EL COHETERO

El documento que esta vez nos ha llamado la atención es un breve proceso judicial que solo contiene el pedimiento (es decir, la petición al juez) y el auto judicial, sin que parezca que se hayan realizado mayores diligencias. El solicitante es Sebastián Fernández, vecino de Talavera de la Reina y maestro cohetero de profesión. Según declara, a mediados de mayo de 1752 dos vecinos de Herrera del Duque (Badajoz), criados de don Francisco Chacón, don Manuel Ortiz de Salceda y don José Romero, “llegaron a mis casas con Joseph Muñoz, mi convecino, y por medio de él se ajustaron a una partida de cohetes y un árbol en precio de cuatrocientos y veinte y cuatro reales, siendo de su cuenta el conducirlo y costearlo y de la mía enviar un oficial que lo disparase para el día veinte. Y con efecto los dos referidos cargaron y se llevaron toda la volatería y ruedas y dejaron los varales del árbol para que mi oficial se lo condujese. Y caminando este el día 18 por el sitio de Juarránquez, camino de dicha villa, le robaron la caballería y pólvora y le maltrataron”. En cuanto se enteró, Sebastián dio aviso a la Santa Hermandad y también pidió que se le pagasen 224 reales por la pólvora y las varas perdidas. Como su petición no fue atendida, “y sucede hallarse en esta villa un criado de los tres referidos mayordomos para quienes se ajustó y remití la pólvora”, pide que se le retengan sus caballerías en prenda de la cantidad debida. Así lo ordena el teniente de corregidor de Talavera el 26 de mayo de 1752, y el asunto parece terminar ahí.

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Algunos de vosotros quizá hayáis caído en la cuenta del año de este documento, 1752, el año de realización del Catastro de Ensenada que, como sabéis, se conserva en nuestro Archivo. No podíamos dejar pasar la ocasión de buscar ahí a nuestro artificiero. Efectivamente, en la “Relación del vecindario” de este Catastro encontramos a nuestro hombre viviendo en el Barrio de la Trinidad, al nordeste de la villa. En el “Libro de familias”, se nos informa de que Sebastián tenía 36 años de edad y vivía con su mujer, Antonia Martín, diez años menor, junto con una sobrina huérfana llamada Catalina Martín, de quince años. Y, en fin, en el “Registro de haciendas del estado seglar” encontramos a “Sebastián Fernández de la Cruz, polvorista”, al que se le han estimado unos rendimientos de 2.200 reales de vellón “por su industria en su oficio de cohetería”, además de su jornal, sin que tenga tierras de su propiedad. Es la misma cantidad que gana, por ejemplo, la matrona de la villa. No es de extrañar, pues, que Sebastián reclame una pérdida que supone el 10 % de todos sus ingresos anuales. Podemos decir que, según el mismo Catastro, había en la villa 5 maestros polvoristas, tres oficiales y ningún aprendiz; los maestros ganaban 7 jornales el día que trabajaban, y los oficiales 4 y los aprendices 2.

Y, una vez que sabemos todo lo que se puede saber de nuestro maestro cohetero talaverano, volvamos al documento judicial, que todavía nos dará algunos otros detalles jugosos. No dejéis de observar que los vecinos de Herrera del Duque hicieron un camino de más de cien kilómetros (bastante inseguro, como vemos) para buscar a un buen cohetero para sus fiestas, lo que dice mucho de su prestigio. Se insiste en que el entramado debe ser manejado por un oficial competente, y se aluden a detalles técnicos como los árboles, varas, ruedas y “volatería”. Y es que, aunque el documento no lo indica, el espectáculo estaba destinado a las fiestas de la Santísima Trinidad, que todavía hoy se celebran y que ese año cayeron, efectivamente, el 20 de mayo. Pero en 1752 los salteadores de caminos los dejaron sin fuegos artificiales.

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