ESCENAS DE LA VIDA UNIVERSITARIA

En estos días empiezan también las clases los alumnos universitarios, así que hemos buscado un par de expedientes de sus compañeros de hace casi doscientos años. Son retazos de vidas de estudiantes corrientes, pero, como veremos enseguida, cada uno tiene su pequeña historia detrás.

José Laureano Carrera parece ser un chico de lo más normal. Su certificado de bautismo nos dice que nació en la parroquia de San Miguel de Toledo en 1822. Su padre y sus abuelos paternos también eran toledanos, mientras que su madre y su abuela materna procedían de Polán y su abuelo materno de Mazarambroz. El párroco asegura que el chaval, a sus trece años, siempre ha sido de buena conducta política y moral, y que ha estado bien educado. Un buen chico, sin duda. Así que en 1835 entra a cursar los preceptivos tres años de filosofía previos a cualquier carrera universitaria. Como es habitual en los expedientes de alumnos de esta época, tenemos los certificados de sus profesores de haber aprobado las asignaturas y, cuando procede, documentos similares de las academias, como este de la de San Agustín, con su sello de placa incluido. También se pueden encontrar de vez en cuando en estos expedientes algunos exámenes, con los que podemos conocer qué se preguntaba, qué se respondía y cómo se realizaban. De José Carrera conservamos cuatro exámenes, dos de sus años de filosofía y otros dos de los cursos de Leyes, que fue la carrera superior que eligió. Pero nos vamos a centrar en su examen de física de 1837.

Como los demás exámenes, consta de dos partes. Por un lado, una papeleta con el nombre del alumno, cerrada bajo plica y con un lema identificativo. Por otro lado, en sobre aparte, las preguntas y las respuestas, con el mismo lema pero sin el nombre del alumno, de modo que se garantice el anonimato a la hora de corregir. Tras las respuestas del alumno encontramos la calificación de los profesores, un brillante “notablemente aprovechado” y sus firmas. Pero lo más curioso es que Carrera ha escogido un lema en árabe, cuando lo habitual era hacerlo en latín o en español. Se trata del conocido inicio de la shahāda, la profesión de fe islámica, que suele traducirse por “Solo Dios es Dios”. Nuestro alumno, con quince años, lo escribe en árabe, lo translitera al alfabeto latino y, de propina, añade un dibujo del triángulo de Dios con Su nombre en el interior, también en árabe. Eso sí, se abstiene de escribir el resto de la fórmula que, como es sabido, continúa diciendo “y Mahoma es su profeta”, de nuevo en traducción habitual. Las razones de esta omisión son fáciles de suponer.

Su compañero Luis de Cárdenas Chacón no parece ser tan aplicado, aunque sí tuvo una vida algo más resonante. Natural de Belalcázar (Córdoba) e hijo de Alonso de Cárdenas Chacón (es llamativo que padre e hijo tengan los mismos dos apellidos) había cursado los tres años de Filosofía en el Colegio de la Asunción de Córdoba y un año de Leyes en la Universidad de Sevilla. En 1833 se traslada a Toledo, por razones que ignoramos y pide se le “incorporen” (es decir, se le convaliden) estos estudios a pesar de no haber realizado los últimos exámenes por una enfermedad. A lo largo de su estancia en la Universidad de Toledo volverá a pedir algo similar en otra ocasión, esta vez a causa de una caída de caballo en 1834.

Al año siguiente de nuevo pide ser matriculado fuera de plazo porque tuvo que volver a su pueblo al ser elegido “blanco” (es decir, exento) en el sorteo de las milicias ordenadas ese año. Alega que, además de las 40 leguas de camino, él y su hermano José han debido dar un largo rodeo “por razón de estar ocupados los Montes de Toledo por los facciosos”, en alusión a los grupos carlistas que por entonces operaban en la zona. A pesar de todos estos incidentes, nuestro estudiante cordobés se graduó como bachiller en Leyes y se conserva la minuta, en latín, de su título. Por si tenéis curiosidad, sabemos que Luis de Cárdenas Chacón fue alcalde de su pueblo en 1844 y llegó a ser elegido diputado por su provincia en marzo de 1867, pero tuvo que dejar su escaño al estallar la revolución de 1868. En 1875 aparece como abogado en ejercicio en Belalcázar.

