EL SOMBRERERO Y SU SOBRINO

A mediados del siglo XVIII, en Talavera de la Reina, dos maestros sombrereros pleitean por los servicios de un joven oficial. Como muchas otras veces, «el caso del sombrerero y de su sobrino» nos permitirá asomarnos a algunos detalles de la vida cotidiana de hace más de 270 años, más allá del propio pleito.

Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo, sombrerero de Talavera de la Reina, y Ramón García. Firma de Cornejo y de uno de los testigos. 13 de junio de 1751.
Contrato de trabajo entre Manuel Ignacio Cornejo y Ramón García

Primero, pongámonos en situación. Durante el siglo XVIII surgieron un poco por todas partes industrias y manufacturas más grandes y eficaces, algunas impulsadas directamente por la Corona y otras a iniciativa particular. Entre otros efectos, esto produjo cierta escasez de mano de obra especializada. Por eso, hacia 1750 el maestro sombrerero Juan de la Cruz, que trabajaba para la fábrica de Manuel González Trujillo, en la collación de Santa Leocadia de Talavera, se trajo a un sobrino suyo, natural de Salamanca y que había quedado huérfano, a fin “de enseñarle y hacerle hombre” aprendiendo el oficio. El sobrino, Ramón García, acordó verbalmente con Trujillo quedarse tres años como oficial. El dueño de la fábrica murió en 1751 y su sucesor, José López de Sigüenza, mantiene las mismas condiciones. Pero en junio Ramón, que tiene 18 años, acuerda un nuevo contrato con otro sombrerero, Manuel Ignacio Cornejo, esta vez por escrito. Ambos industriales entablan un pleito por los servicios del muchacho en el que acaba implicado el Consejo del Arzobispado y que incluso dará con los huesos del chico en la cárcel talaverana. No podemos fijarnos en los detalles del pleito, pero sí diremos que Ramón deberá volver al servicio de Cornejo, aunque es evidente que ni al muchacho ni a su tío les hacía ninguna gracia.

Diligencia de cumplimiento del auto judicial de prisión para Ramón García.
«Y sacó a Ramón García, oficial de sombrero [sic] que estaba en ellas y en dicha fábrica y le condujo a la cárcel pública de esta dicha villa».

Nos vamos a fijar en algunos detalles que aparecen como de pasada por estas páginas. Gracias al Catastro de Ensenada sabemos que los dos sombrereros en litigio son los únicos de este oficio en la ciudad, y ambos viven en la misma parroquia. En una de sus declaraciones, Sigüenza afirma que el acuerdo con Ramón estaba ajustado “sin poderse temer se fuese a otra parte, cuyo temor militaba en los demás”, lo que indica cierto grado de “fuga de talentos” entre las empresas de la época. Algo más adelante el empresario dice que “no solo pagaba lo que cada oficial diariamente ganaba, sino que […] adelantaba a algunos oficiales diversas cantidades”, mientras que el contrato de Ramón con Trujillo especifica que este le pagará a la finalización del acuerdo, es decir, a los tres años y medio. De nuevo, aparece la competencia por ofrecer mejores condiciones a los trabajadores.

"...no solo pagava lo que cada oficial diariamente ganava, sino lo que, solicitando su duración y perpetuidad, adelantava a algunos oficiales distintas cantidades [...] obligándome a darle lo preciso para su manutención y salario pactado aun en el caso que parase dicha fábrica..."
El empresario presume de las buenas condiciones laborales de sus empleados.

Incluso Sigüenza presume de pagar la manutención y el salario “aun en el caso que parase dicha fábrica, como en efecto lo ejecuté los más de veinte días que lo estuvo”. Precisamente Ramón aprovechó esos días de paro (aunque seguía cobrando su salario) para trabajar en la sombrerería de la competencia, con consentimiento de su tío y de su patrón, y aquí estuvo el origen de la disputa, puesto que Cornejo se las arregló para que Ramón no pudiese volver a su antiguo puesto.

"...embió a llamar a Salamanca a Ramón Garzía, su sobrino, para tenerle a su lado mediante que ya estaba en el exerzizio de sombrerería y enseñarle y hazerle hombre por quanto no tenía padre..."
Juan de la Cruz llama a su sobrino Ramón García para «hacerle hombre»

 Otro detalle interesante es que Ramón contrajo una deuda con su patrón por 170 reales de vellón que necesitaba para comprarse un vestido, obligándose a pagar esa deuda con su trabajo. Naturalmente, este tema tuvo su influencia en el pleito, pero hay que observar que el contrato con Cornejo especifica que Ramón ganaría 350 reales por tres años y medio de trabajo. En otras palabras, que un vestido decente costaba el producto de un año y tres meses de trabajo de un oficial relativamente bien remunerado. Esto nos puede dar una idea de las dificultades cotidianas de los trabajadores del momento.

LOS DESERTORES

La semana pasada dejamos a dos grupos de «quintos» de Talavera y su comarca en marcha hacia Zaragoza. Sabíamos su número, casi cien, sus nombres, naturalezas y señas particulares, y también se había regulado su manutención y su ritmo de marcha. Al llegar a la capital aragonesa los recibió Antonio Illioni, comisionado al efecto, quien se dio cuenta enseguida de que algo no había ido bien.

