En estos tiempos todos estamos más atentos que nunca a las instituciones encargadas de velar por la sanidad pública, nos felicitamos de su funcionamiento y hasta aplaudimos, con toda justicia, a sus trabajadores. Pero, como decimos muchas veces, conviene recordar que las cosas no siempre han sido así, y que la sanidad pública no siempre ha tenido la importancia y los recursos que hoy le damos. Se suele considerar que los primeros intentos de formar una red sanitaria pública en España datan de 1900, cuando se promulga la Ley de Accidentes de Trabajo. Según Carmen Ruiz Ginard, en este momento el presupuesto dedicado a sanidad pública significaba el 0,08 % del PIB nacional; en 2018 este porcentaje fue del 6 %. Pero también es cierto que, al menos en términos institucionales, la evolución fue rápida. En 1908 se crea el Instituto Nacional de Previsión, antecedente de la Seguridad Social, y en 1922 la Dirección General de Sanidad, de la que en 1925 surgirían la primera organización sanitaria provincial mínimamente eficaz, basada sobre todo en los Institutos provinciales de Higiene, de los que ya os hablamos hace algún tiempo, pero también en otros organismos, entre ellos las Mancomunidades Sanitarias.

Estos órganos se crearon en 1931 para ocuparse de las cuestiones administrativas, de manera que los Institutos provinciales de Higiene pudieran concentrarse en las labores puramente sanitarias. Sin embargo, no empezaron a funcionar realmente hasta 1934 con el nombre de “Mancomunidad de Municipios”. Formaban parte de ella todos los ayuntamientos de la provincia más la Diputación Provincial, que ejercía a la vez de coordinador y de representante del Estado. Los ayuntamientos debían entregar a la Mancomunidad el salario de los médicos municipales, el importe de los medicamentos que solían distribuir a la beneficencia, y el 2 % de su presupuesto para el sostenimiento de los Institutos provinciales de Higiene. Como se ve, se trataba de reducir las competencias de los ayuntamientos en materia sanitaria para entregarlas a los organismos provinciales, controlados por el Estado, con la idea de mejorar su eficacia. Las Mancomunidades de Municipios sobrevivieron a la guerra civil y en 1944, bajo el nombre de “Mancomunidades Sanitarias”, se les encargó el pago de los salarios de los sanitarios aún dependientes de los municipios y del sostenimiento de los Institutos provinciales de Sanidad, herederos de los de Higiene. Así se mantuvieron más de veinte años, hasta que en 1967 fueron suprimidas, junto con los Institutos provinciales de Sanidad; los pocos médicos municipales que quedaban pasaron a cobrar sus salarios directamente de los ayuntamientos.

El fondo documental de la Mancomunidad Sanitaria de Toledo que conservamos en nuestro Archivo no es muy grande, apenas un par de cajas, y contiene, sobre todo, documentación económica, como es lógico. Pero también están las actas del organismo, empezando por la de la primera reunión, en agosto de 1934 que, curiosamente, no pudo presidir el Gobernador Civil titular por estar enfermo. La documentación llegó a nuestro archivo en febrero de 1996, pero mezclada con otros organismos de gestión sanitaria y de asistencia social, de manera que hasta 2015 no se identificó como fondo independiente.
Pingback: LA JUNTA DE PROTECCIÓN DE MENORES | AHPTO