Juan Bautista Antonelli el Viejo fue un ingeniero italiano al servicio de Felipe II, igual que Juanelo Turriano pero con menos fama popular y más fortuna. Se había especializado en la construcción militar y entre sus obras destacan el castillo de Santa Bárbara de Alicante, las fortificaciones de Cartagena y Peñíscola o el castillo de Benidorm. Además realizó obras hidráulicas, como la presa de Tibi o un proyecto de navegación del Tajo desde Lisboa a Toledo. Si buscáis más datos sobre él, tened cuidado de no confundirlo con su hermano Bautista ni con su sobrino Juan Bautista, todos también ingenieros. Pocos días antes de su muerte, acaecida en Toledo en marzo de 1588, otorgó ante el notario Luis de Alcocer un codicilo que modificaba su testamento, y por eso nosotros conservamos ambos documentos, además del inventario de bienes que se hizo tras su muerte.

Dice ser hijo de Jerónimo Antonelli y Lucrecia Sciure, naturales de Gatteo, en la actual Emilia-Romagna. Pide que le entierren en la capilla mayor de la iglesia de San Francisco de Madrid, donde tiene una sepultura que describe con todo detalle. Instituye un mayorazgo sobre un juro que otorga a su sobrino Cristóbal Antonelli, conocido como “Cristóbal de Roda”, de quien dice que también es “ingeniero militar del rey don Felipe nuestro señor en el reino de Valencia, casado en la ciudad de Alicante con Hipólita de Torres, hija de Pedro de Torres alcaide del castillo de aquella ciudad”. Como vemos, la ingeniería militar parece ser la especialidad de la familia. Nuestro protagonista especifica que su salario es de 800 ducados anuales, unos 134.000 € actuales, nada menos. Se acuerda varias veces de una hermana monja, pero curiosamente solo menciona a su hermano y colega, el ya mencionado Bautista Antonelli, para decir que le debe 150 ducados. La relación fraternal no debía pasar por sus mejores momentos.
«Un teatro de cosmografía. Ynstrumentos y conpases de mi profesión y traças y cartas del Rey y otros papeles…» «Un ferreruelo, una ropilla, unos çaragüelles y medias, un jubón…»
En sus inventarios de bienes, tanto el que aparece en el testamento como el realizado tras su muerte, encontramos “un teatro de cosmografía”, además de “instrumentos y compases de mi profesión”. Hay, naturalmente, bastantes ropas, entre las cuales describe especialmente su mejor vestido: “un herreruelo, una ropilla, unos zaragüelles y medias, un jubón, dos camisas, un sombrero y mi espada y talabarte”; como de costumbre, hemos modernizado la ortografía del original.

En cuanto a detalles profesionales, nos dice “que yo he servido y sirvo a su majestad el rey don Felipe nuestro señor treinta y seis años ha en Italia y Flandes y en España y en Berbería, de ingeniero militar y de alojar ejército”. Menciona que queda pendiente ajustar cuentas de un trabajo, que fue el reconocimiento de la navegabilidad del Guadalquivir desde Sevilla a Córdoba en 1584. En fin, el testamento está fechado en Madrid en octubre de 1587, ante Alonso de Soria, y se encomienda su custodia al guardián del monasterio de San Francisco. Está firmado por el propio Antonelli, igual que el codicilo del año siguiente pero, como podéis ver, en esta segunda firma los efectos de la enfermedad ya son muy evidentes.
Final del testamento, con la firma de Antonelli Final del codicilo, con la firma de Antonelli
Si la paleografía no es vuestro fuerte, os gustará saber que estos documentos ya fueron publicados por Luis Toro Buiza en este artículo. Por cierto, que el investigador sevillano aporta, de paso, un testimonio muy interesante de primera mano sobre la forma en que los protocolos de Illescas llegaron hasta nuestro archivo en plena guerra civil española. Pero esto forma parte de otra historia que quizá os contemos algún día.