"Juan Hernández se quedó en su reximiento de O'Calahan en la villa de Ariza en 19 del corriente, natural del Arroyo. Juan Rodríguez también, natural de Zamora. Ysidro Santos se  huyó en Alovera en 13 desde, natural de Valdelacasa. Juan de Espinosa también, natural de Campillo. Sebastián Quirós, despedido por quebrado, natural de Lucillos"
Los «quintos» que no llegaron a su destino

En efecto, del primer grupo de cincuenta hombres sólo han llegado 45, es decir, que faltan cinco. Dos de ellos están excusados, porque se habían quedado en Ariza para incorporarse al regimiento al que se les había destinado. Uno más, llamado Sebastián Quirós, fue “despedido por quebrado” (enfermo), aunque más adelante se dice que fue “despedido por ser viejo”. En cuanto a los otros dos, “Isidro Santos se huyó en Alovera el 13 de este [mes]” y lo mismo hizo Juan de Espinosa. Un mes después, el 13 de mayo, el mismo Illioni recibe al otro grupo, de 47 personas, de las que faltaban tres: dos que quedaron enfermos en Bubierca y “Dionisio de Cáceres [que] se huyó en La Almunia en 12 de este [mes]”.

"...a cosa de la una de la noche llegó dicho señor Miguel Pérez a llamar a la ventana de mi cuarto, que habían benido Joseph Sanz, guardia, a visar que se yban los soldados por un abujero de una pared maestra que sale a corral de las casas de Antonio Arroyo, y que abían coxido a un soldado atravesado en el abujero que abían echo en la pared de dicha cárcel..."
La narración de la fuga

Podemos saber algunos detalles sobre la fuga de Alovera gracias al informe que hizo el escribano del lugar que, de paso, nos proporciona algunas informaciones añadidas bastante interesantes. Así sabemos que a los quintados se les trataba no como soldados sino como auténticos delincuentes: se les metía en la cárcel, fuertemente custodiados (se llegan a pedir hasta 18 guardias al alcalde del lugar) y se les mantenían “todos desposados”. Por eso, no es de extrañar que los muchachos quisiesen escapar. Además, las autoridades locales tampoco estaban muy contentas y se quejan de que en un mismo día han pasado dos grupos de levas de soldados más otro de dragones, todos exigiendo hombres y alojamiento. En fin, que entre unas cosas y otras llegó la noche del 12 de abril. Las autoridades se fueron a dormir y los guardias quedaron custodiando la cárcel. Pero hacia la una de la madrugada, los guardias avisaron al escribano “que se iban los soldados por un abujero [sic] de una pared maestra [..] y que habían cogido a un soldado atravesado en el abujero”. Cuando el comandante llegó a la cárcel “halló dos pares de esposas quebradas y cuarenta y ocho soldados”. Identificados los fugados, el comandante pone presos a los guardias e informa al intendente de Guadalajara (la ciudad más cercana), quien al día siguiente ordena que se les ponga en libertad, eximiéndoles de culpa a la vista de los escasos medios con que contaban. Eso sí, para prever nuevas deserciones, envía nada menos que seis nuevos pares de esposas.

"...el que le desechasen por ser biejo, siendo así que es siniestro, que es la edad que el suso dicho tiene es [sic] de treynta y dos años, que es lo más florido de la juventud, como costa de la partida de su baptismo..."
«…treinta y dos años, que es lo más florido de la juventud…»

El asunto no termina aquí. Una vez rendidas las cuentas, el Intendente ordena a los ayuntamientos que sustituyan a los enfermos por otros mozos; en cuanto a los desertores, que se les atrape y se les reincorpore al servicio. Si no se les encuentra, que se sortee de nuevo para sustituirlos. Solo conservamos documentos sobre la sustitución de los mozos que faltaban del primer grupo que, recordemos, eran un enfermo y dos desertores. Uno de estos últimos, natural de Valdelacasa, es atrapado y puesto en la cárcel de Talavera a la espera de sus compañeros, pero en los otros dos casos hay que volver a sortear. Y el nuevo “agraciado” de Lucillos se resiste y emprende un pleito en toda regla. Afirma que el enfermo al que debe sustituir no lo es tal, y que tampoco es viejo (tiene 32 años, “que es lo más florido de la juventud”), además de ser el único sustento de su casa. Finalmente, sin embargo, los tres mozos fueron depositados en la cárcel talaverana a la espera de ser enviados a su destino. El asunto terminará de forma inesperada, porque el Intendente se desentiende de todo y deja manos libres al corregidor, quien no tarda en ponerlos a todos en libertad y permitir que vuelvan a sus casas. No sabemos los motivos de esta actuación, pero el caso es que estos tres jóvenes se libraron de la “mili” por muy poco.

LOS PRIMEROS «QUINTOS»

Como es sabido, los ejércitos de la Edad Moderna estaban formados por lo que hoy llamaríamos “soldados profesionales”, más o menos voluntarios que se alistaban a cambio de una paga. En España, la idea de que los súbditos (solo los varones jóvenes) acudieran personalmente a engrosar las filas del ejército se introdujo con la llegada de los Borbones en el siglo XVIII, en concreto durante la guerra de Sucesión. Conservamos un expediente que relata cómo se realizó una de esas primeras levas forzosas, todavía en plena guerra, en la zona de Talavera.

"Talavera, año de 1712. Autos y diligencias sobre los quintos y sorteos de noventa y siete hombres remitidos por esta villa y demás lugares de su jurisdicción y partido, remitidos a Zaragoza en virtud de reales órdenes".
Portada del expediente

Como corresponde a la administración dieciochesca, el expediente es impecable. Ya la portada nos anuncia de qué se trata: “Talavera, año de 1712. Autos y diligencias sobre los quintos y sorteos de noventa y siete hombres remitidos por esta villa y demás lugares de su jurisdicción y partido, remitidos a Zaragoza en virtud de reales órdenes”.

