Después de un par de semanas de vacaciones, volvemos con nuevos ímpetus. Como ya hicimos hace casi un año con Antón Pizarro, vamos a fijarnos de nuevo en uno de esos artistas poco conocidos para el gran público, pero que forman el ambiente cultural de una época. Nos referimos al pintor Pedro de Orrente, nacido en Murcia en 1580, pero muy vinculado a Toledo, ciudad en la que residió y trabajó en varias etapas de su vida. Amigo de Jorge Manuel Theotocopuli, cuyos hijos apadrinó en 1627 y 1629, también adoptó aquí a su único discípulo documentalmente probado, llamado Juan de Sevilla, que a su vez era hijo del escultor Juan de Sevilla Villaquirán. El documento que os ofrecemos, procedente de los protocolos notariales del Toledo, atestigua precisamente la entrada de este Juan, entonces de catorce años de edad, al servicio del pintor, en las condiciones habituales en la época. Era el 24 de enero de 1627.
Según los expertos, las estancias de Orrente en Toledo fueron decisivas en su formación porque aquí conoció, a través de otros artistas como Juan Sánchez Cotán o el mismo Greco, la obra del italiano Leandro Bassano, que le fascinó hasta el punto de marchar a Venecia a formarse con él. De hecho, Orrente ha llegado a ser conocido como “el Bassano español”. Además, en Italia aprendió a concebir su oficio desde una perspectiva más comercial, adaptándose a los gustos del público, en especial por los temas religiosos y bíblicos y el dinamismo de las composiciones. De este modo, al volver a España se convirtió en un pintor de notable éxito.
Sin embargo, y a pesar de a su vinculación con Toledo, no se conservan muchas obras de Pedro de Orrente en nuestra tierra. La más conocida es el “Milagro de Santa Leocadia”, conservada en la Catedral, pero en este verano podemos contemplar su espléndido “Sacrificio de Isaac”, cuadro propiedad del Museo de Bellas Artes de Bilbao y que se expone temporalmente en el Museo del Greco.
La última vez que Orrente estuvo en Toledo fue, al parecer, en 1632, cuando realizó un retablo, hoy desaparecido, para el convento de san Antonio de Padua. Después volvió a su Murcia natal y finalmente recaló en Valencia, donde moriría en 1645.