Este próximo viernes se celebra el Día del Guía de Turismo. En una ciudad como Toledo los guías turísticos son una presencia constante en las calles. Pero no siempre su trabajo ha sido fácil. La documentación de la Comisaría de Policía y del Gobierno Civil nos muestra que determinados problemas, a lo que parece, se mantienen a lo largo del tiempo.

Empecemos por junio de 1956, cuando la Policía envió a la cárcel a “Juanito el Loco”, “el Visera”, “el Gúmero” y “el Carbonero”, todos ellos viejos conocidos de los agentes de la Ley, en espera de una decisión del Gobernador Civil. Se les acusaba de hacerse pasar por menesterosos en la carretera de Madrid, para conseguir subirse a los coches de los turistas y llevarles de forma fraudulenta a determinados establecimientos de fabricación y venta de damasquino. En otras palabras, que ejercían de “ganchos”.

Y es que el auge turístico que empezó a notarse seriamente en la ciudad desde los años 50 llevó, a su vez, a la proliferación de esta artesanía, que hasta entonces se reducía a muy pocos talleres, como ya os contamos en otra ocasión. En esa época, por lo que parece, la relación entre los damasquinadores y los guías no pasaba por su mejor momento. Ya dos años antes, en mayo de 1954, los artesanos toledanos, reunidos al efecto, acuerdan proponer a las autoridades una serie de medidas, entre las que destaca “la desaparición de las comisiones que perciben los guías-intérpretes y correos”. No sabemos si se llegó a adoptar esta medida, pero el problema no se solucionó a corto plazo. De hecho, nuestros documentos demuestran que en ese verano de 1956 la Policía desarrolló una notable actividad de investigación en relación con este asunto. No solo detuvo y encarceló a algunas personas, como los que hemos mencionado más arriba, sino que inspeccionó a varios establecimientos para asegurarse de que no tenían empleados a ningún “gancho” que hiciese competencia desleal a los demás.
Tampoco este despliegue policial parece que fuese demasiado efectivo, porque en mayo de 1960 son los propios guías turísticos, a través de la Delegación de Sindicatos, los que protestan por la persistencia de estas prácticas que tanto les perjudican. Incluso, según afirman, hay “ganchos” que se presentan ante los turistas extranjeros como “perseguidos del franquismo”, lo que, por lo visto, debía resultar bastante eficaz.
La reiteración del asunto indica que no tiene una solución fácil. En junio de 1978 la Policía informa de nuevo de situaciones parecidas, aun sin dar detalles concretos, y el Gobernador Civil decide celebrar una reunión con los dos colectivos más afectados, los damasquinadores y los guías, para buscar una solución. Las conclusiones, aceptadas por ambos grupos de interés y que se publicarían en la prensa local, incluyen la petición de mantener las comisiones que cobraban los guías, que, según manifiestan, son base de su sustento y ayudan al mantenimiento de los artesanos, sin que falte la alusión al perjuicio para las arcas públicas y la posibilidad de cierre de empresas. Es decir, justo lo contrario que se pedía casi veinte años antes. Los tiempos estaban cambiando, sin duda, pero nuestros documentos se detienen aquí.