JORGE MANUEL, EL HIJO DEL GRECO

Entre los historiadores del arte, y también entre muchos toledanos, Jorge Manuel Thetocópuli ­o simplemente Jorge Manuel­, es un personaje bien conocido. Como sabéis, era hijo natural del Greco y de Jerónima de las Cuevas y nació en Toledo en 1578. Aparece retratado a los ocho años en una de las obras más importantes de su padre, “El entierro del señor de Orgaz”, y, ya de adulto, su padre le hizo otro retrato que hoy conserva el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Al igual que Doménico, Jorge Manuel Theotocópuli ha dejado abundantes huellas documentales en nuestro archivo.

El primer documento en que aparece mencionado, al menos en nuestro Archivo, es una carta de poder de 1601 que le otorga su padre para que, junto con el doctor Gregorio de Angulo, acordasen con el Hospital de la Caridad de Illescas los términos del retablo que El Greco debía realizar. Podemos imaginar que el Greco envía a su joven hijo junto con el curtido jurista para que vaya aprendiendo los tejemanejes administrativos del oficio de artista. Por lo visto, el vástago aprendió rápido, porque solo dos años después se les encarga al padre y al hijo, de mancomún, la realización de esta espléndida obra.

Recibo de dos pagos, a favor del Greco, por el retablo del Colegio de san Bernardino, firmado por Jorge Manuel
Recibo de dos pagos por el retablo del Colegio de San Bernardino

Desde entonces, Jorge Manuel aparece como uno de los colaboradores habituales de su genial padre. Así lo encontramos cobrando algunos de los pagos del retablo del Colegio de San Bernardino en 1603, en un recibo doble donde encontramos su firma por primera vez. Obsérvese que no pone su apellido en el texto (sí en las firmas) y que se refiere a su padre como “mi señor”.

Firmas del Greco y de Jorge Manuel de la carta de obligación del pago del alquiler de las casas del marqués de Villena
Firmas del Greco y de Jorge Manuel de la carta de obligación del pago del alquiler de las casas del marqués de Villena

La estrecha relación con su padre se confirma con un par de ejemplos. Así, no solo vivían en la misma casa, sino que el alquiler estaba a nombre de los dos, como se ve en esta carta de obligación de pagarlo que ambos firman. Pero, sobre todo, pocos días antes de morir, Doménico encarga a su hijo que haga testamento en su nombre mediante una carta de poder donde está la última firma del pintor. Poco después, Jorge Manuel realizaría el famoso inventario de bienes del Greco, documento excepcional que merece que algún día le dediquemos un post específico.

Final del concierto entre Jorge Manuel y el convento de Santo Domingo el Antiguo sobre el enterramiento de su familia
Final del concierto entre Jorge Manuel y el convento de Santo Domingo el Antiguo sobre el enterramiento de su familia

Para entonces, Jorge Manuel ya había realizado varios encargos de cierta envergadura: una capilla en San Ginés de Toledo, el retablo de San Martín de Montalbán, el de la villa de Bayona, hoy Titulcia, o la fachada del actual Ayuntamiento de Toledo. Tras la muerte de su padre hubo de asumir los encargos sin terminar, como el retablo del Hospital Tavera, y también los pleitos y problemas. Uno de los más interesantes tiene que ver con el lugar de enterramiento de ambos artistas y de su familia, asunto sobre el que se ha escrito mucho. Digamos que, en principio, el enterramiento estaría en la iglesia del monasterio de Santo Domingo el Antiguo. Sin embargo, tras la muerte del Greco surgieron diversos inconvenientes que hicieron que Jorge Manuel lo trasladara a la parroquia de San Torcuato. Pero esta iglesia fue desamortizada en el siglo XIX y luego derribada casi por completo, así que la tumba del Greco y de su hijo están hoy perdidas aunque, como decimos, sobre esto hay diversidad de opiniones. Nosotros nos limitamos a presentaros dos documentos: un concierto entre las monjas de Santo Domingo y Jorge Manuel sobre el monumento funerario, de 1618 (está la firma de Jorge Manuel entre las de todas las monjas, además de la rúbrica del notario), y una declaración de nuestro protagonista, dos años después, sobre el letrero que debía campear en la nueva tumba ya en San Torcuato.