EL EXAMEN DEL DOCTOR BALMIS Y OTROS EXÁMENES

Como sin duda recordáis, en 2020 el ejército español organizó un operativo para ayudar en la lucha contra la pandemia de COVID-19 que recibió el nombre de “Operación Balmis”. Este nombre era un homenaje al doctor Francisco Javier Balmis, uno de los más importantes médicos del siglo XVIII, especialmente conocido por su contribución a la difusión de la vacuna de la viruela en diversos países de América, Asia y África a través de una famosa expedición realizada entre 1803 y 1806. En esa expedición le acompañó la no menos popular enfermera Isabel Zendal, que ha dado su nombre a un hospital madrileño. Balmis, alicantino, se formó en el Hospital Militar de su ciudad y obtuvo el título de cirujano en Valencia en 1778. Se graduó en Artes en México en 1781, país al que volvería durante la guerra de la Independencia española entre 1808 y 1814. Fue “cirujano de cámara” de los reyes Carlos IV y Fernando VII. Y, lo que nos interesa aquí, obtuvo su grado en medicina en la Universidad de Toledo en 1798.

Acta del grado de bachiller en medicina de Francisco Javier Balmis
Acta del grado de bachiller en medicina de Francisco Javier Balmis

El profesor David Martín, de la Universidad de Castilla-La Mancha, nos descubrió el acta del examen de graduación de Balmis como “bachiller” en Medicina, que os mostramos aquí. Observad que dice que es natural de Valencia, quizá por error o quizá refiriéndose por extensión a lo que entonces se llamaba “reino de Valencia”. En todo caso, el documento nos explica cómo fue este examen. Veinticuatro horas antes el aspirante recibió el tema que le había tocado en suerte, que era comentar el aforismo 11 del primer libro de Hipócrates. Hemos localizado una traducción y edición de estos aforismos debida a Manuel Casal en 1818, que se conserva y se ha digitalizado en la biblioteca de la Universidad de Nuevo León (México). Gracias a ella sabemos que el aforismo en cuestión reza: “Durante las accesiones o paroxismos debemos adietarnos, pues entonces perjudica el alimento. En los males que se rigen por periodos (como vemos en la terciana y cuartana) debe observarse lo mismo”. Sobre este tema debió hablar durante media hora, y después fue sometido a “dos argumentos de a cuarto de hora” y finalmente a otro cuarto de hora de preguntas generales sobre medicina. Fue aprobado por unanimidad.

Como vemos, las preguntas de estos exámenes se sometían a algún tipo de sorteo. No sabemos cómo se realizaban estos sorteos, pero podemos sacar alguna pista gracias a las curiosas papeletas que conservamos, datables en la primera mitad del siglo XIX. Se han conservado agrupadas en pequeños paquetes de papeletas con las posibles preguntas para cada examen. Por ejemplo, aquí tenemos las “Preguntas para los exámenes de los de 7º año de Cánones”. En el paquete correspondiente a la asignatura “Derecho público civil y criminal de España”, del cuarto curso de Leyes, encontramos la fecha de 1837.

En fin, os presentamos algunos ejemplos de estas preguntas, evidentemente de diferentes materias y cursos. Así, en cuarto de Leyes se pregunta “¿cuál es la legítima de los hijos?”, pero también, en otras carreras y cursos puede preguntarse si “es o no necesaria la Lógica para adquirir otras ciencias en un estado perfecto” o “en qué idioma han de escribir los comerciantes sus libros y demás documentos”. Sin duda, algunas de estas preguntas todavía podrían formularse en algunos exámenes de la universidad actual.

LOS HONORARIOS DE LOS ARTISTAS

El documento que os presentamos la semana pasada sobre la colocación de la primera piedra del edificio de la Universidad de Toledo se encuentra dentro de un conjunto de documentos de esos humildes, que ha existido siempre y que parece que casi podríamos desechar, pero que en realidad nos aportan datos esenciales para entender la vida cotidiana de las personas: las facturas. Hoy vamos a repasar algunas de estas facturas, y así sabremos cuánto cobraban algunos artistas a finales del siglo XVIII.

