Es un placer comunicaros que la exposición «Historias de la Edad Media» se prorroga hasta el 15 de diciembre. En nuestra Sala de Exposiciones (Trinidad, 10, Toledo), de 9’30 a 15’00 horas los días laborables. ¡Todavía tenéis tiempo! ¡Os esperamos!

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Hace unos días os presentábamos algunos documentos relacionados con judíos medievales de nuestro archivo. Hoy vamos a ver documentos relacionados con el mundo musulmán, aunque entendido esta vez de manera más flexible.
En efecto, si ya os dijimos que era difícil encontrar a los judíos en los documentos porque rara vez se asociaban a elementos visibles como firmas o sellos y había que buscarlos en el interior de los textos, mucho más ocurre eso con los musulmanes. Como podéis ver, para encontrarlos hay que sumergirse en los apretados textos de la letra cortesana del siglo XV. Pero al fin hemos encontrado a Hamete, hijo de Maestre Yuçaf Alvaní (¿albañil?), moro morador en Talavera, al que, en enero de 1461, el cura de la parroquia de San Pedro arrienda por cinco años una tienda junto a esa iglesia, por un precio de cinco reales anuales. Y unos años más tarde, en junio de 1497 y también en Talavera, el alcalde, el prioste y el avenidor de la cofradía de Santa María del Prado dan a censo enfitéutico la mitad de una viña en el llamado pago del Rey a “Homat, hijo de maestre Abdallá Chirón, herrero, moro, morador que sois en esta dicha villa de Talavera”, por precio de 70 maravedíes anuales. Observad cómo en ambos casos estas personas son calificadas de “moradores”, es decir, que no eran vecinos de pleno derecho aunque vivían en la ciudad.
Los mozárabes no eran musulmanes, sino cristianos viviendo en zonas de predominio musulmán. Tras la conquista de Toledo y su reino, a pesar del cambio de situación política y religiosa, los mozárabes siguieron manteniendo gran parte de su vida y costumbres, incluyendo la de firmar en árabe. Puesto que muchos de los cargos municipales de la ciudad de Toledo permanecieron mucho tiempo en manos de mozárabes, encontramos a veces estas firmas en algunos documentos. El más llamativo es el deslinde de Azután, de 1244. Aunque ya os hablamos largamente de él hace un par de años, no nos resistimos a mostrarlo aquí de nuevo, además de que podéis verlo en nuestra exposición “Historias de la Edad Media”. En él aparece la firma del alcalde mayor de Toledo, don Servant, escrita en aljamiado, que como recordaréis es la escritura castellana con caracteres árabes.
Pero tenemos otro documento que, si no es aparentemente tan bonito, nos ofrece hasta tres firmas en aljamiado. Se trata de un traslado (es decir, una copia autenticada por notario) de un privilegio del rey Fernando IV, “sellado con su sello de plomo colgado” por el que cede al monasterio de San Clemente el producto de todos los impuestos reales de sus vasallos (los del monasterio) en el reino de Toledo, excepto la moneda forera. El documento enumera todos estos impuestos, a saber: “los pechos, los pedidos, el fonsado, la fonsadera, los servicios, la yantar, la martiniega, la marzadga y las acémilas”; para que hoy nos quejemos de complejidad fiscal. Está fechada en Toledo el 6 de abril de la era de 1347, que corresponde a nuestro año 1309. Pero después de copiar el documento se dice: “Este traslado fue sacado de la carta dicha y concertado con ella ante los escribanos de Toledo, que sus nombres escribieron en fe de él”. Sigue la fecha: 16 de mayo del mismo año. Por fin cada uno de los tres escribanos atestiguan: “Yo Ferrand Alfón, escribano de Toledo, so testigo”, y la misma fórmula utilizan sus dos colegas Ruy Pérez hijo de Juan Pérez y Ruy Pérez hijo de Pedro López. Pero lo que más nos interesa es que debajo de cada uno de sus nombres aparece su rúbrica en caracteres árabes, probablemente en aljamiado. En medio siglo aproximadamente hemos pasado de firmar simplemente en aljamiado, a tener que firmar en ambas escrituras, la árabe y la castellana, señal clara de que le uso del árabe se estaba perdiendo poco a poco entre los mozárabes de la ciudad.
La Casa de Trastámara gobernó Castilla desde 1469 y también Aragón desde 1412. Hoy vamos a ocuparnos de los últimos reyes castellanos que pertenecieron a este grupo familiar tan poderoso, algunas de cuyas firmas y sellos conservamos en nuestro Archivo. Todos los documentos que os presentamos hoy podéis verlos en nuestra exposición “Historias de la Edad Media”.
