LA UNIVERSIDAD DE TOLEDO

En los comercios para turistas de nuestra ciudad se pueden ver estas sudaderas con la inscripción “Toledo University. Est. 1872”. Es posible que algún visitante incauto crea que se refieren a las actuales instalaciones universitarias toledanas. Pero la realidad es que estas prendas han tomado su diseño de la universidad de la Toledo norteamericana, que está en el Estado de Ohio, en Estados Unidos. En su propia página web se nos informa que, efectivamente, esa universidad fue fundada en 1872 y podemos ver su escudo, muy parecido al que campea en estas tiendas de nuestro Casco Histórico.image1

Esta “confusión” nos da pie para hablar de nuestra Universidad de Toledo, que nada tiene que ver con su homónima de allende los mares. Para ilustrarlo, os ofrecemos una imagen del acta de una sesión del claustro universitario de 30 de agosto de 1612.

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En 1485 el canónigo Francisco Álvarez de Toledo Zapata obtuvo permiso papal para fundar un “colegio” que llevaría el nombre de Santa Catalina, con capacidad para otorgar grados universitarios. En 1520 se añadió la “Universidad”, formalmente distinta del Colegio, pero que compartía con él buena parte de sus funciones, de sus cargos y todas sus instalaciones. En 1581 se fundó un segundo colegio, bajo la advocación de San Bernardino, si bien instalado en su propio edificio y con un funcionamiento autónomo; para este Colegio pintó El Greco el célebre cuadro de su titular, hoy en el Museo del Greco.

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La convivencia entre la Universidad y el Colegio de Santa Catalina nunca fue fácil, pero las tensiones aumentaron a partir del siglo XVIII hasta culminar en 1799 con el traslado de la Universidad, tras pasar por otras sedes, a un flamante nuevo edificio que conocemos todavía hoy como “palacio Lorenzana”, en honor al arzobispo que impulsó su construcción. Para entonces, la difícil situación general del país estaba llevando a la Universidad y sus Colegios a su decadencia definitiva. Con la implantación del nuevo régimen liberal, el estado tomó el control de todas las universidades, transformando algunas y suprimiendo el resto. La de Toledo se encuentra entre estas últimas: fue suprimida en 1845, junto con sus dos colegios, y se transformó en Instituto de Segunda Enseñanza, instalado en el Palacio Lorenzana.

L_20130918191558_ver-uclm-cardenal-lorenzana-1_bLa vida universitaria no volvió a Toledo hasta mucho tiempo después. En 1970 se crea un Colegio Universitario, dependiente de la Universidad Complutense de Madrid, donde se podían estudiar algunos cursos de determinadas carreras. Tres años después el Colegio Universitario se instala en el Palacio Lorenzana, mientras que el Instituto, ahora llamado “El Greco”, se trasladaba a sus actuales instalaciones en el barrio de San Antón. Al crearse la Universidad de Castilla-La Mancha en 1982, su campus toledano se ubicó en el palacio dieciochesco, hoy dedicado a oficinas administrativas de la Universidad, y poco a poco la UCLM ha ido recuperando otros edificios históricos toledanos para usos docentes: los conventos de San Pedro Mártir y de la Madre de Dios, el Hospital de la Misericordia y la Fábrica de Armas. Esta es la universidad con que cuenta hoy Toledo. Lo que se ve por las calles es… otra cosa.

LA CAPILLA DEL CARMEN DE BARGAS

El plano y alzado de la capilla del Carmen, en Bargas, es el excepcional documento que hemos elegido como imagen principal de nuestra exposición “Edificios de papel”. Como todos los documentos, tiene una historia detrás, lo que los archiveros denominamos “contexto”, que es esencial para entenderlos. Veamos cuál es la historia de este dibujo, con la ayuda de otros documentos que le acompañaban.

32438_5A finales de 1741 los hermanos Gaspar, Manuel y Francisco Sánchez Agudo, naturales y vecinos del pueblo de Bargas, junto con su convecino Gabriel Peral Sevillano, deciden labrar a su costa una capilla en la iglesia parroquial para mejor rendir culto a una imagen de la Virgen del Carmen que allí se veneraba. Como primer paso, se pusieron en contacto Francisco Jiménez Revenga, a la sazón “maestro de obras” o arquitecto de la Catedral, para que reconociese el terreno y realizase un primer proyecto de la obra. Fruto de ese trabajo fueron unos planos que no conservamos (luego sabremos por qué), y unas detalladas condiciones que sí conservamos, fechadas el 15 de enero de 1742. En ellas se especifica que la obra costaría 9.300 reales en total, pero que “si acaso los devotos se quisieren encargar de los materiales, como son cal, ladrillo, piedra, rejas, redes, madera, teja, vidrieras y azulejos, yeso moreno y blanco, tendrá el costo de manos quatro mil y quatroçientos reales”.

