NIÑOS EXPÓSITOS DEL HOSPITAL DE SANTA CRUZ

El abandono de niños fue un fenómeno que numéricamente arrojó cifras considerables durante el Antiguo Régimen en España. Para ofrecer soluciones de urgencia a este problema se crearon hospitales y otras obras pías, en algunos casos auspiciadas por cofradías para el recogimiento de los niños abandonados y huérfanos. La Iglesia y el Estado, conscientes del problema de los expósitos lo abordaron desde el prisma cristiano, primero bautizándolos y posteriormente ocupándose de su crianza, tal como correspondía a la caridad, lo que se convertiría en el concepto de beneficencia ya en el siglo XIX.

Para este fin se creó en Toledo el Hospital de Santa Cruz, fundado por el cardenal y arzobispo primado, Pedro González Mendoza († 1495) —promotor al que ya hemos hecho mención con anterioridad http://bitly.ws/t3YT—, según sus disposiciones testamentarias del año 1494. El edificio fue proyectado por Antón Egas hacia 1504 https://bit.ly/3PISpU7 y en cuya construcción intervendrá el famoso Alonso de Covarrubias. Asimismo, Alfredo González ha tratado el tema en profundidad en su tesis inédita: El abandono de niños expósitos en la Edad Moderna, dedicándole un apartado al hospital fundado por el cardenal Mendoza. Su fondo documental se conserva en el Archivo de la Diputación Provincial de Toledo, institución que recibió los fondos de los establecimientos de beneficencia en el siglo XIX https://bit.ly/3be0hOA.

Los niños que recalaban en este centro eran principalmente los recién nacidos no deseados. Estos eran fruto, en algunas ocasiones, de relaciones ilícitas y condenadas como inmorales, cuyas madres estarían abocadas a sufrir vergüenza social, por haberlos traído al mundo. Un factor añadido era la pobreza que generalmente se sumaba a los inconvenientes que las madres solteras sufrían para ejercer la maternidad. Las constituciones del hospital dicen que se acogerá a los niños desamparados de padres y madres o por pobreza.

Hoy traemos a escena el ingreso de un recién nacido que fue llevado al Hospital de Santa Cruz, según consta en un documento de carácter judicial de nuestro archivo. Nos cuenta como Javiera García Romeral, mujer soltera y vecina del toledano lugar de La Guardia, dio a luz a un hijo en su casa, asistida por una comadre del lugar, llamada Francisca Muñoz. Los hechos acaecieron un 15 de septiembre de 1780 y del estado de preñez de la joven madre, se había dado cuenta ya al alcalde dos meses antes. En ese momento fue interrogada, al tratarse de una mujer soltera se pretendía averiguar quien era el autor del concebido, respondiendo Javiera que no le conocía y que ignoraba su nombre y apellidos. Llegado el momento del alumbramiento, entre las 10 y las 11 del citado día, aparecieron por la casa el juez y el escribano para dar fe, encontrando a Javiera en una cama con un niño recién nacido. Se dio recado también al cura del lugar, don Rodrigo de la Vega, que lo bautizó al día siguiente por la mañana. De conducirle hasta la iglesia parroquial de la localidad se encargó Francisca, la matrona, acompañada del alcalde y el escribano, para ponerle el nombre de Nicomedes.

Como este niño debía ser dado al cuidado y crianza de la caridad, siguiendo el procedimiento habitual y establecido, el alcalde nombró a dos personas para que lo condujesen y entregasen al hospital toledano de niños expósitos. Los elegidos fueron Josefa Díaz y su marido, José Guzmán de Lázaro, que lo llevarían a la capital para entregarlo al administrador del hospital. El matrimonio se encargaría también de acompañar el documento que los acreditaba firmado del juez y escribano, todo en regla.

Y llegamos al día 19 de septiembre, cuando Manuel de la Puerta, administrador del hospital certifica que ha recibido un niño conducido desde La Guardia que llegó sano y bien cuidado. Venía acompañado de su partida de bautismo y con cuatro ducados de limosna por el acogimiento del niño en el recinto.

En este establecimiento se recibían los niños para, principalmente, entregarlos a las amas de cría de Toledo. Terminado el tiempo de crianza, eran devueltos al hospital, donde permanecían hasta que se le encomendase a una familia de acogida, generalmente las niñas como criadas de la casa y los niños para aprender un oficio. Tal era el futuro que deparaba a estos infantes.