Empecemos por el propio arquitecto, Ignacio Haan. Se conservan varios recibos de sus honorarios en las diversas fases del proyecto. Este, por ejemplo, es de los 2.020 reales de vellón que cobró en enero de 1797 por dos conceptos: el “replanteo general de dicha obra”, que fueron 1.500 reales, y “520 reales de vellón que ha gastado en el viaje de venida y vuelta”. Por si esto os parece escaso, digamos que conservamos otros ocho recibos similares que, en total, suponen casi 18.000 reales. Recordemos que Haan es considerado uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XVIII. Desarrolló casi toda su carrera en Toledo y, además del edificio que nos ocupa hoy, fue responsable del aspecto actual de la Sacristía de la Catedral —especialmente el retablo que alberga “El Expolio” del Greco— y construyó la Puerta Llana de la Catedral o el Hospital del Nuncio. Además, podemos encontrar su trabajo en otras localidades de la provincia: el retablo de la parroquia de La Guardia o las parroquias de Yuncler, Polán o Seseña.

La fachada del edificio se corona con un gran escudo sostenido por dos estatuas. Estas estatuas fueron obra del escultor toledano Mariano Salvatierra, que cobró por ellas 30.000 reales de vellón, especificando que “[las] he ejecutado en piedra de Colmenar de Oreja para la Universidad, las que representan la Fama y las Ciencias, su tamaño cerca de nueve pies castellanos”. Y añade que esto no incluye ni el material “ni atributos y otros gastos menores”. Salvatierra fue quizá el escultor más importante de la ciudad en su tiempo y, además de esta obra, es autor de varias esculturas en la Catedral, entre ellas la Inmaculada que preside la Puerta de los Leones. El escudo, por su parte, fue ejecutado por “Josef Finacer”, que en realidad se llamaba Giuseppe Vinacer, natural de Ortisei —en Bolzano, al norte de Italia— y que realizó también un calvario para la parroquia de San Nicolás o una Santa Catalina para el desaparecido convento de la Merced. Por el escudo para nuestro edificio, incluyendo los materiales y la colocación del escudo en su sitio, cobró 20.000 reales de vellón.

Y no queremos terminar sin mencionar el cuadro de la Purísima Concepción, obra de Francisco Javier Ramos destinada al Salón de Grados del edificio y hoy conservada en el Instituto “El Greco”. Desgraciadamente, no hemos podido conseguir una imagen de este cuadro, aunque podemos dar fe de su calidad. Eso sí, tenemos el recibo de la pintura: 3.300 reales, entregados en octubre de 1799. Otro recibo adjunto nos informa que el marco y su montaje costaron 2.300 reales.

LA PRIMERA PIEDRA DE LA UNIVERSIDAD

Hoy os presentamos la “Relación de lo ocurrido para hacer el nuevo edificio de casa Universidad”. No es un documento demasiado atractivo, a priori. No tiene dibujos ni sellos ni membretes, y solo presenta un texto a línea seguida. Pero aporta algunos detalles curiosos relacionados con uno de los edificios más llamativos de la ciudad de Toledo, el conocido como “Palacio Lorenzana”. Como sabéis, esta enorme construcción neoclásica fue ordenada construir por el arzobispo Francisco de Lorenzana a finales del siglo XVIII para albergar a la Universidad de Toledo. Sus vicisitudes las hemos contado ya en alguna ocasión. Bien, pues nuestro documento nos relata la ceremonia de colocación de la primera piedra.

"Relación de lo ocurrido para hacer el nuevo edificio de casa Universidad"
«Relación de lo ocurrido para hacer el nuevo edificio de casa Universidad»

Veamos lo que nos cuenta. Primero, hace un breve compendio de cómo se iniciaron las obras de esta construcción. Así, lo primero que se hizo fue derribar todas las construcciones que había en el lugar. Fundamentalmente, se trataba de “la casa titulada Inquisición Vieja” y de los inmuebles colindantes. Tres de estos inmuebles también eran propiedad de la Inquisición y tanto ellos como la casa principal fueron donados sin inconveniente. Tengamos en cuenta que el cardenal Lorenzana era también Inquisidor General. El conjunto se completó con otras cinco casas compradas a sus dueños. Todo se derribó en junio de 1795, e inmediatamente se inició la construcción del nuevo edificio. El informante precisa que en ese momento solo se contaba con el dinero propio de la Universidad, 250.000 reales.

Lista del personal administrativo de la Universidad de Toledo en 1796
Lista del personal administrativo de la Universidad de Toledo en 1796

El documento no tiene fecha, pero por su contenido podemos deducir que se escribió entre julio y diciembre de 1796. Tampoco está firmado, aunque desde luego el autor estuvo presente en el acto. Y, finalmente, tampoco sabemos a quién se dirige o por qué se realizó. Desde luego, tiene un inconfundible estilo notarial, y puede recordarse que el secretario de la Universidad en ese momento, Atanasio García, a quien conocimos la semana pasada, era también notario, así que podemos sospechar que fuese él el redactor. Pero no podemos asegurar nada al respecto.

