«TOCA LA RADIO» EN EL AHPTO

Ayer, en nuestra Sala de Exposiciones, inauguramos la exposición «Toca la radio». Se trata de una muestra de cincuenta aparatos de radio, datables entre finales de los años 20 y finales de los años 70 del siglo pasado, junto con otros objetos alusivos, que son propiedad de Miguel Carballeda, presidente del Grupo Social ONCE. La exposición permanecerá abierta todos los días laborables por la mañana hasta el 6 de junio.

Dibujo que representa varios aparatos de radio con ojos y caras sonrientes. bajo ellos, el texto "Toca la radio. Bienvenidos a la radio que se oye y se toca".

A la inauguración, además del propio Carballeda, asistieron el Consejero de Educación, Cultura y Deportes, Amador Pastor; la Viceconsejera de Cultura y Deportes, Carmen Teresa Olmedo; el Delegado de la ONCE en Castilla-La Mancha, Carlos Javier Hernández; el Delegado provincial de Educación, Cultura y Deportes, José Gutiérrez y la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Toledo, Ana Pérez, entre otras personalidades.

Imagen de conjunto del interior de la Sala de Exposiciones del AHPTO, con algunos objetos expuestos y un numeroso grupo de personas.

Por nuestra parte, además de acoger esta muestra, hemos querido colaborar con una vitrina donde exponemos algunos documentos relacionados con la radio y que iremos desgranando con más detalle en las próximas semanas.

Panorámica del interior de la Sala de Exposiciones del AHPTO, con una vitrina con documentos en primer plano y, a su lado, un atril con dos micrófonos.

Paralelamente a la propia exposición, se celebrarán los días 15, 21 y 22 de mayo, y el día 5 de junio, por la tarde, en la propia Sala de Exposiciones del AHPTO, unas mesas redondas con periodistas relevantes de nuestra región. Tanto estas mesas redondas como la propia exposición son de acceso libre para todo el que quiera acudir.

Cartel de las actividades paralelas de la exposición

EL HOSPITAL PROVINCIAL

Casi se nos pasa el año 2023 sin al menos mencionar que se han cumplido los 90 años de la inauguración del Hospital Provincial de Toledo.

Tres fotografías del día de la inauguración. En las tres aparece en un grupo de hombres. En primer término, dos de ellos con sombrero (Alcalá Zamora y Azaña), otros dos con medalla al cuello (Fiscer y Serrano) y varios hombres con bata blanca. Tras ellos, un grupo numeroso de personas. en la priemra fotogra´fi se les ve saliendo de una de las puertas del Hospital, con un grupo de sanitarios con bata blanca observándoles al fondo desde una terraza. En la segunda fotografía se les ve caminando junto a una tapia. en la tercera fotografía, de nuevo a la salida del hospital, pero un poco más alejados de la puerta, con un árbol a la derecha.
La inauguración

En efecto, este Hospital fue inaugurado oficialmente el 20 de enero de 1933. Conservamos algunas fotos del acto de inauguración, en un día bastante frío, por lo que parece. Como vemos, acudieron las más altas autoridades del país en ese momento, es decir, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y el presidente del Gobierno Manuel Azaña. De entre los personajes que les acompañan hemos podido reconocer a José Fiscer Barneito, presidente de la Diputación Provincial (propietaria del Hospital), que es el señor que lleva medalla y tiene la frente más despejada. El otro caballero que luce insignia institucional probablemente sea el Gobernador Civil Juan Serrano Piñana, aunque de este estamos menos seguros porque no conocemos ninguna otra imagen suya. De los demás asistentes no hemos reconocido a ninguno.

Tres fotografías del edificio del Hospital.  En la primera se ve una galería a la derecha y, al fondo, la parte superior del Castillo de San Servando y el Alcázar. en la segunda se ve la entrada principal del edificio, con un jardín con matorrales y árboles desnudos al frente y una carretera en primer plano. En la tercera, las galerías traseras del edificio, con un camino bordeado de árboles desnudos en primer plano.
El exterior

Todo el proceso de diseño y construcción del edificio fue largo, entre otros motivos por los avatares políticos. En efecto, el concurso para redactar el proyecto se había convocado en 1926 y el ganador sería el arquitecto madrileño Manuel Sánchez Arcas, con la colaboración de Luis Lacasa y Francisco Solana. Sánchez Arcas fue uno de los más importantes arquitectos españoles del primer tercio del siglo pasado y para entonces había construido ya varios hospitales y ganado premios internacionales, pero era conocido sobre todo por su colaboración en la construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid, donde realizó su Hospital Clínico. Destacado comunista, tras la guerra hubo de exiliarse primero a la URSS y luego a Polonia, donde continuó realizando notables edificios hospitalarios. Murió en Berlín en 1970. Si queréis conocer más detalles respecto de este proyecto, incluyendo fotografías y reproducciones de los planos originales, os recomendamos el artículo de Javier García-Gutiérrez Mosteiro en el libro colectivo de homenaje a Sánchez Arcas que se publicó en 2003.

