EL ARCHIVO DEL DOCTOR LORIENTE

Sabemos muy pocas cosas del doctor Domingo Loriente. Por ejemplo, que en 1615 intervino como asesor experto en una permuta de casas entre la Compañía de Jesús y el Hospital de la Misericordia de Toledo (lo cuenta David Martín en su tesis doctoral). O que en 1631 era “regente” de la cátedra de prima de Medicina de la Universidad de Toledo, para la que escribió unos “Prolegomena” y otros tratados médicos que hoy se conservan manuscritos en la Biblioteca Nacional. Y en 1647 aparece como testigo en una escritura de poder otorgada por Dorotea Calderón de la Barca, hermana del famoso dramaturgo, que está en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid y que fue transcrita por Krzysztof Sliwa. En resumen, que era un profesor y médico toledano de la primera mitad del siglo XVII, familiar del Santo Oficio y que, además, era bastante rico. ¿Qué cómo sabemos esto último? Pues porque en el AHPTO conservamos su archivo personal.

En realidad, solo hemos localizado una parte de su archivo personal, pero en ella está su catálogo general, llamado “El patrón de los papeles y escrituras del Molinillo”, algo nada frecuente en la época salvo en la Administración y en las grandes casas nobiliarias. Se trata de un tomo de 89 folios encuadernado en pergamino. En el primer folio se especifica su contenido: “Índice de todos los papeles y escrituras que tiene el doctor Domingo Loriente, médico de Toledo, así en El Molinillo como en otras partes”. Además, se relacionan, a modo de tabla de contenido, cinco “libros”, cada uno de ellos dedicado a copiar los documentos que afectan a determinadas propiedades o asuntos. Sin embargo, este «patrón» incluye la relación pormenorizada del contenido de hasta 16 libros diferentes que parecen abarcar todo el archivo del doctor Loriente.

Cabecera del folio 22 del "patrón" del archivo del doctor Domingo Loriente, dedicado al "Sexto libro"
Detalle del «patrón» del archivo del doctor Loriente

Dentro del «patrón», pues, hay un capítulo dedicada a cada «libro», que comienza confirmando la temática que abarca (“En este sexto libro está la carta de venta y los demás títulos pertenecientes a la huerta de El Milagro, que yo el doctor Domingo Loriente tengo en término del lugar de El Molinillo, que alinda con el río de Alboer y con la dehesa del lugar de El Molinillo”), seguida de la reseña catalográfica de los documentos correspondientes.

"1624, diziembre. Están en este libro los títulos de las posadas siguiente: la posada de los torneros [...] la posada de Valdibáñez. Jesús, María y Josef"
Primer folio del libro 15 del archivo del doctor Loriente

Junto con este “patrón” conservamos algunos de los “libros” a los que hace referencia. Desgraciadamente, de los 16 solo hemos encontrado cuatro, correspondientes a los números 6, 12, 14 y 15. En alguno de ellos incluso hay una fecha, diciembre de 1624, seguramente la de su confección; en este ejemplo, que es el libro 15, se encuentran las copias de los documentos sobre diversas “posadas” o asientos de colmenas.

"Molinillo. Títulos de los cañamares del Milagro, que aora son güerta de árboles. Libro 6º"
Cubierta del libro sexto del archivo del doctor Loriente

Todos los libros conservados tienen un título que se corresponde con lo que dice el “patrón”. Por ejemplo, por seguir con el mismo libro sexto, en su cubierta puede leerse “Molinillo. Títulos de los cañamares del Milagro, que ahora son huerta de árboles. Libro 6”. En su primer folio está el índice: “Molinillo. Huerta del Milagro. Este índice es de todos los librejos [¿?] tocantes a la huerta del Milagro, y se advierte que el folio se ha de mirar por la parte baja de cada hoja”. Como siempre, hemos modernizado la ortografía. Después del índice, se copian a la letra todos los documentos correspondientes. Estamos, pues, ante un conjunto de «libros copiadores». Esta práctica era muy frecuente en la época y se realizaba por motivos de eficiencia (para tener a mano los documentos, o al menos sus copias, cuando hicieran falta) y también de seguridad. Evidentemente, estos “libros” cumplían esa función y eran guardados por su dueño en El Molinillo (hoy una aldea del municipio de Retuerta del Bullaque, en la zona ciudadrealeña de los Montes de Toledo), aunque él mismo dice que sus casas principales están en el Arrabal de Toledo.

