Después de dos años de suspensión, ya podemos celebrar los Carnavales, aunque todavía con algunas restricciones. Pero, como sabéis, no siempre fueron las enfermedades o los imponderables los que impidieron celebrar estas fiestas. Con frecuencia las autoridades civiles y religiosas fruncieron el ceño ante tal manifestación de regocijo, llegando a veces a prohibirla. Esto fue lo que pasó en 1744 en las cercanías de Talavera de la Reina. Aunque hay algunos detalles que hacen especial este caso.

En realidad, lo que el cardenal Luis de Borbón prohíbe no es el Carnaval, sino los jolgorios que se producían en esas fechas en la ermita de Santa Apolonia. Digamos que en el lugar de Peña del Cuervo se había edificado en el siglo XVI una iglesia para servicio de sus vecinos, con la advocación de la patrona de los dentistas, aunque a veces las fuentes la confunden con Santa Coloma. En el año de nuestro documento parece que el lugar ha desaparecido como tal porque, según dice el señor cardenal “nos hallamos informado que a media legua de distancia de la nuestra villa de Talavera se halla una hermita [sic] con la advocación de Santa Polonia, en el distrito de la parroquia de San Miguel”. En realidad, la ermita no está “a media legua” sino al doble, a casi 5 kilómetros de la ciudad.

Pero eso es lo de menos, porque Su Eminencia tiene muy claro cuál es el problema: “en cuya hermita parece celebrarse en los días de Domingo de Carnestolendas de cada un año misa cantada con procesión alrededor de ella, a que han concurrido y concurren mucho número de personas de todos estados, originándose de ello desazones, quimeras y otros desórdenes, y por consiguientemente [sic], ofensas contra la Divina Majestad a que es ocasionado aquel sitio, por estar lleno de peñas y barrancos”. Recordad que “quimera” tiene el sentido de riña o pelea.

Por tanto, el cardenal ordena al párroco de San Miguel “que no hagáis ni permitáis se haga la celebridad de dicha misa y procesión en los referidos domingos de Carnestolendas y en adelante en la misma forma no permitáis que se ejecute la dicha procesión, y sí solamente que se celebre la dicha misa en la citada hermita en el día propio de la gloriosa Santa o en el de su octava”. Es decir: nada de procesiones por el exterior ni en fechas de Carnaval. Solo la misa dentro de la iglesia y el día de la santa (9 de febrero), nada más. Parece que el pueblo, y también los párrocos correspondientes, tendían a mezclar la romería de la santa con los cercanos carnavales, lo que provoca los excesos que tanto molestan a las autoridades religiosas.

El documento no lo firma el arzobispo, sino los miembros de su Consejo, los licenciados Pazuengos, Bódalo, Alcántara y Pavón, con el refrendo del notario episcopal Nicolás López Álvarez. No sabemos si don Luis y su Consejo tuvieron mucho éxito, porque la romería siguió celebrándose hasta 1967. Después dejó de realizarse, parece que más por falta de entusiasmo que por prohibición, pero fue recuperada en los años 90 del siglo pasado y hoy ha vuelto a consolidarse en el calendario de festejos talaveranos. Tenéis más información en el blog La mejor tierra de Castilla, de donde hemos sacado parte de los datos.