Copia de la carta enviada por el Ministro de la Guerra al Intendente de Toledo sobre la leva de 740 hombres de la provincia de Toledo.
Carta del Ministro de la Guerra al Intendente de Toledo

En efecto, lo primero que encontramos es una carta del marqués de Bédmar, ministro de la Guerra de Felipe V, al marqués de Cábrega, Intendente de la provincia de Toledo, el 28 de febrero. Merece la pena transcribir parte de esta carta: “Habiéndose reconocido la mucha gente que falta a todos los regimientos de infantería española a causa de haberse vuelto a sus casas la mayor porción de los reclutas antecedentes, y necesitándose hoy más que nunca el poner todos los regimientos completos para por este medio facilitar mejor en las próximas paces la mayor conveniencia y alivio de todos los pueblos, y habiéndose reconocido el poco fruto que se ha seguido de la Orden general que se ha dado para que todas las justicias recojan todos los desertores y los entreguen en la cabeza de partido para por este medio completar la infantería… [se ha acordado]…se hagan las reclutas necesarias… repartiéndose igualmente en todos los pueblos de España a proporción de sus vecindades…”. En otras palabras: convenía hacer demostraciones de músculo militar para apoyar al partido borbónico en las negociaciones de paz que estaban en marcha. A la provincia de Toledo le corresponden 740 hombres: 544 del partido de Ocaña, 99 del partido de Alcázar de San Juan y 97 al partido de Talavera de la Reina. El Intendente transmite la orden al corregidor de esta última ciudad para que disponga cuántos hombres corresponde enviar a cada pueblo de su partido.

Lista de localidades del partido de Talavera con expresión de los soldados que tocan a cada una.
Reparto de soldados entre las pueblos del partido de Talavera

El corregidor, que se llama Juan Gallego Blanco, obedece de inmediato y el 5 de marzo ya está preparado el repartimiento. Entre otros detalles interesantes, se indica que el total de la zona tiene 4.847 vecinos, pero que hay que descontar 606 que viven en lugares de menos de veinte vecinos y, por tanto, están exentos de enviar ningún soldado. El lugar que más soldados envía es Alía, con seis mozos, seguido de Sevilleja de la Jara que aporta cinco.

"Talavera. Antonio Figueroa, natural y vezino desta villa, hijo de Joseph Figueroa, lampiño, zenzeño, con señal de rosa en la mejilla izquierda zerca del ojo, de hedad de veinte años poco más o menos - 1"
El primer quintado de Talavera y su tierra

El 31 de marzo se ordenan detalles de funcionamiento. Primero se enviará un grupo de 50 hombres, “escoltados” por cuatro guardias y un oficial al mando, que se dirigirán a Zaragoza a razón de cuatro leguas diarias, descansando cada cuatro días (a la vuelta, los guardias y el oficial harán ocho leguas diarias y no descansarán); además, se les entregará cada día una libra de pan y se les dará a cada uno un par de alpargatas. De todo ello luego se rendirán cuentas detalladas. El 5 de abril se envía este primer grupo, cuyos integrantes se relacionan uno a uno. El primero es “Antonio Figueroa, natural y vecino de esta villa [Talavera], hijo de Joseph Figueroa, lampiño, cenceño, con señal de rosa en la mejilla izquierda, cerca del ojo, de edad de veinte años poco más o menos”. El 23 de abril se ordena la marcha de los 47 soldados restantes, en las mismas condiciones. Pero cuando ambos grupos lleguen a su destino, las cosas no habían salido exactamente como se esperaba. El final de esta historia tendremos que dejarlo para la semana que viene.

MANUELA Y EUGENIO

Eugenio Hernández era un buen mozo de Talavera, aunque pobre. Durante el año del Señor de 1817 estuvo frecuentando la casa de Bárbara Carrasco, viuda de Tomás Ugena, donde iba a que su hija Manuela le peinara. Y surgió el amor. Así, cuando estaban solos “se propasó a tener libertades y llanezas que [ella] le reprendía y resistía, pero, encendido más y más el fuego de su amor la propuso si quería casarse con él, a lo que respondió que sí”. Eugenio insistía en mantener relaciones sexuales antes de casarse. Tanto insistió que al final “la desfloró y disfrutó su virginidad”. Pero luego, de casamiento nada. Ella, “del desfloramiento y repetidos actos que tuvieron… quedó preñada y dio a luz un niño” que por no poder criarlo “tuvo que darlo a la piedra con el mayor sentimiento y dolor”. Lo de “dar a la piedra” hacía referencia a un nicho que solía haber en la puerta de las inclusas para abandonar allí a los niños recién nacidos. Todo lo anterior lo dice el abogado de Manuela que, indignado por tamaña iniquidad, pide a voces justicia para su defendida.

