LA LOCA DEL SACRAMENTO

Teresa Enríquez de Alvarado pertenecía a la más alta nobleza castellana de la época de los Reyes Católicos. Hija del Almirante de Castilla Alonso Enríquez, nació en su villa de Medina de Rioseco hacia 1450. Su madre murió muy pronto y ella se crió con su abuela paterna, Teresa de Quiñones, en un monasterio cercano. Casó con Gutierre de Cárdenas, comendador mayor de León y señor de Maqueda y Torrijos, trasladándose a vivir a esta localidad toledana, aunque el matrimonio contó con muchas otras casas, entre ellas una muy cercana al monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo. En 1503 Teresa quedó viuda y desde entonces se agudizó su devoción religiosa, que ya tenía muy acusada desde niña, y se dedicó a fundar cofradías y hospitales por toda Castilla.

Teresa Enríquez pronto empezó a ser conocida como “la loca del Sacramento”, por su devoción al Santísimo Sacramento. La expresión más conocida de esta devoción fue la iglesia que mandó construir en Torrijos para albergar al cabildo de sacerdotes y a la cofradía que había instituido con esa advocación. La Colegiata se construyó entre 1509 y 1518, de manera que este año celebran sus cinco siglos de historia con un muy interesante programa de actos culturales.

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En nuestro archivo conservamos una copia auténtica del testamento de esta singular mujer realizada en 1725; en el Archivo de la Nobleza se encuentran otras dos copias, una idéntica a la nuestra y la otra contemporánea del original, que se otorgó en marzo de 1528, un año antes de su muerte. Aunque este documento es bastante conocido, no nos resistimos a fijarnos en algunos detalles interesantes. Como corresponde a su alcurnia, es un documento muy largo y prolijo, de 92 folios, en el que se muestra extremadamente puntillosa con algunas cuestiones: la liquidación de las deudas con sus tres hijos, el funcionamiento de las instituciones que ha fundado, sobre todo la iglesia y cofradía del Santísimo Sacramento de Torrijos, y la reglamentación de las misas y memorias pías por su alma. Incluso llega a exigir que se nombre un sacerdote especialmente dedicado a recordar todas las oraciones que deben decirse por su salvación eterna, no vaya a ser que los capellanes encargados se olvidasen con el tiempo. Llama la atención que ordena se tapien unas puertas que había hecho en algunos de los conventos fundados por ella para facilitar su visita, puesto que, una vez fallecida, eso solo podía traer problemas al convento. Por supuesto, una vez cumplidas todas las obligaciones, el resto de su herencia, que no debía ser poco, queda para su iglesia torrijeña, detallando de nuevo su forma de administración.

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Entre sus muchas fundaciones, de las que se acuerda en su testamento, destacamos la cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo de Toledo, que fundó “para que cada noche, después de tañida la orazión, anden quatro hombres con sendas campanillas por las calles de la cibdad según les fueren repartidas para acordar que hagan oración por las Ánimas del Purgatorio e por los questán en pecado mortal, diciendo cada uno después de haber tañido la campanilla a altas vozes estas palabras: Fieles cristianos devotos de Nuestro Señor Jesucristo, rogad a Dios por las Ánimas del Purgatorio y por los questán en pecado mortal, por que Dios depare quien ruegue por vosotros, amén.” Además, la cofradía irá rezando oraciones delante de los que vayan a ajusticiar.

TORRIJOS EN EL SIGLO XIV

El AHPTO conserva un número significativo de documentos medievales. Algunos de ellos ya los hemos presentado en este blog, pero esta vez, en lugar de un solemne documento real, hemos escogido un humilde documento privado. Se trata de la venta de unas casas en Torrijos a finales del siglo XIV. Nada excepcional, pues.

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Ya con el primer vistazo nos damos cuenta de que en este documento casi no hay signos especiales, ni “dibujos”, salvo el signo del notario. El motivo es que estos signos que encontramos en los documentos más solemnes no tienen una función estética, sino que son los que le otorgan valor legal, a falta de firmas autógrafas. Además, el texto ocupa casi todo el espacio disponible. Hay que tener en cuenta que tanto las tintas como el pergamino en que está escrito eran materiales caros, sin contar con que había que pagar al escribano que lo redacta, de manera que no era cuestión de ir derrochando materiales. El documento está escrito en castellano medieval y en un tipo de letra que se llama “gótica cursiva”, plagada de abreviaturas y muy cercana a la “letra cortesana” que se pondrá de moda en el siglo siguiente.

