EL MISTERIOSO ESCUDO DE UN BARGUEÑO EN QUITO

Los protocolos notariales son, sin duda, el fondo documental más utilizado por los historiadores que acuden a nuestro archivo y, en general, a cualquier AHP. Contienen una gran cantidad de información de lo más variado y siempre muy útil. Pero, no nos engañemos, no son atractivos a la vista: letra abigarrada y de difícil lectura, texto apretado, volúmenes generosos… Pero, de vez en cuando, sorprenden con maravillas como la que os presentamos hoy.

Se trata del escudo de armas de la familia Sobarzo. Es un escudo cortado, es decir, dividido por una línea horizontal. En la parte superior, sobre campo de gules (rojo) dos torres almenadas. En la inferior, escena junto al mar, con dos sirenas en el agua y una tercera en la orilla, más un hombre conduciendo una pareja de bueyes, todo ello en su color salvo el hombre y los bueyes, pintados en oro. Sobre el escudo campea un yelmo empenachado, y todo el conjunto está pintado sobre un fondo rojo con dibujos dorados. Tan atractivo como enigmático, desde luego.

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Pero, ¿qué hace aquí este escudo? Vamos a explicarlo. En agosto de 1580 Bartolomé de Sobarzo, vecino de Bargas, hijo a su vez de Bartolomé de Sobarzo y de María de los Llanos, embarcó para Quito como criado de Alonso de Villanova, quien llegaría ser corregidor de Loja, también en el actual Ecuador. Su partida consta en el tomo VI del “Catálogo de pasajeros a Indias”. En 1586 nuestro bargueño inicia un pleito con el concejo de Toledo, del que dependía entonces Bargas, para probar su hidalguía y, por tanto, evitar el pago de impuestos. El pleito, que se conserva en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, terminó tres años después con el reconocimiento de su condición de hidalgo; en el estupendo portal PARES podéis ver el registro de la ejecutoria con la que se compendia y se finaliza el pleito.

Don Bartolomé volvió a pleitear con el concejo de su pueblo entre 1591 y 1593 por una cuestión sobre la residencia obligatoria de los elegidos como alcaldes del lugar; también podéis ver el registro de la correspondiente ejecutoria en PARES. Para finales de 1604 nuestro indiano ya había muerto, porque el 20 de noviembre de ese año se presentó ante las justicias de la ciudad de Toledo el administrador de los bienes de su hijo, también llamado Bartolomé de Sobarzo, vecino de Quito, y pidió que se hiciese una copia del escudo familiar para llevársela a su representado. Para ello, presenta la ejecutoria de 1589 “escrita en pergamino, la primera hoja de ella con un escudo de armas iluminado”. El alcalde ordinario de la ciudad ordena al maestro pintor Bernardo de Torres, presbítero, que realice la copia, lo cual éste ejecuta en el mismo día y en presencia del alcalde y de los testigos, haciendo además otra copia fiel para el protocolo del notario Gabriel de Morales, quien está presente en todo el proceso. Esta última es la copia que tenemos nosotros.

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Ahora podemos fijarnos mejor en el misterioso dibujo que ocupa la parte inferior del escudo. Según el Museo Etnográfico de Cantabria, que recoge el dato de diversos antropólogos montañeses, esta escena aparece en los escudos de los apellidos Pumarejo y Liaño, ambos con solar en la localidad cántabra de Sobarzo, en el municipio de Penagos. Probablemente represente una escena mitológica, en la que el hombre que conduce los bueyes dorados, forrado de conchas también doradas —posible alusión a su origen marino—, ha sacado del mar a una sirena utilizando algún tipo de rastro o arrastradera, perdida en la copia del cura Torres, mientras dos de sus compañeras se lamentan en el agua. Como siempre, se admiten todo tipo de opiniones y aportes.