, para prever nuevas deserciones, envía nada menos que seis nuevos pares de esposas.

"...el que le desechasen por ser biejo, siendo así que es siniestro, que es la edad que el suso dicho tiene es [sic] de treynta y dos años, que es lo más florido de la juventud, como costa de la partida de su baptismo..."
«…treinta y dos años, que es lo más florido de la juventud…»

El asunto no termina aquí. Una vez rendidas las cuentas, el Intendente ordena a los ayuntamientos que sustituyan a los enfermos por otros mozos; en cuanto a los desertores, que se les atrape y se les reincorpore al servicio. Si no se les encuentra, que se sortee de nuevo para sustituirlos. Solo conservamos documentos sobre la sustitución de los mozos que faltaban del primer grupo que, recordemos, eran un enfermo y dos desertores. Uno de estos últimos, natural de Valdelacasa, es atrapado y puesto en la cárcel de Talavera a la espera de sus compañeros, pero en los otros dos casos hay que volver a sortear. Y el nuevo “agraciado” de Lucillos se resiste y emprende un pleito en toda regla. Afirma que el enfermo al que debe sustituir no lo es tal, y que tampoco es viejo (tiene 32 años, “que es lo más florido de la juventud”), además de ser el único sustento de su casa. Finalmente, sin embargo, los tres mozos fueron depositados en la cárcel talaverana a la espera de ser enviados a su destino. El asunto terminará de forma inesperada, porque el Intendente se desentiende de todo y deja manos libres al corregidor, quien no tarda en ponerlos a todos en libertad y permitir que vuelvan a sus casas. No sabemos los motivos de esta actuación, pero el caso es que estos tres jóvenes se libraron de la “mili” por muy poco.