EL TRISTE FINAL DE UNA COMPAÑÍA TEATRAL

El 15 de abril de 1733 un grupo de cómicos formaron en Madrid una compañía “para representar comedias en diversas ciudades, villas y lugares de este reino”. Formalizaron el asunto ante el notario Manuel Francisco Anguita. La compañía funcionaría hasta el martes de Carnaval de 1734 bajo el mando de Salvador de la Calle, “a quien le constituyen autor, con las facultades correspondientes para la dirección de la Compañía y cobranza de sus haberes”. Como era habitual en este tipo de documentos, se detallan los papeles que corresponderían a cada actor, a saber:

  • “Damas” (primera, segunda, tercera, etc.): Antonia Manuela de la Peña, Teresa de Navas, Antonia Capa (de entre 25 y 16 años, hija de De la Peña y de Antonio Capa), Mª Josefa Manso y Mª Josefa de Araújo.
  • Sobresaliente: Teresa de Aguilar.
  • Galanes (primero, segundo, etc.): Fernando Cortés, Manuel Polope, Félix Candamo y Manuel Mascares.
  • “Parte de por medio y velette”: Marcos Mañes. El “parte de por medio” era el actor de última clase, pero no hemos sabido identificar al “velette”, y ni siquiera estamos seguros de entender bien la palabra.
  • “Barbas”, es decir, ancianos: José Antonio Martínez (esposo de Teresa de Aguilar) y Manuel Ramírez
  • “Graciosos”: Salvador de la Calle (esposo de Teresa de Navas) y José Campano.
  • Apuntador: Antonio Capa, esposo de Antonia de la Peña y padre de Antonia Capa.
Documento relacionando los actores de la compañía formada por Salvador de la Calle y sus respectivos papeles (1733)
Los actores de la compañía de Salvador de la Calle

Gracias a la estupenda base de datos del grupo de investigación DICAT de la Universidad de Valencia hemos podido saber más de algunos de estos actores. Así, Manuel Polope estuvo activo entre 1694 y 1700. Manuel Ramírez, que fue apodado “el galán virote”, actuó entre 1700 y 1725. De Antonio Capa podemos decir que estuvo actuando entre 1701 y 1705 y, por fin, el “autor” Salvador de la Calle sabemos que trabajó en diversas compañías entre 1693 y 1713, además de haber estado casado previamente con María Bernarda. Como puede verse, parece que estamos ante actores que afrontan el final de su carrera artística. A la hora de firmar, solo lo hacen los que saben: Capa (padre e hija), Polope, Cortés, Candamo, Mañes, Mascares, Martínez, Ramírez, De la Calle y Campano; las mujeres no lo hacen porque sus maridos las representan.

Carta manuscrita en la que el actor Manuel Ramírez declara su intención de permanecer en la compañía de Salvador de la Calle
Carta del actor Manuel Ramírez

Pero esta nueva aventura salió mal. El 13 de julio del mismo año, apenas tres meses después de constituida la compañía, estaban atascados en Talavera de la Reina. Ese día, varios de sus componentes se dirigen al corregidor para que De la Calle les permita abandonar la empresa, puesto que no les da el dinero necesario para vivir mientras no hay representaciones o para ir a otros lugares. Efectivamente, el autor se muestra conforme con el abandono de sus actores “porque no se halla con medios algunos para proseguir y cumplir con el contexto de la escritura presentada ni para salir ni retirarse de esta villa”. Al día siguiente, sin embargo, Manuel Ramírez dirige una carta al corregidor desvinculándose de la petición de sus compañeros y manifestando su intención de seguir con De la Calle; por cierto que, entre sus compañeros, con los que ha convivido tres meses, menciona a “Marcos que aún no sé el apellido”. Una intención semejante declara el día 15 Antonia de la Peña, ante la ausencia de su marido “ausente de esta villa en la de la Corte que, como es notorio, pasó a curarse”.

