La semana pasada os presentábamos un interesante conjunto de documentos fechados en los primeros días de 1492 que nos cuentan los avatares de unas casas en la parroquia de Santa Leocadia de Toledo, propiedad del Hospital del Rey. Las casas estaban dadas a censo perpetuo a Juan de Toledo, escribano; de él pasaron a su hija Teresa y su yerno Juan Álvarez. Pero estos rompieron su contrato, de manera que el Hospital tuvo que buscar un nuevo inquilino, encontrándolo en Diego de San Martín, escribano de la Inquisición, que se quedó con la parte “nueva” de las casas. Pero también nos enteramos de que Juan de Toledo había sido condenado por judaizante, lo que explica las prisas de su hija y yerno y también la personalidad del nuevo ocupante de las casas.
También señalamos que, como casi todos los documentos de archivo, este expediente no tiene una apariencia demasiado atractiva, pero en cuanto se le dedica un poco de atención, encontramos varios detalles curiosos. Vamos a ver algunos.
En primer lugar, detengámonos en el acto de toma de posesión de las casas, realizado el 5 de enero de 1492. Aquí aparecerá, además, la criada que, según todos los indicios, casi forma parte de la casa, aunque formalmente ella acepta seguir siendo la mantenedora en nombre de su nuevo amo; quizá no tuviera otra opción. En todo caso, se reúnen ante la puerta los representantes de la cofradía, encabezados por su mayordomo Pedro de Villarreal, junto con San Martín, y lo mejor es limitarnos a transcribir el documento, actualizando la ortografía. El mayordomo “lo metió dentro de ella” al nuevo poseedor, quien enseguida “en señal de posesión echó fuera de las dichas casas al dicho Pedro de Villarreal y a los que ahí estaban presentes, y a Juana, criada de Juan Álvarez Romano, que en las dichas casas estaba y moraba. Y cerró sobre sí las puertas principales que salen a la calle, y paseóse por las dichas casas de una parte a otra, y abrió las dichas puertas […] Y luego tomó por la mano a la dicha Juana y metióla en las dichas casas y dijo que él la ponía y puso dentro en ellas para que por ellas tuviese tanto cuanto su voluntad de él fuese. Y la dicha Juana así otorgó que las recibió y se obligó de las tener por el dicho Diego de San Martín”. Es casi una coreografía.
De otras partes de los documentos entresacamos también algunos datos jugosos sobre la forma de reunirse de los cofrades responsables del Hospital. Las reuniones se convocaban el día anterior mediante una “cédula” que los porteros de la cofradía entregaban a cada cofrade en su propia casa. La reunión se realizaba “a campana tañida” y “entre prima y tercia”, es decir, entre las seis y las nueve de la mañana. En otro momento, Teresa Álvarez “por sí y en su ánima y en ánima del dicho Juan Álvarez de Toledo su marido, por virtud del dicho poder, juró en forma a Dios y a Santa María y a la señal de la Cruz atal como esta”; en la imagen podéis ver dibujada la cruz en cuestión. Por último, entre las condiciones que el Hospital pone para el nuevo poseedor de las casas está que no las pueda enajenar “a caballero ni a escudero ni a dueña ni a doncella ni a iglesia ni a monasterio ni a cabildo ni a cofradía ni a luminaria ni a cruzada ni a fraile ni a clérigo ni a monja ni a moro ni a judío”, solo a pecheros con bienes suficientes para pagar el censo.
Los documentos están todos copiados a línea seguida en un cuadernillo de pergamino. Pero, al final, se le ha añadido otro documento posterior. A simple vista se aprecia que ya no está en pergamino, sino en papel (eso sí, papel de trapos, muy diferente a nuestro papel actual), y que la letra cortesana se ha transformado en lo que conocemos como “letra procesal”, de la que Cervantes afirma “que no la entenderá Satanás” (Quijote, I, XXV). Este documento data de marzo de 1596 y es el reconocimiento del censo que todavía se sigue pagando al Hospital del Rey por las casas de las que venimos hablando. Gracias a este documento sabemos que el ocupante de las casas en ese momento era Alonso de Herrera Nieto, quien a su vez las había comprado del famoso mercader Lorenzo Cernúsculo y su mujer Isabel de Guzmán. También conocemos con más precisión su ubicación, linderas “con una callejuela angosta que sube a la plaza de Juan de Padilla”, quizá la actual calle de Garcilaso de la Vega.
Pingback: TORRIJOS EN EL SIGLO XIV | AHPTO
Pingback: EL TESTAMENTO DE CRISTÓBAL CERNÚSCULO | AHPTO