Con los planos y las condiciones, los cuatro bargueños pidieron el preceptivo permiso al arzobispo don Luis de Borbón. El consejo de Gobierno del Arzobispado, a la vista de los documentos y también del informe favorable del cura párroco afectado, da su visto bueno y el 27 de abril el cardenal extiende su licencia, con sello de placa y todo. Hace poco hablábamos de estos sellos, así que no nos hemos resistido a fotografiar este.

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Pero una vez concedida la licencia los promotores decidieron encargar unos nuevos planos, esta vez a José Díaz, arquitecto toledano, que son los que conservamos hoy, aunque manteniendo las condiciones redactadas por Jiménez Revenga; por eso, los primeros planos no se incorporaron al expediente. Mientras tanto, la noticia del proyecto se hace correr entre los constructores cercanos, y el 13 de junio se presenta una primera propuesta o “postura”, a cargo del “maestro de obras de albañilería” Bernardo García, de Toledo, que se declara dispuesto a realizar la obra por un máximo de 7.500 reales. Es probable que la rebaja en el precio se relacione con el cambio de proyecto, sustituyendo el primero por otro más sencillo y barato. En todo caso, el constructor se compromete a tener la capilla terminada para finales de octubre.

Inmediatamente después se colocó en la puerta del Ayuntamiento de Bargas el anuncio de la subasta de las obras, a celebrar el 23 de junio. Merece la pena detenernos en la mecánica de esta subasta, detallada en uno de nuestros documentos. A las cinco de la tarde del día previsto, los promotores se encuentran a las puertas de las casas del Ayuntamiento, donde está fijado el anuncio por falta de pregonero. La adjudicación “se ha de dar por rematada en la persona que de última mejora la tuviese puesta al consumirse una cerilla que incontinenti se havía de poner en las dichas puertas”. En efecto, se fijó la cédula en las puertas, y al lado una “cerilla” (es decir, una vela delgada y larga) encendida y sujeta con una armella, para que todo el mundo pudiese leer el documento. Se presentaron varios maestros de obras, entre ellos el propio José Díaz, autor de los planos, quien dijo que mejoraba la oferta en cincuenta reales, es decir, que haría la obra por un total 7.450 reales de vellón. “Y pasado tiempo como de media hora se consumió del todo la dicha cerilla sin haber parecido quien hiziese otra mexora alguna”, con lo que quedó adjudicada la obra a José Díaz.

El 8 de julio se firma el contrato, en el que Díaz aparece asociado al maestro carpintero Manuel Gutiérrez, también de Toledo. El mismo día se firma el acuerdo con el cura párroco, Jaime Castaño, comprometiéndose los promotores a tener finalizada la capilla en el plazo de un año. El último documento del expediente es el testamento de doña Manuela Isidora Alonso de Rozas y Aguado, viuda de Gregorio Sánchez Agudo, vecina de Bargas y natural de la parroquia de San Vicente de Toledo. Entre otras cosas, lega cien reales a cada uno de sus alnados o hijastros Gaspar, Francisco y “fray Manuel” (religioso franciscano), y dona dos mil reales para la obra de la capilla. “Y en caso que no tenga efecto el hacer la dicha capilla, se empleen los dichos dos mil reales en hazer un vestido para la dicha imagen de Nuestra Señora”. Eso sí, mientras no se tengan que gastar, los dos mil reales deberán permanecer en el “arca de tres llaves de la dicha iglesia” sin que se pueda utilizar para otra cosa.

La desconfianza de doña Manuela no parece exagerada si tenemos en cuenta que hoy en día no existe la capilla en la parroquia de Bargas. No hemos encontrado ningún documento que explique si las obras no se llegaron a realizar, o si la capilla fue demolida o reutilizada con posterioridad.