Declaración de Salvador de la Calle ante el corregidor de Talavera de la Reina reconociendo que su compañía de cómicos no tiene ofertas de trabajo ni dinero para pagar a los actores. Está hecha en papel timbrado del año 1733.
Salvador de la Calle reconoce que su compañía de cómicos no tiene ni trabajo ni dinero.

Evidentemente, la compañía se ha roto. Salvador de la Calle afirma el día 15 que es verdad que no tiene dinero para “costear viales, ni casa de representación”. Dice también que ha recibido una oferta de la ciudad de Ávila, pero es “bajo la negativa de adelantar dinero alguno […] y siendo como es dicha compañía de magnitud para tener mucha gente y fuera menos útil representar en poblaciones cortas”, desiste de mantenerla. Afirma que algunos actores le deben todavía ciertos dineros, pero “me consta se hallan sin dinero ni medios para satisfacerme”, de manera que se conformará con un vale. Finalmente, el 17 de julio, el corregidor de Talavera declara tristemente disuelta la compañía.

VISITA DE ALUMNAS DE ARCHIVÍSTICA

La semana pasada tuvimos el placer de recibir en nuestro centro a las alumnas de la asignatura «Archivística» del Grado de Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha. Conocieron de primera mano nuestro trabajo y nuestras instalaciones y además, como podéis ver, pudieron practicar con algunos documentos originales. Muchas gracias a ellas y a su profesor, Mariano García Ruipérez.

LAS POSTALES DE JAVIER MALAGÓN

En su día os hablamos del archivo de Javier Malagón, el jurista e historiador toledano que, desde su exilio en la República Dominicana, México y Estados Unidos, fue profesor en diversas universidades y ocupó importantes puestos dentro de la Organización de Estados Americanos. Murió en 1990 y está enterrado en Nambroca, lo mismo que su mujer. Helena Perenya, leridana de nacimiento y fallecida en 2009. Malagón donó su archivo y su biblioteca personales a nuestro centro y a la Biblioteca de Toledo. La mayor parte del fondo documental lo forma una voluminosa y muy interesante serie de correspondencia, pulcramente ordenada por el propio Malagón. En estas cartas se habla de política, de familia, de amigos, de Historia, de América y de mil cosas más. Pero hoy nos hemos detenido en las tarjetas postales.

Imagen en blanco y negro de una mansión de tres plantas en la ladera de una montaña, con otra construcción al lado. Escrito a mano sobre la imagen: "Hab. Alb. y Javier", "Hab. Miquel" y "Voilà"; cada una de estas inscripciones tiene una flecha que señala a un lugar diferente de la imagen.
Tarjeta postal representando el municipio de Bourg-Madame (Pyrénées-Orientales, Francia), enviada en 1939.

Como es lógico, hay cientos de estas tarjetas en esta documentación, con imágenes sobre todo de Hispanoamérica y de España, pero también de Estados Unidos y de algunos lugares de Europa. Es difícil elegir entre todas ellas, pero vamos a empezar por esta, que presenta el pequeño municipio de Bourg-Madame, en los Pirineos Orientales franceses, muy cerca de la frontera española de Puigcerdá. La tarjeta está firmada por “Helena”, el 12 de julio de 1939 y dirigida a “Javier Malagón. Camp refugiés. Verdelais (Gironde)”, donde, efectivamente, Malagón se encontraba refugiado.

No puede negarse que se trata de una tarjeta que nos deja algo tristes por las circunstancias que evoca. Pero las tarjetas postales suelen tener un tono festivo, como de vacaciones. A veces esta sensación se transmite utilizando un colorido dibujo. Así, es inconfundible la silueta del Empire State Building de Nueva York en una tarjeta de octubre de 1944. No menos reconocible, aunque bien distinto, es el paisaje del Castillo de El Morro, en San Juan de Puerto Rico, en una tarjeta enviada en 1953.