Las constituciones de esta institución hospitalaria han sido estudiadas por Laura Santolaya http://bitly.ws/t3Zf. Nos cuenta que, según el Catastro de Enseñada, a mediados del siglo XVIII, el hospital estaba a cargo de 363 niños y niñas, aunque la gran mayoría estaba al cuidado de familias particulares en general de clase baja, que percibían una paga por la atención de aquéllos. El hospital de Santa Cruz, durante esa centuria, funcionaba como modélico, ya que la organización y funcionamiento administrativo de los que disponía estaban reflejados en sus constituciones, dónde nada se dejaba al azar. Sobre esta cuestión, durante el reinado de Carlos III, se promulgó una real cédula en la que intentaba solucionar malos métodos en este tipo de espacios caritativos: «…desde los pueblos son conducidos a dicho hospital los más de los niños, que comúnmente encargan y fían su conducción a personas que, por su corta edad, poco talento o pobreza, no los trataban en los caminos con aquella caridad y cuidado que se necesitaba, ni los preservaban de las inclemencias y rigores del tiempo, como tampoco cuidaban de que se les diese el alimento necesario, así llegaban en todas las estaciones del año, y con el mayor desabrigo, puestos muchos de ellos en alguna espuerta, casi enteramente desnudos… no pocos de ellos, al tiempo de recibirse en el hospital, se hallaban tan maltratados, que fallecían luego y otros con alguna impresión en la cabeza, brazos u otra parte del cuerpo que les hacía inútiles para toda la vida; otros, tan penetrados del hambre, calor o frío que no tienen robustez para cosa alguna, no sirviendo el reconvenir sobre ello a los conductores, porque éstos se disculpan con que así se los entregaron, sucediendo lo mismo si les pedían los papeles o certificaciones de si estaban bautizados los niños, y demás que convenía, para hacer en los libros del hospital los asientos correspondientes y dar las providencias necesarias».

Desde luego no era el caso de Nicomedes que llegó a su destino en perfectas condiciones, que no es poco, si tenemos en cuenta los avatares que le habría de deparar su existencia.

MANIFIESTO ENCONTRADO EN EL RADIADOR

No de todos los documentos de nuestro archivo podemos afirmar con seguridad su procedencia, al menos su procedencia inmediata. En otras palabras: hay documentos que no sabemos cuándo ni cómo han llegado hasta nosotros. A veces se trata de grupos relativamente grandes de documentos, como los de la parroquia de Getafe que os presentamos hace algún tiempo. Pero hay documentos singulares de los que sí tenemos información precisa sobre cómo apareció en nuestro centro, aunque eso no nos sirva para saber en realidad de dónde procede. Este es el caso de hoy.

Nota manuscrita: "Manifiesto a favor de José Bonaparte. 1808. Encontrado en Sala de Investigadores al levantar la tapa del radiador. Sábado, 10-7-82"
Nota sobre el descubrimiento del documento

El 10 de julio de 1982 era sábado y se estaban realizando labores de mantenimiento de la climatización del AHPTO, entonces situado en la Casa de la Cultura de Toledo. Al levantar la tapa de uno de los radiadores, apareció un papel impreso que inmediatamente fue puesto en manos de la entonces directora del centro, Rosario García Aser, quien, evidentemente sorprendida, dejó en el propio documento una nota explicando el hallazgo. El impreso fue colocado junto con un pequeño grupo de cédulas y órdenes reales e incluido dentro de lo que hoy conocemos como “Colecciones”. Lo que no sabemos, desde luego, es cómo llegó hasta el radiador.

Final del texto impreso, con los nombres de los firmantes y la fecha: "Bayona, 8 de junio de 1808"
Final del documento

Veamos el documento en sí, que, por otro lado, es bastante conocido. Se trata de un manifiesto en favor de Napoleón y de su hermano José Bonaparte, firmado por un grupo de notables el 8 de junio de 1808, después de visitar al emperador en Bayona. Dos días después José sería nombrado rey de España, y el manifiesto se publicó en un número extraordinario de la Gaceta de Madrid el día 14. Ha sido estudiado en varias ocasiones y se sabe que su redactor fue uno de los firmantes, Francisco Amorós, que había sido estrecho colaborador de Godoy y que sería nombrado “Comisario regio” por el propio José I. Los demás firmantes son también altos funcionarios o aristócratas que podemos considerar “afrancesados”.