"Molinillo. Guerta del Milagro. Este índice es de todos los librejos tocantes a la guerta del Milagro..."
El primer folio del libro sexto del archivo

Lo que no tenemos claro es cómo ni por qué llegaron estos documentos a nuestro archivo. Creemos que pudieron haber ingresado entre 1964 y 1966, pero no sabemos quién los envió. Otro de los pequeños misterios que pueblan nuestro archivo, con el que aprovechamos para desearos una feliz Navidad y un próspero año 2023.

EL PUENTE CONTADERO

Al sur de La Puebla de Montalbán hay un puente, el “Puente Contadero”, hoy en desuso, del que os queremos hablar. Aunque sin duda ya existía algún tipo de puente anterior, parece que la fábrica del actual se remonta a la segunda mitad del siglo XVI. Formaba parte de la extensa red de cañadas que recorría toda la Península y precisamente su nombre se debe a que se utilizaba para contar el número de cabezas de ganado que pasaban por él. Como casi todos los puentes, cada cierto tiempo sufría derrumbes más o menos importantes a causa de las avenidas del río Tajo, y, cada vez que se hundía, los hombres y mujeres de La Puebla lo volvían a reconstruir. Así sucedió también en 1779, pero esta vez fue algo diferente, porque contamos con un detallado plano.

Plano que representa el desvío del río y la rotura de la presa del Puente Contadero, en La Puebla de Montalbán.
Plano de la rotura de la presa junto al Puente Contadero de la Puebla de Montalbán (1780)

La situación es la siguiente: el año citado la avenida del río se había llevado por delante parte de los arcos de la zona sur del puente, la más alejada de la villa, donde existían dos molinos. Para alimentar los molinos, se había construido un muro a modo de presa que encauzaba el agua del río hacia ellos; en caso de avenida, el sobrante sobrepasaba el muro y se derramaba hacia la margen derecha, donde existía un amplio arenal salvado por el propio puente. Bien, pues parece que el Consejo de Castilla había ordenado a los arquitectos Simón Crespo, Juan de Mazas, su hermano Tomás y José Antonio de Ibarrola reparar el puente. Para ello habían tapado la entrada del agua a los molinos con un monte de arena, lo que había provocado la rotura de la presa, que era propiedad del Duque de Uceda. El pleito estaba servido y lo conservamos en nuestro archivo. Entre las diversas pruebas presentadas, uno de los litigantes, llamado José Hernández Sierra, aporta un estupendo plano del área afectada con los desperfectos causados por el desvío del cauce del río. El plano es una pequeña joya. Fijaos, por ejemplo, en el minucioso dibujo de los molinos y de sus canales.

Plano del Puente Contadero en 1878

Aproximadamente un siglo después el puente se integró en la carretera de Torrijos a Navahermosa, actual CM-4009, pero no por ello dejaba de derrumbarse, y lo hacía por el mismo sitio. La crecida de 1877 debió ser también bastante fuerte y se llevó por delante varios arcos del estribo sur. La Delegación de Obras Públicas se hizo cargo de las reparaciones, dirigidas por el ingeniero Emilio Grondona, al que ya conocemos de otras ocasiones como la construcción de la carretera de Toledo a Mora o el Puente de Hierro de Talavera de la Reina. Grondona plantea una solución provisional de madera y luego otra definitiva de piedra, pero lo que nos interesa ahora son los planos de la situación previa, donde encontramos los molinos y la presa prácticamente en la misma situación que en el siglo anterior. La obra terminaría en 1881.

En el Archivo de la Diputación Provincial de Toledo hemos encontrado una foto del puente de la década de 1960, tomada desde aguas abajo y donde podemos apreciar claramente los molinos, seguramente ya abandonados. En 2005 se construyó un nuevo puente aguas arriba y el antiguo quedó en desuso, aunque en los últimos años se han lanzado diversas iniciativas ciudadanas para, al menos, mantenerlo en relativo bien estado. En todo caso, como vemos en la fotografía aérea actual, los molinos ya se encuentran en ruinas, pero todavía se aprecia la presa que los alimentaba, en la parte inferior de la imagen y casi tapada por la vegetación.

