Francisco de Cervantes y Salazar nació en Toledo hacia 1518, de familia oriunda de la comarca de Torrijos. Estudió en la Universidad de Salamanca y desde 1539 estuvo al servicio de la Corte en diversos puestos. Frecuentó los ambientes humanísticos y literarios de su época y desde 1540 empezó a publicar obras muy notables. Estuvo largos años al servicio del arzobispo de Sevilla García de Loaisa y luego fue catedrático en la Universidad de Osuna.
Su vida cambiará al marchar a México hacia 1551. En ese momento se estaba fraguando la Universidad de México, que se autorizaría ese mismo año y empezaría a funcionar en 1553. Cervantes Salazar fue el encargado de leer el primer discurso de apertura y llegaría ser rector de esta Universidad. Desde entonces, se dedicó a impartir clases y escribir libros, además de ejercer algunos otros oficios en la ciudad novohispana.
Don Francisco había abandonado Toledo en plena juventud y ya no volvió a su ciudad natal. Pero conservamos en nuestro archivo algunos testimonios suyos; eso sí, siempre a través de apoderados. Por ejemplo, en junio de 1547 compra una tierra en “el valle de Camarena” a Isabel Verche.
Naturalmente, tras su marcha esta administración a distancia a través de apoderados continuó. Así, en mayo de 1560 el vecino de Toledo Luis Manuel, en virtud de un poder de Cervantes y Salazar, presenta ante el alcalde de Arcicóllar un mandamiento para traspasar el disfrute y administración de todas sus posesiones en la villa a Catalina de Sotomayor, viuda y vecina de Toledo, juntamente con sus hijas y con Luisa de Peralta. Llama la atención que Cervantes encargue la gestión de su hacienda a un grupo de mujeres y, por otro lado, sabemos que Sotomayor es una de las personas de su confianza, conservándose una abundante correspondencia entre ambos. Sin embargo, el inventario de todos los bienes resulta algo escaso: “un escritorio con ciertas escrituras que dejó en él, y una caldera grande de dos asas, y otra caldera quebrada, y un almirez con su mano, y una pililla blanca, y una silla de madera antigua, y un lagar de palo viejo”, a lo que hay que añadir las tinajas “las cuales, por estar soterradas las más de ellas, no se entregaron”. Finalmente, se enumeran el resto de bienes raíces: dos majuelos, una viña (la “Viña Grande”), tres tierras y un almendral.
Francisco de Cervantes moriría en Ciudad de México en noviembre de 1575. Pero todavía tres meses antes su amiga Catalina de Sotomayor gestionaba en su nombre el arrendamiento del cobro de una prestamera que disfrutaba el sevillano Nufro de Colindres en Guadajoz, una localidad al norte de Carmona. Aquí encontramos la firma de esta leal amiga y agente del intelectual toledano. Si tenéis curiosidad, además de varios artículos sobre él, su vida y su obra han sido objeto de una tesis doctoral, obra de Víctor Manuel Sanchís Amat.