Con cierta frecuencia, los amigos de matrimonio Malagón Perenya les envían tarjetas de los lugares que visitan y que les resultan pintorescos. A nosotros nos han gustado estas dos tarjetas de ciudades relativamente pequeñas. Por un lado, una calle de Manizales, en el oeste de Colombia, en una postal enviada por su amigo Juan Mayoral para felicitar el año nuevo de 1941. Y, por otro, una vista de Taxco, en el estado de Guerrero (México), con la espectacular parroquia de Santa Prisca y San Sebastián al fondo. Esta última tarjeta no tiene año, pero debió enviarse entre 1940 y 1944 a Helena por un pariente o amigo que le escribe en catalán y que no hemos sabido identificar.

Por supuesto, lo que más encontramos son imágenes de los lugares más emblemáticos de las grandes ciudades. Hemos elegido tres imágenes de otras tantas capitales latinoamericanas: una bonita vista nocturna de la catedral de México (1941), una panorámica de la Plaza de la Fraternidad de la Habana (1940) y una imagen de la iglesia de San Francisco de Bogotá (década de 1950).

Vista de Toledo desde el barrio de San Martín. En primer plano, el puente de San Martín. Detrás, el caserío del barrio y la iglesia de San Juan de los Reyes. Al fondo, la silueta de torres y cúpulas de la ciudad.
Postal de Toledo enviada en 1959

Y hemos dejado para el final una postal de Toledo enviada a Javier en septiembre de 1959 (aunque está fechada en julio) por “Tere”, amiga americana de visita por nuestra ciudad. Entre otros detalles, todavía puede verse la Puerta de San Martín, hoy derribada.

EL SOMBRERERO Y SU SOBRINO

A mediados del siglo XVIII, en Talavera de la Reina, dos maestros sombrereros pleitean por los servicios de un joven oficial. Como muchas otras veces, «el caso del sombrerero y de su sobrino» nos permitirá asomarnos a algunos detalles de la vida cotidiana de hace más de 270 años, más allá del propio pleito.

Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo, sombrerero de Talavera de la Reina, y Ramón García. Firma de Cornejo y de uno de los testigos. 13 de junio de 1751.
Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo y Ramón García

Primero, pongámonos en situación. Durante el siglo XVIII surgieron un poco por todas partes industrias y manufacturas más grandes y eficaces, algunas impulsadas directamente por la Corona y otras a iniciativa particular. Entre otros efectos, esto produjo cierta escasez de mano de obra especializada. Por eso, hacia 1750 el maestro sombrerero Juan de la Cruz, que trabajaba para la fábrica de Manuel González Trujillo, en la collación de Santa Leocadia de Talavera, se trajo a un sobrino suyo, natural de Salamanca y que había quedado huérfano, a fin “de enseñarle y hacerle hombre” aprendiendo el oficio. El sobrino, Ramón García, acordó verbalmente con Trujillo quedarse tres años como oficial. El dueño de la fábrica murió en 1751 y su sucesor, José López de Sigüenza, mantiene las mismas condiciones. Pero en junio Ramón, que tiene 18 años, acuerda un nuevo contrato con otro sombrerero, Manuel Ignacio Cornejo, esta vez por escrito. Ambos industriales entablan un pleito por los servicios del muchacho en el que acaba implicado el Consejo del Arzobispado y que incluso dará con los huesos del chico en la cárcel talaverana. No podemos fijarnos en los detalles del pleito, pero sí diremos que Ramón deberá volver al servicio de Cornejo, aunque es evidente que ni al muchacho ni a su tío les hacía ninguna gracia.

Diligencia de cumplimiento del auto judicial de prisión para Ramón García.
«Y sacó a Ramón García, oficial de sombrero [sic] que estaba en ellas y en dicha fábrica y le condujo a la cárcel pública de esta dicha villa».