Declaración de Jorge Manuel sobre un letrero en el enterramiento de su familia en la iglesia de San Torcuato
Declaración de Jorge Manuel sobre un letrero en el enterramiento de su familia en la iglesia de San Torcuato

Jorge Manuel casó tres veces. De su primera esposa, Alfonsa de los Morales, tuvo un hijo que luego profesó en el convento de San Agustín de Toledo. De su segunda esposa, Gregoria de Guzmán, tuvo dos hijas que le sobrevivieron, Claudia y María, y otro hijo que murió siendo niño. De su tercer matrimonio, con Isabel de Villegas, no tuvo descendencia. De este modo, al morir él en 1631 se perdería para siempre el apellido Theotocópuli en Toledo.

JUAN DE BORGOÑA, PINTOR

La semana pasada se inauguró en el Museo de Santa Cruz de Toledo una exposición sobre Juan de Borgoña, con ocasión de la recuperación de unas tablas suyas procedentes de la iglesia de la Santísima Trinidad de Alcaraz. Como sabéis, Borgoña fue un pintor que estuvo activo en Toledo durante los últimos años del siglo XV y principios del XVI y cuya obra principal son las pinturas murales realizadas para la Catedral, tanto en la Capilla Mozárabe como en la Sala Capitular. Casi nada se sabe de su vida hasta que aparece trabajando en nuestra ciudad en 1495, pero desde ese momento se le puede seguir la pista hasta su muerte en 1536 gracias, en gran medida, a los abundantes documentos referidos a él que se pueden encontrar en nuestro archivo. Hoy os ofrecemos una pequeña selección de estos documentos.

Carta de obligación del pago de la dote en el matrimonio entre Juan de Borgoña e Inés de Torequemada (1516)
Carta de obligación del pago de la dote en el matrimonio entre Juan de Borgoña e Inés de Torequemada (1514)

En primer lugar, tenemos la obligación que contraen Garci Álvarez de Cuéllar y Lorenzo de Toledo —quizá de familia conversa— de pagar la dote que Inés de Torquemada, hija de Diego de Torquemada y Teresa López, habría de llevar a su boda con el pintor Juan de Borgoña. Se trata de la segunda boda del artista, que había casado previamente con Quiteria Fernández, ya difunta. Este documento está fechado el 1 de octubre de 1514 y en su esquina inferior derecha podemos ver la firma del artista. En el protocolo notarial en el que se encuentra le sigue inmediatamente después la correspondiente carta de arras, fechada el 12 de octubre, en la que se especifica que el matrimonio ya se ha celebrado y además se alude a la muerte del padre de la novia. Todo parece indicar que ambas cosas sucedieron en un plazo muy breve de tiempo.

Firma de Juan de Borgoña (1525)
Firma de Juan de Borgoña (1525)

Del segundo documento os ofrecemos el detalle de la firma. Se trata del acuerdo entre Borgoña y Alonso de Vozmediano —quien, por cierto, fue un importante funcionario de la Hacienda de Carlos V— para pintar el retablo de una de las capillas de la iglesia de la Almudena de Madrid. El documento es extremadamente difícil de leer pero al menos podemos obtener sus datos fundamentales, incluyendo su fecha: 29 de enero de 1525.

Por último, dos documentos sobre sus últimas obras. El 16 de mayo de 1535 nuestro pintor, junto con el arquitecto Alonso de Covarrubias, que actúa como su fiador, se compromete a acabar la obra del retablo de la iglesia de Santa María de Escalona. El caso era que Borgoña se había contratado para hacer esta obra junto con “el Maestre Copín”, es decir, Diego Copín de Holanda, un escultor que había trabajado en el retablo mayor de la Catedral de Toledo y probablemente también en el de la iglesia de Alcaraz donde aparecieron las pinturas de la exposición que hemos mencionado. Pero Copín había fallecido, así que ahora “yo el dicho Juan de Borgoña acabaré el dicho retablo de talla y pincel y oro conforme a la dicha obligación hecha por mí y por el dicho Maestre Copín desde hoy día de la fecha de esta [carta] hasta el día de Corpus Christi del año venidero de mil y quinientos y treinta y seis años”. Al final encontramos la firma tanto de Juan de Borgoña como de Alonso de Covarrubias pero, como es sabido, el pintor tampoco llegará a terminar este encargo.