Texto impreso que empieza: "Amados españoles, dignos compatriotas".
Primera página del documento

Como la mayor parte de manifiestos, más que argumentos el texto recurre a los sentimientos. Se combina la adulación a los destinatarios (“dignos compatriotas”) con la lealtad de intenciones de los firmantes (“fuimos tan amantes y adictos como vosotros a nuestra antigua dinastía”) y, después de evocar su entrevista con Napoleón y de ensalzar su figura (“que quiere merecer bien de nuestra patria y pasar a la posteridad con el nombre de restaurador de ella”), acude al miedo, que tan buenos resultados ha tenido siempre en materia de propaganda política: “la anarquía es el mayor azote que Dios envía a los pueblos… ¿Y cómo resistiréis a las terribles fuerzas que se os opongan?”. Como sabemos, no fueron pocos los españoles que creyeron de buena fe en lo que los firmantes dicen, pero fueron más los que se opusieron, incluso con las armas.

RESTAURACIONES EN SAN JUAN DE LOS REYES

El monasterio de San Juan de los Reyes es una de las joyas arquitectónicas no solo de Toledo sino de toda Europa. Pero ha tenido una historia muy agitada. Además de monasterio, ha servido de cuartel y de museo, y ha sido varias veces destruido con mayor o menor amplitud y otras tantas reconstruido con mayor o menor fortuna. Si tenéis curiosidad por la historia de todas estas destrucciones y restauraciones, podéis consultar el libro de Daniel Ortiz, de donde hemos sacado algunos datos para este post.

Conservamos una buena colección de fotografías de restauraciones en San Juan de los Reyes dentro del fondo Rodríguez. Por ejemplo, esta que presenta el andamio colocado en el exterior del ábside de la iglesia y que sabemos fue realizada en 1916 porque salió publicada ese año en la revista “Toledo”. Sin embargo, muchas de las fotos que tenemos no están fechadas, como ocurre con la que nos muestra a un grupo de trabajadores, incluyendo quizá al arquitecto y al maestro de obras, a los que no hemos sabido identificar.

Entre todas las restauraciones sufridas por este edificio destaca la que realizó la Dirección General de Regiones Devastadas, organismo dependiente del Ministerio de la Vivienda, entre 1953 y 1966, bajo la dirección de los arquitectos Francisco Echenique y José Losada. La documentación de estas obras, incluyendo los planos, se encuentra hoy en el Archivo General de la Administración, pero algunos reportajes fotográficos se encargaron a la Casa Rodríguez y hoy tenemos estas fotos en el AHPTO. Por ejemplo, este otro grupo de trabajadores en el exterior del cimborrio. Pero incluso dentro de la serie “Rótulo” del fondo citado hay algunas cajas con información escrita que permite conocer no sólo quién encargó el reportaje, sino también la fecha y el fotógrafo. Las imágenes más recientes son del 28 de noviembre de 1958 cuando Luis Rodríguez Garrido, “Luisito”, fotografió las pechinas que soportan el cimborrio del crucero, ya restauradas. El sobre que guardaba este negativo junto con algunos más nos da alguna pista sobre la forma de trabajar de la empresa en estos momentos.

Foto de una escultura de santa sin cabeza, con una anotación al margen

Del año anterior, en concreto del 8 de febrero de 1958, es esta fotografía suelta de una escultura de santa sin cabeza en el taller de restauración, también obra de “Luisito”. Aquí, los datos sobre autor, fecha y motivo están escritos sobre la misma placa fotográfica. Digamos, de paso, que el taller de cantería y esculturas de piedra para esta restauración estuvo al cargo del escultor Cecilio Béjar y sus hermanos.

Las primeras fotografías datadas de esta restauración son del 17 de octubre de 1956 y llevan la firma de “Luis [Rodríguez Dorado]”. Como las anteriores, se trata de fotografías que buscan simplemente documentar los trabajos de restauración, lejos de cualquier pretensión estética. Y se ocupan de los elementos arquitectónicos, como esta enorme columna que sostiene el coro de la iglesia, y también de las esculturas que se restauraban en el taller, como estas tres estatuas de santos.

EL HOMBRE QUE DEMANDÓ A LOPE DE VEGA

Jerónimo Velázquez era un tipo importante en el panorama teatral de su época. Probablemente nació en Toledo y de joven se trasladó a Madrid, donde se ganó la vida como albañil y solador. Pero pronto destacó por sus dotes como actor y director teatral y formó una compañía que alcanzó bastante éxito. Hacia 1580 su hija Elena Osorio inició un turbulento romance con Lope de Vega, pese a estar casada con Cristóbal Calderón, uno de los actores de la compañía de su padre. Se suele identificar a Elena con la “Filis” de muchos poemas de Lope. La relación terminó de manera amarga (podéis encontrar un detallado relato en la biografía escrita por Zamora Vicente) y Lope escribió algunos libelos infamantes contra Elena y su familia, así que Jerónimo le demandó en 1587. El Fénix fue condenado a destierro de Castilla y de la Corte. Y es justo en ese momento cuando Jerónimo Velázquez empieza a aparecer en nuestros protocolos notariales.