Tres fotografías del interior del Hospital. En la primera, una vista de las galerías desde el interior. En la segunda, una gran sala con ventanas a ambos lados. dos hileras de camas y una puerta al fondo. En la tercera, una sala con una mesa metálica que tiene un tubo de salida de gases en medio. A la derecha, un autoclave cilíndrico y al fondo cuatro recipientes metálicos conectados entre sí.
El interior

El Hospital Provincial, como es sabido, es heredero directo del Hospital de Misericordia, del que os hablamos la semana pasada. Digamos ahora que estaba situado en la Plaza de Padilla, en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha, pero a principios del siglo pasado este local se había quedado evidentemente obsoleto. El nuevo hospital, como puede comprobarse, se situó en el barrio de Santa Bárbara, en una zona despejada y luminosa y se equipó con la maquinaria más moderna de la época.

De este modo, os deseamos a todos una muy feliz Navidad y un próspero año nuevo.

GASTOS HOSPITALARIOS EN EL SIGLO XVII

Como es sabido, el actual Hospital Provincial de Toledo es heredero directo del Hospital de la Misericordia, que funcionó en la ciudad desde la Edad Media. El grueso de la documentación histórica de este hospital se encuentra en el Archivo de la Diputación Provincial, pero, por razones desconocidas, en nuestro archivo tenemos un pequeño grupo de cuentas y recibos de este centro de los primeros años del siglo XVII. Algunos de estos documentos los podéis ver todavía en nuestra exposición “La rebotica del archivo”, abierta hasta después de Navidad.

"Reciví del Señor Maestro Alonso de Arciniega seiscientos y ocho maravedís de medicinas que an llebado de mi botica para los pobres desde primero de henero de mill y seisçientos y quinçe asta fin de mayo del dicho año, y por la verdad lo firmé en Toledo en 5 de junio del dicho año. DCVIII mrs. Phillippe de Valencia"
Recibo de la botica de Felipe de Valencia

Uno de estos recibos es especialmente interesante porque nos presenta, probablemente, el gasto total en medicinas del Hospital entre enero y mayo de 1615. En efecto, a principios de junio de ese año el boticario Felipe de Valencia otorga recibo de 608 maravedíes de medicinas “que han llevado de mi botica para los pobres”. El receptor de la cuenta es el maestro Alonso de Arciniega, que, como veremos enseguida, era el mayordomo mayor del Hospital en ese momento.

Junto al recibo encontramos una lista de gastos “después de la memoria pasada”. Esta lista es interesante porque se enumeran productos claramente farmacéuticos. Así, encontramos trementina de abeto, “agua rosada”, armónico, valeriana, albayalde, hierbabuena, varios tipos de emplastos (de aquilón mayor y menor, de palma y “Géminis”), etc. Incluso aparece una “triaca”, la panacea más famosa desde la Antigüedad, cuya composición era tan variada como sus aplicaciones. Todos estos gastos montan 14.700 reales, a los que hay que añadir 28.900 de “otra receta” para una deuda total de 43.600, aunque el documento dice “43.700”, quizá por error.

Recibo del ajuste de cuentas entre Alonso de Arciniega, mayordomo del Hospital de Misericordia de Toledo, y su mayordomo de limosnas, Juan Pacheco de Rojas.
Ajuste de cuentas del mayordomo del Hospital de la Misericordia

Esta cuenta de gastos no tiene fecha, pero la encontramos entre el recibo del 5 de junio que hemos citado y otro del 10 del mismo mes, en el que al mismo Arciniega ajusta cuentas con el mayordomo de limosnas, Juan Pacheco de Rojas. En esta ocasión tampoco se especifica el período al que se refiere, pero el gasto total fue de 24.773 maravedíes, de los que hay que descontar 10.268 maravedíes “de una almoneda que yo el dicho Alonso de Arciniega hice”, con lo que quedan 14.505 maravedíes que Pacheco paga en el acto a Arciniega. Hay que decir que este Juan Pacheco de Rojas fue esposo de Francisca de Rivadeneira, perteneciente a una de las más rancias familias toledanas de la época.

