Buena parte de los objetos que hoy podemos contemplar y estudiar en los museos proceden de hallazgos más o menos casuales. Es importante recordar que, cuando se encuentre cualquier objeto que parezca antiguo o interesante, debe informase inmediatamente a la autoridad para que se evalúe si el objeto merece pasar a algún museo. Hoy os vamos a contar tres casos de conjuntos de monedas, convencionalmente llamadas “tesoros” o “tesorillos”, encontradas en la provincia de Toledo. Pero antes tenemos que agradecer la colaboración de nuestros compañeros del Museo de Santa Cruz, en especial a su director, Fernando Fontes, y a la conservadora Estrella Ocaña, quienes nos han proporcionado muchos de los datos que nos faltaban sobre estos hallazgos.

El más conocido es el llamado “Tesoro de Borox”, al que el numismático José María López Aranda dedicó una monografía en 2014. Se trata de doce piezas de oro que se encontraron en marzo de 1964 en una casa de esa localidad cuando unos trabajadores que estaban transportando patatas informaron a la dueña de su aparición en el suelo y la pared de la habitación. La propietaria avisó a la Guardia Civil, que por su parte rindió informe al Gobernador Civil, advirtiendo que habían podido identificar algunas fechas, entre 1689 y 1709, y también que algunas de las monedas eran de procedencia portuguesa y francesa. Hoy, el “Tesoro” se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.

En agosto de 1961 se produjo un descubrimiento similar cuando se hacían obras en una casa de Dosbarrios. En esta ocasión se trataba de casi un centenar de monedas de plata de los reinados de Carlos III y Carlos IV, que fueron a parar también el Museo Arqueológico Nacional. Nuestros documentos nos cuentan el trasiego de las monedas, que fueron entregadas por la propietaria a la Guardia Civil de su pueblo, quien las depositó en el Juzgado de Paz, de donde pasaron al Juzgado de Primera Instancia de Ocaña, cuyo titular las depositó en la sucursal del Banco de España en esa localidad y de allí salieron por fin para el mencionado Museo. Además, nos enteramos de que la indemnización que legalmente corresponde tanto al hallador como a la propietaria del terreno tardó más de dos años y medio en pagarse, previa protesta de los interesados.

Muy distinto es el tercer y último caso que os presentamos. Se trata de un importante conjunto de más de 600 monedas que en julio de 1939 fueron incautadas por la Comisión Provincial de Incautación de Bienes, de la que ya os hablamos hace algún tiempo. La Comisión pidió informe al director de la Biblioteca, quien se lo pasó al del Museo, Francisco de Borja San Román. Este dictaminó que la mayor parte de las piezas procedían del reinado de Fernando VII, pero que también había algunas extranjeras y, sobre todo “una ibérica y otra de Alfonso VII acuñada en Toledo”. San Román esperaba que este conjunto se quedase en el Museo de Santa Cruz, y en efecto así sucedió en un primer momento. Pero los documentos que conserva el Museo indican que en julio de 1941 las monedas fueron devueltas a su propietario anterior y hoy desconocemos su paradero.