EL ÚLTIMO VIAJE DE UN ARRIERO

Como es sabido, los arrieros eran los profesionales encargados del transporte a larga distancia de mercancías y ocasionalmente también de personas. Es decir, antecesores directos de los camioneros actuales. En España los más famosos eran los procedentes de la comarca de La Maragatería, en León, pero, como es natural, había arrieros en todas partes. Hoy os vamos a hablar de uno de Mora, que se llamaba Domingo López Díez. Murió lejos de su casa y quizá por no tener familiares directos los documentos que llevaba encima fueron a parar al escribano del pueblo. Echemos, pues, un vistazo.

En primer lugar, encontramos algunas páginas con multitud de certificaciones breves y algo desordenadas, que dan fe de los lugares por donde fue pasando y nos permiten reconstruir su itinerario. Al final de una de estas páginas puede verse que llegó a Peñafiel el 12 de septiembre de 1844. Justo detrás, encontramos la siguiente nota: “Ha permanecido hasta hoy, que ha fallecido. Peñafiel, 15 de noviembre [de] 1844”. Las certificaciones nos informan de que Domingo había salido de la parroquia de San Miguel de Basauri (Vizcaya) el 5 de noviembre y pasó por Rivabellosa, Castil de Peones y Villafruela, entre otras localidades que no hemos sabido identificar. En total, 256 kilómetros en ocho días, a unos 32 kilómetros diarios. Además de este viaje, los documentos permiten reconstruir otros viajes anteriores, incluyendo un largo periplo de 900 km por las actuales provincias de Alicante y Murcia, esta vez a una media de 45 km diarios. Digamos que el trayecto hacia el norte se realizaba por Bargas, Navalcarnero y El Escorial mientras que el del Levante pasaba por Quintanar de la Orden, El Provencio, La Roda, Pozo de la Peña y Villena, volviendo desde Murcia por Hellín y Barrax.

Pero volvamos a su último viaje, porque todavía nos proporcionará algunos detalles interesantes. En efecto, en esta ocasión Domingo llevaba “catorce bultos con catorce quintales de bacalao”, unos 1.400 kg, que habían sido consignados por el conocido comerciante bilbaíno Tiburcio María Recacoechea y tuvo que pasar por algunos controles militares en Vitoria y Miranda de Ebro. No olvidemos que la I guerra carlista había terminado hacía dos años escasos. Por lo demás, los documentos atestiguan que el bacalao era uno de los productos que más trabajaba nuestro transportista.

Pasaporte de Domingo Martín López para pasar desde Piña de Campos (Palencia) hacia el sur.
Pasaporte de Domingo Martín (1844)

Entre los documentos tenemos también un pasaporte, expedido durante un viaje anterior, en agosto del mismo 1844 en el lugar de Piña de Campos (Palencia), gracias al que sabemos que nuestro hombre tenía 37 años, era bajito (5 pies de alto, poco más de 1,5 metros), de pelo castaño, ojos pardos, color trigueño y nariz regular, sin ninguna marca especial. El permiso se le concede “para que pase a los pueblos del interior a ejercer su tráfico. Le abona el que deja cumplido”, es decir, que su propio trabajo le sirve de garantía de buena conducta.

Recibo expedido por Agustín Wunsh en favor de Domingo López de la entrega en Santander de algunos vasos y copas.
Recibo expedido por Agustín Wunsch en favor de Domingo López (1842)

El conjunto de documentos incluye otras varias guías y abundantes cuentas, recibos y cartas, a veces difíciles de relacionar con nuestro arriero. Pero no queremos dejar pasar el recibo que le extiende Agustín Wunsch en junio de 1842 sobre tres (quizá dos; no conseguimos leerlo bien) vasos de medio cuartillo, y un vaso y una copa dorados. Se trata, como vemos, de mercancía delicada y relativamente costosa. Además, aparece la dirección de entrega: “Tienda de alemanes. Calle de San Francisco en Santander”. Esta calle sigue siendo una de las más comerciales de la capital cántabra y la “tienda de alemanes” aparece citada en el libro “Escenas montañesas” de José María de Pereda, publicado en 1864.