Casiano Alguacil

Casiano Alguacil fue uno de los más grandes fotógrafos españoles. En el AHPTO no conservamos ninguna obra de su autoría, pero sí dos retratos que le hizo su colega Eugenio Rodríguez. De ellos, sin duda el más conocido y reproducido es este, probablemente fechado en la década de 1910, y que nos lo presenta en una estupenda pose, quizá algo impostada y puede que hasta irónica (los que le conocieron siempre afirmaron que su ceñudo aspecto exterior ocultaba una gran bonhomía), con pipa, gorra, lentes, capa y bastón. Todo un hidalgo de otros tiempos. Podéis disfrutar de una ampliación de esta fotografía en nuestra exposición permanente.

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Su biografía es bien conocida, así que nos limitaremos a dar los datos más esenciales. Nació en Mazarambroz en 1832, en tiempos turbulentos y en medio de una familia humilde. En 1866 ya le encontramos en Toledo dedicado al naciente arte fotográfico. Su establecimiento pronto se hizo muy popular entre los toledanos, que no dejaban de acudir a que les hiciese un retrato. Durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874) estuvo muy implicado en la vida política local, y hasta su muerte mantuvo una ferviente ideología republicana. Tras la restauración monárquica, se dedicó de lleno a su oficio, ampliando horizontes y clientela al incorporar las fotografías turísticas y la colaboración con restauradores y artistas de la Edad de Plata de la cultura española.

En 1908 cedió al Ayuntamiento de Toledo la mayor parte de sus trabajos con la intención de crear un Museo con ellos. El consistorio le nombró conservador del mismo, con su correspondiente salario, pero el museo no llegó a hacerse realidad. En 1914 Casiano Alguacil murió en un hospital toledano, siendo enterrado con honores municipales.

Su legado al Ayuntamiento pasó largo tiempo casi desapercibido hasta que en los años 80 del siglo pasado algunos estudiosos de la fotografía llamaron la atención sobre su obra, y hoy es considerado una figura esencial en la historia de la fotografía española. La mayor parte de su obra se conserva en el Archivo Municipal de Toledo, y otra parte la custodia hoy el Archivo de la Diputación Provincial de Toledo; en ambos casos, todas las fotografías pueden verse y descargarse libremente. Además, al parecer existen más fotografías de Alguacil dispersas en otros lugares, como la Hispanic Society de Nueva York. Sobre este fotógrafo se han realizado varios estudios, entre los que puede destacarse el estudio de Beatriz Sánchez Torija titulado “Casiano Alguacil. Los inicios de la fotografía en Toledo”, publicado por el centro de Estudios de Castilla-La Mancha en 2006.

El mapa de Olías del Rey (1751)

Uno de los documentos “estrella” de nuestro archivo es, sin duda, el espectacular plano de Olías del Rey, integrado en la documentación del llamado “Catastro de Ensenada”. Este mapa ha sido elegido como motivo principal del cartel de nuestra exposición permanente, donde podréis disfrutar del documento original hasta final del verano, cuando la sustituiremos por una reproducción.

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El Catastro de Ensenada es el primer intento serio realizado en España (y uno de los primeros en Europa) de averiguación de la situación de la propiedad inmobiliaria con finalidad fiscal. En otras palabras, de saber qué tierras o casas tiene cada uno para así poder cobrar los impuestos de manera más justa y eficaz. Hoy nos parece algo muy natural, pero este primer intento no llegó hasta mediados del siglo XVIII.

Hasta ese momento, los impuestos que pagaban los súbditos eran muy variados según el lugar, la situación social o la actividad realizada. Además, frecuentemente su cobro estaba enajenado (“externalizado”, diríamos hoy), lo que daba lugar a abundantes fraudes y corruptelas. Aunque hubo tímidos intentos anteriores, no sería hasta el afianzamiento definitivo de los reyes borbones, con sus aires de Ilustración y racionalidad, que se tomarían verdaderas medidas para poner orden en este fárrago tributario. La más importante fue la imposición de la “Única Contribución”, que se pagaría de acuerdo con las propiedades de cada cual. Su impulsor fue el todopoderoso Ministro de Hacienda Zenón de Somodevilla, I Marqués de la Ensenada.

Naturalmente, para ello era necesario conocer estas propiedades. Ese era el objetivo del “Catastro” que llevaría el nombre del marqués, y para ello, desde 1749, se desplegó por toda la Corona de Castilla un pequeño ejército de agrimensores, escribanos, contadores y otros funcionarios. Las operaciones incluían la averiguación de una larga serie de preguntas y de recogida de información muy detallada, no solo sobre propiedades sino también sobre situación económica, demográfica y todo tipo de detalles. Los trabajos sobre el terreno se encargaron a las Intendencias de Hacienda, precedentes de las actuales Delegaciones de Hacienda, y dentro de ellas a las oficinas llamadas “contadurías”.

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En la Intendencia de Toledo, cuya superficie era considerablemente mayor que la actual provincia, los trabajos se iniciaron enseguida, y para 1758 prácticamente ya habían concluido, salvo algunas revisiones posteriores. Su resultado son casi 720 cajas de archivo que incluyen una información detallada y completa de la situación de nuestras ciudades y campos a mediados del siglo XVIII. Hay que decir que un resumen de cada localidad se enviaba a la “Contaduría Mayor de Cuentas” y hoy se conservan en el Archivo General de Simancas. Pero los detalles están en los AHP.

En algunos casos, los funcionarios llegaban a dibujar mapas más o menos esquemáticos del término municipal. Pero ninguno de ellos llegó nunca al grado de precisión y valor estético del plano de Olías del Rey, una auténtica excepción en su época. Pueden reconocerse con facilidad no solo la torre de la iglesia (desde donde se marcan los puntos cardinales) y las casas del pueblo, sino también buena parte de sus calles y caminos, muchos de ellos todavía en uso, incluyendo el camino de Madrid a Toledo, actual autovía A-42.