Nombramiento de tasadores para el retablo de la iglesia de Cuerva (1536)
Nombramiento de tasadores para el retablo de la iglesia de Cuerva (1536)

Para terminar, un documento realizado el 20 de diciembre de 1537, más de un año después de la muerte del pintor. Aquí, sus albaceas Alonso de Covarrubias, al que ya conocemos, y Luis de Borgoña, hijo de nuestro protagonista y de su primera mujer, acuerdan el nombramiento de tasadores para la obra del retablo de la iglesia de Cuerva, que Juan de Borgoña había concertado con la señora de la localidad, doña Sancha de Guzmán. Se especifica que “agora el retablo está fecho e acabado a costa del dicho Juan de Borgoña”, frase que hemos remarcado en la imagen. Merece la pena mencionar que los tasadores fueron los pintores Pedro de Comontes y Pedro Egas, este último hijo de arquitecto Enrique Egas. Como vemos, una estupenda ensalada de grandes artistas relacionados entre sí.

LOS HONORARIOS DE LOS ARTISTAS

El documento que os presentamos la semana pasada sobre la colocación de la primera piedra del edificio de la Universidad de Toledo se encuentra dentro de un conjunto de documentos de esos humildes, que ha existido siempre y que parece que casi podríamos desechar, pero que en realidad nos aportan datos esenciales para entender la vida cotidiana de las personas: las facturas. Hoy vamos a repasar algunas de estas facturas, y así sabremos cuánto cobraban algunos artistas a finales del siglo XVIII.

Empecemos por el propio arquitecto, Ignacio Haan. Se conservan varios recibos de sus honorarios en las diversas fases del proyecto. Este, por ejemplo, es de los 2.020 reales de vellón que cobró en enero de 1797 por dos conceptos: el “replanteo general de dicha obra”, que fueron 1.500 reales, y “520 reales de vellón que ha gastado en el viaje de venida y vuelta”. Por si esto os parece escaso, digamos que conservamos otros ocho recibos similares que, en total, suponen casi 18.000 reales. Recordemos que Haan es considerado uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XVIII. Desarrolló casi toda su carrera en Toledo y, además del edificio que nos ocupa hoy, fue responsable del aspecto actual de la Sacristía de la Catedral —especialmente el retablo que alberga “El Expolio” del Greco— y construyó la Puerta Llana de la Catedral o el Hospital del Nuncio. Además, podemos encontrar su trabajo en otras localidades de la provincia: el retablo de la parroquia de La Guardia o las parroquias de Yuncler, Polán o Seseña.

La fachada del edificio se corona con un gran escudo sostenido por dos estatuas. Estas estatuas fueron obra del escultor toledano Mariano Salvatierra, que cobró por ellas 30.000 reales de vellón, especificando que “[las] he ejecutado en piedra de Colmenar de Oreja para la Universidad, las que representan la Fama y las Ciencias, su tamaño cerca de nueve pies castellanos”. Y añade que esto no incluye ni el material “ni atributos y otros gastos menores”. Salvatierra fue quizá el escultor más importante de la ciudad en su tiempo y, además de esta obra, es autor de varias esculturas en la Catedral, entre ellas la Inmaculada que preside la Puerta de los Leones. El escudo, por su parte, fue ejecutado por “Josef Finacer”, que en realidad se llamaba Giuseppe Vinacer, natural de Ortisei —en Bolzano, al norte de Italia— y que realizó también un calvario para la parroquia de San Nicolás o una Santa Catalina para el desaparecido convento de la Merced. Por el escudo para nuestro edificio, incluyendo los materiales y la colocación del escudo en su sitio, cobró 20.000 reales de vellón.

