DISCIPLINANTES EN CARRANQUE

En 1985 el Ministerio de Cultura compró un conjunto de documentos para el AHPTO. Eran otros tiempos. Los documentos ingresaron en nuestro centro a finales de febrero del mismo año, sin que hayamos podido averiguar más detalles; de hecho, aunque parezca sorprendente, ni siquiera se realizó acta de entrega. La mayor parte de la documentación parecía tener su origen en la parroquia de Santa María Magdalena de Carranque, aunque también se incluyeron otros documentos de los que iremos hablando en su momento.

Con estos documentos se ha configurado un fondo específico, de modestas dimensiones (dos cajas y un libro) pero de gran importancia para la historia de la zona. En efecto, según los datos del Censo Guía, en el archivo parroquial no se conserva ningún documento anterior al siglo XX, y en el archivo municipal apenas un siglo antes. Pero nuestro fondo está fechado entre 1562 y 1847, de manera que se trata, hasta donde sabemos, de los documentos más antiguos de esta localidad de la Sagra. Abundan, sobre todo, los censos y las fundaciones de memorias de misas, pero pueden destacarse un voluminoso libro de difuntos de los siglos XVIII y XIX y unas actas del concejo de mediados del siglo XVII, además de dos ordenanzas de cofradías.

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Hoy nos vamos a fijar en una de estas ordenanzas, las correspondientes a la cofradía de la Vera Cruz, que parece ser la más antigua del lugar. Se redactaron en el momento de instituirse la hermandad, en 1562, pero nosotros las conservamos en una copia notarial de 1735. Las ordenanzas regulan la forma de gobierno de la hermandad (muy sencilla, con dos hermanos mayores elegidos por todos los hermanos, y dos diputados elegidos por los hermanos mayores), estipulan también brevemente el empleo del dinero y algunas cuestiones sobre el ingreso de nuevos hermanos, entre las que nos ha llamado la atención la obligación de los hermanos que se casen de integrar en la hermandad a sus mujeres.

 

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Pero, sobre todo, las ordenanzas regulan con detalle las actividades propias de la cofradía: por un lado los actos de solidaridad mutua, como los enterramientos y las limosnas, y por otro los actos de culto, como la “misa del santísimo Sacramento” el día del Corpus Christi, la procesión de la Santa Cruz el 3 de mayo y la procesión de la madrugada del Jueves al Viernes Santo. Esta última, como era habitual en la época, implicaba ir “disciplinándose con una disciplina de plata”, descalzos o calzados con alpargatas, encargándose los hermanos mayores de tener preparado “vino blanco cocido con laurel y romero para lavar los hermanos, y sus polvos y papel, como es costumbre”. En otras palabras: se trataba de azotarse en recuerdo de la pasión de Cristo, y al final de la procesión se les aplicaban estos remedios para curar sus heridas. Eso sí, se preveía que “los hermanos que fuesen de edad para no poderse disciplinar”, así como los clérigos y los hidalgos, pudiesen sustituir la flagelación por “sendas hachas de cera o cirios encendidos alumbrando a los hermanos en la dicha procesión, a su costa”.

Estas manifestaciones públicas de fe, de origen medieval, se han mantenido en todo el mundo durante siglos, aunque progresivamente se han ido sustituyendo por procesiones y penitencias menos impactantes. Sin embargo, todavía se conservan el algunos lugares, como en el municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra, lo que nos permite hacernos una idea de cómo serían estos actos en el pasado.

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