"...sin faltar a la decencia de su estado, hasta que con el frequente trato, en ocasiones que se hallavan solos, se propasó a tener libertades y llanezas que le reprendía y resistía. pero, encendido ,más y más el fuego de su amor, la propuso si quería casarse con él, a que le respondió que sí, y repitiéndose con el trato y comunicación, se tomó la licencia solo permitida a los maridos. Y posehía del rubor y por otra parte de la inclinación amorosa, aunque insistía condescender a sus torpes deseos, por los llamamientos de su conciencia, avivadas..."
«…pero, encendido más y más el fuego de su amor… se tomó la licencia solo permitida a los maridos…»

Y, efectivamente, empieza el pleito ante el corregidor de Talavera. Primero se pregunta a varios testigos. Por ejemplo, el dueño de la casa donde vivían Manuela y su madre asegura que Eugenio iba con frecuencia y hasta se quedaba a cenar, y que le oyó muchas veces decir que se iba a casar con ella, puesto que tenía un “peujar” para mantenerla; esto es una pequeña porción de tierra que el dueño cede al labrador como parte de su salario. “Y que ha sido tal y tan pública su pasión que no se ha detenido en decirlo a voces, y que se retiró de ella cuando la vio embarazada”. Otro testigo afirma que echó en cara a Eugenio su actitud y que le respondió “que todos los mozos, hasta lograr a una mujer, no se detienen en dar palabras de casamiento”. Incluso el alguacil y el alcalde tuvieron que acudir una noche porque Eugenio estaba discutiendo a gritos con su madre y su hermana que, al parecer, querían impedir el casamiento “porque era cortadora [de telas], como si no lo hubiese sido también su cuñado, marido de una hermana del Eugenio, y el padre de este”.

"...porque aquella hablava con él. Y preguntándole el Sr. Alcalde si estava borracho, le contestó que no, pues solo era por lo referido y porque querían impedirle el casarse con la Manuela porque era cortadora, como si no lo huviese sido también su cuñado (marido de una hermana del Eugenio) y el padre de este. Y, por último, que se havía de casar con ella o havía de hacer modo de que le hechasen a presidio. que haciéndole callar el Sr. Alcalde se retiró conel declarante, y es quanto puede declarar y la verdad bajo el cargo del juramento en que se afirma y ratifica. Y es esta su declaración que le fue leída, expresando ser de edad de treinta y cinco años, y lo firma con su escritura, de que doy fe. Quadros. Josef de Aponte. José Tadeo Holgado de Castañeda"
«…porque querían impedirle el casarse con la Manuela porque era cortadora… se había de casar con ella o había de hacer modo de que le echasen a presidio…»

El 10 de marzo de 1819 declara Eugenio, en presencia de Manuela. Reconoce haber dado palabra de casamiento, pero está seguro que el niño no es suyo y por eso se retractó. Según él, ni siquiera llegaron a mantener relaciones íntimas. Manuela entonces estalla y aporta todos los detalles: “logró por último conocerla carnalmente en la noche del día de la Purísima Concepción del año de mil ochocientos diez y siete, como a la media noche, en casa de su hermano Hipólito, en Calera, en la misma cama que se había hecho para el Eugenio”. Más adelante hubo nuevas relaciones sexuales en su propia casa “como a las siete de la noche a la puerta de su sala” y luego otras ocho o diez veces más.

"En este estado la Manuela, que se halla presente, le reconviene al Eugenio de que se acuerde que después de la pasión que la mostrava, las muchas palabras que la tenía dadas de casamiento y las satisfacciones que disfrutava en su casa de la Manuela, logró por último conocerla carnalmente en la noche del día de la Purísima Concepción del año de mil ochocientos diez y siete, como a la media noche, en casa de su hermano Ypolito, en Calera, en la misma cama que se havía hecho para el Eugenio. Dijo que es incierto quanto la Manuela le recarga."
«…logró por último conocerla carnalmente en la noche del día de la Purísima Concepción…»

Eugenio, acorralado, afirma que en esa habitación entraban hombres a deshora, casados y solteros, incluso con regalos, quedándose a dormir. La indignada muchacha da cumplidas explicaciones: se trata de un lavandero que a veces se quedaba a dormir, pagando por ello, pero en esas ocasiones Manuela dormía en otra habitación y en la misma cama que su hermana y su madre. Y el regalo fue “un pañuelo de naranjas” que un conocido que iba a la habitación vecina regaló a su madre y que, por cierto, acabó comiéndose el mismo Eugenio. Este insiste, sin embargo, en que el niño no es suyo y que “cosa que no ha comido no quiere escotar”. Como vemos, todas estas declaraciones están llenas de sabrosas expresiones populares.

"Talavera. Año de 1818. Manuela Ugena, moza soltera, de esta vecindad, con Eugenio Hernández, también mozo soltero, sobre cumplimiento de palabra de matrimonio y demás que resulta. Juez: el Sr. Corregidor. Escribano: Rivera. Procuradores: Castro, Molina".
Portada del proceso judicial

El abogado de Manuela pide nada menos que ocho años de presidio o bien que cumpla la palabra de matrimonio. A esto último se niega Eugenio y, como es pobre de solemnidad, el corregidor determina “caución juratoria”, es decir, que no pueda salir de Talavera y sus arrabales y que se presente ante la autoridad cada cierto tiempo. Es el 28 de abril. Tres semanas después el joven se presenta ante la justicia, pero nuestro expediente termina aquí. Quizá ninguna de las dos partes tuviese dinero o ganas de seguir adelante y no sabemos si ambos jóvenes se casaron o si dedicaron el resto de sus vidas a odiarse cordialmente.

EL ARCHIVO FOTOGRÁFICO DEL I.N.C.