Descripción de la "cápsula del tiempo" dentro de la primera piedra
Descripción de la «cápsula del tiempo» dentro de la primera piedra.

Y así llegamos a la ceremonia de colocación de la primera piedra, que “es la que hace esquina a la plazuela titulada de San Vicente”. Era el 30 de abril de 1796 y el acto fue presidido por Luis María de Borbón, entonces arcediano de Talavera y futuro arzobispo de Toledo, junto con un buen número de personalidades. La piedra no era una piedra cualquiera, sino que “tenía en su superficie labrado un hueco cuadrado en el que metió Su Excelencia una caja de plomo cuadrada, y se contenía dentro de ella monedas de todas clases de nuestro monarca…, una Guía de Forasteros, otra eclesiástica, otra militar, un almanaque, todo con fecha de este año de 1796 [y] una descripción del estado actual de la Universidad”. Es lo que hoy llamaríamos una “cápsula del tiempo”.

Lista de cargos y profesores de la Universidad de Toledo
Lista de cargos y profesores de la Universidad de Toledo

A continuación, el informante copia al pie de la letra esta descripción de la Universidad, que en realidad se limita a enumerar a sus empleados. Empieza por los cargos, a saber: el cancelario y maestrescuela Antonio de la Encina, el vicecancelario José de Lorenzana y el propio arcediano Luis de Borbón, como “decano nato de facultades”. Después se enumeran a los profesores divididos por facultades: 24 en Teología, 11 en Sagrados Cánones, 10 en Leyes (civiles, se entiende) y 8 maestros en Artes, además de solo dos doctores en Medicina. Por último, el personal administrativo, reducido al secretario Atanasio García, y el bedel Vicente Fernández, presbítero. Con este personal funcionaba la Universidad de Toledo hace unos 220 años, cuando se pudo la primera piedra de su flamante edificio. esperamos que hayáis disfrutado del acto.

LOS PRIMEROS CLAUSTROS

Como sabéis, en una institución docente el “claustro” es la reunión de todos los profesores. Hasta el siglo XIX la palabra se utilizaba exclusivamente en las universidades y hoy todavía evoca el origen eclesiástico de estas instituciones. En la actualidad los claustros universitarios han modificado su significado y son los órganos de representación de todos los sectores de la comunidad universitaria, una especie de “parlamento” de cada universidad, pero durante el Antiguo Régimen eran reuniones cerradas, “clausuradas”, donde solo intervenían los doctores y los máximos responsables académicos. Por supuesto, sus reuniones quedaban formalmente reflejadas en los correspondientes libros de actas.

Primer libro de claustros de la Universidad de Toledo (cubierta)
Primer libro de claustros de la Universidad de Toledo

Como ya os hemos contado en alguna ocasión, la Universidad de Toledo se origina en el Colegio de Santa Catalina, fundado en 1485. Durante los primeros años, tuvo que ir afianzando su situación legal y su estructura interna y, así, no encontramos ninguna mención del claustro hasta 1557, más de setenta años después de su puesta en marcha. Aún más: el primer libro de actas del claustro no se inicia hasta 1575. Lo podéis ver en la imagen, con su cubierta de pergamino y sus refuerzos de cuero en el lomo, como era corriente en la época.

Primer acta de claustros de la Universidad de Toledo (1575, detalle)
Primer acta de claustros de la Universidad de Toledo (1575, detalle)

En este momento, el claustro de la Universidad de Toledo era bastante magro. En su primer acta, del 7 de abril, aparecen, en efecto, los que participaron en esa reunión: apenas 16  “doctores de la Facultad de Theología” presididos por el vicecancelario Alonso Velázquez. Además de este último, que era obispo de Osma, podemos destacar la presencia del célebre historiador Francisco de Pisa, del que existe un retrato realizado por El Greco, nada menos. En la reunión siguiente, el 21 de abril fueron 19 asistentes, y en la tercera, el 14 de junio, ya acudieron 24 doctores y 17 “maestros”.

