GEOGRAFÍA REGIA

Este verano probablemente muchos de nosotros hemos tenido que retrasar o modificar nuestros viajes de vacaciones. Pero podemos viajar con la imaginación a través de los títulos de los reyes de España que aparecen en algunos de nuestros documentos.

Fragmento de documento

El primer documento lo conservamos en forma de copia. Se trata de un privilegio que los Reyes Católicos otorgaron a Ocaña en 1476 y que fue confirmado pocos meses después. Observad que la inicial del documento se ha quedado sin colorear, quizá por las prisas para utilizarlo. En todo caso, lo que nos interesa ahora es la intitulación de los reyes: “rey y reina de Castilla, de León, de Aragón, de Toledo, de Sicilia, de Portugal, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algecira, de Gibraltar; príncipes de Aragón, señores de Vizcaya y de Molina”. Un buen paseo por la geografía peninsular. Toda esta retahíla de nombres servía, desde luego, para dar solemnidad al documento y para impresionar a sus lectores, hasta el punto de que aparecen dominios que, en realidad, no estaban bajo su jurisdicción, como Portugal y el Algarbe, junto con otros que nunca tuvieron efectividad práctica, como el de Galicia. Solo cabe añadir que el Señorío de Vizcaya incluía todo el País Vasco actual, y el de Molina se refiere a Molina de Aragón, hoy en la provincia de Guadalajara. Podemos señalar, de paso, la estricta paridad de género (diríamos hoy) de que hacen alarde los reyes, algo que no se volverá a repetir en nuestra historia.

Las intitulaciones no siempre eran iguales. La que acabamos de ver tiene preponderancia de los dominios castellanos, pero en la siguiente, que corresponde a un documento de 1513, Fernando el Católico enumera sus dominios aragoneses, los que le correspondían por derecho propio: “rey de Aragón, de las Dos Sicilias, de Iherusalén, de Navarra, de Valencia, de Mallorca, de Cerdeña, de Córcega; conde de Barcelona; señor de las Indias del Mar Océano; duque de Atenas y de Neopatria; conde de Ruysellón y de Cerdania, marqués de Oristán y de Goziano; administrador y gobernador de estos reinos de Castilla, de León, de Granada, etc.”. Observad que los dominios castellanos son abreviados enseguida, pero no se olvida de consignar a Granada ni a los dominios americanos. Repasemos algunos de estos territorios, los más exóticos para nosotros. Las “Dos Sicilias” hace referencia a prácticamente toda Italia al sur de Roma; la isla de Sicilia, propiamente dicha, era dominio aragonés desde 1282, y la zona continental (el “reino de Nápoles”) fue conquistada en 1442. Junto con esta última conquista se incorporó el llamativo título de “rey de Jerusalén”, que había sido comprado por uno de los reyes de Nápoles en el siglo XIII, aunque nunca tuvo efectividad práctica. Como es sabido, el reino de Navarra había sido conquistado por el propio Fernando el Católico apenas un año antes de la fecha de nuestro documento. En cuanto a Córcega y Cerdeña, formaban un solo reino por decisión papal desde 1297 y fue entregado a los monarcas aragoneses en compensación por no obtener poco antes el reino de Nápoles (aunque, como acabamos de ver, este terminaría luego también en manos aragonesas), pero, en realidad, nuestros reyes solo controlaban la isla de Cerdeña. En ella precisamente se encuentran los marquesados de Oristán y de Gociano, incorporados en 1420 y 1478. Los ducados de Atenas y de Neopatria (en Tesalia) fueron conquistados por los famosos almogávares en 1312 y 1319, aunque ambos caerían en poder de los turcos hacia 1390 lo que, como vemos, no impidió que los reyes aragoneses siguieran utilizando el título.

El último documento corresponde a Carlos I. Como era de esperar, la lista de títulos del “emperador semper augusto” incluye todos los anteriores y añade unos cuantos más: rey de Alemania, archiduque de Austria, duque de Borgoña y de Brabante, conde de Flandes y del Tirol, sin que se olvide de las “yslas de Canaria [y] de las Yndias , Yslas y Tierra Firme del Mar Océano”. En nuestro documento la lista termina con un “etcétera” que encubre, entre otros, nada menos que el título de emperador romano de Oriente, que su último titular (ya desterrado) había vendido a los Reyes Católicos en 1503; por cierto, que este título debió parecer demasiado exagerado y ningún rey de España lo ha utilizado nunca. Digamos, para terminar, que estas retahílas eran frecuentes en los documentos regios solemnes hasta la llegada de los Borbones, que decidieron simplificar un poco. Sin embargo, formalmente el rey de España sigue siendo titular de todos estos sitios, aunque desde luego sin cuestionar su soberanía efectiva.

TODOS LOS OBREROS

Como todas las dictaduras, la de Franco puso especial interés en el control ideológico de la población, es decir, en mantener bien localizadas a todas las personas que pudiesen ser sospechosas de pensar de manera diferente. En particular, los trabajadores de grandes empresas fueron uno de los colectivos más vigilados en este sentido. El principal instrumento para ello era la Organización Sindical, pero en ocasiones no se dudaba en acudir a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En marzo de 1959 el gobernador civil de Toledo ordenó a todos los puestos de la Guardia Civil y a las comisarías de Policía de la provincia que hicieran un informe individualizado de la situación ideológica de todos y cada uno de los trabajadores de empresas de más de 20 empleados, con el fin de “tener en todo momento un exacto control de las masas obreras que trabajan en esta provincia de mi mando”. El señor gobernador no podía ser más expresivo.