Nos vamos a fijar en algunos detalles que aparecen como de pasada por estas páginas. Gracias al Catastro de Ensenada sabemos que los dos sombrereros en litigio son los únicos de este oficio en la ciudad, y ambos viven en la misma parroquia. En una de sus declaraciones, Sigüenza afirma que el acuerdo con Ramón estaba ajustado “sin poderse temer se fuese a otra parte, cuyo temor militaba en los demás”, lo que indica cierto grado de “fuga de talentos” entre las empresas de la época. Algo más adelante el empresario dice que “no solo pagaba lo que cada oficial diariamente ganaba, sino que […] adelantaba a algunos oficiales diversas cantidades”, mientras que el contrato de Ramón con Trujillo especifica que este le pagará a la finalización del acuerdo, es decir, a los tres años y medio. De nuevo, aparece la competencia por ofrecer mejores condiciones a los trabajadores.

"...no solo pagava lo que cada oficial diariamente ganava, sino lo que, solicitando su duración y perpetuidad, adelantava a algunos oficiales distintas cantidades [...] obligándome a darle lo preciso para su manutención y salario pactado aun en el caso que parase dicha fábrica..."
El empresario presume de las buenas condiciones laborales de sus empleados.

Incluso Sigüenza presume de pagar la manutención y el salario “aun en el caso que parase dicha fábrica, como en efecto lo ejecuté los más de veinte días que lo estuvo”. Precisamente Ramón aprovechó esos días de paro (aunque seguía cobrando su salario) para trabajar en la sombrerería de la competencia, con consentimiento de su tío y de su patrón, y aquí estuvo el origen de la disputa, puesto que Cornejo se las arregló para que Ramón no pudiese volver a su antiguo puesto.

"...embió a llamar a Salamanca a Ramón Garzía, su sobrino, para tenerle a su lado mediante que ya estaba en el exerzizio de sombrerería y enseñarle y hazerle hombre por quanto no tenía padre..."
Juan de la Cruz llama a su sobrino Ramón García para «hacerle hombre»

 Otro detalle interesante es que Ramón contrajo una deuda con su patrón por 170 reales de vellón que necesitaba para comprarse un vestido, obligándose a pagar esa deuda con su trabajo. Naturalmente, este tema tuvo su influencia en el pleito, pero hay que observar que el contrato con Cornejo especifica que Ramón ganaría 350 reales por tres años y medio de trabajo. En otras palabras, que un vestido decente costaba el producto de un año y tres meses de trabajo de un oficial relativamente bien remunerado. Esto nos puede dar una idea de las dificultades cotidianas de los trabajadores del momento.

CINCO MUJERES DE MORA

La Asociación de Mujeres Antifascistas fue una organización creada en 1933 a impulsos del Partido Comunista con la finalidad que puede fácilmente deducirse de su nombre, aunque este varió algo con los años. A partir del inicio de la guerra civil cobró bastante importancia y llegó a incluir a más de 220 grupos. En el AHPTO conservamos el registro de integrantes de la agrupación de Mora.

Doble página inicial del registro de "La Asociación de Mujeres Antifascistas. Mora. Toledo". La tinta de la mayor parte de la página se ha devanecido.

El documento no tiene fecha, pero podríamos situarlo hacia 1937. Llegó al Archivo junto con la documentación municipal de Orgaz y es difícil saber por qué. Quizá tenga que ver con el campo de concentración que se situó en alguna parte del término municipal de Mora pero que conocemos, en parte, gracias a la documentación municipal orgaceña, como ya os hemos contado en alguna ocasión. En todo caso, es evidente que nuestro documento ha pasado por muchos avatares no siempre agradables Se trata de un cuadernillo de 12 páginas más la portada. Está en muy mal estado de conservación, en especial debido a la humedad (tiene trazas de haberse mojado en algún momento) que ha provocado el desvanecimiento e incluso la desaparición de la tinta en amplias zonas. En total, se registran 195 mujeres, de las que se anota su número de carnet (suponemos que del PCE), el número de orden dentro de la agrupación local, el nombre y apellidos, la dirección, edad, profesión, sindicato al que pertenecen, fechas de alta y baja y observaciones. Hay que notar que muchas de ellas no tienen “número de carnet” ni pertenecen a ningún sindicato, puesto que la AMA, aunque vinculada al comunismo, admitió a mujeres de otras formaciones políticas o incluso sin afiliación alguna. Como decimos, buena parte del documento está deteriorado, pero se puede ver que algunos nombres aparecen marcados. No sabemos por qué se hicieron estas marcas, pero nosotros las vamos a aprovechar para intentar averiguar algo más de estas cinco mujeres “señaladas”.

