TODOS LOS OBREROS

Como todas las dictaduras, la de Franco puso especial interés en el control ideológico de la población, es decir, en mantener bien localizadas a todas las personas que pudiesen ser sospechosas de pensar de manera diferente. En particular, los trabajadores de grandes empresas fueron uno de los colectivos más vigilados en este sentido. El principal instrumento para ello era la Organización Sindical, pero en ocasiones no se dudaba en acudir a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En marzo de 1959 el gobernador civil de Toledo ordenó a todos los puestos de la Guardia Civil y a las comisarías de Policía de la provincia que hicieran un informe individualizado de la situación ideológica de todos y cada uno de los trabajadores de empresas de más de 20 empleados, con el fin de “tener en todo momento un exacto control de las masas obreras que trabajan en esta provincia de mi mando”. El señor gobernador no podía ser más expresivo.

El resultado es un impresionante expediente de más de 400 páginas donde se registran no solo los datos personales básicos de todas estas personas, sino también una breve (o no tanto) indicación de su ideología y de su comportamiento. Especial atención merecieron los colonos vinculados al Instituto Nacional de Colonización, muchas veces forasteros y para los que no se dudaba en pedir informe individualizado a su provincia de origen, como este de un oriundo de Villacastín (Segovia).

La mayoría de los informes hablan de personas de buena conducta, indiferentes en política o bien definidos como “adictos” al régimen, lo que muchas veces simplemente quería decir que asumían la situación con docilidad. Pero, como cabía esperar, de vez en cuando aparecen ciudadanos que han llamado la atención por algún motivo. Por supuesto, los antecedentes políticos, a veces de treinta años atrás, son un motivo principal para sospechar del trabajador. En este informe de una empresa de Esquivias se aprecia cómo se señala a los trabajadores “desafectos”.

Pero también se registran con puntualidad los cazadores furtivos o los delincuentes comunes.

Además de permitirnos conocer mejor los intríngulis del régimen franquista, esta documentación nos presenta un panorama muy preciso de la población trabajadora de la provincia, desde las grandes empresas a las más pequeñas, como se aprecia en este ordenado informe de Torrijos.

Informe

A veces incluso se incluye un breve resumen, como este correspondiente a Villacañas.

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Por cierto, que la empresa más grande de la provincia es, sin duda, la cementera Asland, de Villaluenga de  la Sagra, cuyo informe ocupa 28 páginas de apretada mecanografía. En ella, también, se encuentra una inusual proporción de trabajadores considerados más o menos “sospechosos” por sus actividades antes y durante la guerra civil. Incluso su director técnico en Yeles, Antonio Sarabia, persona de prestigio en el campo de la ingeniería civil y a quien los agentes tratan respetuosamente de “don”, no puede hacer olvidar sus antecedentes políticos, a pesar de su buena conducta y de que “se muestra muy religioso y afecto al régimen actual”.

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Por último, no podemos dejar de mencionar la eficacia de la Guardia Civil en esta tarea: la orden del Gobernador Civil lleva fecha del 11 de febrero, y a finales del mismo mes la mayoría de los puestos ya habían terminado sus informes, a veces bastante largos.

LOS SILOS DE VILLACAÑAS

Como todos sabéis, un silo es un almacén de grano. Pero en algunos lugares también se llamaba así a cuevas utilizadas como vivienda, en general por familias con pocos recursos. Durante los años 60 y 70 del siglo pasado las autoridades emprendieron varias campañas para acabar con estas casas-cueva, en parte por motivos de salubridad y seguridad, pero también en parte por motivos de imagen pública. Si habéis leído “Las ratas”, la maravillosa novela de Miguel Delibes, recordaréis que este tema es la base de su argumento. Si no la habéis leído, os recomendamos que lo hagáis en estos días de confinamiento.

Informe de Ontígola

En nuestro Archivo conservamos la documentación producida como consecuencia de una de estas campañas, en febrero de 1970, hace apenas 50 años. El Gobierno Civil pide información detallada sobre la existencia de estas cuevas a todos los ayuntamientos. En muchos casos se responde que no existen en el municipio, o que son ya muy escasas, pero también son bastantes los que informan de varias viviendas en estas condiciones. Los informes son casi siempre muy parecidos: las viviendas están en razonable estado de conservación pero sus condiciones higiénicas y de seguridad son malas por su propia naturaleza; sus habitantes son vecinos de la localidad, bien conocidos, que las ocupan porque no tienen recursos para vivir en otro sitio. Con frecuencia se alude a los altos precios del alquiler. El Ayuntamiento de Talavera de la Reina provecha para decir que no tiene cuevas, pero sí dos grupos de chabolas. Solo en algún caso el número de cuevas es alto: en Ontígola se cuentan 65 cuevas que albergan a 325 personas, es decir, el 30 % del total de viviendas del pueblo y el 41 % de su población.

Pero el caso más significativo es, sin duda, Villacañas. Aquí el informe municipal es bastante más amplio, y señala que los “silos” son “viviendas típicas”, ocupadas “desde tiempo inmemorial” por familias villacañeras que tienen una “idiosincrasia” particular, de la que no nos ofrece más detalles, aunque el alcalde recalca que se preocupan de mantener la limpieza y arreglo de los silos dentro de sus escasas posibilidades económicas. Se contabilizan 623 silos, el 22 % del total de viviendas de la localidad, que albergan a unas 2.500 personas, la cuarta parte de la población, pero el alcalde dice que hasta hace unos cuatro años eran muchas más, que se han ido trasladando a un grupo de “albergues provisionales” que está construyendo el Ayuntamiento con ayuda del Ministerio de la Vivienda.

Además del informe, el alcalde aporta una buena colección de fotografías de los silos. En ellas podemos ver la realidad de lo que dice el informe municipal: viviendas muy modestas pero limpias y arregladas (es de suponer que algo preparadas para las fotos, claro) que conforman un auténtico barrio bastante especial.

En casi todas las localidades los habitantes de las cuevas fueron, efectivamente, reubicados en otras viviendas más adecuadas, y hoy las que persisten ya tienen otros usos. Pero en Villacañas algunos silos se han mantenido como museo. En cuanto sea posible, os animamos a visitarlo. Merece la pena.