En la exposición “De puertas para adentro”, que todavía puede verse en el Museo de Santa Cruz de Toledo, se incluyen tres documentos prestados por nuestro archivo. Ya dedicamos sendas entradas a dos de ellos, y hoy nos dedicaremos al tercero. Como pasa con muchos documentos de archivo, su aspecto no es especialmente atractivo, aunque llaman la atención el hecho de estar escrito íntegramente en pergamino, la primorosa letra cortesana o el elaborado signo del notario apostólico que lo redactó. Por cierto, que se puede apreciar a simple vista la diferencia entre una escritura realizada con calma y otra hecha a toda prisa.
En realidad, se trata de varios documentos cosidos juntos formando un cuadernillo de 39 páginas. Algunos de ellos, a su vez, copian otros relacionados, con lo que el conjunto es de una media docena de documentos, todos fechados entre el 30 de diciembre de 1491 y el 5 de enero del año siguiente. Recordad que 1492, además del descubrimiento de América y de la conquista de Granada, es el año de la expulsión de los judíos.
Bien, pues el resumen del asunto es el siguiente: el Hospital del Rey de Toledo tenía dos pares de casas, todas colindantes entre sí, en la collación de Santa Leocadia, dadas a censo perpetuo o enfitéutico a Juan de Toledo, que fue “escribano y lugarteniente de escribano mayor de los Ayuntamientos” de la ciudad. Un censo enfitéutico era la cesión de un bien (unas casas, en esta ocasión) a cambio de una cantidad fija para siempre, es decir, una especie de alquiler que hoy llamaríamos “de renta antigua”. En nuestro caso, el censo era de 3.700 maravedíes al año. Juan de Toledo había muerto y las casas, con su censo, pasaron a su hija Teresa Álvarez, casada con Juan Álvarez de Toledo, también escribano pero ausente de la ciudad. Pero este matrimonio no parece interesado en mantener esta situación y proponen al Hospital romper el contrato. El Hospital protesta porque “por estar agora las dichas casas mal reparadas, diz que… quieren fazer dexamiento dellas”. Sin embargo, llegan a un rápido acuerdo, y Teresa y Juan se desprenden de las casas en cuestión. Inmediatamente, el Hospital encuentra inquilino, pero solo para “un par de casas que son las nuevas que el dicho Juan de Toledo labró”. El nuevo arrendatario es Diego de San Martín, escribano de la Inquisición, quien pagaría por ellas 2.050 maravedíes.
Parece un simple expediente de traspaso de inmueble con censo. Pero en un momento determinado se dice que las casas volvieron a posesión del Hospital “por causa e razón que el dicho Juan de Toledo fue declarado e condenado por el delito de herética pravedad”. En otras palabras, que era un judaizante y que fue condenado por la Inquisición, perdiendo todos sus bienes. No debe ser coincidencia que el destinatario final de estas casas (no todas, sino solo las “nuevas”) sea precisamente un empleado de la temible institución. Esto podría explicar también que su yerno no quisiese aparecer por Toledo en tiempos tan convulsos para los judíos y para todos los relacionados con ellos, enviando en su nombre a su mujer, hija del judaizante. Incluso en algunos documentos ni siquiera está presente la misma Teresa, sino que la representa su tío, el también escribano Fernando Rodríguez de Canales. Toda precaución debía parecerles poca.
Estos documentos ofrecen todavía algunos detalles curiosos, que, para no extendernos demasiado, dejaremos para la próxima semana.
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