Y no queremos terminar sin mencionar el cuadro de la Purísima Concepción, obra de Francisco Javier Ramos destinada al Salón de Grados del edificio y hoy conservada en el Instituto “El Greco”. Desgraciadamente, no hemos podido conseguir una imagen de este cuadro, aunque podemos dar fe de su calidad. Eso sí, tenemos el recibo de la pintura: 3.300 reales, entregados en octubre de 1799. Otro recibo adjunto nos informa que el marco y su montaje costaron 2.300 reales.

TRISTÁN, EL DISCÍPULO DEL GRECO

Luis Tristán es, quizá, el más conocido de los discípulos del Greco. No sabemos con precisión ni la fecha ni el lugar de su nacimiento, pero debió ser hacia 1585 no muy lejos de Toledo, ciudad donde pasó casi toda su vida. Hijo del artesano y mercader Domingo Rodríguez, parece estar mucho más unido a su madre, Ana de Escamilla, cuyo apellido utiliza en ocasiones y a quien ayuda en 1618 con su aval económico cuando ella va a alquilar el “mesón de la fruta vieja”, cerca de la iglesia de San Nicolás. Por cierto, que el apellido Tristán, que también utilizan sus hermanos, quizá fuese el segundo de su padre.

Para entonces Luis ya era un pintor de renombre. Había entrado en el taller del Greco hacia 1603 y pronto llamaría la atención de su ilustre maestro, entablando una sólida amistad con su hijo Jorge Manuel Theotocópuli. Se suele considerar que su estilo adquiere personalidad propia después de un viaje a Italia hacia 1610-1611. Al poco de regresar recibió el encargo de varios lienzos para el monasterio de la Sisla; aquí os mostramos el contrato, que incluía un espléndido “Calvario” hoy en el Museo del Prado.

Documento antiguo con firmas

Bien, pues nada más recibir este que fue su primer encargo importante, se prometió en matrimonio con Catalina de la Higuera, y firmaron ante notario la correspondiente promesa (en realidad, solo firmó él, porque ella no sabía escribir). Como vemos, en todas las épocas para casarse hace falta antes tener relativamente asegurado el sustento. Y bien que lo tenía, porque ya hemos visto que avaló a su madre en 1618, en 1619 contrató a su primer discípulo conocido, Pedro de Camprobín, y tres años después aceptó a otro, llamado Bartolomé García. Os mostramos el final del contrato de aprendizaje del primero.

Documento antiguo con firmas

La consideración de Luis Tristán entre los especialistas ha sido variable, casi contraria a la de su maestro. En efecto, durante los siglos XVIII y XIX fue muy apreciado, en parte porque se consideraba que “corregía” los “defectos” del Greco, pero después, de forma paralela a la revalorización de su maestro, cayó en cierto desprecio, como si su pintura fuese una mala imitación de la del cretense. Hoy, sin llegar a tenerle por ningún genio, se le considera un gran pintor, buen ejemplo del arte del Siglo de Oro.

Documento antiguo con firmas

Tristán murió joven, en 1624, de manera que el catálogo de sus obras conocidas no es muy extenso. Conservamos en nuestro archivo su testamento, fechado el seis de diciembre de ese año, en el que ejerció como testigo el propio Jorge Manuel, que es el único que firma el documento, además del notario. No deja de resultar triste que el mismo Jorge Manuel tuviera que ejercer de testamentario de su padre y de su amigo en el plazo de diez años.

EL ENTIERRO DEL SEÑOR DE ORGAZ

Hoy os vamos a presentar algunos de los documentos más conocidos de nuestro archivo, pero no por ello menos interesantes, y que hasta ahora no habíamos reseñado aquí. Ambos, se refieren a “El entierro del señor de Orgaz”, una de las obras cumbres de la pintura universal y atractivo turístico de primer orden de la ciudad de Toledo. Y ambos firmados por El Greco y por sus clientes.