Acta del claustro de 14 de junio de 1575 (detalle)
Acta del claustro de 14 de junio de 1575 (detalle)

El claustro era el lugar donde se debatía prácticamente cualquier asunto. Por no salir de estas tres primeras sesiones, digamos que el primer tema discutido fue una cuestión de procedimiento: la forma en que debían realizarse “los actos y grados de los bachilleres en Theología”. En la sesión siguiente ya empezaron las discusiones, en concreto sobre la presencia en el claustro de un aspirante a doctor, llamado Alonso Ramírez, contra el parecer del “doctor Angulo”. Y no podemos dejar de mencionar que la tercera sesión se dedicó a que “en una de las aulas del dicho Colegio [de Santa Catalina] habían escripto cierto libelo infamatorio y que sería bien que hiciese información y los que se hallasen culpados se castigasen”. Como vemos, el repertorio de asuntos nos resulta muy familiar incluso hoy en día.

Acta de la sesión de 7 de agosto de 1576 (detalle)
Acta de la sesión de 7 de agosto de 1576 (detalle)

Por supuesto, los asuntos económicos importantes también se ventilaban en el claustro. Es interesante el acta de la sesión del 7 de agosto de 1576, cuando se dio cuenta de la finalización de ciertas obras en el Colegio de Santa Catalina y se proponía la forma de pagarlas. El coste era “la cantería a ochenta reales cada pilar uno con otro de entrambos patios” y la carpintería fueron 368 ducados. Tras alguna discusión, se decide que dos tercios del coste lo asuma el Colegio, y el tercio restante “entre el arca de grados y de facultad y el arca de cátedras”. De aquí podemos deducir que el edificio, hoy desaparecido, tenía dos patios, y que la economía del Colegio y de la Universidad (las “arcas” que menciona el documento) estaban separadas, aunque ambas instituciones, como sabemos compartían instalaciones y personal.

UNIVERSIDAD E INSTITUTO EN TOLEDO: UNA EXPOSICIÓN

Como ya sabéis muchos de vosotros, el próximo viernes día 17 se inaugura una exposición para conmemorar el medio milenio del nacimiento de la Universidad de Toledo, y el 175 aniversario de su conversión en Instituto de Segunda Enseñanza. La exposición, organizada por la Universidad de Castilla-La Mancha, contará con cuatro sedes, una de ellas nuestro Archivo; las otras tres serán la Biblioteca de Castilla-La Mancha y las bibliotecas de Madre de Dios y Fábrica de Armas de la Universidad regional, todas ellas en Toledo. Como tenemos por costumbre, en las próximas semanas iremos desgranando algunos de los documentos que podréis ver en nuestra Sala de Exposiciones, pero podemos empezar ya con las fotografías, que no podían faltar.

El profesor Emiliano Castaños impartiendo clase en el Instituto de Toledo
El profesor Emiliano Castaños impartiendo clase en el Instituto de Toledo

Empecemos por lo más característico de una institución educativa: las clases. Esta conocida fotografía nos muestra al profesor Emiliano Castaños impartiendo su clase de Historia Natural. Castaños fue uno de los más ilustres profesores del Instituto de Toledo, donde impartió clases primero en 1912-13 y después entre 1939 y 1958; a esta última época debe pertenecer la fotografía. Además de científico y profesor, fue artista y en 1965 entró en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo debido a sus grandes dotes de dibujante, especialmente de paisajes y naturaleza.

Acto público en el paraninfo del Instituto de Toledo
Acto público en el paraninfo del Instituto de Toledo

No menos significativos son los actos académicos. En esta foto vemos un acto público de cierta solemnidad, quizá una apertura de curso, en el “Paraninfo” (es decir, el salón de actos) de la antigua Universidad, ahora utilizado por el Instituto para la misma función. La foto, técnicamente regular, no está fechada pero las indumentarias sugieren los años 20-30 del siglo pasado.

Quizá el elemento que más continuidad sugiere entre la antigua Universidad, el Instituto y la Universidad actual es el edificio conocido por el nombre de su impulsor, el cardenal Lorenzana. En él estuvo la Universidad desde finales del siglo XVIII, allí permaneció el Instituto hasta los años 60 del siglo pasado, y allí se ubican hoy algunos de los servicios administrativos de la Universidad de Castilla-La Mancha, incluyendo el Paraninfo. El imponente edificio fue diseñado por el arquitecto Ignacio Haan y se considera uno de los mejores exponentes de la arquitectura neoclásica. Las fotografías que os ofrecemos, una del exterior y otra del interior, pueden fecharse en los años 40-50 del siglo pasado.