En febrero de 2020 la Oficina Comarcal Agraria de Talavera de la Reina envió al AHPTO un conjunto de documentos procedentes de la delegación del antiguo Instituto Nacional de Colonización (INC) que todavía permanecían allí. Entre ellos, llegó una caja rotulada como “archivo fotográfico” que incluía tres álbumes de fotos de pequeño formato y varios sobres conteniendo también fotografías de formatos diversos. La labor del INC se había centrado en los pueblos de colonización fundados por el propio organismo en la zona de Talavera de la Reina, y las fotografías que tenemos, naturalmente, también son casi todas de allí.

Mural en el stand del INC en la III Feria del Campo de Madrid
Stand del INC en la III Feria del Campo (1956)

La mayoría son en blanco y negro, aunque hay algunas en color. En general, no tienen fecha, pero algunas sí la tienen y otras reflejan acontecimientos concretos identificables, de manera que se pueden datar aproximadamente entre 1955 y 1970. Por ejemplo, hay un álbum dedicado expresamente al stand del INC en la III Feria del Campo, celebrada en Madrid en mayo de 1956, del que hemos seleccionado la fotografía de uno de los murales que lo adornaban, buen ejemplo del arte oficialista del momento.

Aparte de los reportajes, se trata casi siempre de fotografías técnicas, es decir, realizadas con la intención de mostrar el resultado de una obra o de una acción concreta. Por tanto, se fotografían máquinas (bombas, tractores) e infraestructuras (instalaciones agrarias, canales, carreteras); dos ejemplos pueden ser el puente sobre el río Sangrera en Las Vegas o el interior del matadero del Dehesón del Encinar, en Oropesa.

Pero también se intenta transmitir una visión idílica y tranquila de la vida en estas poblaciones, con imágenes de calles y plazas casi desiertas y de apriscos o rebaños de animales de magnífico aspecto. Os ofrecemos, a modo de ejemplo, la iglesia de Bernuy o el rebaño de vacas cerca de El Bercial. Y, por supuesto, no faltan las vistas aéreas, como esta de Las Vegas.

En general, aparecen pocas personas. No obstante, hay algunas excepciones, como la “familia de colonos” de Talavera la Nueva o esta animada vista de la calle principal de Alberche del Caudillo. Y no podíamos olvidar a las componentes del grupo de coros y danzas de la Sección Femenina de Talavera la Nueva, en una foto de 1964.

dos fotos. Una, con la maquinaria del interior de una almazara. La otra, con una vista de las tapas de las tinajas de una bodega.
Interior de las cooperativas «Ntra. Sra. de la Antigua» (Mora) y «Ntra. Sra. de la Soledad» (Fuensalida)

No obstante, el INC realizó acciones puntuales en otros lugares (las “obras de colonización local”) que también merecieron ser fotografiadas. Por ejemplo, las dos imágenes a color, realizadas en abril de 1966, del interior de la almazara de la Cooperativa Nuestra Señora de la Antigua de Mora y de la bodega de la Cooperativa de Nuestra Señora de la Soledad de Fuensalida; por cierto que ambas empresas continúan funcionando hoy.

EL HOMBRE QUE DEMANDÓ A LOPE DE VEGA

Jerónimo Velázquez era un tipo importante en el panorama teatral de su época. Probablemente nació en Toledo y de joven se trasladó a Madrid, donde se ganó la vida como albañil y solador. Pero pronto destacó por sus dotes como actor y director teatral y formó una compañía que alcanzó bastante éxito. Hacia 1580 su hija Elena Osorio inició un turbulento romance con Lope de Vega, pese a estar casada con Cristóbal Calderón, uno de los actores de la compañía de su padre. Se suele identificar a Elena con la “Filis” de muchos poemas de Lope. La relación terminó de manera amarga (podéis encontrar un detallado relato en la biografía escrita por Zamora Vicente) y Lope escribió algunos libelos infamantes contra Elena y su familia, así que Jerónimo le demandó en 1587. El Fénix fue condenado a destierro de Castilla y de la Corte. Y es justo en ese momento cuando Jerónimo Velázquez empieza a aparecer en nuestros protocolos notariales.

Fragmento de documento en letra antigua
«…y busque a cualesquiera mujeres casadas representantas para venir y que vengan a mi compañía…»

Conservamos hasta ocho documentos en los que Velázquez interviene directamente. El primero es de noviembre de 1587, justo antes del proceso contra Lope, y nos presenta a nuestro director teatral haciendo un “casting” de mujeres: encarga a su yerno Calderón que busque “cualesquiera mujeres casadas representantas para venir y que vengan a mi compañía a esta ciudad de Toledo y a otras cualesquiera para representar y las traer a mi costa”, especificando que se las mantendrá a ellas y a sus maridos y se les dará la paga acostumbrada.

Documento en letra antigua
Lista de telas y vestidos comprados por Jerónimo Velázquez a los hermanos Lagarto

A partir de aquí nuestro hombre aparece en tres tipos de documentos. Los más prosaicos son las compras de material, como la de una larga lista de telas y vestidos que acuerda en enero de 1594 con Juan y Fernando Lagarto.