Ingresos y eliminaciones de documentación

Hoy os queremos hacer partícipes de dos noticias. Por un lado, la semana pasada tuvimos un nuevo ingreso de documentación en el AHPTO. Se trata de un conjunto de 26 protocolos notariales centenarios, procedentes del archivo notarial de Talavera de la Reina. Los protocolos, datados entre 1909 y 1916, corresponden a los pueblos de ese distrito, excepto la propia ciudad de Talavera. En esta ocasión, el notario archivero ha decidido mantener la custodia de los protocolos notariales de la ciudad, amparándose en una cierta ambigüedad de la legislación al respecto. En todo caso, en el AHPTO tenemos los protocolos centenarios de Belvís de la Jara, Cebolla, El Puente del Arzobispo, Navamorcuende y Oropesa.

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La segunda noticia es que se ha abierto el período de información pública sobre una propuesta de eliminación de documentos generados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Es la primera propuesta de este tipo que se realiza desde hace casi 20 años, y supone la reactivación de la Comisión Calificadora de Documentos de nuestra región, que es el organismo encargado de decidir sobre la conservación o eliminación dela documentación autonómica. Es una buena noticia, y os animamos a examinar esta propuesta y, si lo estimáis oportuno, presentar vuestras opiniones al respecto.

LA PLAZA MAYOR DE TEMBLEQUE

En nuestra exposición “Edificios de papel” hemos reservado un lugar especial a la Plaza Mayor de Tembleque, que es sin duda uno de los lugares más bonitos de la provincia. Como sabéis, se trata de una de las plazas manchegas que mejor ha conservado su arquitectura desde el siglo XVII, a pesar de sus numerosas reformas y rehabilitaciones. No sabemos con precisión cuándo se construyó ni quién fue su autor, pero no debió ser muy anterior a 1624, cuando el rey Felipe IV la visita para asistir a una corrida de toros. De hecho, la de plaza de toros parece ser su función original, y se siguieron celebrando estos espectáculos aquí hasta 1987. En 1654 se labra en ella el magnífico Ayuntamiento de la localidad, y en 1973 es declarada Monumento Histórico-Artístico.

PA-CAJA 4-02Os ofrecemos, en primer lugar, una espléndida fotografía del torreón que preside la plaza, procedente del fondo fotográfico “Rodríguez”. La teníamos datada en los años 50 del siglo pasado, pero, al ampliarla, hemos podido ver mejor los coches que aparecen detrás del “túnel”, y ahora tenemos que retrasar su datación aproximadamente treinta años, en la década de 1920.

13877_001La segunda imagen corresponde a la portada de las llamadas “hojas de campo” del Catastro de la Propiedad Urbana. Dentro de los trabajos catastrales, las “hojas de campo” eran los primeros croquis que los ingenieros levantaban de las fincas urbanas. Por lo general, se realizaba un croquis por cada manzana o parte de calle, para después agrupar todos los de una misma localidad en forma de cuadernos, como este. Cuando encontraban algún edificio singular, solían realizar pequeños dibujos y, en el caso de Tembleque, el funcionario no pudo resistir la tentación de plasmar en la cubierta del cuaderno el monumento más representativo del pueblo. Además de la fecha (1934), podemos observar que el dibujo no resulta especialmente riguroso en cuanto a sus detalles: entre otras diferencias, en el mirador aparecen solo dos huecos o ventanas, cuando, en realidad, tiene tres. Pero lo que le falta de rigor fotográfico le sobra de gracia estética.

3616_1_026El último documento que hemos dedicado a Tembleque forma parte del proyecto de restauración integral de la Plaza Mayor que el Ministerio de Cultura encargó en 1980 al reputado arquitecto Manuel Barbero Rebolledo, cuyo fondo personal, por cierto, se conserva en el Archivo de la Universidad de Alcalá de Henares. En la memoria que se incluye con el proyecto, además de la información general sobre la obra, Barbero incluye varias páginas con dibujos de la Plaza Mayor y de otros edificios temblequeños, e incluso del interior del Corral de Comedias de Almagro, a título de comparación. Uno de estos dibujos es el que presentamos, con sabrosas anotaciones del arquitecto, como el sospechoso color rosa de la Cruz de Malta o  su disgusto con el amarillo de la fachada del Ayuntamiento o con las dimensiones de las casas aledañas.

LA NUEVA EXPOSICIÓN DEL AHPTO: «EDIFICIOS DE PAPEL»

El próximo lunes 13 abrimos nuestra nueva exposición, titulada “Edificios de papel. Documentos sobre arquitectura en el Archivo Histórico Provincial de Toledo”. Se trata de una muestra de fotografías, planos y documentos relacionados con la arquitectura desde el siglo XVI a nuestros días y conservados en el Archivo Histórico Provincial.