No siempre los recibos o los rubros contables son tan explícitos. En realidad, lo habitual era liquidar los gastos de forma bastante general. Por ejemplo, en el mismo abril de 1615 Diego de Montoya otorga recibo de 46,5 reales por “algunas cosas que he dado para el gasto de la botica del dicho Hospital”, y al mes siguiente el mismo Montoya ordena pagar 600 reales al despensero Andrés Sánchez y al enfermero Diego de San Juan “para el gasto de las camas y cura de los pobres”. Por cierto, que Diego de Montoya llegaría a ser sucesivamente obispo de Popayán (Colombia) y de Trujillo (Perú).

LA VISITA DE FLEMING

En 1948 Alexander Fleming (1881—1955) era uno de los científicos más famosos del mundo. Había descubierto la penicilina en 1928, pero en un primer momento el hecho no tuvo demasiada repercusión. Solo cuando se empezó a tratar con esta sustancia a los heridos de la II Guerra Mundial se reconoció el enorme valor de la nueva medicina. Y empezaron a llover los honores sobre el médico inglés, hasta obtener el premio Nobel en 1945, compartido con Howard Walter Florey y Ernst Boris Chain, quienes habían desarrollado el descubrimiento del primero. Pero, para entonces, Fleming era muchísimo más popular que sus dos compañeros.

Fotografía de Alexander Fleming y Gregorio Marañón, ambos de perfil, pero Fleming mirando a la cámara, en el exterior de un jardín o huerto
Fleming y Marañón

Una muestra fue el viaje que hizo a España en la primavera de 1948. Llegó a Barcelona el 26 de mayo y su gira por nuestro país combinó las conferencias y los actos académicos con otras diversiones, entre las que no faltaron ni la corrida de toros ni el partido de fútbol. Además de la Ciudad Condal, Fleming visitó sucesivamente Sevilla, Córdoba, Jerez de la Frontera y Madrid, donde se le concedió el doctorado honoris causa por la entonces Universidad Central, hoy Complutense. El día 13 de junio, después de una rápida visita al Museo del Prado, se desplazó a Toledo, donde ejercería de anfitrión Gregorio Marañón. En la fotografía podemos ver a ambos en un momento casi distraído.

Durante ese día el científico británico apenas pudo parar. Hay que decir que él mismo declararía verse sorprendido por el cariño popular que recibía en todas las ciudades españolas que visitó, incluyendo la nuestra. En Toledo almorzó en el Cigarral de Menores y pudo conocer “El entierro del señor de Orgaz” y el Hospital Tavera, entonces colegio. Esa misma tarde regresaría a Madrid para volver al Reino Unido al día siguiente. Esta fotografía forma parte de nuestra exposición “La rebotica del archivo” y creemos que se publica ahora por primera vez. Pero, si tenéis curiosidad, existen algunas fotos más de esta visita, publicadas hace algunos años en el excelente blog Toledo Olvidado.

MALAS PRÁCTICAS MÉDICAS

Hoy, el cirujano es un médico especializado en intervenciones quirúrgicas, pero durante la Edad Media y el Antiguo Régimen el “cirujano” era una especie de auxiliar que lo mismo sacaba una muela que elaboraba un cocimiento de hierbas o realizaba una sangría. Por eso, cuando el 5 de diciembre de 1785 el médico de Magán, Félix de Marco Lizana denuncia por malas prácticas a José Ruano, cirujano del pueblo, le califica despectivamente de “sangrador y cirujano romancista”. Los “romancistas” eran cirujanos que no sabían latín, es decir, que no habían acudido a la universidad y habían aprendido el oficio meramente por haber sido ayudantes o “practicantes” de otro cirujano, aunque sí tenían licencia del Real Protomedicato para ejercer su actividad.

El cirujano llevaba ya un tiempo ejerciendo en el pueblo cuando, en julio de 1785, llegó nuestro médico, con su título universitario bajo el brazo. Desde entonces, según este, no había dejado de intentar desacreditarle ante los vecinos. En palabras del propio galeno: “…por fingir ciencia que no tiene, o por su genio inquieto e insultante, o por no depender de la discreción y preceptos de los médicos, ha profesado tanta oposición con los que lo fueron allí y ha hecho tanto alarde de no sujetarse a ellos que en tiempo de mi antecesor, don José Fernández, ya difunto, aconsejaba a sus pacientes no le llamasen, ofreciendo curarlos él […] introduciéndose a curaciones que ni entiende ni le tocan e indisponiendo las por mí dirigidas”. Además, mes y medio atrás el cirujano había calumniado al médico ante su colega de Villaseca diciendo “que no sabía recetar contra las tercianas más que sangría y quina, y que ya tenía dicho a sus pacientes no me llamasen si caían enfermos”.