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En primer lugar, el contrato entre El Greco y la parroquia de Santo Tomé, representada por el párroco Andrés Núñez de Madrid y el mayordomo Juan López de la Cuadra, para la realización de la obra, formalizado ante el notario Juan Sánchez de Canales el 18 de marzo de 1586. Este documento ya fue publicado en 1910 por Francisco de Borja San Román, que luego sería primer director del AHPTO, y ha sido ampliamente utilizado desde entonces. Os ofrecemos su última página, con las firmas del pintor y del mayordomo, además del notario. El contrato no es demasiado largo, pero no nos resistimos a transcribir las frases que especifican el tema a pintar:

“…y en el lienzo se a de pintar una procesión de cómo el cura y los demás clérigos que estaban aciendo los oficios para enterrar a don Gonzalo Ruys de Toledo, señor de la villa de Orgaz, y bajaron santo Agustín y san Esteban a enterrar el cuerpo deste caballero, el uno tiniéndole de la cabeza y el otro de los pies, echándole en la sepoltura, y fingiendo alrededor mucha gente que estaba mirando. Y encima de todo esto se a de hacer un cielo abierto de gloria…”

Con estas indicaciones, el genial artista realizó la maravilla que todavía hoy puede contemplarse en la misma iglesia para la que fue concebida, aunque un poco desplazada respecto de su ubicación original.

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Aunque, efectivamente, el cuadro nunca salió de su templo, ha pasado por diversas vicisitudes, que también han sido comentadas con profusión. Entre ellas, el pleito entre el pintor y la parroquia a cuenta del precio de la obra. Como era costumbre, en el contrato no se estipula el precio final, sino que se encomienda a una tasación posterior. Otro documento de nuestro archivo, fechado el 20 de junio de 1588 y también editado por San Román, nos cuenta que, llegado el momento, los también pintores Luis de Velasco y Hernando de Nunciva lo tasaron en la respetable cantidad de 1.200 ducados. El párroco protestó y pidió una segunda opinión. Los nuevos tasadores fueron Hernando de Ávila y Blas de Prado, que aumentaron el valor hasta los 1.600 ducados. Naturalmente, Dominico insistió en cobrar esta última cantidad pero, finalmente, el Consejo Arzobispal falló que se le pagasen los 1.200 iniciales. Este segundo documento es el acuerdo al respecto entre ambas partes, que incluía generosos plazos  y algunos pagos en especie, además del compromiso del propio párroco de pagar parte de la deuda de su propio bolsillo, sin duda por la mala situación económica de la iglesia. Al final, firman de nuevo el pintor, el mayordomo y ahora también Andrés Núñez. Hay que decir que, según todos los indicios, El Greco y el cura mantuvieron, a pesar de todo, una buena relación durante toda su vida.

Artistas toledanos poco conocidos: Pedro de Orrente

Después de un par de semanas de vacaciones, volvemos con nuevos ímpetus. Como ya hicimos hace casi un año con Antón Pizarro, vamos a fijarnos de nuevo en uno de esos artistas poco conocidos para el gran público, pero que forman el ambiente cultural de una época. Nos referimos al pintor Pedro de Orrente, nacido en Murcia en 1580, pero muy vinculado a Toledo, ciudad en la que residió y trabajó en varias etapas de su vida. Amigo de Jorge Manuel Theotocopuli, cuyos hijos apadrinó en 1627 y 1629, también adoptó aquí a su único discípulo documentalmente probado, llamado Juan de Sevilla, que a su vez era hijo del escultor Juan de Sevilla Villaquirán. El documento que os ofrecemos, procedente de los protocolos notariales del Toledo, atestigua precisamente la entrada de este Juan, entonces de catorce años de edad, al servicio del pintor, en las condiciones habituales en la época. Era el 24 de enero de 1627.

Según los expertos, las estancias de Orrente en Toledo fueron decisivas en su formación porque aquí conoció, a través de otros artistas como Juan Sánchez Cotán o el mismo Greco, la obra del italiano Leandro Bassano, que le fascinó hasta el punto de marchar a Venecia a formarse con él. De hecho, Orrente ha llegado a ser conocido como “el Bassano español”. Además, en Italia aprendió a concebir su oficio desde una perspectiva más comercial, adaptándose a los gustos del público, en especial por los temas religiosos y bíblicos y el dinamismo de las composiciones. De este modo, al volver a España se convirtió en un pintor de notable éxito.