El resultado es un impresionante expediente de más de 400 páginas donde se registran no solo los datos personales básicos de todas estas personas, sino también una breve (o no tanto) indicación de su ideología y de su comportamiento. Especial atención merecieron los colonos vinculados al Instituto Nacional de Colonización, muchas veces forasteros y para los que no se dudaba en pedir informe individualizado a su provincia de origen, como este de un oriundo de Villacastín (Segovia).

La mayoría de los informes hablan de personas de buena conducta, indiferentes en política o bien definidos como “adictos” al régimen, lo que muchas veces simplemente quería decir que asumían la situación con docilidad. Pero, como cabía esperar, de vez en cuando aparecen ciudadanos que han llamado la atención por algún motivo. Por supuesto, los antecedentes políticos, a veces de treinta años atrás, son un motivo principal para sospechar del trabajador. En este informe de una empresa de Esquivias se aprecia cómo se señala a los trabajadores “desafectos”.

Pero también se registran con puntualidad los cazadores furtivos o los delincuentes comunes.

Además de permitirnos conocer mejor los intríngulis del régimen franquista, esta documentación nos presenta un panorama muy preciso de la población trabajadora de la provincia, desde las grandes empresas a las más pequeñas, como se aprecia en este ordenado informe de Torrijos.

Informe

A veces incluso se incluye un breve resumen, como este correspondiente a Villacañas.

Informe

Por cierto, que la empresa más grande de la provincia es, sin duda, la cementera Asland, de Villaluenga de  la Sagra, cuyo informe ocupa 28 páginas de apretada mecanografía. En ella, también, se encuentra una inusual proporción de trabajadores considerados más o menos “sospechosos” por sus actividades antes y durante la guerra civil. Incluso su director técnico en Yeles, Antonio Sarabia, persona de prestigio en el campo de la ingeniería civil y a quien los agentes tratan respetuosamente de “don”, no puede hacer olvidar sus antecedentes políticos, a pesar de su buena conducta y de que “se muestra muy religioso y afecto al régimen actual”.

Informe

Por último, no podemos dejar de mencionar la eficacia de la Guardia Civil en esta tarea: la orden del Gobernador Civil lleva fecha del 11 de febrero, y a finales del mismo mes la mayoría de los puestos ya habían terminado sus informes, a veces bastante largos.

EL SOMATÉN

El somatén fue una especie de organización armada de voluntarios para la defensa civil. De origen catalán, funcionó en aquellas tierras desde la Edad Media, alternando épocas de florecimiento con otras de decadencia o de supresión. Su misión principal era colaborar con las autoridades en el mantenimiento del orden en los campos, lo que frecuentemente derivaba en la represión de cualquier actividad considerada contraria a los intereses de los propietarios rurales. En 1923, el dictador Miguel Primo de Rivera decidió extender esta institución al resto de España, dándole una organización para-militar y sometiéndolos en última instancia al Ejército. La provincia de Toledo se encuadró en la Primera Región Militar, con cabeza en Madrid. Por cierto, que el somatén madrileño fue de los pocos que llegó a editar un periódico propio, accesible en la web de la Biblioteca Nacional y donde pueden encontrarse detalles sobre la actividad del somatén toledano. En la fotografía aparece, probablemente, la constitución del somatén local de Toledo hacia 1925.

Constitución del somatén de Toledo

Los somatenes, que existirían en cada distrito judicial, distrito municipal o pueblo, estarían al mando de un “cabo” auxiliado por un “subcabo”. Podrán integrarse en ellos todos los varones de entre 23 y 60 años con las adecuadas aptitudes morales y que estén en posesión de un arma larga con su correspondiente licencia. Todos sus integrantes tendrán un carnet y deberán suscribirse al boletín oficial del cuerpo. Según los datos recopilados por Rosa María Martínez Segarra, en 1929 había somatén en 26 localidades de la provincia de Toledo, incluyendo la capital, y las cifras de afiliados oscilaron entre los 3.172 de 1925 y los 3.874 de 1927. Los miembros del somatén tuvieron, de hecho, inmunidad para casi todas sus acciones, determinados privilegios en tasas e impuestos y además eran frecuentes las fiestas y actos “patrióticos” para estimular la afiliación. Contaban con sus propias insignias y banderas, como esta, correspondiente al somatén local de Albacete.

Durante la II República el somatén fue suprimido y restituido en varias ocasiones hasta que en 1945 el régimen franquista lo recupera con la finalidad de ayudar en la lucha contra el maquis y la oposición interna. Naturalmente, los aspirantes a ingresar debían contar con informes favorables de la Guardia Civil, como este de un vecino de La Guardia en 1967.

Finalmente, el somatén se suprimió en toda España en 1978. En la actualidad, pervive en Andorra, aunque solo se convoca en situaciones especiales.