LOS BIENES DEL CANÓNIGO CORDOBÉS

En la exposición sobre libros y bibliotecas que todavía podéis ver en nuestra Sala de Exposiciones se enseñan dos inventarios de bienes post mortem que incluyen referencias explícitas a libros. Uno de ellos es el conocido del Greco, pero el otro, mucho menos conocido, no es menos espectacular. Se trata del inventario de los bienes que dejó al morir el canónigo Antonio Cordobés o Cordovés.

Cordobés nació en Tembleque, de donde también era su padre, siendo su madre natural del cercano pueblo de El Romeral. Un hermano de su madre, Francisco García Vallobaso, obtuvo una canonjía de la Catedral en 1580 por colación del arzobispo Gaspar de Quiroga, cargo que, a su muerte, heredaría su sobrino. Sabemos que mientras tanto nuestro protagonista ya en 1582 era racionero de la Catedral, es decir, que recibía una “ración” a cambio de sus servicios en ella. Ese año fue nombrado “refitolero”, que era el recaudador de determinada porción de los diezmos eclesiásticos (el “refitol”), interviniendo en algunas delicadas operaciones de revisiones de cuentas de sus antecesores en este puesto. En 1589 y 1590 de nuevo fue encargado de determinadas cuestiones contables, y fue nombrado canónigo al año siguiente. Como vemos por nuestro documento, murió en 1603.

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El inventario en sí es imponente. Ocupa quince folios y está escrito por dos manos en dos escrituras: una humanística, de fácil lectura y que, en la época, era propia de personas cultas (por ejemplo, es la misma escritura que se utiliza para el inventario de bienes del Greco); y otra procesal, mucho más compleja de entender y que se utiliza aquí para relacionar los bienes raíces del canónigo, la mayor parte en su localidad natal. En cuanto a los bienes muebles, se organizan en apartados cuya sola enumeración nos da una idea de la riqueza de su poseedor: tapicerías de invierno y de verano; camas; escritorios y cosas de madera; ornamentos y cosas de altar; libros; tablas y pinturas; “un arca de ropa blanca”; plata, que aparece cuidadosamente valorada; ropa negra; ropa de cama; madera; armas, cosas de la cocina; caballeriza, y finalmente unas “niñerías que ay en un escritorio”. Tras todo ello, la lista de tierras y casas.

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Hoy solo nos vamos a fijar en las obras de arte y los libros. Para empezar se describen “ocho paños grandes de boscaje y animales grandes, de cuatro anas y media de caída, tienen 190 anas y media”. El “ana” era una medida propia de la Corona de Aragón que equivale aproximadamente a un metro, de manera que estos “ocho paños” son en realidad sendos tapices de considerables dimensiones, a los que hay que añadir otros cuatro de tres “anas” de altura. Entre los libros abundan, como es natural, los libros litúrgicos y de temática religiosa, pero también no pocas obras profanas propias de una persona culta del momento: clásicos latinos (Séneca, Virgilio “con comento”, Tito Livio, Julio César o Flavio Josefo) y nuevos autores italianos como Petrarca, Ariosto e incluso los “Diálogos de Amor de León Hebreo, traduzido en castellano”. Además, encontramos un “calepino [diccionario] grande de cinco lenguas”, un “Duelo de Amor” que no hemos conseguido identificar, y un curioso libro denominado “Xeroglíficos”.

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La colección de cuadros no es menos grande, aunque aquí no se identifican con precisión los autores. Pero encontramos un apostolado completo más Jesucristo y la Virgen María, “un lienço del cerco de Pavía”, seis cuadros con las doce tribus de Israel y cuatro con los evangelistas, entre otros. También hay “un perro de cartone” y muchos vidrios venecianos y de Barcelona.

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