"...que el referido zirujano o por finjir ciencia que no tiene, o por si genio inquieto e insultante o por no depender de la discreción y preceptos de los médicos, ha profesado tanta oposición con los que lo fueron allí y ha hecho tanto alarde de no sujetarse a ellos que en tiempo de mi antecesor don Joseph Fernández, ya difunto, aconsejaba a sus pacientes no le llamasen, ofreciendo curarlos él... introduciéndose a curaciones que ni entiende ni le tocan e indisponiendo las por mí dirixidas, como resulta de los casos siguientes..."
«…por fingir ciencia que no tiene… introduciéndose a curaciones que ni entiende ni le tocan…»

Pero el asunto va mucho más allá de una simple rencilla profesional. De Marco narra algunos casos en los que la actitud del cirujano ha perjudicado la salud de sus pacientes. Por ejemplo, “José Calvo, mozo soltero, hijo de una viuda, que habrá cerca de un mes padecía tercianas malignas”. El cirujano le mandó vomitivos y solo consiguió agravarlo y alargar su cura “como con efecto […] aún le estoy haciendo por haberme llamado afligido de su engaño”.

"[En] primer lugar a Joseph calvo, mozo soltero, hijo de una viuda, que habrá cerca de un mes padecía tercianas malignas y que por su temperie, textura y modo de vida no podía recibir alibio con vomitibo, se lo mandó y dio con el daño de agrabar y prolongar la cura, como con efecto lo experimento en la que aún le estoy haciendo por haverme llamado afligido de su engaño".
El caso de José Calvo

Mucho más grave fue el caso de “una cuñada que tenía en su casa [de Ruano] en efecto la dejó morir sin permitirla [sic] llamar al médico ni consultarle”. Pero el peor fue, sin duda, el caso de Rita Calvo, mujer de Francisco Martín, que la noche del 30 de noviembre estaba con una “terciana letárgica”, para la que De Marco le recetó “parches de cantáridas”. La “terciana letárgica” es un tipo grave de malaria y la cantárida es un coleóptero que se trituraba para usar el polvo resultante como medicina. Sin embargo, el cirujano no consintió ponerle estos emplastos a la enferma hasta bien entrada la mañana siguiente, con lo que se perdió el efecto beneficioso, muriendo la paciente dos días después.

Este asunto se agrava aún más porque esta paciente estaba embarazada de seis meses. Al ver que su muerte estaba próxima, el cura de la localidad llamó al cirujano para practicar una “operación cesariana” nada más expirase, con el consentimiento del marido y de los padres de ella. Pero Ruano se negó a ir antes de las tres horas, de manera que, cuando llegó, tanto la madre como el hijo habían muerto.

"...del cura párrocho en todo aquel día que estuviese prompto para executar la operación cesariana luego que espirase dicha enferma..."
«…la operación cesariana…»

Ante tal atrocidad, el corregidor de Toledo ordena que se inicie el interrogatorio de los testigos. Desgraciadamente, solo se ha conservado el principio de la declaración del primero, el mismo José Calvo que ya conocemos y que parece confirmar lo que ya había dicho el médico. No sabemos cómo terminaría este penoso asunto, pero sí podemos decir que el doctor Félix de Marco volverá a aparecer en nuestra documentación y quizá volvamos a hablar de él.

EL CASO DEL GAMBERRO DE LA FARMACIA DE TALAVERA

El 19 de agosto de 1829 Ramón Araújo, “profesor de farmacia” en Talavera de la Reina, denuncia ante el corregidor la agresión que sufrió su hijo en su propio establecimiento. Según cuenta, en el mes de enero anterior “hallándose el hijo del exponente estudiando sobre el mostrador de la botica a cosa de las ocho de la noche y entrando en ella Tomás López, vecino de esta villa, y amenazando al dicho su hijo con un palo, dio un golpe en una bomba de cristal que tenía pendiente del techo de dicha oficina para dar luz a la misma”. No da ningún posible motivo de agresión tan sorprendente, y solo más adelante afirma que el agresor lo hizo “por un mero capricho”. Tampoco denuncia ningún robo ni daño físico al joven estudiante.

Primera página del expediente de denuncia por agresión realizada por el farmacéutico Ramón Araújo contra Tomás López. ambos vecinos de Talavera de la Reina
La denuncia del farmacéutico

Curiosamente, al día siguiente López volvió a la farmacia para pagar el destrozo. El farmacéutico le dijo entonces que “cuando la compró [la bomba de cristal], hacía ya muchos años, cuando empezaron a usarse, le había costado ciento once reales”. Acordaron que López encargaría una lámpara nueva a Madrid, puesto que ahora podían conseguirse por menos precio. Pero pasaron cuatro meses y López ni entregó la lámpara ni pagó su precio. Araújo, entonces, lo llevó ante el alcalde de barrio, pero López alegó que era voluntario realista y, por tanto, exento de la autoridad civil, así que habría que denunciarlo ante sus propios superiores.