Empecemos por el principio. Aunque los orígenes del condado de Trastámara están en Galicia allá por el siglo XI, el título revirtió en los reyes de León y luego de Castilla y León, que ocasionalmente lo concedieron a título vitalicio a algunos nobles. Pero hacia 1340 el rey Alfonso XI de Castilla entregó el título a su hijo bastardo Enrique con carácter heredable. Enrique, apoyado por un amplio sector de la nobleza y por los reinos de Aragón y de Francia (estamos en plena Guerra de los Cien Años en Europa), se rebeló contra su hermano el rey Pedro I, a quien venció en la batalla de Montiel en 1369. En este pequeño documento tan poco vistoso encontramos el pago que el concejo de Ocaña hizo “a Johan de Ocaña por albriçias de la pelea de Montiel, que dixo que vençió Nuestro Señor el rey la pelea”; desgraciadamente, la cantidad resulta ilegible.
Ya desde el siglo XIII los reyes empezaron a firmar de su mano con la expresión “Yo el Rey”. En nuestro archivo, el documento más antiguo que conservamos firmado de ese modo es de 1446 y corresponde a Juan II, bisnieto de Enrique II. También de este rey es el primer sello de placa que hemos localizado en nuestro centro, en este caso en un documento de 1442.
El hijo de Juan II fue Enrique IV. Como es bien sabido, la mayor parte del reinado de este rey transcurrió entre luchas internas, en especial con la excusa de la supuesta ilegitimidad de su única hija, Juana, apodada “La Beltraneja”. El partido opositor al rey se agrupó primero en torno a su medio hermano Alfonso, pero al morir este prematuramente se fijaron en Isabel, también hermana de padre de Enrique. Entre tensiones y luchas, aquí tenemos la firma de Enrique IV, muy abreviada, en un documento fechado apenas dos meses antes de su muerte en 1474, y su sello, un tanto deteriorado, al reverso del mismo documento.
A la muerte de Enrique IV se desató una guerra abierta entre los partidarios de Juana y los de Isabel, esta última apoyada por su marido el rey Fernando II de Aragón, que además era su primo segundo (ambos tenían al rey Juan I de Castilla como bisabuelo común). Todos sabéis el resultado de esta contienda. Isabel y Fernando, que pasarían a la Historia como “los Reyes Católicos”, pactaron un gobierno compartido y el mantenimiento cada uno de ellos de su título particular. Por eso, en sus documentos firmaban ambos: “Yo el Rey” y “Yo la Reyna”, como vemos en este documento de 1482 sobre los juramentos que aparecen en las escrituras notariales. Por supuesto, también contamos con su sello: en este caso, os presentamos el que está pegado a una provisión para que la villa de Ocaña pague 300 maravedíes como precio por determinados privilegios y exenciones fiscales. La última Trastámara en el trono castellano y aragonés será Juana I, la desdichada hija de los Reyes Católicos que, en realidad, solo reinó de manera nominal porque el gobierno efectivo estuvo en manos de su padre, su esposo y su hijo. No conservamos ni una firma suya en nuestro Archivo.
La semana pasada se emitió en la cadena de televisión local Teletoledo un estupendo vídeo sobre nuestro archivo, realizado por Wenceslaa Belendo y Javier González para el programa «Conectamos Castilla-La Mancha» que se emite por diversas cadenas locales.
Les ha salido tan bien que no queremos dejar de compartirlo con vosotros. Podéis verlo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=N6m8MAGsshM. Por supuesto, damos las gracias y la enhorabuena a sus autores.
En nuestra exposición “Historias de la Edad Media” hemos dedicado un lugar especial a los documentos en que aparezcan musulmanes o judíos, las dos minorías religiosas más características de la época. Hoy os vamos a presentar dos documentos en los que intervienen directamente judíos. Curiosamente, ambos están fechados el año 1464.
Como ocurre muchas veces con los documentos de archivo en general, y con los medievales en particular, su interés no es evidente sino escondido. Aparentemente, son papeles o pergaminos llenos de una escritura de difícil lectura para nosotros y sin apenas dibujos o adornos. Así es el primero de nuestros documentos de hoy. Se trata de una escritura de juramento fechada en marzo de 1464 que forma parte de un expediente sobre la venta que hizo doña Cetí, judía y viuda de don Yuçaf Abengadalla, de unas casas en la collación de Santa María de Talavera de la Reina a Martín González de Pedraza, gravadas con un censo en favor de la Colegiata. Sabemos que el difunto marido fue arrendador en 1460-61 del tributo de la “asadura” para la Hermandad Vieja de la ciudad, tributo que consistía en una tasa sobre el paso del ganado por determinados lugares. El primer detalle interesante es que en la carta de venta inmediatamente anterior vemos que Doña Cetí actúa en nombre de sus hijos Ilia y Cedina “como su tutriz e curatriz”, sin necesidad de licencia de ningún varón cercano, lo que resulta significativo en cuanto a la situación de las mujeres en finales de la Edad Media.
