LA ODISEA DE LOS SEFARDITAS EN TOLEDO EN 1943

Uno de los asuntos que ha atraído la atención social en relación con la historia del régimen de Franco ha sido su actitud para con los judíos que huían de la persecución nazi durante la II guerra mundial. Los debates al respecto son apasionados y la bibliografía muy extensa. Podríamos concluir que la actitud del régimen fue cuando menos ambigua, entre la tolerancia con los judíos «españoles» —es decir, sefardíes—, y la colaboración con las potencias del Eje. Eso sí, hubo funcionarios que ignoraban o incluso desobedecían las órdenes oficiales para ayudar a los judíos que huían del horror, sobre todo en el ámbito diplomático; los más conocidos son Ángel Sanz en Budapest y Julio Palencia en Sofía. Pero, con todo, el régimen franquista no admitió que estos sefardíes se instalaran en España, salvo en sus posesiones del norte de África, sino que solo les permitió el paso con otros destinos.

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Este es el caso del grupo que pasó por Toledo en la segunda mitad de 1943, y cuyas andanzas fueron reseñadas en una publicación francesa hace algunos años. El 14 de agosto el Jefe de Fronteras del Norte de España comunica al Gobernador Civil de Toledo que “nueve sefarditas procedentes de París” han pasado la frontera de Irún y han sido dirigidos a Toledo; dos días después el gobernador transmite la información al Comisario Jefe de Policía de la ciudad. Un telefonema nos informa de que solo se habían presentado cuatro pasaportes, a los que quizá unos días después se añadió uno más según una nota manuscrita. En todo caso, el 19 de agosto se añade al grupo otro refugiado, Camille Fort, con la intención de reunirse con sus familiares; esta vez procedía de Barcelona, a donde había llegado de forma ilegal, pero de esta persona no volvemos a tener noticias.

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Durante las semanas que permanecieron en Toledo, los refugiados vivieron “confinados” en dos casas de la calle Escalerillas de la Magdalena, hoy Trastámara. Durante ese tiempo dos de ellos salieron hacia Barcelona: Azarías Chiprut Behar, de 71 años y natural de Turquía, quien marchó el 7 de septiembre para reunirse con su hijo enfermo; y Edith Maria Esther Mahamías, quien fue a reunirse con su esposo el 11 de noviembre.

 

El 14 de septiembre el Ministerio de Asuntos Exteriores autoriza a un representante de la “Delegación de Asociaciones Americanas” a que realice gestiones para aclarar el destino de este pequeño grupo de refugiados. El 1 de diciembre se ordena que sean trasladados a Málaga “al objeto embarcar para su nueva residencia”. Pero solo se menciona a ocho refugiados, a los que el Comisario de Policía advierte que hay que restar los dos que ya se trasladaron a Barcelona, es decir, seis en total. Las cuentas no salen porque, aun suponiendo que Camille Fort no fuese sefardí, deberían ser siete personas. En todo caso, estos seis judíos, acompañados de dos policías toledanos, se presentaron en la Comisaría de Málaga el 7 de diciembre de 1943 para embarcarse rumbo a Casablanca, donde se establecieron hasta hoy. Solo nos queda reseñar aquí sus nombres: Eliezer Carasso Hassid, Matilde Amariglio Salem, Alegra Carasso Amariglia, Dora Miranda Benosiglio, Yaime Yessna Miranda y Susana Yessna Miranda. Los documentos indican que casi todos son de origen griego y con edades entre los 15 años de Yaime Yessua —que además es el único de origen francés—y los 63 de Eliezer Carasso.