EL TESORO DEL CARDENAL MENDOZA

Pedro González de Mendoza (1428-1495) fue uno de los personajes más poderosos de su tiempo. Su influencia en la corte de los Reyes Católicos fue tal que le llamaban “el tercer rey”. Fue obispo sucesivamente de Calahorra, Sigüenza y Toledo, además de administrador de la diócesis de Sevilla y patriarca de Alejandría. Era hijo del I marqués de Santillana, el famoso poeta, y se dedicó fundamentalmente a la política, la diplomacia y el mecenazgo cultural. Murió en Guadalajara, su ciudad natal, pero mandó enterrarse en la catedral de Toledo y dejó todo el remanente de sus bienes al Hospital de Santa Cruz de nuestra ciudad, que él había fundado por su testamento.

Inventario de las reliquias del cardenal Mendoza
Inventario de las reliquias del cardenal Mendoza

Como puede suponerse, la gestión de su testamentaría no fue fácil. Quedó en manos del que fuera su camarero mayor, el arcediano de Almazán Bartolomé de Medina. Conservamos un cuadernillo con las cuentas que Medina rindió de su gestión de determinados bienes del cardenal, en concreto de las reliquias y de las piezas de oro y joyas, probablemente solo de las destinadas al Hospital toledano. Las cuentas de las reliquias están fechadas y firmadas en Alcalá de Henares en febrero de 1497, y las del oro y joyas en Guadalajara en junio de 1499. En ambos casos fueron recibidas y aprobadas por los contadores del cardenal, Juan de Morales y Diego de Talavera.

Inventario de las reliquias del cardenal Mendoza (detalle)
Inventario de las reliquias del cardenal Mendoza (detalle)

Desde luego, lo más llamativo son las reliquias, que ocupan solo una cara del primer folio. Pero aquí encontramos, en primer lugar, “una espina de las de la corona de Nuestro Señor metida en una caxa pequeñita cubierta de ámbar con un pedaçito de velo y cordón de Nuestro Señor, que dio don Juan de Aragón”, el hijo y heredero de los Reyes Católicos que moriría a los pocos meses. Después, el grueso de las reliquias lo forman un conjunto enviado por Bernardino de Carvajal y Sande, cardenal de Santa Cruz y protegido de Mendoza. Las más importantes aparecen al principio: “Una reliquia de veste incosutili Christi”, “Otra de syndone in qui corpus Domini Nostri Iesu Christi fuit involutus”, “Otra de arundine qui Dominis Nostro Iesu Christi fuit potatus cum spongia” y un trozo de la cruz del buen ladrón, entre otras. Por si tenéis el latín algo oxidado, se trata de un trozo de la túnica inconsútil (es decir, que no tiene costuras) de Cristo, otro de la Sábana Santa y otro de la caña con que se le ofreció de beber con una esponja estando en la Cruz. Nada menos. En la caja en cuestión también se incluía “Una bula del cardenal de Santa + [sic] en que dize cómo envía estas reliquias”. Se manda que todas estas reliquias se den al Hospital de Santa Cruz y, efectivamente, al margen hay una diligencia de recepción hecha por el receptor del Hospital, Alonso Yanes.

Cuenta del oro y joyas del cardenal Mendoza (detalle9
Cuenta del oro y joyas del cardenal Mendoza (detalle)

Siguen doce páginas con las cuentas del oro y las joyas. Primero, se informa pormenorizadamente de lo recibido. Lo interesante es que en cada pieza se especifica no solo su valor, sino también su procedencia. Así, “el collar de oro que se compró de [Juan de] Santángel en Calahorra, que tiene cuarenta y ocho perlas medianas en XLVIII molinetes y doce balajes [rubíes morados] medianos, que pesó todo junto treinta doblas [unos 100 g.]”. Detrás, el “joyel del águila, que se compró en Medina del Campo del Siciliano [¿Lucio M. Sículo?] en X de marzo de LXXXVI, que tiene dos esmeraldas, tres zafires y tres balajes pequeños”. Después un “bernegal [vasija] de oro, que se fizo en Madrid” o “el joyelico que se compró de Fernando del Pulgar, que tiene una esmeralda triangular y tres perlas de hasta cuatro quilates y quarto” y así hasta un total de 23 objetos que pesaron 19 marcos, dos onzas, dos ochavas, un tomín y dos granos, casi 4,5 kilos de oro que hoy valdrían unos 230.000 €, sin contar las joyas ni su valor artístico.

Pero Medina informa también, con el mismo detalle, de lo que se ha hecho con este tesoro en los años de su gestión. Aquí abundan las referencias a artesanos que han elaborado determinadas piezas, con lo que el documento cobra mayor importancia para la historia del arte en el Renacimiento español: “A Juan de Isunza, dos marcos y una onza de oro de lo del bernegal para una taza de oro bullonada con su peana, por libramiento fecho en Vitoria V de octubre de LXXXIII”. Se detallan los costes de las compras y arreglos de joyas, especificando de dónde se sacó el material, cuándo se hizo el recibo y, por supuesto, quién fue el artesano. “Di mas al dicho Jerónimo [Alemán], platero, dos ochavas y media de oro del joyel que se compró del Siciliano para engastar el çafir que se compró en Medina del Campo del judío de Çamora y para engastar otro çafir que se quitó del relicario del propio”. La cuenta final de los gastos coincide con los ingresos, como no podía ser de otra forma, así que el arcediano Medina quedó libre de toda deuda.

No es esta la única cuenta de riquezas del cardenal que se conoce. Si tenéis curiosidad por compararlas, hay una en el archivo de los duques de Alburquerque, estudiada por el profesor Alfonso Franco, y otra en el archivo de la Diputación de Toledo, donde se conserva el grueso del fondo documental del Hospital de Santa Cruz, y que fue editada por su archivero Emilio García Rodríguez.