Los casos de falsificación de moneda son relativamente frecuentes dentro de la documentación judicial. Pero los que os presentamos hoy nos han llamado la atención porque se concentran en marzo de 1937, en la ciudad de Talavera de la Reina y, sobre todo, porque incluyen ejemplares de los billetes supuestamente falsificados pero que, en realidad, no lo son. Vamos a explicarlo.

En noviembre de 1936, las autoridades franquistas decidieron que todos los billetes puestos en circulación antes del 18 de julio de ese año necesitasen de una estampilla o sello especial para poder utilizarse legalmente; los billetes emitidos después de esa fecha no se considerarían válidos. Los particulares debían dirigirse a la sucursal provincial del Banco de España para estampillar allí sus billetes. Como os podéis imaginar, en medio de la guerra no siempre era fácil este viaje, de manera que los billetes sin estampillar seguían circulando hasta que llegaban de algún modo al Banco de España. Esto es lo que sucedió en marzo de 1937 en la sucursal de Talavera de la Reina. Los empleados del Banco denuncian la entrega de estos billetes con “estampillado ilegal». Todos los casos se resuelven sin condenas específicas, aunque los interesados, evidentemente, pierden los billetes. El sistema de estampillado continuó hasta septiembre de 1938, cuando los franquistas decidieron incautarse de todo el dinero republicano, dando a cambio unos vales que pronto se convirtieron en papel mojado. Todavía hoy, algunos de los poseedores de estos vales o sus herederos luchan en los tribunales por recuperar su dinero.

Veamos ahora los billetes en cuestión. Todos ellos fueron elaborados por la empresa británica Bradbury, Wilkinson & Co, de New Malden, en Surrey (Inglaterra); la Casa de la Moneda de Madrid no empezaría a emitir papel moneda hasta 1940. El primer billete, pues, es uno de 25 pesetas emitido en agosto de 1928, pero que no empezó a circular hasta abril de 1933. Está dedicado a Pedro Calderón de la Barca, mostrando en el anverso su monumento en la Plaza de Santa Ana de Madrid, y en el reverso una escena de su comedia “La devoción de la cruz”, hecha a partir de un cuadro de Domingo Guzmán. Gracias a la información del blog “Billetes”, del que tomamos muchos datos para este post, sabemos que este en concreto empezó a circular antes del estallido de la guerra, por lo que debería ser reconocido por las autoridades franquistas sin más requisito que el estampillado.
El segundo billete es de 50 pesetas, emitido también en agosto de 1928. Está dedicado a Diego Velázquez, presentando en su anverso una vista del Museo del Prado y en su reverso una reproducción del cuadro “La rendición de Breda”, que se conserva en dicho museo. Estos billetes empezaron a circular en julio de 1932, pero en concreto este que tenemos lo hizo después del 18 de julio de 1936 (lo sabemos por su número de serie), de manera que técnicamente se consideraba “dinero rojo”.
El billete de más valor que hemos encontrado es uno de 100 pesetas, dedicado a Felipe II y emitido en julio de 1925. Muestra en su anverso una vista del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y en su reverso reproduce el cuadro “La silla de Felipe II”, obra de Luis Álvarez Catalá, quien, por cierto, llegaría a ser director del Museo del Prado entre 1898 y 1901. Estos billetes empezaron a circular en junio de 1927, pero este que tenemos aquí lo hizo después del principio de la guerra civil con lo que, de nuevo, fue considerado ilegal por las autoridades franquistas. Sin embargo, como hemos dicho y al igual que en el caso anterior, no hubo mayor condena para su poseedor que la pérdida del billete.