Fragmento de la denuncia: "...dio un golpe en una bomba de cristal que tenía pendiente del techo de dicha oficina para dar luz a la misma."
«…dio un golpe en una bomba de cristal que tenía pendiente del techo de dicha oficina para dar luz a la misma.»

Detengámonos aquí y fijémonos en algunos detalles. El primero, el objeto destrozado, una “bomba de cristal” que servía para alumbrar la habitación. Sabemos que la iluminación por gas no llegaría a España hasta 1826, apenas tres años antes de los hechos, pero el farmacéutico afirma haberla comprado “hacía ya muchos años”, por lo que lo más probable sería que se tratase de algún tipo de lámpara de petróleo, aceite o carbón. Tampoco queda claro si el golpe fue fortuito o si López rompió a propósito la única iluminación de la sala.

Dibujo de un militar de uniforme azul con ribetes y adornos rojos y banda blanca, además de un gran gorro negro con pluma y escarapela rojas. al pie: "Granadero de voluntarios realistas de Madrid"
Uniforme de voluntario realista (Fuente: Biblioteca Nacional de España)

El segundo detalle a tener en cuenta es el hecho de que el agresor declarase ser “voluntario realista”. Este cuerpo paramilitar había sido fundado por el duque de Angulema durante la operación militar conocida como “Los Cien Mil Hijos de San Luis”, que en 1823 derrocó al gobierno liberal y restauró a Fernando VII como rey absoluto. El rey mantuvo estas milicias activas como un elemento de represión y amedrentamiento político, lo que explica el comportamiento arrogante de Tomás López. No se disolverían hasta 1833, tras la muerte del rey, y la mayor parte de sus miembros se incorporarían al ejército carlista.

Texto del auto del corregidor de Talavera pidiendo al Subdelegado de Rentas de la ciudad que embargase la mitad del sueldo de Tomás López, mozo medidor de sal, hasta pagar lo que debe a Ramón Araújo más las costas judiciales
Auto del corregidor ordenando el embargo del sueldo de Tomás López

Volvamos a nuestra historia. Como López sigue sin hacer caso de las autoridades, el corregidor pide al Subdelegado de las Rentas Reales que embargue la mitad de su sueldo hasta completar el coste de la lámpara más las costas judiciales. Y así nos enteramos de que López era “mozo medidor de la sal” de esa oficina. En efecto, era frecuente que estos “voluntarios” se aprovechasen de su situación para obtener pequeños puestos en la administración, como este caso. Como es sabido, la Administración de las Rentas Reales se ocupaba de allegar el dinero para las arcas reales incluyendo, entre otros elementos, la venta de determinados productos en régimen de “estanco”, es decir, de monopolio. Uno de estos productos “estancados” era la sal. Así, nuestro agresor se dedicaba a acarrear la sal de los “Reales Alfolíes”, como dice el propio expediente.

Nota al margen del expediente, firmada por Manuel Ponce de León, donde manifiesta que Tomás López ya no es empleado de la Administración de las Rentas Reales y, por tanto, no se le puede embargar el sueldo.
Nota de Manuel Ponce de León

Pero el 11 de diciembre un tal Manuel Ponce de León (quizá fuese el Subdelegado de Rentas de la ciudad) dice, en una nota al margen del expediente, que López “no fue incluido en el reglamento que se puso en planta en 1º de mayo del año último y por esta razón no se le abona ni puede abonársele sueldo alguno”. En otras palabras, que le habían despedido en mayo. Recordemos que la agresión fue en enero y que el agresor quiso pagar su deuda, pero que precisamente en el mes de mayo se negó a cumplir su palabra. El corregidor, entonces, pone el expediente en manos del farmacéutico para que haga lo que estime conveniente, es decir, que se desentiende del asunto. El expediente termina aquí, de manera que suponemos que Araújo se resignaría a comprar otra “bomba” para iluminar su botica.

UN ABORTO EN 1961

En nuestra exposición “La rebotica del archivo” se muestra una caja de ampollas de vitamina B1 que, la verdad, pasa un poco desapercibida. Incluso podría parecer un simple adorno. Pero no. Resulta que forma parte del expediente de un juicio celebrado en la Audiencia Provincial en 1961 por aborto. Pero es que la vitamina B1 no tiene nada que ver con los abortos. Entonces, ¿por qué está aquí? Vamos a averiguarlo.