Después tenemos los contratos de transporte. Por ejemplo, en junio de 1594 Juan de Mora, vecino de Toledo, se compromete a llevar a Valencia a toda la compañía, para lo que utilizará 17 mulas a 5 ducados por mula. Será una mula de carga que llevará unas diez arrobas y media (unos 130 kg), y las demás “de silla y freno”, tres o cuatro de ellas “con sillones para mujer”. Todos los gastos, incluyendo la comida y el alojamiento del arriero, son por cuenta de Velázquez. Dos años después los carreteros Domingo y Luis Hernández se comprometen a llevar a la compañía sucesivamente a Santa Olalla, La Puebla de Montalbán y Talavera, en lo que hoy llamaríamos una gira. Serán dos carros y cuatro mulas, cada carro con un máximo de 80 arrobas (una tonelada, aproximadamente), por un precio de 36 reales diarios por carro o mula.

Documento en letra antigua. Incluye firmas.
Contrato entre Pedro Rodríguez, en nombre de Velázquez, y los mayordomos de la Catedral para ciertas representaciones en la octava del Corpus Christi

Pero los documentos que han llamado más la atención de los estudiosos son los que aluden a los lugares y fechas en que actuó la compañía. Así, en junio de 1590 Velázquez se compromete a pagar 400 reales por el uso del Mesón de la Fruta de Toledo, donde se habían celebrado una serie de funciones “a ocho reales por comedia”, lo que indica que se celebraron 50 comedias. Téngase en cuenta que cada día se podían representar varias comedias. También en marzo de 1594 Pedro Rodríguez, en nombre de Velázquez, acuerda con la Catedral “de hacer y que haga el día de la octava del Santísimo Sacramento… los dos autos que el dicho Jerónimo Velázquez está obligado a hacer en la dicha villa de Madrid el dicho día del Santísimo Sacramento, con dos entremeses y según y la manera que los hubiese hecho en la dicha villa de Madrid”.

Documento en letra antigua
Declaración de Miguel Ruiz sobre el viaje a Lisboa de la compañía de Jerónimo Velázquez

Y finalizamos con las curiosas declaraciones que hacen Velázquez, Rodríguez y un tal Miguel Ruiz de los pertrechos que han introducido en Toledo en mayo de 1596 para hacer sus funciones para el Corpus. Los declaran por motivos aduaneros, puesto que vienen directamente de Portugal, país en el que habían entrado en octubre o noviembre pasado para actuar en Lisboa, y dicen que no habían dejado allí absolutamente nada. Os presentamos aquí el principio de la declaración de Miguel Ruiz, que quizá sea la que mejor letra tenga. Aquí terminan nuestros datos sobre este «autor de comedias», pero, si queréis saber más, podéis consultar su biografía escrita por Carmen Sanz y Bernardo García.

NOTICIA DE LA COFRADÍA DEL CORPUS CHRISTI DE TALAVERA

Entre la extensa documentación que conservamos en el AHPTO procedente de las desamortizaciones del siglo XIX encontramos un buen número de documentos de cofradías y hermandades religiosas. En su mayor parte son documentos que se mantuvieron en la Delegación de Hacienda, responsable de la desamortización, fundamentalmente porque podían justificar derechos económicos como rentas, alquileres o propiedades. Entre todas estas cofradías abundan las dedicadas al Santísimo Sacramento, casi en cada lugar de la provincia. Pero nos hemos fijado en la de Talavera de la Reina por dos motivos: porque es la que ha conservado documentos más antiguos, y porque es la única que utiliza explícitamente la denominación “Corpus Christi”.

Texto en letra antigua. Se ha resaltado la frase "en nombre del cabildo y cofradía del Corpus Christi de  esta dicha villa".
«…en nombre del cabildo y cofradía del Corpus Christi de esta dicha villa…»

La primera mención que encontramos está en una escritura de censo que otorgan Gutierre González Doncel y su mujer doña Gracia a Bartolomé Martínez, colegial de Santa María, y a Pedro Sánchez, colegial de El Salvador “en nombre del cabildo y cofradía del Corpus Christi de la dicha villa”, sobre unas casas que tienen “entre los derfanales [¿?] mayores de la dicha villa” en la collación de Santa María. Es de 29 de mayo de 1459 y, como puede observarse, está muy afectada por la corrosión provocada por la tinta ferrogálica.

Fragmento de documento con escritura antigua. Está resaltada la frase "de la santa y noble cofradía que es dicha y llamada en esta dicha villa la la [sic] cofradía del cuerpo de Cristo"
«…de la santa y noble cofradía que es dicha y llamada en esta dicha villa la la [sic] cofradía del cuerpo de Cristo…»

La siguiente mención está en el testamento de Antón Sánchez de Ribera, fechado el 27 de julio de 1465, quien deja la llamada Huerta de Villegas “a los mis hermanos señores cofrades de la santa y noble cofradía que es dicha y llamada en la dicha villa la la [sic] cofradía del Cuerpo de Dios”.

Poco después, el 7 de octubre de 1467, la cofradía arrendará la misma huerta a María González, viuda de Diego Sánchez de Villegas, y a su yerno Toribio González, ambos vecinos de Talavera. El censo será vitalicio, por 800 maravedíes “y cincuenta duraznos” al año. En este documento, unido a la licencia del deán para realizar el arrendamiento y al juramento de ambas partes de cumplir lo acordado, encontramos ya algunos detalles interesantes.  Así, aparece un “prioste”, que lo es Pedro López, canónigo de la Colegiata. Los cofrades son todos clérigos talaveranos, empezando por el propio deán Alfonso Núñez, con varios clérigos de la Colegiata y otros de las iglesias de Santa Leocadia, Santa Eugenia, San Pedro, Santiago el Nuevo y San Martín. En la huerta se incluye “una casa y una cocina techada y tejada con teja y enhiesta y adobada y bien reparada, y la dicha huerta con su aceña y entruesga, todo moliente y corriente”; la “entruesga” era la rueda dentada de un molino. Y a la hora de jurar, lo hicieron “los dichos clérigos por las órdenes de recibieron y los dichos María González y Toribio González por el Nombre de Dios y de Santa María y sobre la señal de la Cruz que con sus manos derechas corporalmente tangieron [quiere decir que hicieron la señal con sus propios dedos] y a las palabras de los Santos Evangelios donde quiera que más largamente sean escritos”.