La más interesante para nosotros es, sin duda, Juana Sevillano, de 48 años, porque la hemos encontrado también en otros documentos de nuestro archivo. En efecto, aparece implicada en un accidente de tráfico en el Puente de Alcántara de Toledo en abril de 1939, siendo atendida en la Casa de Socorro; el expediente corresponde a la Audiencia Provincial. También conservamos su expediente de presa por el que consta que en febrero de 1940 fue trasladada brevemente desde la “Prisión de Mora” (se refiere, sin duda, al campo de concentración ya aludido) hasta la de Ocaña para participar en un Consejo de Guerra y luego devuelta a aquel centro penitenciario. Hemos averiguado también que existen sendos expedientes suyos en el Archivo General Militar de Guadalajara y en el Archivo General e Histórico de Defensa.

De las otras cuatro no tenemos noticias directas en nuestro archivo. La más conocida es Saturnina Cabezas, casada con el dirigente comunista local Clemente Martín. Sufrió proceso ante el Tribunal de Responsabilidades Políticas y fue indultada en 1944. Lo que se sabe de su vida podéis consultarlo en esta web. No tenemos noticia alguna de Justa Navarro ni de su compañera Pura Gómez, aunque en el Centro Documental de la Memoria Histórica se conserva una ficha con este nombre que la vincula a organizaciones anarquistas de Madrid; puede que sea la misma persona o puede que no. La última mujer “señalada” es Carmen Marqueta, de la que tampoco hemos encontrado indicios, pero sí de una Francisca Tudela apodada “Marqueta” y, al parecer, afiliada a la AMA de Mora. Sin embargo, nuestro documento dice que Carmen tenía 17 años, es decir, había nacido en 1919 o 1920, mientras que “Marqueta” nació en 1895. Sea o no la misma persona, sirva este post de recuerdo a aquellas mujeres cuya historia aún no se ha desvanecido del todo.

LOS DESERTORES

La semana pasada dejamos a dos grupos de «quintos» de Talavera y su comarca en marcha hacia Zaragoza. Sabíamos su número, casi cien, sus nombres, naturalezas y señas particulares, y también se había regulado su manutención y su ritmo de marcha. Al llegar a la capital aragonesa los recibió Antonio Illioni, comisionado al efecto, quien se dio cuenta enseguida de que algo no había ido bien.

"Juan Hernández se quedó en su reximiento de O'Calahan en la villa de Ariza en 19 del corriente, natural del Arroyo. Juan Rodríguez también, natural de Zamora. Ysidro Santos se  huyó en Alovera en 13 desde, natural de Valdelacasa. Juan de Espinosa también, natural de Campillo. Sebastián Quirós, despedido por quebrado, natural de Lucillos"
Los «quintos» que no llegaron a su destino

En efecto, del primer grupo de cincuenta hombres sólo han llegado 45, es decir, que faltan cinco. Dos de ellos están excusados, porque se habían quedado en Ariza para incorporarse al regimiento al que se les había destinado. Uno más, llamado Sebastián Quirós, fue “despedido por quebrado” (enfermo), aunque más adelante se dice que fue “despedido por ser viejo”. En cuanto a los otros dos, “Isidro Santos se huyó en Alovera el 13 de este [mes]” y lo mismo hizo Juan de Espinosa. Un mes después, el 13 de mayo, el mismo Illioni recibe al otro grupo, de 47 personas, de las que faltaban tres: dos que quedaron enfermos en Bubierca y “Dionisio de Cáceres [que] se huyó en La Almunia en 12 de este [mes]”.

