Se suele considerar que la primera regulación general para el uso de los automóviles en España es el “Reglamento para el servicio de coches automóviles por las carreteras”, aprobado en septiembre de 1900. Entre otros elementos, dispone que cada automóvil solo podrá circular con autorización del Gobierno Civil de la provincia de residencia de su dueño, previa inspección técnica y visto bueno del Ingeniero Jefe de Caminos; cada Gobierno Civil llevará un registro de estas autorizaciones. Este registro provocó enseguida problemas de coordinación, puesto que los Ayuntamientos también emitían permisos de circulación a todo tipo de carruajes, aunque circunscritos a su término municipal. Por eso, una Real Orden de mayo de 1907 establece la obligatoriedad de mantener la licencia provincial, así como de ostentar en el vehículo dos placas identificativas, una delante y otra detrás, en las que “irá marcada la contraseña de la provincia y a continuación y separado por un guión en número de orden de la licencia. Las letras de la contraseña y el número se pintarán en negro sobre fondo blanco”: habían nacido las matrículas. A la provincia de Toledo le correspondió la “contraseña” TO.
Pero lo cierto es que esta Real Orden solo dio forma externa a lo que ya era una realidad desde siete años antes. Así, como es sabido, la primera matrícula española se tramitó en Palma de Mallorca en octubre de 1900. En Toledo, el primer vehículo matriculado con este sistema, el TO-1, lo hizo en octubre de 1906. Desgraciadamente, no conservamos el expediente original de esta matriculación, ni tampoco de las siguientes. En el caso del TO-1, solo tenemos un informe muy posterior que nos aporta algunos datos: la fecha de matriculación fue el 30 de octubre, la marca del coche “Enyen-Boille” —de la que, por cierto, no hemos encontrado ningún dato— y el propietario era Luis de Hoyos Sáinz. Digamos que Luis de Hoyos fue un ilustre pedagogo y antropólogo que llegó a ser catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, director del Museo del Pueblo Español y miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, además de senador, diputado y activista de multitud de sociedades científicas. De Hoyos fue profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Toledo entre 1898 y 1909, y, entre otros logros, se le recuerda por ser el impulsor del “Campo Escolar”, junto a las ruinas del Circo Romano.
El primer vehículo matriculado en Toledo del que conservemos documentación de época corresponde a la matrícula TO-30, un Hispano-Suiza que se matriculó en enero de 1928 y en noviembre del mismo año fue vendido por la empresa “Automóvil Salón”, de Valencia, a un vecino del Grao. No deja de resultar significativo que en estos años el ritmo de matriculación en nuestra provincia apenas superó el de un coche al año de media, como confirma el dato, aportado por una publicación de la DGT realizada hacia 1960, de que en 1916 solo se habían matriculado 13 automóviles en Toledo.
El sistema de matriculación por provincias se mantuvo hasta 2000, con escasas variaciones. Una de ellas fue la introducción de la matrícula especial para remolques en 1959. En Toledo, la primera matrícula de este tipo no la pidió un toledano, sino Vicente Vilaplana Mateo, quien, según su propia declaración, residía accidentalmente en “el ferial de «La Vega»” de la ciudad. A la solicitud se le unía un plano del remolque que pretendía matricular y que, tras la pertinente revisión técnica, recibió su flamante matrícula TO-001-R.
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