Caja abierta, conteniendo ocho ampollas rellenas con líquido y dos huecos para otras tantas ampollas. En la parte superior, se ve el principio del prospecto en el que puede leerse el nombre del medicamento: "Dif-Vitamín B1".
La caja de ampollas

En enero de 1961 la Guardia Civil de Consuegra tuvo conocimiento de que unos días atrás “se había producido un alboroto en la persona de la joven A.”, que vivía en un caserío algo alejado del pueblo. Allá que se fueron los agentes a interrogar a los que pudieran tener algo que ver. En primer lugar, claro, a la afectada, que declaró que desde año y medio atrás mantenía relaciones con un vecino y, habiendo tenido “trato carnal”, a mediados de noviembre sospechó haberse quedado embarazada. Asustada, pasó a casa de la familia del novio sin decir nada a sus propios padres, y allí la hermana del novio, llamada G., le aconsejó que fuese a ver al médico de cabecera pretextando dolores reumáticos, puesto que con las inyecciones que le recetaría se produciría el aborto. El médico le recetó unas inyecciones de Vitamina B1 y unos supositorios de “Bultasolidina o Bitalpina, ya que estos dos nombres son muy parecidos y no los recuerda bien”, según reza su declaración. Probablemente se tratase de butazolidina, que, efectivamente, se utiliza para dolores artíticos. El practicante del pueblo le puso dos de las inyecciones. Como no abortaba, más tarde G. le hizo unas friegas, que tampoco sirvieron. Unos días después, siempre según su declaración, volvió a casa de sus padres donde, finalmente abortó de forma espontánea el 8 de diciembre con ayuda de su madre. Ella atribuye el aborto al disgusto porque su novio, en una carta, insinúa la posibilidad de que rompiesen relaciones porque ella había ido a un baile días atrás. La madre guardó el feto en un vaso con alcohol con la intención de afearle al novio su conducta en caso de ruptura del noviazgo. Como es natural, ya no se podía ocultar el asunto, que llegó a oídos de la autoridad.

"Mariano Salcedo Molero-Peñaranda. Médico forense y de A.P.D. Madridejos (Toledo). 3-I-61. El feto por su tamaño es de 2 [a] 3 meses. Reconocida la incul[pa]da, no presenta señales de [vio]lencia en órganos genitales que [ha]ga pensar en maniobras para [pro]vocar el aborto. [En] cuento a las inyecciones que se [pu]so, así como los supositorios, care [cen] de toda eficacia como subs[tan]cias abortivas. [Firma ilegible]"
El informe del médico

Las indagaciones del juez de Madridejos al que correspondió el caso aportan, entre otros datos, el motivo de la presencia de las ampollas en el expediente. En efecto, estas le fueron administradas a A. mediante inyecciones que le puso el practicante del pueblo, quien se quedó con el resto de la caja que luego entregaría a los funcionarios judiciales. Por eso la tenemos hoy aquí. Por lo demás, el informe del propio médico local asegura que estas vitaminas no tienen ningún efecto abortivo.

"En el mes de octubre de 1960, y en Consuegra, al notarse la procesada [...], de 17 años y sin antecedentes penales, síntomas de hallarse embarazada, se lo comunicó a la hermana de su novio, [...], mayor de edad penal y sin antecedentes penales, la cual le propuso fingirse enferma de reuma y visitar a un médico para que le recetase unas inyecciones pra [sic] esta enfermedad, que creía útiles para causar el aborto. Como este no se produjera, la tal [...] dio friegas con aceita en el vientre de [...] para conseguir el objetivo de la expulsión del feto, que tampoco se logró, sobreviniendo 15 días después el aborto al parecer de forma espontánea".
Fragmento del informe del fiscal

Mientras tanto, A. insiste en que fue su futura cuñada quien le animó a abortar, y esta niega incluso haber conocido el embarazo con anterioridad a los hechos. El novio, por su parte, también niega haber animado al aborto, aunque sí reconoce el embarazo y su paternidad. Así las cosas, el juez termina su instrucción y eleva el caso, como posible delito penal, a la Audiencia Provincial. Este juzgado se demoró siete meses hasta que declaró a ambas mujeres culpables de aborto en grado de tentativa pero, atendiendo a los diferentes atenuantes y circunstancias, todo se solventó con una libertad condicional de tres años para cada una.

Declaraciones de tres de los implicados. Todos ellos declaran no saber leer y firman mediante la impresión de su huella dactilar.
Declaraciones de algunos implicados

Como siempre sucede en estos documentos, además del argumento principal, por decirlo así, aparecen otros interesantes detalles colaterales. Las dos acusadas son descritas físicamente pero, sobre todo, insisten en su insolvencia, algo que ratifican dos testigos del pueblo y la inspección de su casa que hicieron los funcionarios judiciales. Ninguna de las dos sabe escribir, así que firman con su huella dactilar, y el novio afirmará que sabe poner su nombre, pero nada más, de manera que la carta aludida la escribió un compañero de trabajo a su dictado. Por último hay que señalar que G. tenía, en realidad, otro nombre oficial, pero que era conocida por ese en todas partes, hasta el punto de que en una de las declaraciones ella misma olvida cuál es su nombre oficial, debiendo rectificar posteriormente.