Inicial miniada, con figura de pez, de "In Dei nomine"
Inicial miniada de «In Dei nomine»

Junto con estos documentos encontramos otros que no se refieren directamente a la cofradía del Corpus Christi, sino más bien a esta “huerta de Villegas”. Pero no nos resistimos a reproducir aquí el dibujo con que se inicia una carta de juramento, asociada a la venta de la finca en cuestión y hecha en julio de 1454. Esta especie de pez representa la inicial de “In Dei nomine”, la invocación con que empieza el documento. Bien podría servir para una “tarasca” de alguna procesión de estos días.

COSAS QUE SE ENCUENTRAN

Una copla manchega dice: “Andandillo, andandilllo, se encuentran cosas”. Pues nosotros, a lo largo de 90 años de existencia, también hemos encontrado “cosas”, es decir, objetos que no esperábamos encontrar, entre los documentos que ha ido llegando a nuestro archivo. Algunos de ellos ya los hemos presentado aquí, como el dibujo de un caballero dieciochesco alanceando un toro o el conjunto de documentos de dos logias masónicas de Nueva York. De estos últimos, hay una curiosa foto de sus componentes, todos con sus mandiles rituales sobre los trajes de gala, que podéis ver en nuestra exposición sobre los 90 años del AHPTO.

Cruz de Caravaca (fragmento)

En esta misma exposición hemos rescatado algunos objetos más. Así, el fragmento de una Cruz de Caravaca de metal, que apareció en agosto de 1994 entre los folios de un protocolo notarial, en concreto el correspondiente a Juan de Soria, notario de Talavera de la Reina, y al año 1621. Agradecemos al investigador D. Mariano Maroto que nos comunicase este hallazgo. Lo consideramos el documento más pequeño del archivo porque mide poco más de un centímetro de altura, aunque propiamente no es un documento.

No menos singular, pero sí más bonito, es el recorte de la silueta de un caballero en pleno galope, con su sombrero y pluma. Es un objeto muy delicado porque está hecho de papel barba tintado y recortado, pero aun así no hemos querido dejarlo atrás en nuestra exposición. Lo cierto es que no estamos seguros de cómo llegó hasta el AHPTO. Hasta donde hemos podido averiguar, apareció junto a una bula de Gregorio XIII, de 1572, que confirma determinadas indulgencias para los que acudiesen a rezar a la capilla del Colegio de San Bernardino, adscrito a la Universidad de Toledo. Pero no podemos saber si su presencia junto a este documento no es más que una casualidad. Por cierto, que en la bula en cuestión encontramos una interesante nota, fechada en 1843, en la que un colegial afirma que la “reformé fielmente… pues apenas se podía leer». De hecho, se aprecian perfectamente en el documento las letras repintadas por este “restaurador” de hace doscientos años.

Bandolera de guarda rural, con su placa en el centro.

Entre los fondos que conservamos se encuentran los de las Cámaras Agrarias locales de muchas localidades de nuestra provincia. Son documentos de gran valor para la historia local del siglo XX, en especial para los pequeños pueblos. Bien, pues entre sus competencias estaban algunas relacionadas con la denominada “policía rural”. Así que, entre los documentos correspondientes a la Cámara Agraria de La Torre de Esteban Hambrán apareció la bandolera del guarda rural. Obviamente, no tiene fecha y apenas podemos decir que es de la segunda mitad del siglo pasado.

ELECCIONES EN ÉPOCA DE FRANCO

Una de las fórmulas con las que el régimen franquista buscó legitimarse fue la de autodefinirse como “democracia orgánica”. La expresión alude a que la representación de los ciudadanos no venga a través de los partidos políticos o de los sindicatos libres, sino a través de las organizaciones consideradas “naturales”: la familia, el sindicato único y el Estado. La Ley de Bases del Régimen Local de 1945 traduce esta concepción general a la manera de elegir los concejales. El total de concejales de una localidad se divide en tres “tercios”. El primer tercio es elegido por los “cabezas de familia”, lo que excluía en la práctica a la gran mayoría de las mujeres (no a todas; de hecho incluso hubo mujeres candidatas); el segundo tercio por “los organismos sindicales radicantes [sic] en el término”, y el último tercio los elegían los concejales de los dos primeros tercios de entre una lista propuesta por el Gobernador Civil entre “vecinos miembros de entidades económicas, culturales y profesionales radicantes en el término o, si estas no existiesen, entre vecinos de reconocido prestigio”. Si a esto añadimos que el alcalde era designado y cesado directamente por el Gobernador Civil o por el Ministro de la Gobernación (según el tamaño de la población), podemos hacernos una idea del significado real que la palabra “democracia” tenía en de este peculiar sistema.