Pero un edificio no es nada sin personas que lo habiten. Así que, para terminar, dos fotos de grandes grupos. Por un lado, unos estudiantes en las escaleras que dan tanta personalidad a la fachada del edificio, y por otro un nutrido grupo de personas que participaban en el homenaje a Juan Suero Díaz, que fue director del Instituto, seguramente con motivo de su jubilación en 1946.

COSAS QUE SE DICEN

La mayor parte de los archivos conservamos documentación de carácter más o menos oficial. Eso significa que su lenguaje es de tipo jurídico o burocrático, con tendencia a los formulismos y poco espacio para la espontaneidad. Pero también, de vez en cuando, encontramos que el escribano o el funcionario desliza alguna que otra expresión que hoy nos resulta curiosa y hasta divertida. Os vamos a presentar tres ejemplos que hemos ido encontrando.

Nota en un inventario de bienes del colegio de San Bernardino
Nota en un inventario de bienes del Colegio de San Bernardino

Hacia 1750 una anotación nos informa que el notario Juan de Herrera Suárez, “vivió más que la sarna y murió en paz año de 1744”. No acaba ahí la cosa, porque su sucesor en la oficina fue “Félix Ortiz Pareja, escribano, coxo con una pata de palo”. Como vemos, no eran tiempos de delicadezas verbales. La nota está al final de uno de los inventarios de bienes del Colegio de San Bernardino que forma parte de un libro de inventarios del que ya os hablamos hace un tiempo con motivo de su restauración. Por nuestra parte, podemos decir que efectivamente conservamos protocolos de Ortiz Pareja entre 1735 y 1779, aunque hasta ahora no conocíamos nada de su aspecto físico. En cuanto a su antecesor, conservamos protocolos entre 1687 y 1742, 55 largos años de notario, y todavía vivió un par de años más ante el pasmo, quizá un poquito perverso, de nuestro anónimo escribiente.

Nota en el libro almocraz del convento de la Concepción de Escalona
Nota en el libro almocraz del convento de la Concepción de Escalona

También hace algunos meses os hablamos del libro almocraz del convento de la Concepción de Escalona, que tiene unos llamativos dibujos. Pues en este mismo libro hemos encontrado una larga nota escrita, según su autor, “a fin de que los curillas no metan la mano en mies ajena”. El indignado escribiente no duda en poner su firma (que no somos capaces de descrifrar) y la fecha: 28 de septiembre de 1794. La nota en cuestión se refiere a que los párrocos de los lugares donde el convento tenía propiedades se incautaban de los diezmos que legalmente pertenecían al convento. Como ya os contamos en su día, el tomo presenta un estado de conservación bastante malo, pero la nota y el exabrupto se leen perfectamente.

Nota en un expediente de censo de la cofradía del Santísimo Sacramento de Menasalbas
Nota en un expediente de censo de la cofradía del Santísimo Sacramento de Menasalbas

Terminamos con un aviso a navegantes. A las espaldas de un expediente de censo perteneciente a la Cofradía del Santísimo Sacramento de Menasalbas encontramos esta nota: “Este censo no tenía escriptura, y se consiguió se hiciese en la forma en que está, que no costó pocas diligencias. Adviértase para en adelante”. Lo firma el licenciado Muñoz, evidentemente agotado pero también un punto orgulloso por haber conseguido devolver esta pequeña renta a su cofradía después de revolver papeles, bregar con abogados y negociar con arrendatarios. La nota probablemente pueda datarse hacia 1765, fecha del último documento del expediente.

DE RATONES Y CONSTITUCIONES

La Universidad de Toledo tuvo cuatro “constituciones” a lo largo de su historia, es decir, cuatro normas generales que regulaban su funcionamiento. En el AHPTO solo conservamos un ejemplar impreso de una de ellas, la promulgada en 1695 bajo el mandato del maestrescuela Juan Íñiguez de Arnedo. Y el caso es que, francamente, estaba hecha una pena. Así que, con el visto bueno (y el dinero) de la Viceconsejería de Cultura y Deportes, encargamos su restauración a Carmen Jiménez Limones, restauradora experta en estos menesteres y que ha realizado un trabajo impecable, como todos los suyos. Naturalmente, teníamos que compartirlo con todos vosotros. Por cierto, que agradecemos a Carmen su permiso para utilizar sus fotos en este post.