Sin embargo, y a pesar de a su vinculación con Toledo, no se conservan muchas obras de Pedro de Orrente en nuestra tierra. La más conocida es el “Milagro de Santa Leocadia”, conservada en la Catedral, pero en este verano podemos contemplar su espléndido “Sacrificio de Isaac”, cuadro propiedad del Museo de Bellas Artes de Bilbao y que se expone temporalmente en el Museo del Greco.

La última vez que Orrente estuvo en Toledo fue, al parecer, en 1632, cuando realizó un retablo, hoy desaparecido, para el convento de san Antonio de Padua. Después volvió a su Murcia natal y finalmente recaló en Valencia, donde moriría en 1645.

JUAN CARREÑO Y LOS FRESCOS DE LA CAPILLA DEL OCHAVO

Mañana, 18 de mayo, se inaugura en la Biblioteca Nacional una exposición sobre el pintor Juan Carreño de Miranda, en la que participa el AHPTO con el préstamo del contrato para la pintura de la cúpula y linterna de la Capilla del Ochavo de la Catedral de Toledo. El documento ha sido restaurado por la BN, aunque las imágenes que os ofrecemos son anteriores a esta restauración. Así que merece la pena dedicarle este post al gran pintor barroco.

Carreño de Miranda nació en Avilés en 1614 y murió en Madrid en 1685. Con once años se trasladó a Madrid, junto con su padre, y se asentó en la Corte de los Austrias. Su primera obra conocida data de 1646, y en 1669 fue nombrado pintor del rey. Su actividad principal fueron los retratos de personajes cortesanos, desde el mismo Carlos II hasta la reina madre Mariana de Austria, pasando por las representaciones de “La Monstrua” Eugenia Martínez Vallejo. Todos estos cuadros se conservan hoy en el museo del Prado.

Carreño tampoco desdeñó los encargos religiosos ni las decoraciones arquitectónicas, entre ellos varios cuadros hoy conservados en el Museo del Greco y el Museo de Santa Cruz. Pero su obra toledana más conocida es la decoración de la cúpula y la linterna de la Capilla del Ochavo de la Catedral, que realizó junto con su colega Francisco Rizi. El contrato se celebró el ocho de julio de 1665 ante el notario Rodrigo de la Hoz. Como podéis observar, ya en ese momento el notario quiso destacar la importancia del encargo remarcando su objeto: “Encargo de la pintura del Ochabo”. Ambos pintores son nombrados “pintores de Su Magestad y de dicha Santa Yglesia [de Toledo]”. Como era costumbre, se detallan minuciosamente los temas y figuras. Así, frente a la imagen de la Virgen debe pintarse “el santo rey Dabid con su arpa como danzando delante del Arca”. En la linterna “se a de pintar el Espíritu Santo en figura de paloma de tal grandeza y fuerça que se una con las divinas personas del Padre y el Hixo que se verán pintados en la media naranja. El resto del cielo de la lanterna será un profundo caos de seraphines”. De todo ello deberán realizar bocetos previos en cartón. Se especifica que el oro que se utilice deberá ser de 23 quilates y tres granos, y que ambos artistas deberán trabajar sin ayuda de oficiales. El plazo de ejecución es de quince meses, y el precio total es 6.500 ducados de a once reales de vellón, de los que se entregan mil ducados a cuenta. Asímismo, se prevé la posibilidad de nombrar un tasador una vez que la obra esté terminada, si bien la tasación no podrá superar la cantidad estipulada.

A mediados del siglo XVIII las pinturas de Carreño y Rizi se habían deteriorado bastante, y en 1778 el cabildo de la Catedral encargó su restauración al pintor Mariano Maella, quien rehízo casi por completo el cuerpo inferior pero apenas retocó los frescos de la cúpula y la literna. Estas son las pinturas que se pueden admirar hoy día.

Frescos by Francisco Ricci and Juan Carreño adorn the cupola