HOSPITALES Y SANATORIOS DE ALBACETE

Hace unos días que nuestros compañeros del Archivo Histórico Provincial de Albacete se han estrenado en las redes sociales. Y, como además en nuestra exposición “La rebotica del Archivo” tenemos algunas fotografías de esa provincia, pues vamos a dedicar hoy nuestro post a los centros sanitarios albaceteños. Todas estas imágenes fueron realizadas por Luis Escobar y hoy se encuentran en el fondo que lleva su nombre en el AHPTO.

Empecemos con el Hospital Provincial. Sabemos que ya en 1475 existía el Hospital de San Julián, propiedad de la cofradía del mismo nombre, situado en el lugar que hoy ocupa el Ayuntamiento de Albacete. Pasó por diversas órdenes religiosas hasta que en 1837 se hace cargo de él la Diputación Provincial y en 1862 es declarado “provincial”. En 1895 se inician las gestiones para trasladarlo a un nuevo edificio, pero este no se inauguraría hasta 1922. La fotografía está datada poco después, en 1925, lo mismo que el retrato del grupo de sanitarios y médicos que lo atendía: grandes profesionales, sin duda, pero de aspecto poco tranquilizador. En 1971 se terminó la construcción de un nuevo Hospital junto al anterior (que sería derruido), pero no empezó realmente a funcionar hasta 1983 como Hospital Universitario. Podéis encontrar mucha más información en el libro que José María Sánchez Ibáñez dedicó a esta institución.

Vista de la parte posterior del Hospital Virgen de los Llanos.
Hospital Virgen de los Llanos (1956)

Mientras tanto, se fueron construyendo otros centros hospitalarios en la ciudad, como el Sanatorio Virgen de los Llanos, dedicado a la tuberculosis y las enfermedades del pulmón. Se inauguró en 1947 y la fotografía que os ofrecemos es algo posterior, de 1956. Estuvo funcionando medio siglo y se derribó finalmente en 2005.

Junto con la sanidad pública existieron, por supuesto, sanatorios privados. En algunos casos, sus edificios son excelentes ejemplos de arquitectura moderna. Así ocurre con el llamativo Sanatorio del doctor Cortés, fotografiado en 1925 y actualmente sede de la Delegación de Defensa, o la clínica del doctor Romero, cuya imagen es de 1936 y que hoy ya no existe.

Fachada de un caserón de piedra, con una portada con arco apuntado, una espadaña y, frente a la fachada, una verja. Junto a la verja, un hombre con gabardina que mira a la cámara.
Hospital de San Julián de Chinchilla de Montearagón (1930)

Fuera de la capital, encontramos el Hospital de San Julián de Chinchilla de Montearagón. Esta institución, que continúa funcionando como fundación benéfica privada, se creó en el siglo XVIII utilizando el edificio de la primitiva parroquia de la localidad, del que todavía quedan algunos restos. La fotografía está datada en 1930.

Y, por último, dos “casas del médico” construidas en la década de 1950. Como podéis ver, ambas son casi idénticas. Y es que, como ya comentamos en su día, estas construcciones fueron impulsadas a gran escala por el Estado para mejorar la situación sanitaria de las localidades más apartadas. En una de las imágenes, que corresponde a la localidad de Casas de Lázaro, se puede ver claramente el año de construcción que, presumiblemente, es también el de la foto. La otra imagen corresponde a Ossa de Montiel y es de 1948.

SALUD MENTAL

Ayer, día 10, fue el Día Internacional de la Salud Mental. Hace algún tiempo ya os mostramos los diarios de un enfermo mental que acabaron en nuestro archivo. En nuestra exposición “La rebotica del archivo” no nos hemos olvidado de estas enfermedades y hemos incluido una fotografía de la sala de baños del Hospital del Nuncio Nuevo de Toledo, que funcionó como centro psiquiátrico desde su fundación a finales del siglo XVIII hasta la inauguración de un nuevo Hospital psiquiátrico en las afueras de la ciudad en 1977.