Como veis, el principal problema era un enorme agujero en la parte de atrás, que afectaba tanto a la cubierta como a las últimas páginas. Era evidente que se trataba de un ataque de roedores, probablemente ratones, que habían utilizado el cartón y el papel para construir sus nidos. Incluso los excrementos de estos simpáticos animalitos habían provocado manchas y oxidaciones más allá de donde llegaron sus dientes.

Otros daños menores eran los provocados por la mala manipulación, que provocó que se desencuadernase parcialmente, e incluso alguna que otra mancha de cera de las velas necesarias para leer.

Bien, pues todo eso ya está corregido, como podéis comprobar. Ni siquiera va a ser necesario manipular el documento, salvo ocasiones especiales, porque también ha sido digitalizado por completo.

Filigrana

Terminamos con una mención de las filigranas del papel. Se han localizado tres filigranas correspondientes a dos fabricantes de papel, pero solo os mostramos la más clara. Hemos manipulado un poco la imagen para que se vea mejor el dibujo y, de paso, para mostrar las marcas de las tramas utilizadas durante el proceso de fabricación del papel. Como muchos de vosotros sabéis, los hilos de esas tramas tienen los bonitos nombres de “puntizones” (los horizontales) y “corondeles” (los verticales). Desgraciadamente, nos hemos conseguido averiguar el fabricante al que corresponde esta filigrana, así que cualquier ayuda por vuestra parte será bienvenida.

RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

El alojamiento de los estudiantes universitarios ha sido siempre una cuestión de gran importancia. Desde la Edad Media, las Universidades adoptaron un sistema de “colegios” donde los estudiantes vivían y recibían educación complementaria. Pero este sistema empezó a entrar en crisis a finales del siglo XVIII, cuando empezaron a surgir otras formas de alojar a los estudiantes más flexibles y adaptadas a los tiempos. Al principio era simplemente el alojamiento en casa de parientes o amigos, lo que acabó derivando en pensiones más o menos especializadas que pronto empezaron a ser controladas de algún modo por las universidades.

Registro de casas autorizadas para alojar estudiantes
Registro de casas autorizadas para alojar estudiantes

El Plan de Estudios de 1824 ya dispone que estas pensiones deberán ser autorizadas por la Universidad. Por eso, ese mismo año la Universidad de Toledo elaboró un pequeño registro o “librete” en el que ir anotando todas las personas a las que iba autorizando para alojar estudiantes. En el primer año de este registro se anotaron hasta 41 casas que alojaban estudiantes, a las que probablemente haya que añadir algunas más que no estaban autorizadas por la Universidad. Según el estudioso Florentino Gómez, en ellas vivían 111 de los 243 alumnos que tenía en total la Universidad, es decir, casi la mitad. El sistema de pensiones autorizadas fue, desde luego, un éxito desde el primer momento.

Solicitud para alojar un estudiante
Solicitud para alojar un estudiante

La autorización para tener una pensión para estudiantes la otorgaba el Maestrescuela o Canciller, previo informe del “Tribunal de Censura”, que era el órgano encargado de velar por la moral en toda la Universidad. Así lo vemos en esta solicitud que hace en 1833 María García, que vive en la calle Tendillas 9, que expone francamente sus necesidades económicas. Al margen, el canciller de la Universidad dispone que se pida informe al Tribunal de Censura.

Autorización para alojar estudiantes
Autorización para alojar estudiantes

Durante algún tiempo, el permiso se concedía través de un título bastante vistoso, como este concedido a Vicente Colavida, de la calle Cristo de la Luz, 9. Obsérvese la insistencia en el control moral de los jóvenes y de sus actividades: que no vayan a “reuniones sospechosas”, ni participen en “juegos prohibidos” (tampoco en los no prohibidos si era en horas de estudios) ni tampoco contacten con personas “iniciadas de malas opiniones”, todo esto siguiendo al pie de la letra la legislación vigente. Hay que tener en cuenta que prácticamente todos los estudiantes eran menores de edad durante sus estudios universitarios.

Carta pidiendo una moratoria en el pago del alojamiento
Carta pidiendo una moratoria en el pago del alojamiento

La vinculación con la Universidad llegó a ser tan grande que incluso los problemas de falta de pago podían acabar siendo dirimidos por las autoridades académicas. Así ocurrió con el pleito entre Eugenio Rodero, de Torrenueva, y Paulino Rodríguez, casero de su hijo, por los constantes retrasos en el pago. En sus cartas pidiendo una moratoria en el pago, Rodero se justifica por hallarse “con la recolección de los frutos en las manos, y tan sin dineros que creo se han sepultado”.

