LAS BULAS DEL ARZOBISPO INGUANZO

Pedro Inguanzo y Rivero fue arzobispo de Toledo entre 1824 y 1836 y llegó a nuestra diócesis procedente de la de Zamora. Se le considera un prelado muy tradicionalista y también un gran orador, que participó activamente en la política general de su época. En nuestro Archivo conservamos una pequeña pero muy interesante colección de seis bulas pontificias, más el traslado de otra, todas relacionadas con su llegada a Toledo.

Las seis bulas del arzobispo Inguanzo
Las seis bulas del arzobispo Inguanzo

Como sabéis, las “bulas” son documentos propios de las cancillerías pontificias, que se identifican precisamente por la “bulla” o bola de plomo con la que se confecciona el sello que sirve para validar el documento. Estos sellos tienen, por un lado, el nombre abreviado el papa, en este caso León XII, y por otro las efigies de San Pedro y San Pablo. Es muy frecuente que, con el tiempo, este tipo de sellos pendientes se desprendan de sus documentos y se pierdan, pero en nuestro caso los siete sellos se han conservado perfectamente. Se puede apreciar que los vínculos que los unen a los documentos son de cáñamo, salvo en un caso, en que está hecho de hilos rojos y amarillos. Todo ello pretende transmitir una teórica vocación de sencillez, aunque lo cierto es que los documentos son estéticamente muy llamativos, no solo por las bulas sino también por su enrevesada caligrafía y sus letras adornadas.

Sellos de plomo o "bullas"
Sellos de plomo o «bullas»

Las seis bulas originales, escritas sobre pergamino, están datadas “apud Petrum”, es decir, en la basílica de San Pedro de Roma, “quinto Kalendis Octobris”. Como es sabido, la Iglesia mantuvo mucho tiempo, y en algunos aspectos todavía mantiene, las formas cronológicas romanas, que dividen el mes en tres tramos disimétricos llamados “calendas”, “nonas” e “idus”, y luego se cuentan los días hacia atrás. De este modo, el 5 de las calendas de octubre se corresponde con el 27 de septiembre de 1824.

Bula de comisión para el juramento
Bula de comisión para el juramento

Cuatro de las seis bulas son muy similares en su contenido. Exhortan a obedecer al nuevo obispo a diferentes colectivos: el cabildo catedral, el clero, los obispos sufragáneos y los vasallos. Respecto a esta última, hay que recordar que todavía estamos bajo un régimen señorial, en el que el arzobispo era señor jurisdiccional de amplios territorios. Además, encontramos la bula de comisión para el juramento, y la de absolución, es decir, la que desligaba al interesado de su obispado anterior. El séptimo documento es un traslado de la fórmula del juramento que deberá pronunciar el nuevo arzobispo; no se trata propiamente de una bula, aunque también lleva el sello de plomo pendiente.

Notas al dorso
Notas al dorso

Precisamente al dorso de este traslado de la fórmula del juramento encontramos algunas anotaciones, mucho más fáciles de leer para nosotros. Además de una breve indicación del contenido del documento (los demás documentos también tienen una indicación parecida), nos muestran algunos aspectos burocráticos de las relaciones Iglesia-Estado en este momento. Así, el juramento tiene el visto bueno del secretario de la embajada de España en la Santa Sede, y también, en otra nota, se indica que el juramento de fidelidad a la Santa Sede no debe ir en perjuicio del juramento equivalente al rey, ni tampoco de las leyes civiles, entregándose una copia auténtica a la Cámara de Castilla

EL ARZOBISPO MONESCILLO, CUANDO ERA ESTUDIANTE

Antolín Monescillo (1811-1897) fue un personaje importante en la historia de España. Obispo de Calahorra-La Calzada y de Jaén, luego arzobispo de Valencia y de Toledo, intervino en el Concilio Vaticano I y, desde su postura conservadora e incluso reaccionaria, medió entre la Iglesia católica y los diferentes gobiernos en una época particularmente convulsa de nuestra historia. Incluso fue diputado en 1868 y senador en 1871. Pero antes de todo eso, nuestro personaje también fue un chico de pueblo que a los 17 años se vio entrando en la Universidad de Toledo directamente desde Corral de Calatrava, su localidad natal y de la que no había salido nunca antes. Así lo dice el propio alcalde de la localidad, que de paso “advierte su vuen talento y carácter escesivo [sic] a sus años”.

Nuestros documentos permiten que sigamos la vida de estudiante del futuro arzobispo. Llegó a estudiar Teología en enero de 1828 y en su expediente encontramos las actas de todas sus matrículas y de sus calificaciones, casi siempre excelentes. Por ejemplo, la asignatura de Física, del primer curso de Filosofía (había que estudiar primero Filosofía para después entrar en la carrera de Teología) la pasó en la academia de San Agustín con un sobresaliente, que, la verdad, sería la nota más habitual en su expediente académico. Además de las calificaciones, cada año se le expide un certificado de buena conducta, que Antolín obtenía siempre sin dificultad.

En mayo de 1835 solicita examinarse del primer grado académico universitario en esa época, el de bachiller. Por supuesto, lo obtiene con un espléndido sobresaliente, lo que le da derecho a gratuidad en la matrícula del año siguiente. No os vamos a aburrir con la larga serie de magníficas notas de nuestro protagonista. Digamos que se presentó a la prueba de licenciatura en Teología en 1839 defendiendo el tema “Deus est in omnibus rebus” (“Dios está en todas las cosas”); conservamos el cuadernillo con su disertación, equivalente a un Trabajo de Fin de Máster actual. Eso sí, tiene que pedir rebaja en las tasas para obtener el título porque, escaso de dinero, solo había conseguido 1.500 reales con los que apenas llega ““para cubrir el pago de propinas que se distribuyen en los ejercicios”.

Al año siguiente ya se examina para doctor, y obtiene sin problemas su flamante título, en el que destaca el sello de placa de la Universidad. En 1842 solicita la plaza de catedrático de Teología Pastoral, puesto que ya había ejercido como profesor sustituto durante algunos períodos. Observad que la solicitud la hace desde San Sebastián, donde Monescillo había sido desterrado por su enfrentamiento con el regente Espartero. Este es el último documento que conservamos en su expediente de estudiante y, podríamos decir, el primero de su etapa pública.