Por este documento Ferrán Martínez, hijo de Martín Ibáñez, y su mujer doña Genta, venden a Antón Sánchez, hijo de Benito Pérez, y a su mujer doña Olalla, todos vecinos de Torrijos, unas casas y “bacarías” (vaquerías) que están “en el suelo [es decir, el solar] de la Orden”; suponemos que se trata de la orden de Santiago, dominante en la zona. Lindan con las casas de Inés Domingo, viuda de Pascual González, con suelo de Mencía Fernández Pantoja y con la calle real. Su precio es de 800 maravedíes de a diez ducados el maravedí. Veamos algunos detalles interesantes.

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El primero es el nombre de la vendedora, realmente inusual. Hemos barajado la posibilidad de que se llamase Gema o “Gentil”, por más que sean nombres igual de singulares para la época, pero lo cierto es que no podemos dar la transcripción por segura, sobre todo teniendo en cuenta que las dos veces que aparece en el texto lo hace en forma abreviada. Como siempre, se agradece todo tipo de sugerencia. Digamos que al final del texto toma la palabra la propia vendedora para renunciar a determinados privilegios legales y dice que “de la qual ley [a la que renuncia] só çierta e sabidora porque me la fisieron entender los testigos desta carta”; es decir, que, aunque la ley en cuestión estaba redactada en castellano, le tuvieron que explicar su contenido, algo que, por lo demás, ocurre en todas las épocas.

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Otro detalle curioso es la palabra “riedra”, actualmente descartada incluso del diccionario de la Real Academia, y que vale por protección o amparo: “Et si riedra non pudiésemos o non quisiésemos, o contra esta vendida e donación dicha fuésemos”, entonces los vendedores deberán pagar el doble del precio de la casa. Por cierto, que la alusión a la «venta y donación» se refiere a una de las múltiples cláusulas legales, que indica que, si la casa fuese tasada posteriormente en más valor del precio pagado, los vendedores regalarían a los compradores todo ese exceso de precio “por las muchas buenas obras que de vos resçebimos”; esto último, naturalmente, no es más que una fórmula retórica.

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El documento está fechado en Torrijos el 11 de abril de la «era» de 1413. La “era hispánica” empezaba a contar el año 38 a.C., supuestamente el año en que Augusto acabó de conquistar toda la Península, de manera que, en nuestra datación actual, se trataría del año 1375.  

Una vez finalizado el documento se añade un apéndice en el que, tres días después, el mismo notario da fe de la toma de posesión efectiva de las casas. Siguiendo el ritual habitual, y que ya describimos con detalle en otra ocasión, el comprador entró físicamente en la casa “e tomó por la mano al dicho Ferrán Martínez e sacólo fuera dellas”. Una forma muy expresiva de dejar claro quién es el nuevo dueño.

 

GREGORIO MARAÑÓN

Como muchos sabéis, el pasado lunes se presentó el flamante nuevo Portal de Cultura de Castilla-La Mancha, en la que los archivos tienen una presencia destacada. Nuestro archivo tiene también un espacio propio, nuestra propia página web. Os animamos a visitarlo cada cierto tiempo. Una de las secciones que ofrece este portal está dedicada a recuperar exposiciones virtuales de documentos de archivo que se realizaron en años pasados y merece la pena volver a ver. Entre ellas hay una, que en su día produjo nuestro archivo, dedicada a Gregorio Marañón. Con este motivo, le dedicamos nuestra entrada de hoy.

Gregorio Marañón Posadillo nació en Madrid en 1887, y en 1910 se doctoró en Medicina con premio extraordinario. Desde entonces, inició una fulgurante carrera médica que le llevó a ser considerado uno de los mejores endocrinos de nuestro país. Sin perjuicio de su especialidad, procuró en todo momento no perder de vista la situación general del paciente, incluyendo los aspectos psicológicos y sociales. Un reflejo de esta preocupación por las conexiones sociales de la medicina es su decisiva influencia para la realización del famoso viaje del rey Alfonso XIII a la comarca de Las Hurdes, entonces una de las más pobres de España, en 1922.

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Pero Marañón no es recordado solo como médico, sino también por su actividad intelectual y política. Opuesto a la dictadura de Primo de Rivera —lo que le valió un breve paso por la cárcel—, en 1931 funda junto con José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala la “Agrupación al Servicio de la República”, a la que pronto se incorporaron otros intelectuales. Elegido diputado en 1931, renunció al escaño dos años después y se fue distanciando de la República, manteniendo una postura independiente. Es significativo que, al empezar la guerra civil y exiliarse en París, su cigarral toledano fuese incautada sucesivamente por los republicanos primero y por los franquistas después. En nuestro archivo conservamos el documento que testimonia el inicio de un expediente de incautación contara sus bienes, aunque no su resolución, que conocemos por otras fuentes. Volvió del exilio en 1942 y desde entonces, tolerado por el régimen franquista, se orientó  más al estudio de la Historia, además del ejercicio de la Medicina. Murió en Madrid en 1960 y su entierro se convirtió en una multitudinaria manifestación de afecto popular. Hoy llevan su nombre uno de los principales hospitales públicos de Madrid, y multitud de calles y plazas por toda España.