Pero lo cierto es que elecciones, haberlas habíalas. En noviembre de 1963 se celebraron elecciones municipales. En estas fotografías hechas por la Casa Rodríguez en Toledo podemos ver a los ciudadanos esperando su turno bajo las arcadas de la Casa Consistorial, y también los que esperan ya depositar su voto en la urna situada probablemente en el interior. Hubo más de un punto de votación en la ciudad, como muestran las dos imágenes de las votaciones en el aula de un centro docente, quizá el Instituto Provincial.

Incluso se permitía la propaganda electoral. Aquí tenemos las octavillas que hicieron imprimir algunos candidatos de Toledo. Y, por supuesto, la información oficial animando a votar, Obsérvese que tanto a los funcionarios como a los que cobrasen subsidio por desempleo o por jubilación se les obligaba a presentar el justificante de haber votado para poder cobrar la nómina más cercana.

La documentación del Gobierno Civil sobre estas elecciones es abundante. Por ejemplo, la Guardia Civil elaboró detallados informes sobre la vida, costumbres e ideología política de todos y cada uno de los candidatos. Pocos días antes de las elecciones el Gobernador Civil envió al Ministerio un detallado informe dando cuenta de las reuniones y gestiones realizadas para evitar ningún imprevisto; de él hemos extraído algunos párrafos suficientemente significativos. El “artículo 55” al que se alude es el de la ley electoral de 1907, todavía vigente, que permitía la designación directa del concejal cuando, por fallecimiento repentino o por cualquier otra causa imprevista, faltasen candidatos. Y, además, una no menos expresiva carta que el jefe local de Falange en Talavera de la Reina escribe al Secretario del Gobierno Civil para que se incluya a una persona determinada en la lista de candidatos al tercio de “entidades” en Navamorcuende.

Por si tenéis curiosidad, aquí está el informe oficial que el Gobierno Civil envió al Ministerio de la Gobernación con los resultados de estas elecciones en la provincia. Como puede observarse, en el tercio familiar la participación fue del 43 %. Pese a las consignas oficiales, no parece que esta forma de entender la democracia levantase grandes entusiasmos.

EL CARNAVAL Y LA ROMERÍA DE SANTA APOLONIA

Después de dos años de suspensión, ya podemos celebrar los Carnavales, aunque todavía con algunas restricciones. Pero, como sabéis, no siempre fueron las enfermedades o los imponderables los que impidieron celebrar estas fiestas. Con frecuencia las autoridades civiles y religiosas fruncieron el ceño ante tal manifestación de regocijo, llegando a veces a prohibirla. Esto fue lo que pasó en 1744 en las cercanías de Talavera de la Reina. Aunque hay algunos detalles que hacen especial este caso.

Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia
Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia

En realidad, lo que el cardenal Luis de Borbón prohíbe no es el Carnaval, sino los jolgorios que se producían en esas fechas en la ermita de Santa Apolonia. Digamos que en el lugar de Peña del Cuervo se había edificado en el siglo XVI una iglesia para servicio de sus vecinos, con la advocación de la patrona de los dentistas, aunque a veces las fuentes la confunden con Santa Coloma. En el año de nuestro documento parece que el lugar ha desaparecido como tal porque, según dice el señor cardenal “nos hallamos informado que a media legua de distancia de la nuestra villa de Talavera se halla una hermita [sic] con la advocación de Santa Polonia, en el distrito de la parroquia de San Miguel”. En realidad, la ermita no está “a media legua” sino al doble, a casi 5 kilómetros de la ciudad.

Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (fragmento)
Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (fragmento)

Pero eso es lo de menos, porque Su Eminencia tiene muy claro cuál es el problema: “en cuya hermita parece celebrarse en los días de Domingo de Carnestolendas de cada un año misa cantada con procesión alrededor de ella, a que han concurrido y concurren mucho número de personas de todos estados, originándose de ello desazones, quimeras y otros desórdenes, y por consiguientemente [sic], ofensas contra la Divina Majestad a que es ocasionado aquel sitio, por estar lleno de peñas y barrancos”. Recordad que “quimera” tiene el sentido de riña o pelea.

Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (fragmento)
Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (fragmento)

Por tanto, el cardenal ordena al párroco de San Miguel “que no hagáis ni permitáis se haga la celebridad de dicha misa y procesión en los referidos domingos de Carnestolendas y en adelante en la misma forma no permitáis que se ejecute la dicha procesión, y sí solamente que se celebre la dicha misa en la citada hermita en el día propio de la gloriosa Santa o en el de su octava”. Es decir: nada de procesiones por el exterior ni en fechas de Carnaval. Solo la misa dentro de la iglesia y el día de la santa (9 de febrero), nada más. Parece que el pueblo, y también los párrocos correspondientes, tendían a mezclar la romería de la santa con los cercanos carnavales, lo que provoca los excesos que tanto molestan a las autoridades religiosas.

Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (firmas, validación y resumen)
Provisión arzobispal sobre la romería de Santa Apolonia (firmas, validación y resumen)

El documento no lo firma el arzobispo, sino los miembros de su Consejo, los licenciados Pazuengos, Bódalo, Alcántara y Pavón, con el refrendo del notario episcopal Nicolás López Álvarez. No sabemos si don Luis y su Consejo tuvieron mucho éxito, porque la romería siguió celebrándose hasta 1967. Después dejó de realizarse, parece que más por falta de entusiasmo que por prohibición, pero fue recuperada en los años 90 del siglo pasado y hoy ha vuelto a consolidarse en el calendario de festejos talaveranos. Tenéis más información en el blog La mejor tierra de Castilla, de donde hemos sacado parte de los datos.