"...a cosa de la una de la noche llegó dicho señor Miguel Pérez a llamar a la ventana de mi cuarto, que habían benido Joseph Sanz, guardia, a visar que se yban los soldados por un abujero de una pared maestra que sale a corral de las casas de Antonio Arroyo, y que abían coxido a un soldado atravesado en el abujero que abían echo en la pared de dicha cárcel..."
La narración de la fuga

Podemos saber algunos detalles sobre la fuga de Alovera gracias al informe que hizo el escribano del lugar que, de paso, nos proporciona algunas informaciones añadidas bastante interesantes. Así sabemos que a los quintados se les trataba no como soldados sino como auténticos delincuentes: se les metía en la cárcel, fuertemente custodiados (se llegan a pedir hasta 18 guardias al alcalde del lugar) y se les mantenían “todos desposados”. Por eso, no es de extrañar que los muchachos quisiesen escapar. Además, las autoridades locales tampoco estaban muy contentas y se quejan de que en un mismo día han pasado dos grupos de levas de soldados más otro de dragones, todos exigiendo hombres y alojamiento. En fin, que entre unas cosas y otras llegó la noche del 12 de abril. Las autoridades se fueron a dormir y los guardias quedaron custodiando la cárcel. Pero hacia la una de la madrugada, los guardias avisaron al escribano “que se iban los soldados por un abujero [sic] de una pared maestra [..] y que habían cogido a un soldado atravesado en el abujero”. Cuando el comandante llegó a la cárcel “halló dos pares de esposas quebradas y cuarenta y ocho soldados”. Identificados los fugados, el comandante pone presos a los guardias e informa al intendente de Guadalajara (la ciudad más cercana), quien al día siguiente ordena que se les ponga en libertad, eximiéndoles de culpa a la vista de los escasos medios con que contaban. Eso sí, para prever nuevas deserciones, envía nada menos que seis nuevos pares de esposas.

"...el que le desechasen por ser biejo, siendo así que es siniestro, que es la edad que el suso dicho tiene es [sic] de treynta y dos años, que es lo más florido de la juventud, como costa de la partida de su baptismo..."
«…treinta y dos años, que es lo más florido de la juventud…»

El asunto no termina aquí. Una vez rendidas las cuentas, el Intendente ordena a los ayuntamientos que sustituyan a los enfermos por otros mozos; en cuanto a los desertores, que se les atrape y se les reincorpore al servicio. Si no se les encuentra, que se sortee de nuevo para sustituirlos. Solo conservamos documentos sobre la sustitución de los mozos que faltaban del primer grupo que, recordemos, eran un enfermo y dos desertores. Uno de estos últimos, natural de Valdelacasa, es atrapado y puesto en la cárcel de Talavera a la espera de sus compañeros, pero en los otros dos casos hay que volver a sortear. Y el nuevo “agraciado” de Lucillos se resiste y emprende un pleito en toda regla. Afirma que el enfermo al que debe sustituir no lo es tal, y que tampoco es viejo (tiene 32 años, “que es lo más florido de la juventud”), además de ser el único sustento de su casa. Finalmente, sin embargo, los tres mozos fueron depositados en la cárcel talaverana a la espera de ser enviados a su destino. El asunto terminará de forma inesperada, porque el Intendente se desentiende de todo y deja manos libres al corregidor, quien no tarda en ponerlos a todos en libertad y permitir que vuelvan a sus casas. No sabemos los motivos de esta actuación, pero el caso es que estos tres jóvenes se libraron de la “mili” por muy poco.