Gregorio Marañón estuvo siempre muy vinculado a Toledo, ciudad que aprendió a amar de niño gracias a Benito Pérez Galdós, amigo de su familia. En 1922 compró un cigarral (casa de campo) cercano a la ciudad, que había pertenecido a la congregación de los Clérigos Menores. Marañón lo restauró en profundidad y, durante muchos años, el “Cigarral de Menores” se convirtió en el centro de su actividad intelectual y política. Nuestros fondos fotográficos ofrecen testimonios claros al respecto, de los que seleccionamos solo tres ejemplos. En el primero vemos a Marañón junto al presidente francés Edouard Herriot, Manuel Azaña, Salvador de Madariaga y Fernando de los Ríos, entre otros, en octubre de 1932. En el segundo encontramos a Marañón junto a Alexander Fleming, en junio de 1948. Por último, un retrato de Marañón hacia 1930 leyendo. Todas las fotografías fueron tomadas en el Cigarral de Menores, y la última podéis contemplarla en nuestra exposición sobre libros y bibliotecas, en la Sala de Exposiciones del AHPTO.

LOS MÁS ANTIGUOS DE LA BIBLIOTECA

La mayor parte de los archivos cuentan con una biblioteca auxiliar más o menos pequeña. El AHPTO no es una excepción, y nuestra biblioteca ya llega a los 9.000 volúmenes, que no está nada mal. Está integrada en la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha y, por tanto, podéis consultar fácilmente su catálogo. La mayor parte de nuestros libros han sido comprados, pero no pocos proceden de las donaciones de instituciones y de particulares, en especial muchos de nuestros investigadores, que, al publicar el resultado de su investigación, nos entregan amablemente un ejemplar. Y algunos libros, en fin, han venido mezclados con fondos documentales.

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Este es precisamente el caso del libro más antiguo de nuestra biblioteca, que podéis contemplar en nuestra exposición sobre Libros y Bibliotecas. Creemos que es un ejemplar raro, porque solo hemos localizado otro, en la Biblioteca Nacional de España. En todo caso, se trata de una genealogía de la reina María Luisa de Borbón, esposa de Carlos II, escrita por el cronista real Juan Baños de Velasco e impresa en 1679, presumiblemente en Madrid. Como podéis observar, además de dos sellos de nuestro Archivo, conserva el sello del Instituto de Segunda Enseñanza, y, en la parte superior, una inscripción manuscrita: “De la biblioteca del Colegio de San Bernardino de Toledo, cajón 5, nº 9”. Es evidente, pues, que se trata de una obra que formó parte de la biblioteca del Colegio de San Bernardino, integrado en la Universidad de Toledo, y que pasó al Instituto de Segunda Enseñanza al suprimirse la Universidad en 1845; mejor dicho, sabemos que los libros de este Colegio pasaron al Instituto algunos años después, hacia 1852. Nuestro ejemplar se integró en la biblioteca del nuevo centro docente, donde permanecería hasta que fue enviado al AHPTO hacia 1966, sin duda mezclado con los documentos de archivo.

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Junto con él, os ofrecemos también el segundo ejemplar más antiguo de nuestra biblioteca. Esta vez es un libro mucho más conocido, las “Ordenanzas de la Real Audiencia del Principado de Cataluña”, publicadas en Barcelona por Joseph Teixidó en 1742. De este incluso existe una copia digital a partir del ejemplar que posee la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y que podéis consultar en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. La Real Audiencia de Cataluña tiene su origen en la “cancillería” para Cataluña que dependía de la Real Audiencia de la Corona de Aragón, pero en 1493 se configuró como un tribunal independiente. Además de sus funciones judiciales, ejerció muchas funciones de gobierno durante el reinado de los Reyes Católicos y de los Austrias. Estas funciones se mantuvieron tras la Guerra de Sucesión, aunque fueron frecuentes los conflictos con la nueva autoridad impuesta por los Borbones, el Capitán General. Precisamente estas Ordenanzas de 1742 pretenden regular las relaciones entre ambas instituciones. Tras la caída del Antiguo Régimen, en 1834, la Real Audiencia perdió sus funciones de gobierno y se transformó en Audiencia Territorial de Cataluña, perviviendo hasta la creación del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en 1989.