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Desde siempre, los seres humanos hemos sentido la necesidad de construir. Las construcciones son signos inequívocos de actividad humana y, además, suelen ser los signos que más tiempo perduran, incluso mucho después de que sus moradores los hayan abandonado. Como toda actividad humana, la arquitectura también ha dejado su huella en los archivos. En el caso del AHPTO, esta huella se manifiesta en forma de planos, dibujos y fotografías desde el siglo XVI hasta la actualidad. La exposición ofrece una pequeña muestra de estos documentos.

Por eso, junto con planos, dibujos y fotografías de construcciones singulares, como el claustro de San Juan de los Reyes, la torre de la Catedral, la iglesia de Santiago de Talavera de la Reina, la capilla del Carmen de Bargas o el Ayuntamiento de Mora, hemos seleccionado documentos referidos a viviendas burguesas en la plaza de Valdecaleros, las casas para obreros en Malpica de Tajo o las humildes viviendas del barrio toledano del Arrabal en la primera mitad del siglo pasado, en contraste con el plano de la casa de un rico comerciante en sedas de Nambroca del siglo XVIII.

Merecen destacarse dos construcciones a las que hemos dado un valor especial. Por un lado, el plano y las instrucciones para la reconstrucción de un puente en Villarta de los Montes (Badajoz), en el siglo XVI, hoy sepultado bajo las aguas del pantano de Cijara. Y, por otra, dibujos y fotografías del siglo XX de la Plaza Mayor de Tembleque, una de las joyas arquitectónicas de la provincia.

La exposición permanecerá abierta en nuestra Sala de Exposiciones todos los días laborables en horario de mañana, hasta el día 26 de enero de 2018.

SELLOS DE PLACA

Una de las formas más habituales de validar los documentos a lo largo de la Historia son los sellos, es decir, la estampación en el documento de algún dibujo o signo característico que certifique que el documento ha sido emitido por quien lo dice. En otras palabras: es la garantía de la autenticidad del documento. A diferencia de las firmas, los sellos permiten la identificación de organismos o instituciones, no solo de personas.

Hay sellos desde que hay documentos pero, para centrarnos, diremos que los documentos sellados aparecen en los archivos en la Edad Media. Al principio, solo los empleaban los reyes y grandes nobles para los documentos más solemnes. Solían ser sellos “pendientes”, o sea, impresiones sobre cera o metal fundente (generalmente plomo) que se colgaban del documento a través de unos hilos o cordones.

Es obvio que este sistema era muy caro y laborioso. Conforme las oficinas reales fueron escribiendo más y mejor, hubo que inventar otros sistemas de sellado. Así nació el sello de placa.

Su base es muy sencilla. Consiste en colocar en el lugar apropiado una pequeña oblea de cera roja caliente, se pone encima un trocito de papel y sobre él se aprieta con la matriz del sello (que es donde va el dibujo). Al secarse la cera, la hojita de papel se queda marcada con el escudo y a su vez pegada al documento. Barato, sencillo y funcional.

Pero nunca hay soluciones perfectas. El sello de placa es inestable, lo que significa que se despega con facilidad. Con el tiempo, la cera se seca y se desprende, y con ella la hojita donde estaba grabado el sello. Por eso, es muy frecuente en nuestros archivos que solo tengamos restos del sello de placa o, incluso su mera sombra en el lugar donde estuvo pegado. Además, los que se conservan tienen poco relieve y suelen verse bastante mal.

Aquí os ofrecemos tres ejemplos, todos procedentes del fondo del Colegio de Escribanos de la ciudad de Toledo. El primero, un sello medieval encontrado en una provisión del rey Juan II del año 1442. El segundo, del que os ofrecemos una ampliación, está en otra provisión, esta vez de Felipe II y del año 1562. El último documento es casi contemporáneo del anterior (es de 1564) y solo mantiene la sombra del sello.

El sello de placa tuvo larga vida en toda Europa, y empezó a declinar en el siglo XVIII hasta ser sustituido por el sello de tinta en el siglo XIX. Si queréis conocer más sobre estos sellos, os recomendamos el artículo de Mª Victoria Jara en la revista “Archivo Secreto”, que publica el Archivo Municipal de Toledo, del año 2008.