Reglamento de la casa pensión del Instituto
Reglamento de la casa pensión del Instituto

La desaparición de la Universidad de Toledo en 1845 supuso el fin de estos establecimientos, al menos en cuanto su vinculación con los centros educativos. Sin embargo, todavía en 1855 se establece una “Casa pensión del Instituto Provincial de Toledo”, dirigida por el catedrático Narciso Domingo y que obtuvo la aprobación formal de su reglamento por parte del Claustro del Instituto. Se regula con todo detalle la vida de los pensionados, como muestra este cuadro de actividades diarias, pero también se insiste en la higiene y determinadas comodidades para los estudiantes, muchas veces chicos de apenas doce años.

ACADEMIAS

Como es sabido, la palabra “academia” remite a los cenáculos formados alrededor de algunos filósofos de la Grecia antigua y, en general, hace referencia a una reunión de sabios con finalidad de investigación o de docencia. Ya en el s. XVII se empezó a aplicar este nombre a las clases que recibían los aspirantes a ingresar en algunas órdenes religiosas. Los problemas vinieron cuando, a partir del siglo siguiente, estas academias empezaron a admitir alumnos seglares, es decir, universitarios. En Toledo, la primera academia de este estilo de la que tenemos noticia funcionaba en el convento de San Pedro Mártir.

Fragmento de anuncio referido a la academia de San Juan Nepomuceno
Fragmento de anuncio referido a la academia de San Juan Nepomuceno

Como era previsible, las universidades cercanas protestaron contra lo que consideraban una injerencia, pero lo cierto es que las academias empezaron a proliferar debido, en parte, a que sus enseñanzas estaban mucho más acordes con los nuevos tiempos de “ilustración” y lo que podríamos llamar “modernidad”. Incluso era frecuente que los propios catedráticos universitarios impartieran también clases en las academias. Así que pronto las universidades optaron por, en lugar de enfrentarse a ellas, integrarlas de algún modo. La integración fue tan exitosa que se llegó a exigir a los alumnos estar aprobados en las academias para poder obtener el grado universitario, como refleja claramente este anuncio de 1793. Las academias, pues, fueron parte esencial del funcionamiento de las universidades durante el siglo XVIII y hasta las reformas del primer tercio del XIX.

La primera academia que conocemos integrada en la Universidad de Toledo fue la de Cánones y Leyes de San Juan Nepomuceno, cuyas constituciones fueron aprobadas por el Claustro universitario en 1753, aunque en 1788 se dividiría en una academia de derecho eclesiástico (“cánones”) y otra de derecho civil (“leyes”); en la imagen vemos la aprobación por el Consejo Real de esta última. Hubo además otras cuatro, dedicadas a la filosofía, la teología, los “sagrados cánones, liturgia, historia y disciplina eclesiástica”, y la oratoria. Las academias se mantuvieron en funcionamiento hasta la supresión de la Universidad de Toledo en 1845.

Fragmento de proceso judicial por insultos
Fragmento de proceso judicial por insultos

Las academias mantenían su propia organización. En general, se reunían para sus clases en lugares ajenos a la universidad y fuera del horario lectivo. Por ejemplo, la de San Agustín se reunía los domingos en la parroquia de San Justo. Además de impartir las lecciones correspondientes y hacer sus ejercicios de evaluación, las academias ventilaban sus propios asuntos de forma casi asamblearia, lo que daba lugar a frecuentes disputas que acababan dirimiendo las autoridades universitarias, a veces con el recurso a la fuerza pública. Aquí tenemos el caso de un airado estudiante que, en la misma casa del presidente de su academia y pese a la presencia del alguacil municipal, todavía sigue “diciendo al mencionado presidente que era un navo [sic], que se cagaba en la Academia, que eran todos unos bolos, que estaban relajados [por la Inquisición], que aquella no era Academia y que todo se volvía intereses particulares”. El escribano encargado del caso anotó todo escrupulosamente y sin inmutarse.

Anuncio de función religiosa de la academia de San Agustín
Anuncio de función religiosa de la academia de San Agustín

Pero no todo eran problemas. También había lugar para las fiestas y celebraciones, como esta que anuncia la academia de San Agustín y que, además de su vertiente religiosa, sin duda tenían un claro componente social y lúdico.