Pero lo más llamativo de este documento es el juramento propiamente dicho. Como era de rigor en el momento, después de otorgada la escritura de venta la vendedora debía jurar expresamente que no iba a echarse atrás ni ella ni sus herederos. La fórmula habitual hacía alusión a los Evangelios y a la Cruz, pero en esta ocasión la fórmula que utiliza es la siguiente: “juro por el Nombre del Criador vivo verdadero, que fiso çielo e tierra e mar e arenas e abrió la mar por dose carretas e dio la Ley a Moysén en el monte de Synay, e lo escribió con su dedo en tablas de piedra, e por los Diez Mandamientos de la Ley…”. Por supuesto, esta impresionante frase, que obliga por igual a cristianos y a judíos, es la fórmula legal que ya se recoge en el “Espéculo”, una de las recopilaciones de leyes mandadas hacer por Alfonso X, pero aun así no es demasiado habitual que aparezca en los documentos.
El segundo documento que os queremos enseñar es un recibo. Forma parte del expediente de compra de un olivar en Val de Santo Domingo que adquirió el convento de Santo Domingo el Real de Toledo al judío don Baruc Alocanén, de Maqueda en julio de 1464. Se trata del recibo de haber pagado la correspondiente alcabala, un impuesto similar a nuestro IVA. El interés radica en que todos los intervinientes son judíos. En efecto, los arrendadores del impuesto son Yudá Alocanén —quizá pariente del comprador de la finca— y Mosén Bahalalú; este último parece que años después se convirtió al cristianismo con el nombre de Lope Fernández. Se especifica que el olivar en cuestión, llamado “El Majuelo”, situado en el pago de Las Tapias, había sido de Mosén Gavisón, y que el pago efectivo no lo hizo Baruc en persona, sino a través de Yudá Abençubal. Incluso encontramos dos firmas, presumiblemente de los dos arrendadores del impuesto: en efecto, en una de ellas se lee “Yudá” y luego un signo, mientras que la otra, mucho más pequeña, resulta completamente ilegible para nosotros. Como en el documento anterior, no es que las firmas de judíos medievales sean totalmente excepcionales en los archivos españoles, pero tampoco aparecen todos los días.
Por último, si tenéis curiosidad por saber más cosas sobre estos judíos, nosotros hemos sacado algunos datos de este artículo de César Pacheco sobre los de Talavera y de este otro de Gonzalo Viñuales sobre Maqueda.
La semana pasada tuvimos el honor de recibir una donación de un conjunto de fotografías para nuestro archivo. Se trata de 59 imágenes del El Toboso fechadas todas en 1979. Su autora, Elena Carvajal García-Pando, nos ha cedido estas imágenes sin ninguna contraprestación aunque ella continúa conservando los positivos originales en papel; al parecer, los negativos se perdieron hace tiempo. En todo caso, las imágenes son muy interesantes y, por supuesto, agradecemos a su autora y propietaria su generosidad. Hay que señalar que esta pequeña colección complementa perfectamente nuestros fondos fotográficos, entre los que no contábamos con ninguna imagen de El Toboso.
Las fotografías fueron tomadas con ocasión de una exposición celebrada en las antiguas Escuelas de la localidad manchega en el año citado. Todas reflejan distintos elementos arquitectónicos en un momento en que la arquitectura toboseña todavía no había sufrido las alteraciones propias del desarrollo urbanístico de finales del siglo pasado. Además de las imágenes en sí, la donación incluye una guía que identifica cada uno de los lugares retratados y aporta algunos detalles históricos o etnográficos, y de ella hemos sacado la mayor parte de nuestros datos.
Entre los elementos retratados destacamos los pozos, que fueron declarados Bien de Interés Patrimonial en 2016. Del total de ocho pozos conservados, tenemos fotos de tres de ellos: el de la Puerta, el de Arriba y el de la Cadena. Os ofrecemos una imagen de este último, donde se aprecian las marcas de las sogas utilizadas para sacar el agua.
También tenemos varias imágenes de elementos de interés etnográfico, como la reja de una casa de la calle Bancos, que fue zapatería y casino, las tinajas con la marca “Toboso” o una aldaba con forma de pata de caballo.
Pero la mayor parte de las imágenes son de elementos arquitectónicos. Así, la portada de la llamada “Casa de los Perros” (por los que se ven junto a la ventana), las ruinas de la ermita de Santa Ana o la bella perspectiva de la calle Alberto Cerro, con sus casas encaladas.
Y terminamos con dos fotografías de patios, una de ellas de la “Casa de la Memoria” y otra, de una casa en la calle María Zambrano, donde se aprecia el característico empedrado decorativo.
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La memoria, el olvido, los documentos y los archivos serán el eje central de este blog porque…sin archivos, sin documentos, sin archiveros…¿podemos preservar nuestra memoria?
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