Un documento escrito en japonés llama la atención, desde luego. Por eso, al repasar la serie denominada “Correspondencia”, integrada en la Secretaría Particular del Gobierno Civil, no pudimos menos que fijarnos en esta carta.

En realidad, lo que tenemos es una copia de la carta original, escrita en julio de 1965 por un jesuita japonés y dirigida a sus “co-misioneros”. En ella, el padre Agustín Kona relata brevemente su peripecia, o mejor dicho, la de su madre, una budista de toda la vida que, como cabe esperar, no vio con buenos ojos la decisión de su hijo de hacerse cristiano, una religión tan alejada de sus tradiciones culturales, y mucho menos la de convertirse en jesuita. Como sabéis, los jesuitas fueron los primeros misioneros cristianos en intentar la conversión de los japoneses, ya a mediados del siglo XVI y con la figura de San Francisco Javier como gran impulsor de la tarea. Después de un relativo éxito inicial, pronto las autoridades prohibieron la práctica del cristianismo, prohibición que se mantuvo hasta 1889 y que, en algunos momentos, derivó en severas persecuciones. No obstante, permanecieron grupos de cristianos más o menos ocultos durante todo este tiempo, en gran medida apoyados por la Compañía de Jesús. Todo esto nos puede servir para comprender la tensión que todavía en los años de 1960 debía suponer la presencia de un jesuita en una familia japonesa tradicional.

El padre Kona nos relata que la oposición de su madre le obligó a abandonar su casa, pasando a vivir con “una familia extranjera y desconocida”, que no identifica. El tiempo, por lo visto, fue haciendo ceder el corazón de la madre, que llegó a asistir a la ordenación sacerdotal de su hijo, “una ceremonia que como budista no entendía”, como señala el propio sacerdote. En fin, que a la hora de su muerte, la madre llamó a su hijo y le pidió ser bautizada.

Imaginamos que la Compañía de Jesús decidió no desperdiciar la ocasión de difundir una historia tan jugosa para ellos, aunque algo estandarizada. Así que envió fotocopias de la carta, en japonés y español, a todas las personas que pensaron podían interesar. El procurador de la Misión en Japón, Vicente Villamandos, hace lo propio en abril de 1966 y la dirige a José Luis Motilva, que por entonces era Habilitado del Gobierno Civil de Toledo. De paso, le cuenta todos los éxitos de la Compañía en el país nipón. Lo que no sabemos es por qué se dirige precisamente a esta persona, y no al propio Gobernador Civil, ni tampoco si la carta tiene algún otro propósito más allá del informativo y de pedir oraciones por los misioneros. Parece más una carta personal, suponiendo que el señor Motilva tuviese algún interés específico en el tema, que un documento dirigido al Gobierno Civil.
No sabemos nada del destino posterior de Agustín Kona. Respecto de su superior, Vicente Villamandos, hemos averiguado que se había ordenado sacerdote en Tokio en 1959, haciéndose cargo enseguida y durante largos años de la procuraduría jesuita del Japón; murió en 2009. En fin, José Luis Motilva ya era Secretario General del Gobierno Civil de Toledo en 1978, de donde pasó al mismo puesto en el Gobierno Civil de Castellón y desde 1983 en el de Zaragoza. De aquí salió abruptamente en 1989 al ser condenado por corrupción. Murió en 2015.