UN AYUNTAMIENTO NUEVO PARA GÁLVEZ

En el folio 43 del protocolo correspondiente a los años 1772 a 1774 de Vicente Fernández Reina, notario de Gálvez, se lee: “Lorenzo Gómez, procurador síndico de esta villa, ante V.M. como mejor proceda, parezco y digo: Bien consta a V.M. lo estrechas y destrozadas que actualmente se hallan las casas del ayuntamiento, carnecerías, escuela de primeras letras, tiendas de abacería y taberna, fragua y cárcel, de modo que se hallan casi inhabitables por su próxima ruina, y que si llegase el caso de suceder el general desplome que están amenazando seria, sobre muy sensible, más costoso que al presente…”. Por ello, pide a los regidores de la villa que aprueben el presupuesto y plano que adjunta para levantar un nuevo edificio que albergue todos los servicios citados. La fecha es el 3 de agosto de 1771.

La petición se acompaña, como ella misma dice, de varios documentos técnicos. Así, el reconocimiento de la situación actual y las condiciones de las obras necesarias, incluyendo su tasación, junto con el plano del edificio que se pretende hacer, todo ello obra de “Alexandro Francisco Pascual, maestro de obras y alarife de la ciudad de Toledo y vecino de ella”, quien terminó los documentos el 23 de julio. Generalmente se conservan solo las condiciones de la obra, pero en este caso, excepcionalmente, conservamos también el plano, realizado a todo color con la pulcritud de la época. Por cierto, obsérvese la importancia dada al archivo municipal.

Protocolo 9522

La construcción es sencilla. En la planta baja hay tres estancias: el archivo, la Sala de Audiencia y las Carnicerías. En la planta alta no parece haber más que un corredor. Los detalles aparecen en el documento de condiciones. Nos fijaremos solo en lo que dice respecto de la escuela: “que por no tener más que un portalito pequeño que tienen que salir a la calle, y en éste no tiene proporción para que el maestro viva y habite, de que ha resultado no querer hacer parada ningún maestro”; por tanto, la construcción de una escuela permitirá, además de unas correctas condiciones para los alumnos, que el maestro se anime a instalarse en el pueblo; se propone que se utilice un sitio junto al pósito. Toda la obra costaría casi 40.000 reales de vellón.

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Pero las cosas no fueron tan fáciles. En primer lugar, el Consejo de Castilla no autorizó la obra de las escuelas por la situación económica del ayuntamiento. En segundo lugar, se añadieron a posteriori nuevas obras para que hubiese soportales donde se refugiaran los vendedores, puesto que, al tener que quedarse a la intemperie, no acuden a la villa, provocando algunos problemas de abastecimiento. Con estos añadidos, ningún maestro quiso realizar las obras, pese a que se pregonaron por tres veces en Toledo, Cuerva, Mazarambroz, Ventas con Peña Aguilera, Ajofrín y San Pablo de los Montes, “donde hay maestros”. Hubo, pues, que volver a tasar la obra con los añadidos, quedando ahora fijados en algo más de 47.000 reales. Por esa cantidad, acudieron a realizarlas los maestros toledanos Gregorio del Campo, albañil, y Esteban Mazarracín, carpintero, cuyas firmas aparecen al pie de su oferta.

El contrato se firmó finalmente el 8 de abril de 1772, y las obras estaban terminadas en diciembre del mismo año. El propio Alejandro Pascual reconoció su corrección, e incluso que se habían realizado mejoras no previstas por valor de 1.500 reales. Una placa, que se conserva todavía en su fachada, confirma el año de ejecución. Así se terminaron de construir las casas consistoriales de Gálvez.