Fotografía de una sala con tres bañeras, la central más grande y con ducha. En cada bañera hay una mujer envuelta en una gran toalla. Junto a cada mujer hay dos monjas en actitud de atenderlas, excepto en la bañera de la derecha, en que solo hay una monja.
Sala de baños del Hospital del Nuncio de Toledo

Tanto la fotografía como la institución y el propio edificio son muy conocidos, de modo que no vamos a insistir demasiado en ellos. Pero sí nos sirve para introducir otros documentos relacionados con enfermedades mentales. Hay que advertir, no obstante, que estos documentos se han producido casi siempre como consecuencia de algún tipo de problema, lo que puede dar una imagen sesgada de estas personas que no se corresponde con la realidad cotidiana.

El documento más antiguo que hemos encontrado referente a este asunto es un expediente iniciado en diciembre de 1878 en Talavera de la Reina, cuando Manuel Vázquez pide al juez de instrucción la reclusión en un manicomio de su hijo Daniel, de 16 años, que está “enajenado” y frecuentemente se encuentra “en estado de excitación furiosa”. Tras pedir algunos informes y testimonios, el juez le concede lo que pide. Otro ejemplo más reciente es el de la mujer de San Martín de Montalbán que, con gran patetismo, pide ayuda al Gobernador Civil porque un vecino que “carece de facultades mentales” acosa a su padre.

"En las últimas 48 horas se han presentado ante este gobierno Civil tres casos de enfermos mentales, verdaderamente extremos, y en los cuales nada se ha conseguido para que sean internados en el referido Establecimiento Psiquiátrico, ya que el Director del mismo los ha rechazado y este Gobierno Civil estimaba que no era procedente hacer uso de las facultades que la Ley me confiere, ya que tenemos constancia de que las posibilidades del Establecimiento se encuentran muy superadas y por ello cualquier internamiento contribuye a agravar esta situación."
Fragmento del oficio del Gobernador Civil al Presidente de la Diputación Provincial de Toledo

En 1967 encontramos un caso interesante porque revela los problemas que en ese momento tenía el Hospital del Nuncio, entonces propiedad de la Diputación Provincial, para atender a sus enfermos. En junio de ese año el alcalde de Villa de Don Fadrique pide al Gobernador que intervenga para ingresar a un convecino con tendencias agresivas. Ambos reciben la misma respuesta de la Diputación: el centro está colapsado. Sigue una correspondencia entre el Gobernador, el Presidente de la Diputación y el director del Hospital que revela el enfado del primero ante la falta de atención a los enfermos mentales y la impotencia de los otros dos por su falta de recursos. Después de reproches diversos (con la diplomacia propia del momento, eso sí), en noviembre de 1968 la situación seguía igual y nuestro expediente termina sin que sepamos qué fue de este fadriqueño.

Fragmento del certificado de fallo de un juez militar declarando exento de responsabilidad a un recluta en el delito de deserción por su enfermedad mental.
El juez militar exime a un recluta del delito de deserción por su enfermedad mental.

A veces, las enfermedades mentales se detectaban durante el servicio militar. Es el caso, por ejemplo, del joven que es juzgado por deserción en 1968 pero que, finalmente, se le recluye en el Hospital Psiquiátrico porque “tiene una edad mental de 10 años”.

Escrito del Hospital Psiquiátrico de Toledo al Juez de Primera Instancia e Instrucción de la misma ciudad sobre el caso de un enfermo fugado.

Y terminamos con la preocupada esposa que, al ir a visitar a su marido, recluido por alcoholismo, encuentra que se ha fugado. Pero el Hospital no parece darle demasiada importancia porque, como dice en su informe, ya había hecho los mismo otras dos veces y siempre había vuelto por voluntad propia. Tampoco sabemos si esta vez el marido volvería a centro o no.

EN LA INAUGURACIÓN

Hoy hemos inaugurado nuestra nueva exposición: «La rebotica del archivo: documentos sobre sanidad y farmacia en el AHPTO». Hemos contado con la presencia del Consejero de Educación, Cultura y Deportes, Amador Pastor, y de la Viceconsejera de Cultura y Deportes, Carmen Teresa Olmedo, además de otras autoridades, como el Teniente de Alcalde y Concejal de Educación del Ayuntamiento de Toledo, Daniel Morcillo y el Delegado provincial de Educación, Cultura y Deportes, José Gutiérrez.

El Consejero realizó una pequeña rueda de prensa en la que destacó el gran potencial de los archivos para la cultura e hizo referencia a algunos proyectos que tenemos en marcha, como la digitalización de documentos relacionados con la Memoria Democrática. Después, el director del Archivo les ofreció una breve visita guiada a la exposición.

Pero, además de la presencia institucional, que siempre es muy de agradecer y es más que bienvenida, nos gustó contar con muchos amigos y compañeros que se acercaron hasta nuestra Sala de Exposiciones. ¡Muchas gracias a todos!