LA CÁRCEL DE OCAÑA

El pasado día 24 de septiembre se celebró la Virgen de la Merced, patrona tradicional de las cárceles y los presos. Con ese motivo, os presentamos aquí dos ejemplos de los más de 60.000 expedientes de presos de la cárcel de Ocaña que conservamos en nuestro Archivo.

El “establecimiento penal” masculino de Ocaña se creó en 1883, al parecer sobre la base de un “destacamento presidial” (campo de trabajos forzados) que allí existía. Desde entonces, ha albergado a presos de distinto tipo, y también ha ostentado varios nombres, desde “Prisión Central” a “Reformatorio de Adultos”; en 1979 recibe el actual de “Establecimiento Penitenciario Ocaña I”, porque ese año se inaugura un segundo establecimiento apenas a unos metros. Durante todo este período, la cárcel de Ocaña convive con una o varias cárceles en nuestra provincia, desde la Cárcel Provincial ubicada en Toledo a las cárceles de partido judicial, hasta que, en 1968, todas las funciones penitenciarias de la provincia se concentran en nuestro establecimiento.

Probablemente en este momento es cuando la cárcel de Ocaña recibe la documentación de las antiguas prisiones suprimidas. Años más tarde, entre 2008 y 2013, enviará al AHPTO parte de los expedientes de presos más antiguos de la propia prisión de Ocaña y todos los expedientes de presos de las cárceles suprimidas, en concreto la Provincial de Toledo, la Central de Talavera de la Reina y los campos de concentración, llamados oficialmente “Colonias Penitenciarias Militarizadas” o “Destacamentos Penales”.

23059_26_001

Los expedientes de presos se han mantenido muy similares desde mediados del siglo XIX hasta hoy. Se incluyen en ellos todas las comunicaciones y documentos referentes a cualquier incidencia de cada preso, y se realiza paralelamente una “ficha”, que en realidad tiene formato folio, reseñando cada uno de los documentos, a modo de índice que permite conocer rápidamente las circunstancias del preso sin necesidad de buscar los documentos originales. Así, tenemos aquí le primera página de la ficha del preso más antiguo que tenemos localizado. Lo sorprendente es que se trata de un expediente de la cárcel de Valladolid. Juan Duque Pérez, natural y vecino de esa ciudad, fue condenado a una multa por el robo de unas barras de hierro, pero, al ser insolvente, hubo de pagar con 27 días de prisión. Ingresó en noviembre de 1861 y saldría de la cárcel pucelana en enero del año siguiente. Lo que no sabemos es por qué este expediente fue a parar a Ocaña, quizá por delitos posteriores que no nos constan.

AHPTO_2603_14_019

El segundo caso es muy diferente. Se trata de uno de los muchos represaliados por el franquismo que pasaron por esta cárcel. Ingresó en Ocaña en abril de 1944, procedente de la Prisión Provincial de Toledo, donde estaba preso por un delito que no se especifica, pero que, parece evidente que se relaciona con la represión política, puesto que había sido juzgado por un tribunal militar en Navahermosa, su pueblo natal. En agosto es entregado al piquete para ser fusilado en un lugar que no se indica; el documento que os mostramos es el recibo de la entrega, terrible en su aséptica neutralidad.

TOROS EN OLÍAS DEL REY

Aunque la sensibilidad social respecto a los toros ha cambiado mucho en los últimos tiempos, no puede negarse que los espectáculos taurinos han sido siempre parte fundamental de las fiestas de los pueblos de toda España, y en gran medida siguen siéndolo. Por eso hoy os traemos un muy interesante documento que nos permite acercarnos a los detalles de la organización de festejos taurinos en el siglo XVIII: la cuenta del coste de las fiestas de Olías del Rey en 1763.

Para la organización de estos espectáculos se designaba un “comisario”, que en este caso es Andrés Alonso de Torres, vecino de la propia Olías, que deberá encargarse de dos “fiestas”. El documento que tenemos es la cuenta “de cargo y data” —es decir, ingresos y gastos— que presenta este comisario al ayuntamiento. En primer lugar, el “cargo”, que fueron de 39.644 reales de vellón “sin incluir el importe de balcones”, es decir, lo cobrado por el alquiler de balcones con vistas a coso donde se celebraron los espectáculos.

40934_51_001

El primer gasto es la compra de los toros, trece “toros de Castilla” y doce del marqués de Malpica: 25 toros en total. Los toros de Castilla fueron algo más caros que los del marqués: 800 reales frente a 730 respectivamente. Por matar cada uno de ellos, los toreros de a pie recibieron  150 reales. Pero, en realidad, la auténtica estrella era el torero a caballo, lo que hoy llamaríamos un picador. En esta ocasión se trata de Pascual Brey, toda una figura del momento, del que tenemos constancia de actuaciones en Pamplona, Zaragoza y Madrid entre 1758 y 1767. En año indeterminado, pero por la misma época, había actuado en Toledo, como refleja un cartel conservado en el Archivo Municipal; además, Nicolás Fernández de Moratín menciona, con cierta ironía, su “fiero valor” en su poema satírico “Arte de las putas”. Brey cobró 800 reales por función, algo menos que un tal Raimundo Franco, al que se pagaron mil reales “por haber montado en el toro”.

Siguen otros gastos: los soldados que mantuvieron el orden, dos caballos, los toreros de a pie y caballo “que vinieron de Madrid para la tercera fiesta que se determinaba y no se corrió por la intemperie del tiempo”, los mayorales, los pregoneros, los carpinteros, obreros, peones, maderas, etc., sin que falten los timbales y sus timbaleros. En total, los toros de Olías de ese año costaron 37.571 reales. Nuestro contratista, pues, ganó algo más de dos mil reales en la organización de estos festejos, aunque él añade que hubo otros gastos que no contabilizó, como la comida y alojamiento de los toreros y los soldados, o determinadas medicinas que hubo que dar a algunas personas. En un documento adjunto declara, además, que no había querido encargarse de esta tarea por sus muchos achaques y negocios, pero que lo hizo ante la insistencia de los vecinos y autoridades olieras. Lo firma todo el 6 de noviembre de 1763, puesto que, en aquel entonces, las fiestas de Olías se celebraban a finales de octubre.

caballero

No podemos dejar pasar la ocasión de presentaros también un estupendo dibujo que representa precisamente a un picador alanceando a un toro. El documento no tiene fecha, y se encontró entre las páginas de un protocolo notarial de Toledo del año 1778, de manera que nos sirve para hacernos una idea de cómo eran los lances taurinos hace unos 250 años.