Fragmento de documento en letra antigua
«…y busque a cualesquiera mujeres casadas representantas para venir y que vengan a mi compañía…»

Conservamos hasta ocho documentos en los que Velázquez interviene directamente. El primero es de noviembre de 1587, justo antes del proceso contra Lope, y nos presenta a nuestro director teatral haciendo un “casting” de mujeres: encarga a su yerno Calderón que busque “cualesquiera mujeres casadas representantas para venir y que vengan a mi compañía a esta ciudad de Toledo y a otras cualesquiera para representar y las traer a mi costa”, especificando que se las mantendrá a ellas y a sus maridos y se les dará la paga acostumbrada.

Documento en letra antigua
Lista de telas y vestidos comprados por Jerónimo Velázquez a los hermanos Lagarto

A partir de aquí nuestro hombre aparece en tres tipos de documentos. Los más prosaicos son las compras de material, como la de una larga lista de telas y vestidos que acuerda en enero de 1594 con Juan y Fernando Lagarto.

Después tenemos los contratos de transporte. Por ejemplo, en junio de 1594 Juan de Mora, vecino de Toledo, se compromete a llevar a Valencia a toda la compañía, para lo que utilizará 17 mulas a 5 ducados por mula. Será una mula de carga que llevará unas diez arrobas y media (unos 130 kg), y las demás “de silla y freno”, tres o cuatro de ellas “con sillones para mujer”. Todos los gastos, incluyendo la comida y el alojamiento del arriero, son por cuenta de Velázquez. Dos años después los carreteros Domingo y Luis Hernández se comprometen a llevar a la compañía sucesivamente a Santa Olalla, La Puebla de Montalbán y Talavera, en lo que hoy llamaríamos una gira. Serán dos carros y cuatro mulas, cada carro con un máximo de 80 arrobas (una tonelada, aproximadamente), por un precio de 36 reales diarios por carro o mula.

Documento en letra antigua. Incluye firmas.
Contrato entre Pedro Rodríguez, en nombre de Velázquez, y los mayordomos de la Catedral para ciertas representaciones en la octava del Corpus Christi

Pero los documentos que han llamado más la atención de los estudiosos son los que aluden a los lugares y fechas en que actuó la compañía. Así, en junio de 1590 Velázquez se compromete a pagar 400 reales por el uso del Mesón de la Fruta de Toledo, donde se habían celebrado una serie de funciones “a ocho reales por comedia”, lo que indica que se celebraron 50 comedias. Téngase en cuenta que cada día se podían representar varias comedias. También en marzo de 1594 Pedro Rodríguez, en nombre de Velázquez, acuerda con la Catedral “de hacer y que haga el día de la octava del Santísimo Sacramento… los dos autos que el dicho Jerónimo Velázquez está obligado a hacer en la dicha villa de Madrid el dicho día del Santísimo Sacramento, con dos entremeses y según y la manera que los hubiese hecho en la dicha villa de Madrid”.

Documento en letra antigua
Declaración de Miguel Ruiz sobre el viaje a Lisboa de la compañía de Jerónimo Velázquez

Y finalizamos con las curiosas declaraciones que hacen Velázquez, Rodríguez y un tal Miguel Ruiz de los pertrechos que han introducido en Toledo en mayo de 1596 para hacer sus funciones para el Corpus. Los declaran por motivos aduaneros, puesto que vienen directamente de Portugal, país en el que habían entrado en octubre o noviembre pasado para actuar en Lisboa, y dicen que no habían dejado allí absolutamente nada. Os presentamos aquí el principio de la declaración de Miguel Ruiz, que quizá sea la que mejor letra tenga. Aquí terminan nuestros datos sobre este «autor de comedias», pero, si queréis saber más, podéis consultar su biografía escrita por Carmen Sanz y Bernardo García.

CERRAMOS TEMPORALMENTE LA SALA DE EXPOSICIONES

Foto de la entrada a la Sala de Exposiciones del AHPTO.
Entrada a la Sala de Exposiciones del AHPTO

Debido a la falta de personal, nos vemos obligados a cerrar temporalmente nuestra Sala de Exposiciones. Estamos intentando solucionar el problema lo antes posible, pero por el momento no podemos decir cuándo podremos volver a abrirla. Os pedimos disculpas y agradecemos vuestra comprensión.